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martes, enero 21, 2014

Opinión decente sobre la Huelga portuaria 


21 de enero de 2014

Lecciones de una huelga portuaria a lo Juanito Herrera

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Profesor de Derecho Laboral Universidad Diego Portales

Frustrante debe haber sido para el actual Ministro del Trabajo –el Sr. Jobet– el capítulo final de “Los 80”. Y es que la epifanía huelguística de Juan Herrera le debe haber parecido del todo impropia.
A propósito de la huelga de los portuarios, el Ministro delTrabajo  trazó un perfil de trabajador ideal que no tiene desperdicio – más propio de un gerente de recursos humanos que la de un ministro de Estado–:
“La mayoría de los puertos del país están cumpliendo su labor y eso es gracias, no sólo a los empresarios portuarios, sino que también a la inmensa mayoría de los trabajadores portuarios que hacen su trabajo de forma honesta, silenciosa y que saben que la manera de conseguir mejores condiciones para ellos es el diálogo”.
¿Qué entiende el Ministro del Trabajo por un trabajador “honesto” y “silencioso”? ¿Incluye ese silencio, que tanto valora, callarse, a pesar de, por décadas, no haber tenido derecho a colación, por ejemplo?
No demos muchos rodeos psicoanalíticos. El bueno es silencioso, el malo se parece a los portuarios. Tiene un defecto que a sus ojos lo hace un pecador: reclama sus derechos y está dispuesto a paralizar su producción con tal de que se respeten sus trabajos y sus derechos.
Una cuestión al final, para el Juanito Herrera de este tiempo y quizás –está por verse– del Juan Herrera del futuro. El de los años 80, a fin de cuentas, fue un derrotado. Retornada la democracia, tal como le enrostraba su jefe en esos notables minutos finales, “seguirán las mismas leyes”. Y tenía razón, siguieron las mismas leyes. El Plan Laboral de la dictadura se mantuvo incólume y nunca los trabajadores volvieron a recuperar el poder que la dictadura les arrebató.
Vamos, toda una oda a Juan Herrera. A Juanito, más bien, el de antes.
De ahí la frustración con el giro vital del final de la historia de la serie. Qué mal el señor Herrera, debe haber dicho el Ministro que ya se va. Pudiendo elegir el camino de la lealtad con la empresa –el del silencio zen que les exige a los portuarios– y el diálogo eterno con la autoridad, escogió el más equivocado: el de la huelga.
¿Cuántos Juanitos estarán mirando hoy el conflicto portuario mordiéndose los labios y pensando lo mismo: que tienen razones de sobra para protestar y participar de una huelga? ¿Cuántos Juanitos se preguntarán cómo en un país cuyo ingreso per cápitaesta pronto a alcanzar el de un país desarrollado (20 mil dólares), el salario promedio de los trabajadores en Chile no supera los 300 mil pesos mensuales?
Pues bien, la huelga de los portuarios deja unas interesantes lecciones –toda una guía– para los Juanitos Herrera del Chile de hoy:
Primero, que las reglas del trabajo fueran hechas para favorecer descaradamente a una de las partes. Podría decir que basta pensar que su autor fue José Piñera y no agregar nada más. Pero me cuidaré de la falacia ad hóminem y explicaré el punto: toda la legislación laboral chilena está construida para que los trabajadores carezcan de todo poder y relevancia en la fijación de sus propias condiciones de trabajo.
Y la fórmula, en lo esencial, fue evitar a toda costa que los trabajadores negocien colectivamente por sobre la empresa en que trabajan – impidiendo en la práctica la negociación con más poder para los trabajadores, como es la interempresa o por área– y dejando, al mismo tiempo, a esos trabajadores sin una huelga de verdad en la negociación colectiva: legalizando el reemplazo de trabajadores en huelga.
Un solo dato demoledor del éxito de Piñera: hoy hay, proporcionalmente hablando, menos trabajadores sindicalizados y bajo una negociación colectiva que en el último año de la dictadura.
Segundo, que la huelga es mucho más que lo que siempre nos dijeron que era. La huelga no es sólo dejar de trabajar por razones de una negociación de un contrato colectivo, sino que corresponde a cualquier interrupción del proceso productivo, dentro o fuera de una negociación colectiva.
De hecho, una parte de los portuarios lleva a cabo hoy lo que en el derecho internacional se llama huelga de solidaridad, esto es, motivada por razones de apoyo a otros trabajadores que viven situaciones laborales similares.
Tercero, las huelgas no son ilegales. Todo lo contrario: corresponden a un derecho fundamental, reconocido en tratados internacionales suscritos y vigentes en Chile (Convenio 87 de la OIT y art. 8 del Pacto de Derechos Económicos y Sociales).
Por ello, su excepcional ilegalidad debe estar, en cualquier caso, prevista por la ley mediante una expresa prohibición.
¿Y cómo, entonces, el Ministro del Trabajo y la propia Dirección del Trabajo –según consigna La Tercera de este domingo en la nota “¿Por qué nadie para a los paros?”– han calificado esta huelga de los trabajadores como ilegal?
Curioso, por decir algo, que la Dirección del Trabajo –un organismo lleno de abogados que saben tanto de estas cosas– y el Ministro Sr. Jobet –un señor que no sabe tanto de estas cosas–, hablen y hablen de la ilegalidad de la huelga portuaria, y al día de hoy no sean capaces de decirnos el “pinche” artículo del Código del Trabajo que prohíbe la huelga en estos casos.
La razón es sencilla: fuera de los ardientes deseos del Ministro del Trabajo y la actual Directora del Trabajo, no existe esa norma de prohibición.
¿Y entonces cómo explicar tanto salto en el vacío, para decirlo elegantemente?
Huele a pura defensa “silenciosa” de intereses empresariales vestida de discurso jurídico sobre la huelga.
Una cuestión al final, para el Juanito Herrera de este tiempo y quizás –está por verse– del Juan Herrera del futuro.
El de los años 80, a fin de cuentas, fue un derrotado. Retornada la democracia, tal como le enrostraba su jefe en esos notables minutos finales, “seguirán las mismas leyes”.
Y tenía razón, siguieron las mismas leyes. El Plan Laboral de la dictadura se mantuvo incólume y nunca los trabajadores volvieron a recuperar el poder que la dictadura les arrebató.
¿Qué ocurrirá ahora con la Nueva Mayoría y el Código del Trabajo de Pinochet?
Esa es la gran duda de los cientos de miles de Juanitos, que esperan ser –de ahora en adelante– sólo Juanes.

