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viernes, julio 31, 2015

Actividad en Valparaíso el 21 de agosto 

En mi primera o segunda adolescencia relacionaba el 21 de agosto con el asesinato de León Trotsky a manos de agentes estalinistas. Entre ellos estaba el famoso y nauseabundo poeta de Estado Pablo Neruda. Y también aportó lo suyo la estalinista de mierda de Frida Kahlo, ultra sobreestimada por todo el progresismo feminista burgués de nuestro tiempo.

En fin, nada que ver con todo eso, pero el 21 de agosto de este año hay un Foro interesante en Valpo., para analizar toda la notoria reconfiguración represiva, expresada en nuevas leyes, y en la intensificación de todos los mecanismos represivos del Estado.

¡No más presxs!


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Declaración de Sergio Álvarez desde la cárcel/empresa Santiago 1 

Bueno, siempre me complicaron los comienzos, pero esto no es uno precisamente...

El día miércoles 15 de Julio en el contexto de lucha callejera en una salida universitaria soy detenido en la U. de Chile, más que hablar de lo que contribuyó a mi detención o la actualización del juicio (que ya habrá tiempo para eso), siento más importante dejar en claro mis posturas, y estas posturas las mantendré igual de claras que cuando los carroñeros de la prensa intentaron hacer una buena toma del nuevo trofeo en el cual me había convertido y les grité fuerte y claro.

No soy una victima, ni tomaré esas posturas mas frías que tibias que reivindican el montaje y olvidan cual arrepentido el centelleo y calor del enfrentamiento, no soy ni alguien que lucha por una mejora/reforma para hacer más llevadera la existencia dentro de este sistema, ni me reivindicaré como estudiante o trabajador, soy un individuo anárquico, que busca la confrontación en contra de aquellxs que detentan, representan y defiende a la Autoridad y cualquier manifestación de su Dominación sobre todo lo que compone mi vida y la de mis hermanxs, con el deseo eterno de expropiar mi existencia, de nutrirme en lo individual y colectivo en antagonía a la resignación y sumisión ciudadana.

Por ahora sin más que decir dentro de la vorágine de mis pensamientos, sentimientos y sensaciones, con todo mi cariño y amor esperando reencontrarme pronto con todxs.

NUNCA DERROTADXS, NUNCA ARREPENTIDXS!!

LA GUERRA CONTINÚA!! VIVA LA ANARQUÍA!!

Sergio Álvarez
Preso anarquista, antiautoritario y ocasionalmente nihilista.
Cárcel Santiago 1


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sábado, julio 25, 2015

Sin Tesis 

El método hegeliano: tesis, antítesis, síntesis.

Por ejemplo, así:

1.- "Sé cruel" (Internacional Situacionista).

2.- "Don´t be cruel" (Elvis Presley).

3.- "No seas tan cruel" (Soda Stereo).

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Proverbios 30 

Así es el proceder de la mujer adúltera: Come, se limpia la boca, Y dice: "No he hecho nada malo."

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lunes, julio 20, 2015

Nuestra definición: comunistas/anarquistas (x Proletarios Revolucionarios). 


A propósito de lo anterior, alguna gente nos ha “criticado” que nos llamemos “comunistas-anarquistas”, que “comunismo y anarquismo son contrarios”, que “cómo es posible que sean anarquistas y propongan la dictadura del proletariado”, etc., etc. Frente a lo cual, responderemos lo que ya han respondido y aclarado otros compañeros al respecto. ( Los compañeros de RAP/MASA y de Cuadernos de Negación publicaron hace pocos años dos excelentes materiales al respecto: "Marxismo y teoría revolucionaria, parte 1. La superación situacionista de la falsa dicotomía marxismo/anarquismo" "¿Comunismo? ¿Anarquía?" en Cuaderno de Negación N° 2, respectivamente. También recomendamos la lectura de un colgado más o menos reciente en Hommodolars donde se encuentra el Capítulo 4 de "La Sociedad del Espectáculo" de Guy Debord).

Primero, que comunismo y anarquismo, históricamente hablando, son expresiones del mismo movimiento: el movimiento real del proletariado por negar y suprimir el orden capitalista. Los revolucionarios de siempre se han denominado indistintamente comunistas, anarquistas e incluso “liberales” (como Flores Magón); pero lo realmente importante y determinante no ha sido eso, en lo absoluto, sino su praxis revolucionaria militante contra el enemigo común: el capital. Lo de comunistas-guión-anarquistas acaso sea una forma de rendir homenaje y recoger toda la riqueza de nuestro movimiento histórico único, de nuestro “partido histórico” (donde Marx, Bakunin y todos los “marxistas” y “anarquistas” posteriores no son “dioses” ni “genios”, sino compañeros históricos con sus aciertos y sus errores, de los cuales hay que hacer el respectivo balance crítico y aprendizaje militante con cabeza propia).

