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martes, septiembre 22, 2009

"Como no lo vemos" (1973), Solidarity 


Por supuesto que siempre es más fácil ser tergiversado que bien comprendido. Le pasó a Jesús, a Marx....(Y a Ud.?). También le pasó a Brinton y los Solidarity:

Cuando, en 1967, publicamos por primera vez «Como lo vemos», sentíamos que era un resumen tan exacto como bastante conciso de nuestros puntos de vista. Se habían discutido las alternativas y se habían realizado todos los esfuerzos posibles para evitar ambigüedades. Pensábamos que habíamos producido un texto bastante explícito, cuya aceptación sería la base de la adhesión al grupo de Solidarity.

Con el paso de los años, hemos llegado a comprender que estábamos equivocados. Había algún problema con el documento -o con algunos de aquellos que lo leían. O quizás había algún problema con nosotros -por haber pensado que el texto se explicaba a sí mismo. Los radicales nos dijeron repetidamente que estaban de acuerdo con cada palabra de la declaración... y al siguiente aliento nos preguntaban por qué no estábamos haciendo trabajo fraccional en el Partido Laborista, o viviendo en comunas o haciendo campaña por las "izquierdas" sindicales, o elogiando a los Panteras Negras o al régimen antiimperialista de Karume en Zanzibar, o participando en la agitación contra el Mercado Común. Algunos incluso preguntaban por qué no estábamos defendiendo el lanzamiento de un "verdadero partido leninista, revolucionario".

Sentimos ahora que es necesario poner algunas íes y cruzar algunas tés. Lo que sigue es un intento de manifestar explícitamente pensamientos a los que sólo se apuntaba, y de formular mediante proposiciones escritas lo que sólo estaba implícito. «Cómo no lo vemos» transmitirá así el tenor general de lo que sigue. En un intento de evitar la ambigüedad ulterior, también discutiremos algunos asuntos que no se trataban en el texto original.
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Cómo no lo vemos

1. 'A lo largo del mundo' quiere decir exactamente lo que dice. No quiere decir en todas partes excepto en la Suecia socialdemócrata, la Cuba de Castro, la Yugoslavia de Tito, el kibbutzim de Israel o la Guinea de Sekou Touré. 'A lo largo del mundo' incluye la Rusia pre-estalinista, estalinista y post-estalinista, la Argelia de Ben Bella y Boumedienne, y las Repúblicas Populares de Uzbekistán y Vietnam del Norte. Por todas partes incluye también a Albania (y a China).

Nuestros comentarios sobre la sociedad contemporánea se aplican a todos estos países tanto como a los EE.UU. o a Gran Bretaña (bajo cualquier gobierno laborista o conservador). Cuando hablamos de minorías privilegiadas que 'controlan los medios de producción' y que 'usan toda la maquinaria del Estado' para mantenerse en el poder, estamos haciendo una crítica universal a la que, por el momento, no podemos ver ninguna excepción.

SE SIGUE que no consideramos a ninguno de estos países como socialista y que no actuamos como si tuviésemos ocultas sospechas de que ellos podrían ser algo distinto de lo que son: sociedades de clases jerárquicamente estructuradas basadas en la esclavitud asalariada y la explotación. Su identificación con el socialismo -incluso como variantes deformadas- es una calumnia contra el concepto mismo de socialismo (los abortos, después de todo, comparten algunos de los atributos de sus padres). Esta es, además, una fuente de mistificación y confusión sin fin. También se sigue de esta evaluación básica que nosotros no apoyamos a China contra Rusia, o a Rusia contra China (o alternativamente a una y luego a otra), que no llevamos las banderas del Frente de Liberación Nacional en las demostraciones (los enemigos de nuestros enemigos no son necesariamente nuestros amigos) y que nos abstenemos de unirnos a los coros varios que demandan más comercio Oriente-Occidente, más Conferencias Cumbre o más diplomacia del ping-pong.

En todo país del mundo los gobernantes oprimen a los gobernados y persiguen a los genuinos revolucionarios. En todo país, el principal enemigo de la gente es su propia clase dominante. Esto es lo único que puede proporcionar la base de un genuino internacionalismo de los oprimidos.


