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jueves, noviembre 11, 2010

Marinus Van der Lubbe y su "acto ejemplar" (extracto) 


Marinus Van der Lubbe era un joven trabajador de la construcción nacido en Leiden en 1909. Fue miembro del Partido Comunista holandés desde 1925 hasta 1931, año en que lo abandonó para unirse a las posiciones anti-parlamentaristas y del comunismo de consejos.

Fue bastante activo en el movimiento de desempleados y en las huelgas obreras que irrumpieron en varios pueblos, particularmente después de la huelga textil de 1931.

Luego de haber dejado el Comité de Agitación de Desempleados (WAC) - que era dirigido por el CPN – se convirtió en octubre-noviembre de 1931 en el principal editor de la prensa para los desempleados de Leiden: Werkloozenkrant, órgano que llamaba a la formación de comités autónomos de acción, independientes de cualquier partido político.

Van der Lubbe era un obrero dedicado por completo a la causa proletaria y a la revolución. Pensionado a causa de una lesión laboral que amenazaba dejarle ciego, consagró todo su tiempo a la actividad militante. Pronto estableció contacto con Eduard Sirach de la LAO, ayudándole en su labor propagandística. Si tuvo contactos con el GIC en Leiden, estos se limitaron a lo personal. Van der Lubbe nunca fue miembro del GIC, aunque simpatizaba con sus posiciones y era lector de la PIC.

Después de varios viajes a Alemania y por Europa (Hungría, Yugoslavia, Austria) para descubrir por sí mismo el real estado de la lucha de clases, Van der Lubbe decidió ir a Berlín en febrero de 1933, poco después del nombramiento de Hitler como canciller (30 de enero). Llegó a Berlín el día 18. Participó en las concentraciones del SPD y del KPD y trato de establecer contacto con gente sin casa en Berlín ('Obdachlosen'). Al parecer tuvo contactos políticos (23 y 25 de febrero de 1933) con comunistas de consejos alemanes, con Alfred Weiland y algunos miembros de la KAU, quienes vieron con sospecha al joven trabajador holandés.

Durante una conversación con Weiland se mostró muy entusiasta respecto de un motín – cerca de las costas de Indonesia – encabezado por los marinos del acorazado alemán Zeven Provinciën (4-10 de febrero), levantamiento que sería finalmente aplastado de forma sangrienta por la aviación bajo órdenes del gabinete Colijn.

Durante la noche del 25 de febrero intentó prenderle fuego a una oficina local para desempleados y a un castillo en Berlín, sin resultado. Después de dejar la capital, volvió a Berlín para incendiar el Reichstag. Su decisión de incendiarlo puede haber sido de carácter personal, motivado tanto por la creencia ingenua de que su “acción ejemplar despertaría” al proletariado alemán, como también por su desesperación personal (Van der Lubbe estaba condenado a una ceguera inminente). Pero sobre todo, esta desesperación personal expresaba una desesperación política creciente en las capas más profundas del proletariado.

Sabemos lo que ocurrió con Van der Lubbe. Llevado ante la “justicia” nazi, negó haber tenido contactos con el KPD, con el ambiente de los “consejistas” de Berlín. Fue condenado a muerte el 23 de diciembre de 1933 y decapitado el 10 de enero de 1934, convirtiéndose así en una de las primeras víctimas del terror nazi. Sus amigos consideraron su ejecución como la continuación lógica del terror burgués que había golpeado a tantos trabajadores bajo los gobiernos que se venían sucediendo desde Ebert a Hitler. Sin embargo, lo peor para Van der Lubbe fue haber sido enlodado por los stalinistas, quienes lo acusaron de actuar al servicio del nazismo, iniciando así una gran campaña difamatoria en su contra.

Los stalinistas fueron sus ejecutores tanto como los nazis, y no vacilaron en exigir su muerte. Dimitrov (el supuesto cómplice de Van der Lubbe), quien sería absuelto y se convertiría en uno de los principales líderes de la Comintern stalinizada, incluso pidió en una audiencia que Van der Lubber fuese “condenado a muerte por haber actuado en contra del proletariado” (L’Humanité, órgano del PC francés, 17 de diciembre de 1933).

En Holanda, el Partido Comunista Holandés – pese a que Van der Lubbe había sido uno de sus miembros activos – desplegó la misma campaña de calumnias. Con ayuda de los “demócratas” entre los que se contaba un Lord inglés, propagó las mentiras contenidas en el “libro marrón” publicado por el Trust Münzeberg – consorcio que actuaba como el mayor sostenedor financiero de la Comintern - .

Para salir en defensa de Van der Lubbe los comunistas de consejos produjeron un “Libro Rojo” (Roodboek), en el que se sirvieron de innumerables testimonios para desmantelar una por una las acusaciones contra él.

Se formó un Comité Van der Lubbe, compuesto por un miembro del ex KAPN, Lo Lopes-Cardozo, un miembro del GIC, el psiquiatra Lieuwe Hornstra (1908-1990) y el escritor proletario Maurits Dekker (1896-1962). Este Comité tuvo ramificaciones en varios países, incluyendo Francia. Constituyó, de hecho, un cártel de grupos y personalidades, no muy distinto del anarquismo, ya que los anarquistas formaban parte de él.

La formación de este Comité no impidió que surgiera un debate al interior del comunismo de consejos holandés acerca del significado de los “actos personales” y del terrorismo en general. De un lado estaban quienes los consideraban
“actos proletarios”; del otro, aquellos que por principio rechazaban toda forma de acción terrorista.

La primera tendencia, apoyada por los comunistas de consejos alemanes, estaba motivada por su repugnancia a “hacerle el juego a los verdugos” tanto como por la confusión política. Veía en el incendio del Reichstag no un acto de desesperación sino un método proletario que en otras circunstancias podría “despertar” al proletariado alemán y empujarlo a la luchar. La reacción de grupos como el LAO y el agrupamiento Radencommunist fue típica a este respecto.

Spartacus, órgano del LAO, al tiempo que exaltaba a Van der Lubbe – “un luchador intrépido, dispuesto a sacrificarse por el comunismo”– sostuvo una posición intermedia y contradictoria en relación al significado de los actos terroristas individuales. Por una parte, el LAO declaraba que “no defendemos el terrorismo individual como método de lucha de la clase obrera” (idem); mientras que por otra, simplemente lo defendía: “esto no significa que rechacemos todo acto individual…” (idem). En efecto, el LAO terminó defendiendo la postura de que la acción terrorista individual podía arrastrar a la clase obrera hacia la acción: “El gesto de Van der Lubbe pudo ser la señal para la resistencia generalizada de los trabajadores contra los imbéciles de los partidos socialista y comunista” (idem).

El grupo Radencommunist tuvo prácticamente la misma actitud. Negó que Van der Lubbe hubiese cometido un acto de desesperación individual, que reflejaba la profunda desorientación del proletariado: “Es más, este acto no debe ser considerado como un acto individual, sino como la chispa que, en esta situación violentamente tensa, podría desatar la explosión”.

(Fragmento de: El Comunismo de Consejos en Alemania y el atentado incendiario de Van der Lubbe contra el Reichstag. La cuestión de los “actos ejemplares”, por Ph. Bourrinet).www.comunizacion.org

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