Segundo, el planteamiento de la dictadura revolucionaria del proletariado no es un “invento de Marx”, sino una necesidad histórica y concreta “descubierta” y afirmada en la misma guerra de clases por el proletariado revolucionario de siempre y de todo lugar: no sólo por los “marxistas”, sino que tanto Bakunin como los anarquistas realmente revolucionarios en la españa del 36 y el 37 llegaron a plantear la necesidad de una "junta revolucionaria" (e incluso se habló de "dictadura anarquista"). Mas lo importante aquí es el contenido y lo de fondo –no la forma ni la denominación-: la necesidad de ejercer la dictadura social de las necesidades humanas sobre la dictadura del valor o del capital hasta abolirlo, lo que va de la mano de la necesidad de destruir el Estado burgués o aplastar violentamente la contrarrevolución, a fin de instaurar y desplegar la verdadera comunidad humana mundial, la sociedad sin propiedad privada ni trabajo asalariado, sin clases ni estado ni naciones; esto es, el comunismo o la anarquía. Jamás debemos olvidar que estamos en guerra de clases y que el poder lo tiene la revolución o lo tiene la contrarrevolución.

Tercero, no existe un “comunismo autoritario” ni un “comunismo libertario” más que ideológicamente, es decir en las cabezas de aquellos que viven ideológicamente o alienados por y en la ideología. Muy por el contrario, en tanto que sociedad sin clases y sin estado, comunismo y anarquía vienen a ser términos sinónimos, sin adjetivos, y así es precisamente como los entendemos y los usamos.

Cuarto, la división entre comunismo y anarquismo es ideológica y contraproducente, porque, aparte de falsa, divide a nuestra clase en su lucha única y común contra el capital; mejor dicho, es una división perpetrada por la contrarrevolución capitalista y desgraciadamente reproducida y mantenida por los mismos revolucionarios (quienes, al hacer esto, más bien le estarían haciendo un favor a la contrarrevolución, tanto los “anarquistas” como los “marxistas”). Por tanto, lo revolucionario es criticar y superar esa falsa dicotomía ideológica en el seno de nuestra clase, sobre todo en el seno de las minorías revolucionarias. En efecto, a nosotros no nos interesa ni el comunismo ni el anarquismo como “ismos” o ideologías, sino la teoría-práctica revolucionaria del proletariado y para el proletariado, como arma para nuestra autoemancipación. 

Y quinto, lo que hace revolucionarios a los revolucionarios no es su “identidad” ni mucho menos sus nombres o sus siglas (¡!), sino su praxis de ruptura revolucionaria permanente y militante con el orden establecido. Entonces, podremos cambiarnos de nombres o de siglas cuantas veces queramos o cuantas veces sea necesario (incluso por seguridad), pero lo que no cambiaremos es nuestra praxis revolucionaria y por tanto nuestro ser comunista y/o anárquico.

http://proletariosrevolucionarios.blogspot.com/2014/04/nuestra-autocritica-del-trabajo.html

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sábado, julio 18, 2015

Marxismo? Anarquismo? Fisicoculturismo? 





La falsa dicotomía marxismo-anarquismo: La superación de la ideología en pos de una teoría para la práctica revolucionaria.

Éste foro-conversatorio nace de la necesidad de debate y esclaricimiento teórico para la práctica revolucionaria, teniendo claro que el ejercicio teórico no puede estar disociado de la práctica como actividad separada, sino que se enriquecen y corrigen mutuamente; no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria, y viceversa.

Del análisis crítico de las que históricamente han sido las dos corrientes revolucionarias principales del proletariado, el anarquismo y el marxismo, nos planteamos la superación de lo que hay en ellos de ideológico (entendiendo que el concepto de ideología siempre tuvo un caracter peyorativo en Marx) para extraer de ahí una teoría para la práctica revolucionaria de acorde a nuestro estadio histórico para la superación del capitalismo (y con él también la superación de las clases, el Estado, el dinero, la mercancía, etc.). Ésta "extracción" no pretende ser conciliadora ni crear un híbrido de estas dos corrientes, cuya escisión ha resultado en la escisión histórica de la revolución proletaria, sino que analizarlas para extraer de ellas su "verdad" (como lo es el énfasis en la necesidad de la destrucción del Estado en el caso del anarquismo, o la crítica de la mercancía en el marxismo, a modo de ejemplo bastante superficial).