2. El socialismo no puede ser equiparado a la 'llegada al poder de partidos que reclaman representar a la clase obrera'. El poder político es un fraude si la gente trabajadora no se apropia y retiene el poder en la producción. Si logran tal poder, los órganos que lo ejercen (los Consejos Obreros) tomaran y aplicarán todas las decisiones políticas necesarias. SE SIGUE de esto que no defendemos la formación de partidos políticos "mejores" o "más revolucionarios", cuya función seguiría siendo la "toma del poder estatal". El poder del partido puede brotar del cañón de un arma. El poder de la clase obrera brota de su gestión de la economía y la sociedad en su conjunto.

El socialismo no puede ser equiparado con medidas tales como la 'nacionalización de los medios de producción'. Éstas pueden ayudar a los gobernantes de diversas sociedades de clases a racionalizar su sistema de explotación y resolver sus propios problemas. Nos negamos a elegir entre opciones definidas por nuestros enemigos de clase. SE SIGUE de esto que no urgimos a la nacionalización (o a alguna otra cosa para ese objeto) a los gobiernos, sean de "derecha" o de "izquierda".

La sección 2 implica que el capitalismo moderno puede desarrollar más allá los medios de producción. Con un coste, puede mejorar los niveles de vida. Pero nada de esto tiene contenido socialista alguno. Cualquiera que quiera tres comidas completas al día y la perspectiva de un empleo interminable puede encontrarlos en cualquier cárcel que funcione bien. SE SIGUE de esto que no denunciamos el capitalismo principalmente sobre la base de sus inadecuaciones en esos campos. El socialismo, para nosotros, no consiste en transistores para los prisioneros. Consiste en la destrucción de la prisión industrial misma. No consiste solamente en más pan, sino en quién hace funcionar la panadería.

La sección finalmente enfatiza los múltiples métodos mediante los que el sistema se perpetúa a sí mismo. Mencionando tanto la propaganda como la policía, las escuelas como las prisiones, los valores tradicionales y la moralidad tradicional como los métodos tradicionales de coerción física, la sección resalta un importante obstáculo al logro de una sociedad libre: a saber, el hecho de que la inmensa mayoría de los explotados y manipulados han interiorizado y aceptado ampliamente las normas y los valores del sistema (por ejemplo, conceptos tales como la jerarquía, la división de la sociedad entre quienes dan las órdenes y quienes las reciben, el trabajo asalariado y la polaridad de roles sexuales) y los consideran intrínsecamente racionales. A causa de todo ello, SE SIGUE que nosotros rechazamos como incompletas (y por eso, inadecuadas) las nociones que atribuyen la perpetuación del sistema solamente a la represión policial o a las "traiciones" de los diversos dirigentes políticos o sindicales.

Una crisis de los valores y un cuestionamiento incrementado de las relaciones de autoridad son, no obstante, rasgos en desarrollo de la sociedad contemporánea. El crecimiento de estas crisis es una de las precondiciones para la revolución socialista. El socialismo sólo será posible cuando la mayoría de la gente entienda la necesidad del cambio social, se dé cuenta de su capacidad para transformar la sociedad, decida ejercer su poder colectivo para este fin y sepa con qué quieren reemplazar el sistema presente. SE SIGUE de esto que rechazamos los análisis (como los de cualquier variedad de leninistas o trotskistas) que definen la crisis principal de sociedad moderna como una "crisis de dirección". Son todos generales en busca de un ejército, para quienes las figuras del reclutamiento son el principal criterio del éxito. Para nosotros, el cambio revolucionario es una cuestión de conciencia: la conciencia que hará redundantes a los generales.


3. Cuando nos referimos a 'los partidos tradicionales de la izquierda' no sólo tenemos en mente a los partidos socialdemócratas y "comunistas". Los partidos de este tipo han administrado, administran y continuarán administrando las sociedades de clases explotadoras. Bajo el título de 'partidos tradicionales de la izquierda' también incluimos a los revolucionarios tradicionales, es decir, las diversas sectas leninistas, trotskistas y maoístas que son las portadoras de la ideología capitalista de Estado y los núcleos embrionarios del poder represivo, estatal-capitalista.

