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jueves, octubre 29, 2015

Rusia 1917 


¿Qué fue la revolución rusa, además de uno de los acontecimientos que
forjaron el mundo moderno? ¿Qué fue la revolución de los soviets, y qué es
lo que produjo? "Socialismo real, dictadura comunista, Estado obrero
degenerado, capitalismo de Estado..." con estos términos la política del
último siglo ha querido entender ese proceso histórico, o bien impedir que
se lo entienda. Lo que nos estamos preguntando es si esos términos permiten
comprender el espíritu de aquel cataclismo social, la política que lo
encauzó, la razón que hizo de él un mito y la ideología que lo sigue
mistificando. A cien años de la revolución rusa, ¿sigue siendo ésta el
"faro que guía la lucha por la emancipación social", o es en cambio una de
las boyas que nos señalan lo lejos que aun estamos de nuestro objetivo?



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Golpe represivo contra el anarquismo en España 

Tomado de : alasbarricadas.org

El día después de que lxs presxs de Chile que llevan más de dos años encerradxs sin juicio, Mónica y Francisco, hicieran su declaración en la Audiencia Nacional, se está produciendo una serie de registros de domicilios y ateneos también ordenados por la Audiencia y ejecutados por el cuerpo de Mossos d'Esquadra. La escena es casi idéntica a las anteriores operaciones Pandora y Piñata (aún esperamos el nombre del actual operativo): 7 de la mañana, un dispositivo policial desproporcionado corta una calle e irrumpe en un Ateneo, en este caso se trata del Ateneu Llibertari de Sants, luego en un domicilio en Sants, otro el barrio de Gràcia, luego varios en Sant Andreu y otros dos también en Manresa y finalmente el Centro Social La Revoltosa del barrio del Clot y otra vivienda en el mismo barrio.
Aunque aún están bastantes detalles por confirmar se han producido un total de 10 registros y 9 detenciones. Enseguida se ha activado la solidaridad, sobretodo hacia el Ateneu de Sants, ya que al poco de producirse el registro ya había numerosas personas concentradas. Ahora mismo (9:30h) están cortando la principal arteria del barrio en solidaridad con las personas detenidas y en protesta por esta nueva absurda caza de brujas. En Sant Andreu también está teniendo lugar a estas horas otra concentración solidaria.
En todo caso este hecho se produce curiosamente también al día siguiente de la declaración solemne en el Parlament catalán, que hablaba de desconectarse del estado español. Ya vemos que no hablaban de desconectarse de la Audiencia Nacional. Los mossos están comunicando que se trata de personas pertenecientes a un "grupo criminal anarquista".

 
#NoTenimPor

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martes, octubre 27, 2015

ZEUHL MUSIC parte 1: MAGMA 





A mediados de 1986 cursaba 3ro medio en el Liceo Alexander Fleming, o A-67, el mismo donde estudió Hinzpeter, y vivía por ahí cerca, justo cuando las casitas del barrio alto se empiezan a poner medio brígidas sobre todo del 9000 para arriba.

Pasaba mucho tiempo visitando a mi camarada abuelo en el cerro Los Placeres de Valparaíso, residencia siempre grata donde además tenía un muy buen amigo en un tío que había sido naturista, comunista, poeta, y luego decidió que en realidad siempre había sido una mujer, así que finalmente se operó, se cambió el nombre, y se fue a vivir al campo.