A modo de introducción, el conversatorio contará con la proyección del capítulo IV de La sociedad del espectáculo de Guy Debord, película sobre el libro del mismo nombre. Éste capítulo retoma el movimiento histórico precedente (siempre yendo de lo abstracto a lo concreto), como historia del movimiento revolucionario. Es una síntesis del fracaso de la revolución proletaria y de su retorno, y desemboca en la cuestión de la organización revolucionaria. (pueden ver el capítulo IV de La sociedad del epectáculo aquí https://youtu.be/hJTuVaEKGPo?t=56m3s)

El foro se realizará en la facultad de ciencias sociales de la UAHC, actualamente en toma.

MÁS INFO PRONTO!

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miércoles, julio 08, 2015

A mojarse con lluvia del sur/Mientras tanto (ETC. 53) 


Mientras Tanto

HARPER- 4.jpgAquí y ahora

Entre nosotros, partidarios de un mundo sin dinero, sin capital y sin Estado, un cierto discurso esencialista y finalista ha dejado y deja para el reformismo la cuestión del mientras tanto, la cuestión de qué hacer aquí y ahora. Atrapando a unos en el engaño del radicalismo, pensando que todo lo que no apunta a la destrucción final del sistema es puro reformismo, y a otros en el engaño del reformismo, intentando mejorar el sistema pero permaneciendo siempre en él. Y a ambos en la trampa del antagonismo entre radicalismo y reformismo, considerando el mientras tanto sólo como el lugar donde mantener y dar impulso al capitalismo.
Para nosotros el mientras tanto, no es el lugar de espera de futuras y «verdaderas» transformaciones sociales ajenas a nuestra actividad aquí y ahora y siempre inalcanzables, sino este mismo actuar aquí y ahora. Es el espacio y el tiempo donde jugamos nuestra voluntad de cambio, espacio y tiempo de lo político, de lo posible, donde se juntan pasado y porvenir y donde podemos construir otras relaciones sociales que enfrenten la actual relación social capitalista.
Una doble banalización
A lo largo de estos últimos años, en los que se ha visibilizado mejor la crisis de la civilización capitalista, han aparecido desde posiciones anticapitalistas una gran cantidad de libros de recetas para salir del capitalismo. Mediante una serie de acciones contra la creciente corrupción, contra las injusticias más palmarias, mediante prácticas alternativas a favor de lo ecológico, a favor de un comercio más justo, etc., se teoriza la pretensión de que con ello salimos ya del capitalismo.
Tal pretensión conduce a banalizar este modo de producción y de vida que es el capitalismo reduciéndolo a un sistema injusto y corrupto, lo cual no ayuda a comprender esta sociedad tecnocapitalista, esta relación social basada en la producción de mercancías, confundiendo así nuestra comprensión y nuestra práctica anticapitalista. La retahíla «salimos del capitalismo», «sociedad postcapitalista»…, que acompaña tales prácticas nada ayuda a entender el sistema que combatimos. Como tampoco ayuda el hecho de calificar sistemáticamente estas prácticas de novedosas, cuando se han dado con anterioridad y con más fuerza y volumen. Pensemos por ejemplo en el cooperativismo aquí en Barcelona en las primeras décadas del siglo XX, o en el movimiento asambleario de los años 70. Ambos añadidos, la retahíla antes dicha y esta significación pretendidamente novedosa, no ayudan a entender la discontinuidad que pensamos debe conllevar el paso del capitalismo a un sistema de vida fuera de la ley del valor y sin Estado, es decir, sin esta falsa ilusión de un espacio separado de nuestra vida cotidiana en el que todos seríamos iguales.
La teoría crítica, la crítica radical, nos ayuda a entender esta sociedad capitalista como relación social impuesta por la ley del valor, como modo de producción de mercancías, producción no tanto de objetos (valor de uso) sino de valor (de cambio), y a partir de aquí poder pensar en su destrucción. La banalización de la crítica radical, convertida en ideología, deviene radicalismo, radicalismo que desvalorará cualquier práctica que no atente directamente contra el sistema mismo y no solo contra sus exageradas consecuencias, calificándola de reformista.
Radicalismo
En el ámbito de la crítica radical encontramos, ahora igual que antes, un radicalismo esencialista que no sabe de circunstancias ni de contextos históricos. Pongamos algunos ejemplos: para el radicalismo, votar siempre será reformista o contrarrevolucionario, sin distinguir épocas, países ni circunstancias. Lo mismo podemos decir del sindicalismo, o del uso de los mass media. Pero sabemos que la lucha por el voto ha sido una larga lucha emancipadora. Por lo que se refiere al sindicalismo, no tiene el mismo significado apoyar un sindicato hoy aquí en Europa, que en Bangladesh o en las maquilas en la frontera mexicana. Respecto a los mass media, es verdad que muchas veces se cree utilizar a los media cuando son los media los que nos utilizan a nosotros, pero esto, que ciertamente ayuda a entender el fenómeno mediático, no impide reconocer la función a nuestro favor que a veces han jugado. Por ejemplo, en la lucha a favor de los derechos civiles en EEUU fue con la TV que la mayoría de ciudadanos blancos descubrieron la brutalidad de la segregación y reaccionaron con rechazo a la misma y con simpatía hacia el movimiento a favor de los derechos civiles exigiendo el final de la segregación.