Estos grupos son prefiguraciones de tipos alternativos de explotación. Sus críticas de la izquierda socialdemócrata, "estalinista" o "revisionista" pueden parecer bastante virulentas, pero nunca tratan de los fundamentos (como la estructura de la toma de decisiones, el locus del poder real, la primacía del Partido, la existencia de jerarquía, la maximización del plusvalor, la perpetuación del trabajo asalariado y la desigualdad). Esto no es un accidente y brota del hecho de que ellos mismos aceptan estos fundamentos. La ideología burguesa está más extendida de lo que muchos revolucionarios creen y, de hecho, ha penetrado profundamente su pensamiento. En este sentido, la declaración de Marx acerca de que "las ideas dominantes de cada época son las ideas de su clase dominante" es mucho más verdadera de lo que Marx podría nunca haber anticipado.

En lo que concierte a la sociedad de clases autoritaria (y a la alternativa socialista libertaria) los revolucionarios tradicionales son parte del problema, no parte de la solución. Aquellos que se subscriben a la ideología socialdemócrata o bolchevique, o son ellos mismos las víctimas de la mistificación prevaleciente (y deben hacerse esfuerzos para desmistificarles), o bien son los exponentes conscientes y futuros beneficiarios de una nueva forma de dominación de clase (y ello debe ser expuesto implacablemente). En cualquier caso, de esto SE SIGUE que no hay nada "sectario" en proclamar sistemáticamente nuestra oposición a lo que defienden. No hacer eso sería equivalente a suprimir nuestra crítica de la mitad del orden social prevaleciente. Significaría participar en la mistificación general de la política tradicional (donde uno piensa una cosa y dice otra) y negar la base misma de nuestra existencia política independiente.


4. Por que los partidos tradicionales no pueden ser 'reformados', 'tomados', o convertidos en instrumentos de la emancipación de la clase obrera -y porque somos reacios a entregarnos al doble lenguaje y el doble pensamiento-, SE SIGUE que nosotros no nos entregamos a actividades tales como el "apoyo crítico" al Partido Laborista en tiempo de elecciones, llamando al "Trabajo al Poder" entre elecciones, y participando generalmente en sembrar ilusiones, la mejor hasta la fecha la de "captar a las personas a través de la experiencia" de ver a través de ellos. Los Partidos Laborista y Comunista pueden ser, marginalmente, superiores al Partido Conservador en el manejo del capitalismo privado a lo largo del camino hacia el capitalismo de Estado. Los revolucionarios tradicionales se demostrarán ciertamente superiores a ambos. Pero no se nos llama a hacer una elección de este tipo: no es el papel de los revolucionarios ser las comadronas de nuevas formas de explotación. SE SIGUE de eso que lucharemos por lo que queremos (incluso si no lo conseguimos inmediatamente) en lugar de luchar por lo que no queremos... y conseguirlo.

La burocracia sindical es un componente esencial del desarrollo de las sociedades capitalistas de Estado. Los dirigentes sindicales ni "traicionan" ni "venden" cuando manipulan las luchas de la clase obrera y buscan utilizarlas para sus propios fines. No son "traidores" cuando buscan aumentar sus recompensas materiales o disminuir la frecuencia con que tienen que someterse a la elección -están actuando de manera lógica y según sus propios intereses, que simplemente ocurre que son diferentes de los de la población trabajadora. SE SIGUE que nosotros no instamos a la gente a elegir "mejores" dirigentes, a "democratizar" los sindicatos o a crear otros nuevos, que bajo las circunstancias actuales padecerían exactamente el mismo destino que los viejos. Todos éstos son "falsos problemas" (non-issues) de los que únicamente pueden preocuparse aquellos que han fallado a captar la verdadera raíz del problema.

La auténtica necesidad es concentrarse en la tarea positiva de construir la alternativa (tanto en las mentes de gente como en la realidad), o sea, organizaciones laborales autónomas, vinculadas a otras de la misma industria y de otras partes, y controladas desde abajo. Más pronto o más tarde tales organizaciones entrarán en conflicto con los grupos existentes que reclaman "representar" a la clase obrera (y sería prematuro en esta fase definir las posibles formas de este conflicto), o evitarán totalmente las viejas organizaciones.


