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viernes, septiembre 17, 2010

La teoría moderna de la colonización (Karl Marx) 


Donde lo que queda de izquierda leninista y/o ciudadanista ve dominación de países por otros países, el materialista histórico ve la colonización total de la vida humana y el planeta por el capital (trabajo asalariado, ejército de reserva, producción de mercancías). Donde la izquierda del capital siente nostalgia por el "Estado de Bienestar" o imagina la emancipación como una nacionalización/estatización tras otra, el proyecto comunista -en 1848, 1871, 1917,1936, 1956, 1968, 1977 y ahora en pleno siglo XXI- consiste en la abolición del Estado y el mercado, del trabajo asalariado y la ley del valor.

A propósito de colonización y capitalismo, qué mejor que partir por el principio, leyendo el último capítulo del Libro I de El Capital:

(la imagen de arriba se la robé al azeta)


La economía política procura, por principio, mantener en pie la más agradable de las confusiones entre la propiedad privada que se funda en el trabajo personal y la propiedad privada capitalista diametralmente contrapuesta , que se funda en el aniquilamiento de la primera [a]. En el occidente de Europa, patria de la economía política, el proceso de la acumulación originaria se ha consumado en mayor o menor medida. En esta región, o el modo capitalista de producción [b] ha sometido directamente la producción nacional en su totalidad, o, allí donde las condiciones aún no están desarrolladas, por lo menos controla indirectamente las capas sociales que siguen vegetando a su lado, capas degenerescentes que corresponden al modo de [955] producción anticuado. El economista aplica a este mundo acabado del capital las nociones jurídicas y de propiedad vigentes en el mundo precapitalista, y lo hace con un celo tanto más ansioso y con tanta mayor unción, cuanto más duro es el choque entre su ideología y los hechos. No ocurre lo mismo en las colonias. El modo capitalista de producción y de apropiación [c] tropieza allí, en todas partes, con el obstáculo que representa la propiedad obtenida a fuerza de trabajo por su propio dueño [d], con el obstáculo del productor que, en cuanto poseedor de sus propias condiciones de trabajo, se enriquece a sí mismo en vez de enriquecer al capitalista. La contradicción entre estos dos modos de producción y de apropiación, diametralmente contrapuestos, existe aquí de manera práctica e. Allí donde el capitalista tiene guardadas sus espaldas por el poder de la metrópoli, procura quitar de en medio, por la violencia, el modo de producción y de apropiación fundado en el trabajo personal. El mismo interés que en la metrópoli empuja al sicofante del capital, al economista, a explicar teóricamente el modo de producción capitalista por su contrario, ese mismo interés lo impulsa aquí "to make a clean breast of it" [a sincerarse], a proclamar sin tapujos la antítesis entre ambos modos de producción. A tal efecto, pasa a demostrar cómo el desarrollo de la fuerza productiva social del trabajo, la cooperación, la división del trabajo, la aplicación de la maquinaria en gran escala, etcétera, son imposibles sin la expropiación de los trabajadores y la consiguiente transformación de sus medios de producción en capital. En interés de la llamada riqueza nacional, se lanza a la búsqueda de medios artificiales que establezcan la pobreza popular. Su coraza apologética se desmigaja aquí como yesca echada a perder.

El gran mérito de Edward Gibbon Wakefield no es el de haber descubierto algo nuevo acerca de las colonias [2], [957] sino el de haber descubierto en las colonias la verdad acerca de las relaciones capitalistas de la metrópoli. Así como el sistema proteccionista, en sus orígenes [3], pugnaba por la fabricación de capitalistas en la metrópoli, la teoría de la colonización expuesta por Wakefield y que Inglaterra durante cierto tiempo procuró aplicar legislativamente aspiraba a la fabricación de asalariados en las colonias. A esto lo denomina Wakefield "systematic colonization" (colonización sistemática).