El radicalismo ideológico apunta a la lucha final, lo demás, el mientras tanto, lo que se haga en este espacio-tiempo, es reformismo. Las luchas que acaban en negociación se dirá que no logran nada, o ningún cambio significativo, porque no van más allá; como no van nunca por el todo siempre pueden ser utilizadas tácticamente para su estrategia finalista, que nada tiene que ver con el aquí y ahora de la lucha en cuestión. Discurso esencialista que no deja ver que la situación actual es producto también de estas resistencias y rebeliones y que las concesiones políticas han sido conquistadas con estas luchasPor ejemplo la jornada de ocho horas, que ahora se está perdiendo, costó muchas luchas y muertos.
El radicalismo no entra en valorar las mejoras conquistadas contra los aspectos más perniciosos de esta civilización capitalista: entre nosotros, por ejemplo, el fin del servicio militar obligatorio, la desaparición del castigo en las escuelas, la disminución del peso de la religión y de las formas más degradantes del patriarcado, etc.
Aquí y ahora
El mientras tanto es el terreno de lo posible, de lo político, de la confrontación con el Estado y con el estado de cosas imperante, el lugar de la construcción de nuestra vida propia y común, de la afirmación de nuestra humanidad, aquí y ahora sin esperar un más allá salvador. Hoy el Estado recorta el estado del bienestar, abandona la gestión del bien público y lo privatiza (hospitales, escuelas…). Nuestra lucha contra esta privatización no expresa solo la voluntad de retorno a la situación anterior ya que discute aspectos fundamentales de aquella en los campos de la sanidad y de la enseñanza, por ejemplo incorporando el pensamiento de Ivan Illich y de Ferrer i Guardia. A la vez que se construyen en el mismo proceso de luchas nuevas relaciones entre nosotros y avanza en la preservación y en la construcción de lo común.
En este mientras tanto construimos, jugando en nuestro terreno –el de la solidaridad, del apoyo mutuo, de la autonomía, de la autogestión, de la gratuidad–, lo propio y lo común. Construimos espacios nuestros, pequeñas contra-sociedades sin enredarnos en «luchas finales» jugadas en su terreno, que es el de la fuerza y el de la ley. Ley escrita por ellos y significada y sostenida por la fuerza. Jugando en nuestro terreno, desobedecemos su ley desde la legitimidad. En este mientras tanto se enfrenta nuestro poder de creación a su poder de destrucción: la imagen de la excavadora en Can Vies1 destruyendo un espacio nuestro, junto a la imagen de la reconstrucción de este espacio llevada a cabo por nosotros mismos, son de una brutal elocuencia.
No queremos obviar con esto el problema de la destrucción y de la violencia. Más allá de la banal y cínica denuncia de toda violencia, pues no son comparables la violencia que genera el actual sistema económico, jurídico, político, mediático y policial con la violencia de la quema de un contenedor –lo cual nos indica que no podemos utilizar la misma palabra violencia para hablar de las dos realidades–. Queda en pie la cuestión de la violencia, del enfrentamiento, de la autodefensa.
A un nivel microsocial es fácil pensar y conseguir el desarrollo de microsociedades autogestionadas, sin necesidad del aporte de la Administración, pero ya es más difícil si lo pensamos a un nivel macrosocial. Quizás esta dificultad de pensar el cambio a nivel macro procede de que entendemos la nueva sociedad como la que tenemos, pero gestionada por nosotros mismos, manteniendo el trabajo separado de la vida, manteniendo la división entre campo y ciudad, la aglomeración urbana… acabando pues gestionando la misma sociedad. Los Caracoles zapatistas en Chiapas (Roberto Barrios, Morelia, Oventik, La Realidad y La Garrucha) son quizás uno de los ejemplos más claros de una construcción de vida autónoma y común sin pedir ni aceptar nada del Estado. También aquí, ahora, entre nosotros, Can Vies vuelve a ser en esto un contundente y bienvenido ejemplo a seguir.
Nuestro Aquí y Ahora.
La crítica radical que nos ha ayudado a entender esta sociedad también nos ayuda en la práctica del aquí y ahora. Sabemos de las contradicciones que tiene el desenvolverse en una situación práctica, en una lucha de empresa, de barrio, contra los abusos de poder en nuestras vidas cotidianas, por ejemplo en cosas elementales como los recortes en sanidad, educación o las subidas del transporte y la carestía de la vida en general. Sabiendo, asimismo, que ni es esta la sanidad, ni la educación, ni el sistema de transportes que deseamos, pues es el sistema capitalista el que nos lo impone a la mayoría como una mercancía en busca del máximo beneficio para una minoría; por lo tanto, no nos interesa la participación, aunque sea mínima, en la gestión de lo que hay. Imaginamos, en la medida que aún somos capaces de imaginar, otro mundo posible con el deseo de otro vivir posible. Y sin embargo, por el simple hecho de sobrevivir en un mundo que criticamos y en el que nos vemos atrapados, nos vemos envueltos en mil contradicciones. En este mundo, en el que nos sentimos extraños y extrañados, transcurre nuestro vivir subjetivo: nuestras alegrías y penas, los deseos, las melancolías, el sufrir y el reír. Debemos cubrir nuestras necesidades: tenemos que comer, cagar, dormir, amar, joder, jugar, vestirnos, movernos, obtener dinero, comprar y volver a comprar, si estamos enfermos tenemos la necesidad de curarnos… es decir, si personalmente queremos vivir –y el instinto de vida nos empuja a ello– sabemos que debemos hacerlo en el mientras tanto del transcurrir en esta sociedad capitalista y, aunque con su propaganda nos repiten que otro posible es imposible, también sabemos que para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible y amamos a aquel que desea lo que llaman imposible.