Una noche de domingo, al llegar a la casa, mi padre me había dejado un caset con un programa grabado de una de las dos o tres radios que en esos tiempos ponía música experimental de vez en cuando, entre mareas de rock progresivo más convencional. Lo escuché y era MAGMA, el álbum Attahk, de 1978. A mi padre le tincó que me podía interesar cuando el presentador radial dijo que la música de MAGMA no se parecía casi a ninguna otra cosa. Puse el caset, y efectivamente el primer tema (titulado como “los últimos siete minutos”) me pareció bastante extraño e interesante, no así todo el resto del disco (que demoré unos años en valorar). Un año después, yendo al mismo Liceo, pero viviendo en Ñuñoa (lo que me obligaba a grandes desplazamientos en micro en viejos recorridos históricos como la 73 Canal San Carlos, y las O’ Higgins 1 G, H y otra que no recuerdo), combatiendo el insomnio de domingo en la noche prendo una radio con caset  en mano y me topo con algo que realmente me parece indescifrable, violento y bello: era “Ork Alarm”, del álbum Kontarkhosz, de Magma, 1974. Me pierdo Kontarkhosz parte 1, pero alcanzo a escuchar y grabar la parte 2, y el final efímero y etéro llamado “Coltrane sundia”, y que en el idioma magmiano significaría algo así como que Coltrane descanse en paz.

No quedé muy en paz con estos hallazgos. Poco después había logrado que en una disquería  de Providencia me grabaran un par de albums de Magma (en rigor creo que el caset de 90 minutos con Mekanin Destruktiw Kommandoh (1973) en un lado y Kohntarkosz en el otro fue el regalo navideño de mi madre en el año 1987). Junto con otros hallazgos de la época, se material no lo escuchaba siempre a solas conmigo mismo, sino que en amplios piños de amigos. Me acuerdo de un mitómano de Grecia con Los 3 Antonios que afirmaba que magma había estado en Chile a principios de los 80, actuando en vivo en Sábados Gigantes. Claro que sí. Me imagino a Vander con Don Francisco: ¡brillante!

Entremedio, también en la radio  de las noches de domingo pude pillar el segundo álbum, de 1971, 1001 centígrados. Muy interesante.

El que más me impresionó siempre fue el en vivo de 1975, donde el violinista agregado Didier Lockwood se robaba un poco el protagonismo, pero así y todo servía y sigue sirviendo (creo: no lo tengo y no lo he escuchado en décadas) como una buena introducción a lo que el líder y cerebro original de la banda, Cristian Vander, llama “zeuhl music”: una especie de terreno extraño en que habitan rítmicamente el jazz y algo sol/funk, en una forma que para nada es similar a la manera en que otras bandas de rock “blanco” o más bien “gringo” reflejaron la influencia del jazz bajo formas archiconocidas de “fusión”, con una disciplina espartana que recuerda a una mezcla de Orff con Wagner, y voces que a momentos parecen cantar desde el coro de una Iglesia negra, para en otros derechamente invocar espíritus terrible del más allá atrayéndolos al más acá por la vía de tus parlantes.

Una vez estábamos escuchando y cantando Kohntarkosz en vivo (1975) a buen volumen con una decena de amigos y amigas. Los vecinos llamaron a la policía. Hasta me agarré a combos con un vecino particularmente desagradable y además facho. Pero los pacos sólo nos pidieron bajar el volumen y se fueron.

Por supuesto que MAGMA será siempre la banda fundadora y referencia esencial del “estilo”, pero dada su larga y variada trayectoria uno puede ver que ya en una década de trabajo (1969/1979) la banda había dominado y probado diferentes variaciones de su enfoque primigenio y esencial culminando en formas que incluso no temían sonar a “pop”.

En esa época, los pocos fans que conocía se referían entre espantados y fascinados a un álbum abiertamente pop de Magma, llamado Merci (1984), el cual decían que luego de odiar por unas semanas terminabas amando. No recuerdo si llegué a escucharlo alguna vez…

Lo que sí recuerdo es un proyecto paralelo de Vander llamado OFFERING.

(continuará…)

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domingo, octubre 25, 2015

Melotrón, partituras y bandera roja, parte 2: ROCK IN R.I.O.! 


(Retrato de mi padre en plasticina, por León C-G., 2014)


Se me olvidaba dar datos más concretos dentro de mi investigación sobre el Rock Progresivo Comunista:

Los álbumes de HENRY COW, a los que todx niñx sensiblx debe acudir,  son básicamente 4:

1.-Leg End (1973)
2.-Unrest (1973)
3.-In praise of learning (por HENRY COW /SLAPP HAPPY (1974)
4.-Western culture (1978).