En primer término, Wakefield descubrió en las colonias que la propiedad de dinero, de medios de subsistencia, máquinas y otros medios de producción no confieren a un hombre la condición de capitalista si le falta el complemento: el asalariado, el otro hombre forzado a venderse voluntariamente a sí mismo. Descubrió que el capital no es una cosa, sino una relación social entre personas mediada por cosas [4]. El señor Peel nos relata Wakefield en tono lastimero llevó consigo de Inglaterra al río Swan, en Nueva Holanda [5], medios de subsistencia y de producción por un importe de [sterling] 50.000. El señor Peel era tan previsor que trasladó además 3.000 personas [6] pertenecientes a la clase obrera: hombres, mujeres y niños. Una vez que hubieron arribado al lugar de destino, sin embargo, "el señor Peel se quedó sin un sirviente que le tendiera la cama o que le trajera agua del río" [7]. [exclamdown]Infortunado señor Peel, que todo lo había previsto, menos la exportación de las relaciones de producción inglesas al río Swan!

Para que se comprendan los siguientes descubrimientos de Wakefield, formulemos dos observaciones previas. [958] Como es sabido, los medios de producción y de subsistencia, en cuanto propiedad del productor directo, no son capital. Sólo se convierten en capital cuando están sometidos a condiciones bajo las cuales sirven, a la vez, como medios de explotación y de sojuzgamiento del obrero. Pero en la cabeza del economista, el alma capitalista de esos medios está tan íntimamente compenetrada con su sustancia material, que en todos los casos los bautiza con el nombre de capital, incluso cuando son exactamente lo opuesto. Ocurre así con Wakefield. Y además: a la fragmentación de los medios de producción, en cuanto propiedad individual de muchos trabajadores recíprocamente independientes que trabajan por su cuenta, Wakefield la denomina división igual del capital. Al economista le ocurre lo mismo que al jurista feudal. Este también adhería sus rótulos jurídicos feudales a relaciones puramente dinerarias.

"Si el capital", dice Wakefield, "estuviera distribuido en porciones iguales entre todos los miembros de la sociedad [...], a nadie le interesaría acumular más capital que el que pudiese emplear con sus propios brazos. Es este el caso, hasta cierto punto, en las nuevas colonias norteamericanas, donde la pasión por la propiedad de la tierra impide la existencia de una clase de trabajadores asalariados" [8]. Por tanto, mientras el trabajador puede acumular para sí mismo y lo puede hacer mientras sigue siendo propietario de sus medios de producción , la acumulación capitalista y el modo capitalista de producción son imposibles. No existe la clase de los asalariados, indispensable para ello. ¿Cómo, entonces, se llevó a cabo en la vieja Europa la expropiación del trabajador, al que se privó de sus condiciones de trabajo, y por tanto la creación del capital y el trabajo asalariado? Mediante un contrat social de tipo absolutamente inédito.

"La humanidad... adoptó un sencillo método para promover la acumulación del capital", misión que, naturalmente, desde los tiempos de Adán espejeaba en la imaginación de los hombres como fin último y único de su existencia: "se dividió en propietarios de capital y propietarios de trabajo... Esta división fue el resultado de un concierto y combinación voluntarios" [9]. En una palabra: [959] la masa de la humanidad se expropió a sí misma para mayor gloria de la "acumulación del capital". Ahora bien, habría que creer que el instinto de este fanático renunciamiento de sí mismo debería manifestarse sin trabas especialmente en las colonias, pues sólo en éstas existen hombres y circunstancias que podrían transferir un contrat social del reino de los sueños al de la realidad. ¿Pero para qué, entonces, la "colonización sistemática", antitéticamente contrapuesta a la espontánea y natural? Pero, pero, pero: "En los estados septentrionales de la Unión norteamericana es dudoso que una décima parte de la población pertenezca a la categoría de los asalariados... En Inglaterra... la gran masa del pueblo está compuesta de asalariados" [10]. El impulso autoexpropiador de la humanidad laboriosa, en efecto, para mayor gloria del capital, tiene una existencia tan tenue que la esclavitud, según el propio Wakefield, es el único fundamento natural de la riqueza colonial. La colonización sistemática de Wakefield es un mero pis aller [paliativo], ya que tiene que vérselas con hombres libres, no con esclavos. "Sin esclavitud, en las colonias españolas el capital [f] 11 habría sucumbido o, por lo menos, se habría contraído, reduciéndose a las pequeñas cantidades que cualquier individuo puede emplear con sus propios brazos. Esto ocurrió efectivamente en la última colonia fundada por los ingleses [12], donde un gran capital en simientes, ganado e instrumentos pereció por falta de asalariados, y donde ningún colono posee más capital que el que puede emplear con sus propios brazos" [13].