Lo que sí podemos en nuestro actuar cotidiano es mantenernos distantes respecto a una sociedad que no nos satisface y que por lo tanto criticamos. Ponemos nuestro empeño en no actuar en nuestra cotidianidad como entusiastas de esta sociedad, ni en criticarla sólo al transformarnos, por unas horas durante nuestro tiempo libre, en militantes radicales. Siempre hemos criticado esta dicotomía y además jamás hemos sido militantes. Trazamos el transcurrir del aquí y ahora con todas sus contradicciones y con ellas cargamos cada uno. Es el subjetivismo de nuestra propia voz quien se expresa, aprendemos a explicarnos el mundo con otros, pero a hacerlo y a expresarlo con pensamiento propio.
Cuando actuamos en cualquiera de los conflictos en los que hemos participado o participamos lo hacemos a título personal. Claro que pensamos y sabemos lo que pensamos y por lo tanto intentamos darle a las luchas una determinada radicalidad, es decir, explicarnos y explicar las raíces del conflicto y por lo tanto actuar según lo que pensamos. Pero no imponemos posturas políticas predeterminadas desde el exterior del conflicto. Si se tiene que hablar se habla y, por supuesto, tratamos que el punto de vista de cada uno de nosotros se oiga e incluso que convenza a la mayoría de los que participan en la lucha. Pero no argumentamos, preparamos y formamos nuestras opiniones, respecto al conflicto, con un grupito fuera del escenario de la lucha.
Por el mismo hecho de no estar encuadrados en una organización jerárquica, ni creer en la jerarquía, jamás hemos necesitado de la justificación argumentativa de las masas o las multitudes. Esta sociedad nos empuja al gregarismo de una manera violentamente acelerada, pero saberlo, nos hace tender, a pesar de todas las contradicciones en que vivimos, a intentar sortearlo en la medida que podemos. Sabiendo, eso sí, que a cada uno de nosotros se nos considera masa o multitud, y por tanto animales gregarios, por parte de los que tienen o quieren tener el poder.
En la elaboración de nuestra crítica radical, siempre hemos evitado, en la medida de nuestras posibilidades, una explicación lineal, determinista y teleológica de la historia, tratando de evitar los discursos esencialistas y finalistas. Hemos rectificado y adecuado nuestros saberes y su explicación, en la medida que hemos ido aprendiendo nuevas cosas.
Este sistema de producción y reproducción social, como lo hicieron otros sistemas de producción, impone unas determinadas formas de «sociabilidad», leyes, normas, costumbres y rutinas en las que, aún sin desearlo, nos vemos atrapados durante el quehacer de nuestras cotidianidades. Rutinas que, aún a nuestro pesar, nos hacen partícipes de este acelerado bucle de la reproducción social.
Muchas son las normas, costumbres y rutinas que se han roto y que han desaparecido por el deseo y la acción cotidiana de las personas, al menos en este Occidente desde el que hablamos. No es lo mismo el mundo del trabajo asalariado hoy que en el siglo XIX o principios del XX, ni la sexualidad, ni la familia, ni los tipos de familia, ni incluso la manera de tratar y relacionarse con la autoridad. Los temores ante determinadas jerarquías, por ejemplo, la eclesiástica, la política, incluso la judicial, han disminuido o desaparecido, después de la décadas de 1960 y 70. No podemos obviar que fue el deseo y el hacer de las gentes lo que generó una transformación en las relaciones sociales cotidianas y sería una banalización decir que fue el mismo sistema, por sus intereses, quien las propició. Que el sistema capitalista, con su activismo, tiene capacidad para recuperar aquellas facetas y conquistas sociales adquiridas como consecuencia de la lucha y el empuje social, quizás sea así, pero tampoco podemos olvidar la tendencia de la humanidad oprimida, que somos la inmensa mayoría, en buscar caminos que nos conduzcan y permitan un buen vivir y este deseo tan humano está en el corazón de la mayoría de los oprimidos y, precisamente por esto, llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Es ese río subterráneo de la emancipación que nunca ha dejado de minar las estratificaciones de la barbarie.
En cualquier lucha, de empresa, de barrio, por la dignidad, contra los recortes y la carestía de la vida, contra los desahucios, en las ocupaciones…, la reivindicación manifestada por la lucha es importante. Exigir una mejora social significa un no acomodarse socialmente, un perder el miedo, el querer una mejor vida, el deseo de un buen vivir. Pero si el conflicto que cualquier lucha genera se expresa autónomamente, con la propia voz de los protagonistas, y su fuerza pone en entredicho, aunque sea momentáneamente, al sistema capitalista y hace aflorar sus contradicciones, esto hace que la lucha de por sí, al margen de las reivindicaciones, sea generadora de nuevas relaciones y nuevas situaciones entre sus participantes y es esto lo que hace socialmente transformadora esta lucha. ¿Cuántas veces habremos oído decir a los protagonistas de tantas luchas, que esa lucha les cambió la vida y que les cambió su opinión sobre las relaciones humanas? Ahí está la clave de un hacer, en el aquí y ahora, a favor de la vida.
Es entre estas paradojas sociales que transcurre el aquí y ahora de nuestro mientras tanto. Pero sabemos que es con nuestro hacer, que son otras maneras de hacer, en este mientras tanto que se pueden lograr otros posibles, dejar de sobrevivir y buscar y descubrir otras maneras de vivir, otro mundo en el que quepan muchos mundos.
Etcétera, junio, 2014