Los 3 primeros fueron editados por Virgin Records, que más bien perdió plata editando este tipo de “art-rock”, tras lo cual echó cagando del sello a todas estas raras bandas nuevas como Faust, S. Happy y H. Cow himself.

Luego de ese fiasco, las bandas asociadas al concepto (rock sofisticado y marxista) ejecutaron una especie de bloque histórico con formas más mesiánicas de rock zeuhl (Magma, Univers Zero, Art Zoyd y afines), creando la organización, festival y finalmente “estilo musical” denominado como Rock In Opposition (R.I.O.).

Fundaron sus propios sellos, principalmente, Recommended Records.

(No Confundir con Rock In Rio un megafestival corporativo de nombre similar, que en los sombríos pero rebeldes 80s nos deleitaba vía Magnetoscopio Musical del Canal 7 con Scorpions, Van Halen, Judas Priest y Ozzy Osbourne).

En ese momento, promocionándose como “bandas que los dueños de los sellos no quieren que escuches”, tocando en festivales comunistas del proletariado juvenil  otros eventos peores (por ejemplo, Fiestas de L Únitá, del P"C"I), cultivaron un bello estilo de prog rock brechtiano que luego nos regaló obras maestras de la mano de grandes formaciones eurosetentiochenteras como: 

SKELETON CREW, 

THE WORK, 

AKSAK MABOUL, 

CASSIBER, 

ETRON FOU LELOUBLAN,  y decenas más que no recuerdo rigth now!,
drugs now!,
Dragonaut!.



iRONICAMeNTE, señalar que Marc E. Smith de The Fall se presentó a audición para vocalista de Henry Cow y fue rechazado. Triste. Igual The FALL hizo un cover del primer tema de “In praise of learning”, WAR.

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Melotrón, partituras y bandera roja (o, 30 años escuchando la misma hueá). 



Por supuesto, sería un grave error pensar en que hay un nicho llamado “rock progresivo”, y por amor al punk y el rock and roll directo y sin pretensiones odiarlo en bloque.

Hay bandas buenas. Representaban una cierta edad de oro de la creatividad juvenil.
Progreso respecto de qué? No podemos culparlos de pensar que marchaban en el sentido de la Historia.

Dejo de lado a todos los progresimos y sinfonismos más virtuosos que tanto sigue amando el adulto mayor (Genesis, Yes, ELP, etc.) y me quedo de inmediato con las bandas del rock progresivo comunista, a saber:

HENRY COW (desde Inglaterra). Por su marxismo explícito, debería recomendar el In praise of learning (que en rigor es HENRY COW/SLAPP HAPPY), y el último: Western Culture, con su hermosa hoz y martillo en la portada. Los otros dos albums que hicieron también son brillantes: Leg End, el primero, y Unrest, que por lo general creo que musicalmente debe ser el mejor de los 4.

SLAPP HAPPY (según creo recordar, ingleses con una cantante alemana, que después pasa a Henry Cow/ART BEARS) (Su album Casablanca Moon, también fue editado como Acnalbasac Noom, y en esta versión a la banda se incorpora FAUST en pleno). Me quedo con ese, y con el Desperate Straights (que es SLAPP HAPPY/HENRY COW).

AREA (internacional POP group): estos eran italianos, también marxistas, y amantes del free jazz. Para algunos discos se consiguieron directamente en saxos a Steve Lacy. Tocaban en las Fiestas del proletariado Juvenil de mediados de los 70. Interesante versión de “La Internacional”, que escandalizó a los burócratas estalinistas de su tiempo. Escuchar por lo menos el Arbeit Macht frei, y Are(a)zione (que es un registro en vivo en uno de esos festivales, y que culmina precisamente con su versión del himno proletario mundial).

Salud y comunismo!

Ahora paso a degustar unos álbums de zeuhl music. Después hablamos de eso.

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jueves, octubre 15, 2015

La insurrección de Octubre en Asturias, 1934: ¡Viva la dinamita revolucionaria!  