5. Esta sección diferencia nuestro concepto de socialismo de la mayoría de los que prevalecen hoy. El socialismo, para nosotros, no es sólo una cuestión de reorganización económica de la que se seguirán "inevitablemente" otros beneficios, sin que se luche conscientemente por ellos. Es una visión total de una sociedad completamente diferente. Tal visión está vinculada a la crítica total del capitalismo a la que nos hemos referido previamente.

Los socialdemócratas y los bolcheviques denuncian la igualdad como "utópica", "pequeñoburguesa" o "anarquista". Desprecian la defensa de la libertad como "abstracta" y el reconocimiento recíproco como "humanismo liberal". Admiten que la transformación radical de todas las relaciones sociales es un objetivo final válido, pero no lo pueden ver como un ingrediente esencial, inmediato, del proceso mismo del cambio significativo.

Cuando hablamos de 'autoconciencia positiva del hombre' y de 'su entendimiento de su entorno y de sí mismo' nos referimos a descartar gradualmente todos los mitos y todos los tipos de falsa conciencia (religión, nacionalismo, actitudes patriarcales, la creencia en la racionalidad de la jerarquía, etc.). La precondición de la libertad humana es la comprensión de todo lo que la limita.

La autoconciencia positiva implica la quiebra gradual de ese estado de esquizofrenia crónica en que -a través del condicionamiento y de otros mecanismos- la mayoría de las personas acaba portando en sus cabezas ideas mutuamente incompatibles. Esto significa aceptar la coherencia, y percibir la relación de medios y fines. Significa desenmascarar a aquellos que organizan conferencias sobre el "control obrero"... dirigidas por funcionarios sindicales electos de por vida. Significa explicar pacientemente las incompatibilidades del "capitalismo popular", el "socialismo parlamentario", el "comunismo cristiano", el "anarco-sionismo", los "consejos obreros dirigidos por el Partido" y demás basura. Significa entender que no se puede lograr una sociedad no manipuladora a través de estructuras jerárquicas. Este intento de tanto ganar visión de profundidad (insight) como de impartirla será difícil y prolongado. Será indudablemente despreciado como "teorización intelectual" por toda tendencia "voluntarista" o "activista", ávida de atajos a la tierra prometida y más preocupada del movimiento que de la dirección.

Puesto que nosotros pensamos que la gente puede y debe entender lo que están haciendo, SE SIGUE que rechazamos muchas de las aproximaciones tan comunes al movimiento hoy. En la práctica, esto significa evitar el uso de mitos revolucionarios y el resorte de confrontaciones manipuladas con la intención de elevar la conciencia. Subyaciendo a ambas está la convicción, usualmente no formulada, de que la gente no puede entender la realidad social y actuar racionalmente en su propio nombre.

Vinculado a nuestro rechazo de los mitos revolucionarios está nuestro rechazo de las etiquetas políticas prefabricadas. No queremos dioses, ni siquiera aquellos de los panteones marxistas o anarquistas. No vivimos ni en el Petrogrado de 1917 ni en la Barcelona de 1936. Somos nosotros mismos: el producto de la desintegración de la política tradicional, en un país industrial avanzado, en la segunda mitad del siglo XX. Es en los problemas y conflictos de esa sociedad en los que debemos aplicarnos.

Aunque nos consideramos parte de la "izquierda libertaria", diferimos de la mayoría de las ramas del entorno subterráneo (underground) "cultural" o "político". No tenemos nada en común, por ejemplo, con esos pequeños empresarios que crecen ahora en la confusión general, que simultáneamente promueven mercancías tales como el misticismo oriental, la magia negra, el culto a las drogas, la explotación sexual (enmascarándola como liberación sexual), sazonándolo todo con grandes trozos de mitología populista. Su diseminación de mitos y su defensa de la "política no sectaria" no les impide asumir, en la práctica, muchas posiciones reaccionarias. De hecho, las aseguran. Bajo la consigna estúpida del "Apoyo a la gente en lucha", estas tendencias defienden el apoyo a los diversos nacionalismos (hoy siempre reaccionarios) como los de los IRAs y de todos los Frentes de Liberación Nacional.