1 Centro social okupado y desalojado brutalmente por el ayuntamiento de Barcelona. Ver apartado Correspondencia en este mismo número.

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viernes, julio 03, 2015

De quedarse con algo.... 

...me quedo con esto:

Kaoru Abe tocando el saxofón alto entre el mar y la carretera. Primera y segunda naturaleza, y entremedio, la fuerza humana frente a ambas, haciéndose mierda en el último gesto romántico a corps perdu.

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miércoles, julio 01, 2015

La estrategia de la tensión (Etcétera, N° 54, En el campo de lo posible) 


La Estrategia de la Tensión y la Cultura del Miedo

La Estrategia de la Tensión y la Cultura del Miedo.
Durante las décadas de 1970-80, una serie de atentados terroristas indiscriminados en plazas, estaciones de tren, centros comerciales, etc., causaron centenares de muertos y heridos en diversas ciudades europeas, sobre todo en Italia. Se acusó de ellos a personas relacionadas con  el movimiento revolucionario, muchos fueron torturados y algunos asesinados por la policía («muerte accidental de un anarquista»), los jueces impusieron largas condenas. Finalmente, algo de claridad atravesó el oscurantismo que siempre rodea al Estado y se pudo vislumbrar algo de lo que en realidad pasó. La confesión de dos presidentes del estado italiano (Cossiga y Andreotti) confirmó que eran los servicios secretos europeos, dirigidos por la CIA y bajo el paraguas de la OTAN, coordinados en la llamada Red Gladio, quienes habían organizado y realizado los atentados en las zonas públicas, dentro de lo que denominaban «Estrategia de la Tensión»1. Se confirmaba lo que ya se sospechaba.
Que la estrategia de la tensión se utiliza y/o se crea, nos lo indican los últimos atentados de París. Nunca se ha dejado de aplicar, es más, la han perfeccionado y ampliado, la han globalizado. La tensión del terrorismo es una fantasmagoría que se arrastra por la historia de todo el siglo XX, agitada por el Estado y los medios de comunicación y detrás de la cual, en otras ocasiones, ya se ha descubierto la mano de los servicios secretos militares o policiales. Tan solo recordar que, sin ningún pudor, Hillary Clinton en una entrevista del 2012, cuando era Secretaria de Estado, reconoció que fueron los EEUU quien crearon y armaron Al-Qaeda y que es sabido que son los petrodólares de Arabia Saudí y Qatar quienes respaldan a estos «guerreros» y a su escisión del Estado Islámico. O para poner otro ejemplo, baste rememorar que en 1985 agentes de los servicios secretos franceses colocaron una bomba y hundieron el barco de Greenpeace en Nueva Zelanda, asesinado a una persona, cuando protestaban contra las pruebas nucleares de Francia en el atolón de Mururoa. No se trata de sumarse a las teorías de la conspiración, simplemente recordar los hechos tan pronto escondidos y olvidados.
 Quizás tendremos que esperar, aún, unos años para saber realmente quienes están detrás de estas «organizaciones militares» y de sus «guerreros» que ahora atentan, queman, decapitan o asesinan masivamente e indiscriminadamente, delante de las cámaras de TV. Tendríamos, por higiene mental, que poner puntos de duda y mucho escepticismo ante todas las noticias y opiniones con las que nos «bombardean» continuamente los media, los tertulianos y los políticos. Por otra parte, es obvio que la magnitud de la brutalidad y crueldad extrema de estos atentados y acciones, que en la actualidad nos retransmiten casi en directo, nos dejan, en buena medida, sin palabras. No solo ocurren en el mundo Occidental, que es donde los medios de comunicación resaltan la noticia, sino en todas las regiones en guerra, que mayoritariamente pertenecen a la cultura islámica, los muertos se elevan a centenares cada semana.
Es tal el choque emocional que produce tanta barbarie, que impide, por sí mismo, la reflexión crítica. Los hechos de terror, el vínculo emocional con las víctimas que los sufren, dificultan la realización de un análisis «frio» y «distanciado» de ellos, pues nos remueven los sentimientos más profundos. Es en estos momentos cuando se produce el uso político, por parte del Estado, de hechos tan brutales. Se crea la «unidad nacional» y  el consenso en torno al terror generado, el discurso del Estado, repetido machaconamente por los media, se transforma en opinión general, en el único argumento a repetir. El Otro, el que piensa o es política o culturalmente diferente, queda marginado, es «el excluido de la horda» y por lo tanto el culpable, aquel que puede ser castigado o sacrificado. La tan cacareada libertad de expresión queda, de hecho, suprimida.
Con el monopolio del discurso y el miedo ampliamente extendidos entre la mayoría de la población, el Estado y los políticos-burócratas toman el máximo protagonismo, se nos presentan, hipócritamente, como nuestros salvadores y los garantes de nuestra seguridad y de todo aquello que haya de garantizarse. Es poner los lobos a cuidar las ovejas, con perdón de los lobos.