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/Derecho Penal de Bombas/Teenage Riot/ I don´t care. 



Según los teóricos del etiquetamiento (en Criminología), ningún acto es delictivo per se. Todo depende de quien tenga el poder de definirlo como "acto desviado" (desviación respecto de una Norma que adivinen quién define). Y así y todo, tenemos distintos tipos de actos desviados, y de reacción frente a los mismos, inclusive dentro del ámbito de lo que llamamos "delitos".

Tomemos el ejemplo del uso de artefactos explosivos.

Si los usa el Estado o empresas concesionadas para entretener al vulgo (p.ej. en la mal llamada "ceremonia" Año Nuevo (para verdaderos ritos de cambio de estaciones, debemos a tenernos a la literatura antropológica y/o a los pocos casos que aún quedan, si es que lográramos llegar a otros lados por nuestros propios medios): ningún problema digo de atención para el viejo y noble Derecho Penal. Eso, hasta que por ejemplo como ocurrió en Maipú hace unos años, los fuegos artificiales empresariales maten unos cuantos proles que miraban alegremente el espectáculo.

Lo curioso (o no tanto), es que la reacción frente a eso viene por otro lado: Antes los usaban libremente los particulares, con ciertas restricciones, pero luego de las modificaciones que dicha tragedia causó en el mapa legal de la era de lagos,  dentro de la la ley carminista/allendista/pinochetista de control de armas y explosivos se incluyó la prohibición de los petardos, viejas, guatepiques, voladores, y en general todo ese tipo de artefactos que hacen que casi lo primero que recuerde de mi infancia sea "ese hermoso olor a pólvora". (Uy: ojalá los dipolcares no lean esa frase). Esa misma administración se encargó de meter dentro del marco de dicha Ley el uso de los famosos cocteles molotov (artefacto bastante pluralista: no sólo los usa la ultraizquierda, sino que los fachos cuando es necesario y tal como recuerda p. ej. Allamand en sus años mozos).