Otras ramas, llamándose "marxistas libertarios", padecen de los sentimientos de culpa de la clase media que les hacen propensos a la obreritis. A pesar de esto, su práctica es tanto reformista como sustitucionista. Por ejemplo, cuando (correctamente) apoyan las luchas por objetivos limitados, como las de los ocupas2 o las de los sindicatos de reclamantes3, fallan a menudo a resaltar las implicaciones revolucionarias de tal acción directa colectiva. Históricamente, la acción directa ha chocado con frecuencia con la naturaleza reformista de los objetivos perseguidos. De nuevo, tales tendencias apoyan a los IRA y los Frentes de Liberación Nacional y se abstienen de criticar los regímenes cubano, norvietnamita o chino. Habiendo rechazado el Partido, comparten sin embargo con el leninismo un concepto burgués de la conciencia.

Debido a que nosotros pensamos que nuestra política debe ser coherente, también rechazamos la aproximación de otros del movimiento libertario que ponen todo su énfasis en la liberación personal o que buscan soluciones individuales a lo que son problemas sociales. Nos disociamos de aquellos que equiparan la violencia del opresor con la violencia del oprimido (en una condena de "toda violencia") y de aquellos que sitúan los derechos de los huelguistas en la línea de piquete al mismo nivel que el derecho de los esquiroles al esquirolaje (en una defensa abstracta de "la libertad como tal"). De manera similar, el anarco-catolicismo y el anarco-maoísmo son perspectivas internamente incoherentes, incompatibles con la autoactividad revolucionaria.

Nosotros percibimos que debe haber cierta relación entre nuestra visión del socialismo y lo que hacemos aquí y ahora. SE SIGUE de eso que buscamos, desde ahora y empezando por los que nos son más próximos, perforar algunos de los mitos políticos más ampliamente mantenidos. Éstos no están confinados a la "derecha", con su creencia de que la jerarquía y la desigualdad pertenecen a la esencia de la condición humana. Consideramos irracional (y/o deshonesto) que aquellos que hablan más de las masas (y de la capacidad de la clase obrera de crear una nueva sociedad) deban tener una menor confianza en la capacidad de las personas de prescindir de dirigentes. También consideramos irracional que los más radicales defensores del "genuino cambio social" incorporen a sus propias ideas, programas y prescripciones organizativas tantos de los valores, prioridades y modelos a los que afirman oponerse.



6. Cuando decimos que la sociedad socialista será 'construida desde abajo', queremos decir justamente eso. No queremos decir "iniciada desde arriba y luego respaldada desde abajo". Ni queremos decir "planificada desde arriba y más tarde verificada desde abajo". Queremos decir que no debe haber separación entre órganos de decisión y órganos de ejecución. Esto es por lo que defendemos la "gestión" de la producción por los trabajadores, y evitamos la demanda ambigua del "control" obrero. (Las diferencias -tanto teóricas como históricas- entre las dos están perfiladas en la introducción a nuestro libro sobre «Los bolcheviques y el control obrero: 1917-1921».)

Negamos a la organización revolucionaria cualquier prerrogativa específica en el periodo post-revolucionario, o en la construcción de la nueva sociedad. Su principal función en este período será enfatizar la primacía de los Consejos Obreros (y de los cuerpos basados en ellos) como instrumentos de autoridad decisoria, y luchar contra todos aquellos que busquen disminuir o evitar esta autoridad, o investir de poder a otra parte. A diferencia de otros en la izquierda, que desprecian el pensar sobre la nueva sociedad como "una preocupación por las tiendas de cocina (cookshops) del futuro", nosotros hemos perfilado con cierto detalle nuestras ideas sobre la posible estructura de tal sociedad en nuestro folleto sobre Los Consejos Obreros.


7. Esta sección es quizás la más importante y la menos entendida de toda la declaración. Es la clave de cómo vemos nuestro trabajo práctico. Define criterios con los que podemos acercarnos a la vida política cotidiana y usar racionalmente nuestros recursos mentales y físicos. Explica por qué consideramos ciertas cuestiones significativas, mientras que otras son despreciadas como "falsos problemas". Dentro de los límites de nuestra coherencia, explica el contenido de nuestro periódico.