La política del miedo.
El miedo es una emoción como respuesta a una sensación, un estado fisiológico propio de todos los animales y sin embargo por el mismo hecho de la sociabilidad, es también un fenómeno social. Existen los riesgos naturales y los temores que provocan y también los miedos fabricados y construidos interesadamente desde el poder, fantasmagorías manufacturadas que causan miles de muertos y generan globalmente una sensación inducida de peligro constante: es la Cultura del Miedo. Un miedo ya no local, sino globalizado que se fabrica para el mundo entero y se comercializa a través de los diversos medios de comunicación de propaganda global. Los temores pueden ser reales o imaginarios. Las amenazas creadas y fabricadas en serie, una tras otra, en secreto por organismos secretos, producen efectos y miedos reales, determinan y establecen comportamientos y opiniones en el individuo aislado.
Muchas han sido las alarmas creadas en las últimas décadas para seguir imponiendo la Cultura del Miedo. Los fantasmas de estos miedos nos paralizan y nos ocultan otras realidades posibles, como por ejemplo la fuerza que supone una sociedad en marcha, dispuesta a solucionarse por sí misma los problemas que la oprimen. Paralelamente el Estado del Capital legisla continuamente (leyes antiterroristas, inmigratorias, laborales, económicas, sanitarias, de educación…), siempre a favor de la clase capitalista que es para la que gobiernan y para reforzar más y más un sistema, ya muy fuerte y autoritario.
Son muchos los miedos inducidos y producidos por las crisis económicas: el paro, los EREs, la descolocación, la desinversión, la inflación o la deflación, los bajos salarios y el constante aumento de la carestía de la vida, la imposición totalitaria del dinero y la miseria que provoca… terribles realidades provocadas y constantes amenazas de que todo puede ser peor. Al mismo tiempo, se pierden derechos duramente conquistados, se acepta cualquier ley e imposición, contratos y sueldos basura, menos cobertura social, más precarización y pobreza general… En el lado opuesto, en la otra cara resguardada y protegida, la riqueza se acumula en manos de la minoría de la clase capitalista que, al menos aparentemente,  parece ser la única clase que actualmente tiene «conciencia de sí y de para sí» («hay una guerra de clases y la estamos ganado los ricos», W. Buffet). No solo aprueban públicamente leyes que únicamente les favorecen a ellos, en secreto también negocian acuerdos y tratados que les facilita el seguir aumentando los beneficios que siempre quieren crecientes, como está ocurriendo ahora con el TTIP, acuerdo comercial entre EEUU y Europa.
¿Cuántas han sido las amenazas de pandemias en los últimos años? La penúltima, siempre habrá una más que tampoco será la última, la del ébola; durante unos meses era la noticia más importante y difundida por Tv, radio, prensa, redes; cuando el mundo entero parecía en peligro de contagiarse, de un día para otro desapareció tan rápidamente como llegó. Todo el angustioso ruido que produjo se ha transformado en la perplejidad de un angustioso silencio. ¿Qué fue de la gripe A que, en el año 2009, paralizó durante días una metrópoli inmensa como México DF y puso al mundo en estado de excepción? Se puede concretar en que supuso una gran fuente de ganancias, un traspaso de dinero, para la industria farmacéutica con la compra de los Estados de millones de supuestas vacunas. ¿Y la gripe aviar? ¿Seguirán las vacas locas encabritadas por los prados ingleses? Tras estas quimeras amenazantes, que nos dejan el miedo producido por la incertidumbre de lo que en realidad se ignora, están los intereses y la amenaza real que supone la potente industria farmacéutica, sus productos, sus experimentos y sus inmensos beneficios.