Cuando se usan para bombardear palacios de gobierno matando a varios seres humanos(con a lo menos "dolo eventual"), por más que en jerga derechohumanista y/ izquierdista se hable de "crímenes de lesa humanidad", la verdad es que casi nunca son etiquetados siquiera como delito común. En Chile hasta hace poquito muchos hablaban del "pronunciamiento militar". El uso de bombas desde aviones (que según las malas lenguas no estaban piloteados por chilenos esa mañana) es considerado como un detalle anecdótico desde todo los puntos de vista que emite la ideología oficial.

Cuando los proletarios impulsados fuera del margen del trabajo asalariado "legal" usa bombas para tratar de abrir depósitos de dinero y sacarlo (comportamiento adaptativo que según la sociología de Merton corrsponde a la forma de "innovación": quiero los mismos fines que el resto, pero como me estan lícitamente vedados por i posición objetiva en la estructura social, los consigo igual, per de otra manera: la de los no giles, o sea, los vivos). El sistema penal encuadra estos hechos dentro del robo con violencia.

Finalmente, dentro del Derecho Penal de Bombas los únicos candidatos a ser etiquetados como terroristas, son los que usan bombas contra los bancos cuando no hay clientes ahí, además de contra estaciones de policía, instalaciones militares y del Estado, Iglesias y otros puestos físicos y a la vez simbólicamente profundos que ha dejado instalado en el territorio urbano el capitalismo moderno, forma de esclavitud actual de la humanidad.


Lo anterior se corresponde casi exactamente con una clasificación propuesta por un criminólogo gringo con pretensiones marxistas (pues está claro que en las ciencias sociales el marxismo no es sino una cierta pretensión): hay 3 tipos de criminalidad:

1.-CRÍMENES DE DOMINACIÓN.

2.- CRÍMENES DE ADAPTACIÓN.

3.- CRÍMENES DE RESISTENCIA.

(Robert Quinney, citado por Vincenzo Ruggiero, La violencia política. Un análisis criminológico).
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Ya hemos hablado en otra parte del tratamiento humorístico de las bombas en programas tales como 31 Minutos y su personaje "Dante Torobolino", el maguito explosivo.

En la película "Melody" (1971), el tierno romance adolescente termina con una gran explosión producto de una bomba casera (artefacto explosivo improvisado detonado en la jerga del GOPE y LABOCAR), perfeccionada con mucha dedicación por un grupo de terroristas teenagers que previo a ello intentaban homenajear/subvertir un ritual tan añejo como el del sagrado matrimonio. Vean en el link el minuto 3:45: boom! severos daños a un vehículo que simbolizaba lo adulto, la represión. El autor  de los mismos (que en Chile sería enviado a una cárcel de menores por 5 a 10 años, según si tiene 14/15 o 16/17), tras decir con felicidad y orgullo: "Lo hice", es subido en andas y homenajeado por toda la comunidad humana encarnada en sus pares).

Dentro de la utopía adolescente que amamos hasta el fin, tampoco es menor el impacto en nuestros subconcientes de escenas como el final del clip de los Ramones "Rock and roll High School", donde el maguito explosivo es nada menos que el bajista Dee Dee Ramone, que culminó su vida "artística" en Argentina y que acá nos obsequia otra explosión de campeonato.
Acá pueden disfrutar de la película completa (cosa que nunca he hecho. Bueno, tampoco  puedo escuchar entero el "New Grass" de Albert Ayler), donde la explosión, aún más bella, ocurre al final de la versión "en vivo" de la canción que entregan desde la hora con minuto (1:29:37 para ser exactos). Al igual que en Melody, los/as camaradas celebran, mientras sólo las autoridades (adultas, escolares y policiales) se horrorizan.


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Por último,
Me importa una mierda el mundial de fútbol. Y el fallo de La haya. Ah, no, corrijo: cuando gane Perú, voy a seguir una línea de "derrotismo revolucionario" y me inventaré formas de celebrar esa derrota. Lo mismo con las del fútbol. Cuando gana la selección nazional, todo el espectro político se corre a la derecha: hegemonía de formas horribles de neofascismo nacionalitario respecto al cual es lejos mejor estar muerto y/o aislado).