Ya que no los consideramos de particular relevancia para las actitudes y aptitudes que buscamos desarrollar, no nos preocupamos de asuntos tales como las elecciones parlamentarias o sindicales (escoger a otros para hacer las cosas por uno), el Mercado Común o la crisis de convertibilidad (el involucramiento en los problemas de los gobernantes no es de ninguna ayuda para los gobernados), ni tampoco de la lucha en Irlanda o de los diversos golpes de Estado en África ("tomar partido" en luchas emprendidas bajo la dominación de una falsa conciencia totalmente reaccionaria). No podemos ignorar estos acontecimientos sin ignorar una porción de la realidad; pero podemos, al menos, evitar dotarlos de una relevancia para el socialismo que no poseen. Al contrario, pensamos que la Revolución húngara de 1956 y los eventos franceses de Mayo de 1968 fueron profundamente significativos (pues fueron luchas contra la burocracia, e intentos de autogestión tanto en los contextos oriental como occidental).

Estos criterios también ayudan a clarificar nuestra actitud hacia las diversos conflictos laborales. Mientras la mayoría son un desafío al empresario, algunos tienen un contenido socialista más profundo que otros. ¿Por qué, por ejemplo, las acciones "no oficiales" sobre las condiciones de trabajo, emprendidas bajo el estrecho control de las bases, son usualmente de significación más profunda que las acciones "oficiales" sobre las cuestiones de salarios, manejadas a distancia por los burócratas sindicales? En términos del desarrollo de la conciencia socialista, cómo se emprende una lucha y de lo que trata es de una importancia fundamental. El socialismo, después de todo, trata de quién toma las decisiones. Nosotros creemos que esto necesita enfatización, en la práctica, desde ahora.

En nuestros informes de conflictos, nuestra directriz es que no se puede componer (tidy up) la realidad, y se gana más analizando honestamente las dificultades reales que viviendo en un mundo mítico, donde se toman los deseos por realidad. SE SIGUE que buscamos evitar el tono "triunfalista" (en realidad manipulador) que tanto estropea la información industrial y así muchas de las "intervenciones" de los revolucionarios tradicionales.

Finalmente, el énfasis en la sección 7 en la autoactividad, y su advertencia sobre los efectos dañinos de la manipulación, el sustitucionismo o la confianza en otros para hacer las cosas por uno, tienen implicaciones más profundas, con relevancia para nuestra propia organización.




8. No somos pacifistas. No tenemos ilusiones acerca de a qué nos enfrentamos. En todas las sociedades de clases, la violencia institucional pesa fuerte y constantemente sobre los oprimimos. Es más, los gobernantes de tales sociedades siempre han recurrido a la represión física más explícita cuando su poder y privilegios estaban realmente amenazados. Contra la represión por la clase dominante, nosotros respaldamos el derecho de la gente a la autodefensa por cualesquiera medios que sean apropiados.

El poder de los gobernantes se alimenta de la indecisión y la confusión de los gobernados. Su poder sólo será superado si se confronta con el nuestro: el poder de una mayoría consciente y con confianza en sí misma, sabiendo lo que quiere y determinada a conseguirlo. En las sociedades industriales modernas, el poder de tal mayoría residirá donde las multitudes se congreguen diariamente, para vender su fuerza de trabajo en la producción de bienes y servicios.

El socialismo no puede ser el resultado de un golpe político, de la toma de algún Palacio o de la ascensión de algún Partido o cuartel general policiaco, llevados a cabo "en nombre del pueblo" o "para galvanizar a las masas". Si no tienen éxito, todo lo que tales acciones hacen es crear mártires y mitos -y provocar una represión intensificada. Si son "exitosas", sólo sustituirán una minoría dominante por otra, es decir, darán lugar a una nueva forma de sociedad explotadora. Tampoco el socialismo puede ser introducido por organizaciones que se estructuren ellas mismas de acuerdo con patrones autoritarios, jerárquicos, burocráticos o semi-militares. Todo lo que tales organizaciones han instituido (y, si son "exitosas", probablemente continuarán instituyendo) es sociedades a su propia imagen.

La revolución social no es un asunto de Partido. Será la acción de la inmensa mayoría, actuando según los intereses de la inmensa mayoría. Los fracasos de la socialdemocracia y del bolchevismo son el fracaso de toda una concepción de la política, una concepción según la cual los oprimimos podrían confiar su liberación a otros que no fuesen ellos mismos. Esta lección está entrando gradualmente en la conciencia de las masas y preparando el terreno para una revolución genuinamente libertaria.