Del miedo a la guerra, que no impide la realidad de la guerra, el complejo industrial-militar2 acumula poder y beneficios. El número de guerras se multiplica en Asia y África, pero también en Europa. Para que no olvidemos las dos grandes matanzas del siglo XX los EEUU y la OTAN provocaron la guerra y bombardearon los Balcanes y la República Yugoeslava desapareció entre miles de muertes y crueldades. Actualmente, también por oscuros intereses económicos y geopolíticos, le toca el turno a Ucrania. La política militar de enfrentamiento de unas comunidades contra otras y crear el «caos organizado» que impone EEUU y sus aliados, los estados satélites europeos enrolados en la OTAN, la sufren brutalmente Afganistán, Irak, Libia, Chad, Siria, Yemen, Somalia, Níger y un largo etcétera de países. Muerte, miseria, tortura, el desplazamiento de masas humanas hacia campos de refugiados, que en realidad son campos de concentración, golpean a millones de inocentes en distintas partes del mundo, sobre todo en África y Asia. Regiones enteras sumidas en la barbarie de la guerra. Los Estados agitan el fantoche del terrorismo y aplican leyes represivas sobre sus súbditos-ciudadanos.
Aquí, el gobierno del Estado español y su partido, junto al principal partido de la oposición, al que pronto se le unirán otros, firman un nuevo pacto y una ley antiterrorista más, la enésima de las muchas que se han aprobado contra nosotros, ahora se decreta la cadena perpetua, mañana será la pena de muerte. Al mismo tiempo, la policía monta el espectáculo de varias redadas antiterroristas: anarquistas, antisistemas, abogados de los comités de solidaridad con los presos de Euskadi, islamistas en la colonia de Ceuta. Todo el mundo que protesta es un terrorista. La situación de estado de excepción se convierte en norma. «Este desorden aparente es en realidad el grado más alto del orden burgués» (Dostoievski).
Fomentar el miedo es usado por el Estado y los poderes facticos como una herramienta más para garantizar su orden social. El miedo se ha convertido en un componente importante para la política, es de hecho una idea política que se aplica como instrumento de control social. Como bien señala Corney Robin, «el miedo es un instrumento de ‘élite’ para gobernar las resistencias dadas en el campo de lo social».

Contra el miedo
La cuestión social, la lucha, sigue su curso sin dejarse instrumentalizar por la política del miedo. Si como hemos visto la cultura del miedo se construye sobre la ocultación de la verdad y la propagación de la mentira, nuestra resistencia se basa en nuestro deseo de saber, en nuestra lucha por el conocimiento que desvela lo oculto y lo secreto. Si la cultura del miedo se construye sobre el individuo aislado, sobre nuestra atomización, nuestra resistencia se basa en la fraternidad, en la amistad, en la afinidad. Si la cultura del miedo nos iguala en una «unidad nacional», todos iguales frente a la amenaza del terror, nuestra resistencia se basa en la afirmación de nuestra individualidad, de nuestras diferencias que no se convierten en desigualdad, sino que construyen la comunidad.
Etcétera, marzo 2015

1. Daniele Ganser “Los ejércitos secretos de la OTAN”. Se encuentra en la red.
2. Termino inventado por Daniel Guerin en su libro “Fascismo y gran Capital” (1936). En castellano editado por Fundamentos.



¿Nos queda la palabra? ¿Queda la palabra si no es capaz de detener la barbarie: Ayotzinapa, para ponerle un solo nombre? En la duda, aún la utilizamos para nombrar la brutalidad del capital, de la relación social que impone, y para nombrar nuestras resistencias y la construcción de nuestra vida en común. 

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