Como recuerdo que dijo el poeta Loco Edwuards:

"Fuera los números
Fuera la corbata

No debo vender mi ideología comunista
Anarco individualista
Anarco pacifista

(Pero) Me sacaste los choros del canasto
Del canasto
Fascista de Mierda

Revolución
rebeión

Voy a reventar".


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Mierda espacial. Space Junk.

No me interesa. I don´t care.

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viernes, enero 03, 2014

Orden Público: la burguesía está nerviosita 




Editorial
Viernes 03 de enero de 2014

Araucanía: Más aristas de la violencia

Sería inaceptable que en una misma zona del país terminen confluyendo y confundiendo su actuar grupos que por diversas razones pretenden desafiar al Estado...


Se ha vuelto lamentablemente habitual que en esta época del año recrudezca la agitación en La Araucanía. En ello influyen las condiciones del período estival -que facilitan acciones como el incendio de campos- y la instrumentalización de ciertas fechas (como el aniversario de la muerte del joven Matías Catrileo, baleado por Carabineros durante el desalojo de una toma). Hace un año, la situación pareció llegar a un punto límite con el asesinato del matrimonio Luchsinger-Mackay, pero aunque no se ha vuelto a registrar un hecho de esa gravedad, los ataques se han incrementado durante las últimas semanas.


Peor aún, el fenómeno adquiere nuevas y preocupantes aristas, ya sea que se trate de la directa provocación que significa la quema de un helicóptero mientras era custodiado por la policía uniformada, o de la llegada de la violencia al radio urbano de Temuco, con la detonación de artefactos explosivos. Una facción de aparente inspiración anarquista se habría atribuido la autoría de este último hecho, lo que introduce mayor complejidad al problema, ante el riesgo -obviamente inaceptable para la autoridad- de que en una misma zona del país terminen confluyendo y confundiendo su actuar grupos que, por razones diversas, pretenden desafiar al Estado, el cual aparecería así fracasando en su función básica de garantizar la seguridad de las personas.

Sucesivos gobiernos han intentado abordar este problema, pero sin que pueda exhibirse algún éxito. Por ejemplo, en algunos de los lugares objeto de atentados se han encontrado panfletos con consignas alusivas a que "si no hay tierras, habrá guerra". Sin embargo, las políticas de compra de campos y su entrega a comunidades no han producido los efectos esperados, dando origen, por el contrario, a nuevos conflictos.

Los delitos contra la propiedad y los ataques incendiarios son realizados por grupos minoritarios, pero alimentan un clima de desconfianza y crispación muy perjudicial para el desarrollo de la zona, contribuyendo así a lo que parece uno de los objetivos del violentismo: inviabilizar el normal funcionamiento de una región. Por eso, la presencia de Carabineros -cuestionada burdamente por quienes acusan una supuesta "militarización de La Araucanía"- es necesaria, y lo que cabe es asegurar eficacia en su actuar, particularmente en el terreno de la inteligencia policial, en que se verifica un fracaso sin atenuantes, que hace imposible la prevención.

Lo anterior no significa desconocer que el problema también presenta aristas políticas, económicas y culturales que deben abordarse con mayor decisión y con una estrategia coherente de largo plazo. Hay una situación de extrema pobreza que requiere combatirse. Hay instrumentos en aplicación que son interesantes, pero cuyos recursos son insuficientes. La política de tierras es muy defectuosa. Hay un valor cultural en ella, pero no puede diseñarse para reproducir un modo de vida de hace cinco siglos. Eso lleva a un congelamiento de la realidad mapuche, artificialmente sustentado por crecientes transferencias de recursos públicos que, a la postre, deslegitiman la preservación de la cultura de las etnias originarias.

Reconocer la identidad de estas etnias no significa, como a veces piden algunas voces, darles un estatuto especial. Detrás de las reivindicaciones de tierras se esconden muchas veces pseudonacionalismos autonómicos conceptualmente auspiciados desde el exterior, que, de aceptarse, crearían una suerte de estados dentro del Estado, rompiendo la unidad de Chile. Sí se puede hacer mucho para reconocer su aporte cultural y, desde luego, para recuperar con más decisión su lengua, elemento muy valorado por ellas. 


http://www.elmercurio.com/blogs/2014/01/03/18331/Araucania-Mas-aristas-de-la-violencia.aspx

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