9. Puesto que rechazamos el concepto de Lenin de que la clase obrera sólo puede desarrollar una conciencia sindical (o reformista), SE SIGUE que rechazamos la prescripción leninista de que la conciencia socialista ha de ser traída a la gente desde el exterior, o inyectada en el movimiento por especialistas políticos: los revolucionarios profesionales. Se sigue, además, que no podemos comportarnos como si sostuviésemos tales creencias.

La conciencia de masas, sin embargo, nunca es una conciencia teórica, derivada individualmente a través del estudio de libros. En las sociedades industriales modernas la conciencia socialista salta de las condiciones reales de la vida social. Estas sociedades generan las condiciones para una conciencia adecuada. Por otro lado, puesto que se trata de sociedades de clases, normalmente inhiben la afirmación de esa conciencia. Aquí descansa tanto el dilema como el desafío que enfrentan los revolucionarios modernos.

Hay un papel para los revolucionarios conscientes. Primeramente, a través de la involucración personal en la propia vida de uno y, donde sea posible, en el lugar de trabajo de uno. (Aquí el peligro principal reside en las actitudes de "más proletario que tu", que conducen a la gente a creer que hay poco que puedan hacer si no son obreros industriales, o a pretender ser lo que no son, en la falsa creencia de que las únicas áreas relevantes de lucha están en relación con la industria.) Segundamente, asistiendo a otros que están en lucha, proporcionándoles la ayuda o la información que se les niega. (Aquí el peligro principal reside en el ofrecimiento de "ayuda interesada", en donde el reclutamiento del militante para la organización "revolucionaria" es tanto un objetivo de la "ayuda" como lo es la victoria de éste en la lucha en que está involucrado.) Finalmente, señalando y explicando las profundas (pero a menudo ocultas) relaciones entre el objetivo socialista y lo que la gente se ve empujada a hacer, a través de sus propias experiencias y necesidades. (Esto es lo que queremos decir cuando decimos que los revolucionarios deben ayudar a hacer "explícito" el contenido "implícitamente" socialista de muchas luchas modernas.)



10. Esta sección debe diferenciar a Solidarity del tipo tradicional de organización política. No somos ni aspiramos a ser una dirección. Debido a que no queremos dirigir o manipular a otros, para nosotros no tienen utilidad la jerarquía ni los mecanismos manipuladores dentro de nuestras propias filas. Debido a que creemos en la autonomía -ideológica y organizativa- de la clase obrera, no podemos negar a los grupos tal autonomía dentro del movimiento mismo de Solidarity. Por el contrario, debemos perseguir animarla.

Por otro lado, deseamos ciertamente influir en otros y diseminar las ideas de Solidarity (no sólo ideas cualquiera) tan ampliamente como sea posible. Esto requiere la actividad coordinada de las personas o grupos, que han de ser individualmente capaces de autoactividad y de encontrar su propio nivel de involucración y sus propias áreas de trabajo. Los instrumentos de tal coordinación deben ser flexibles y variarán de acuerdo con el propósito para el que la coordinación se requiera.

No rechazamos la organización como si necesariamente implicase burocracia. Si sostuviésemos tales puntos de vista no habría perspectiva socialista en absoluto. Por el contrario, sostenemos que son exclusivamente las organizaciones cuyos mecanismos (y sus implicaciones) son entendidos por todos, las que pueden proveer el marco para la toma democrática de decisiones. No hay garantías institucionales contra la burocratización de los grupos revolucionarios. La única garantía es la perpetua atención consciente y automovilización de sus miembros. Somos conscientes, sin embargo, del peligro de que los grupos revolucionarios se conviertan en "fines en sí mismos". En el pasado, las lealtades a los grupos han sobrepasado a menudo las lealtades a las ideas. Nuestro primer compromiso es con la revolución social, no con algún grupo político particular, ni incluso con Solidarity. Nuestra estructura organizativa debe ciertamente reflejar la necesidad de la ayuda y apoyo mutuos. Pero no tenemos otros objetivos, aspiraciones o ambiciones más allá. Por consiguiente, no nos estructuramos como si los tuviésemos.

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