La expropiación de la masa del pueblo despojada de la tierra, como vemos, constituye el fundamento del modo capitalista de producción. La esencia de una colonia libre consiste, a la inversa, en que la mayor parte del suelo es todavía propiedad del pueblo, y por tanto en que cada colono puede convertir una parte de la misma en su propiedad privada y en medio individual de producción, sin impedir con ello que los colonos posteriores efectúen la [960] misma operación [14]. Este es el secreto tanto de la prosperidad de las colonias como del cáncer que las roe: su resistencia a la radicación del capital. "Donde la tierra es muy barata y todos los hombres son libres; donde cualquiera que lo desee puede obtener para sí mismo un pedazo de tierra, no sólo el trabajo es muy caro en lo que respecta a la parte que de su propio producto toca al trabajador, sino que lo difícil es obtener trabajo combinado, a cualquier precio que sea" [15].

Como en las colonias no se da aún la escisión entre el trabajador y sus condiciones de trabajo, entre aquél y la raíz de éstas, la tierra, o como sólo se da esporádicamente o sólo dispone de un campo de acción restringido, tampoco existe aún el divorcio entre la agricultura y la industria ni se ha aniquilado todavía la industria doméstica rural; ¿de dónde, entonces, habría de surgir el mercado interno para el capital? "Ninguna parte de la población de Norteamérica es exclusivamente agrícola, a excepción de los esclavos y sus dueños, que combinan el capital y el trabajo para efectuar grandes obras. Los norteamericanos libres, que cultivan el suelo por sí mismos, se dedican al mismo tiempo a otras muchas ocupaciones. Comúnmente ellos mismos producen una parte del mobiliario y del instrumental que utilizan. Suelen construir sus propias casas y llevan los productos de su propia industria al mercado, por distante que esté. Son hilanderos y tejedores, fabrican jabón y velas, hacen los zapatos y vestidos para su uso personal. En Norteamérica la agricultura constituye, a menudo, la actividad accesoria del herrero, del molinero o el tendero" [16]. Entre individuos tan estrafalarios, ¿dónde queda campo para el "renunciamiento" del capitalista?

La gran belleza de la producción capitalista no sólo estriba en que reproduce constantemente al asalariado como asalariado, sino en que, proporcionalmente a la acumulación del capital, produce siempre una sobrepoblación relativa de asalariados. De esta suerte se mantiene en sus debidos carriles la ley de la oferta y la demanda [961] de trabajo, la oscilación de los salarios queda confinada dentro de límites adecuados a la explotación capitalista y, finalmente, se afianza la tan imprescindible dependencia social del trabajador respecto del capitalista, relación de dependencia absoluta que el economista, en su casa, en la metrópoli, puede transformar falaz y tartajosamente en relación contractual libre establecida entre comprador y vendedor, entre dos poseedores de mercancías igualmente autónomos: el poseedor de la mercancía capital y el de la mercancía trabajo. Pero en las colonias esa bella fantasmagoría se hace pedazos. La población absoluta crece aquí mucho más rápidamente que en la metrópoli, puesto que muchos trabajadores hacen su aparición ya maduros, y sin embargo el mercado de trabajo está siempre insuficientemente abastecido. La ley de la oferta y la demanda de trabajo se desmorona. Por un lado, el viejo mundo introduce constantemente capital afanoso de explotación, ávido de renunciamiento; por otra parte, la reproducción regular de los asalariados como asalariados tropieza con los obstáculos más desconsiderados y, en parte, insuperables. Y no hablemos de la producción de asalariados supernumerarios, proporcional a la acumulación del capital! De la noche a la mañana, el asalariado se convierte en campesino o artesano independiente, que trabaja por su propia cuenta. Desaparece del mercado de trabajo... pero no para reaparecer en el workhouse. Esta transformación constante de los asalariados en productores independientes que en vez de trabajar para el capital lo hacen para sí mismos, y que en vez de enriquecer al señor capitalista se enriquecen ellos, repercute a su vez de manera tremendamente perjudicial en la situación del mercado de trabajo. No sólo el grado de explotación del asalariado se mantiene indecorosamente exiguo, sino que éste, por añadidura, con la relación de dependencia pierde también el sentimiento de dependencia respecto al capitalista cultor del renunciamiento. De ahí surgen todos los males que nuestro Wakefield describe tan gallardamente, con tanta elocuencia y de manera tan conmovedora.

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