En un medio dominado por la rusofilia de izquierda, que apoyó sin cuestionar el régimen burocrático estalinista de la URSS hasta que se hizo mierda y se transformó abiertamente en capitalismo a secas, Octubre siempre se relación con la gran revolución de 1917 en Rusia. No la vamos a analizar ahora, pese a toda su importancia, puesto que lo que queremos destacara es otro evento álgido y significativo de la lucha de clases proletaria: la insurrección asturiana de octubre de 1934, también llamada “la revolución sin jefes”.

Ni los anarquistas ni los socialistas ni los “comunistas” quedan bien parados en esta historia: la clase armada con dinamita luchó sola contra el Estado/Capital, por 15 intensos días, para ser finalmente derrotada y sometida al más puro terror.

El ejemplo de Asturias dio la vuelta al mundo. En julio de 1936 la clase pudo ser más contundente, de nuevo en contra de todos sus jefes (hasta los jefes rojinegros), en parte debido a las lecciones de esta derrota, para ser de nuevo derrotada y traicionada por sus jefes.
                                                                                                                                                                   
 


A continuación, un texto de Editorial Llar, que fuera incluido en la revista Ekintza Zuzena N° 36, de 2009, cuando se cumplían 75 años de dichos eventos. Recomendamos también la lectura del libro de Ignacio Díaz en Muturreko Burutazioa titulado “Asturias, Octubre 1934: la revolución sin jefes”.

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«¡VIVA LA DINAMITA REVOLUCIONARIA!»

A 75 años de la revolución de octubre de 1934. De Asturias al País Vasco
«Allí donde los jefes pudieron controlar las iniciativas y los deseos de las masas, el movimiento no fue más que un deseo frustrado.»
Andreu Nin, «Lecciones de la insurrección de octubre» (1-12-34)
Se cumple este año, entre la indiferencia y el olvido -cuando no la falsificación histórica más descarada- el 75 aniversario de la primera revolución proletaria acontecida en el Estado español. En el marco de una república que se había demostrado incapaz de dar una mínima satisfacción a las demandas de los sectores populares y de las diferentes nacionalidades del Estado, el ascenso al gobierno de las derechas agrupadas en la CEDA provocó una reacción en las organizaciones obreras que, bajo la dirección incompetente del PSOE -un PSOE que hasta ese momento se había decantado por la colaboración con la burguesía republicana-, se lanzaron a una huelga general revolucionaria. El ascenso de los nazis al poder y los sucesos de Viena, donde el gobierno católico reaccionario había aplastado militarmente al proletariado, condicionaron este cambio repentino de estrategia de los socialistas.
El movimiento insurreccional de octubre de 1934 alcanzó su máxima expresión en Asturias, dónde la inmensa mayoría de la clase trabajadora se había agrupado en la Alianza Obrera Revolucionaria. Esta Alianza coordinaba a la UGT y a la CNT en torno a un programa explícitamente revolucionario:
«Las organizaciones que suscriben convienen entre sí en reconocer que frente a la situación económico política del régimen burgués en España, se impone la acción mancomunada de todos los sectores obreros con el exclusivo objeto de promover y llevar a efecto la revolución social»
A este pacto se habían adherido el PSOE y otros grupos menores de la izquierda comunista. Al margen quedaban tanto el PCE como la FAI, para quienes la cuestión de la unidad se reducía a la adhesión de todos los trabajadores en sus organizaciones. No obstante, ambas se sumaron al movimiento en cuanto se declaró la huelga general revolucionaria, que sin embargo no fue proclamada por la Alianza, sino por la dirección estatal del PSOE y la UGT.
Tras dos semanas de enfrentamientos armados con las tropas mercenarias del Ejército español (Tercio y Regulares) en dos frentes de batalla (Oviedo y Campomanes en el llamado frente sur), la falta de munición obligó a los insurrectos a deponer su actitud, ya que se estaba conteniendo a las fuerzas del gobierno a base exclusivamente de dinamita.

Durante las dos semanas que duró el movimiento en las zonas liberadas se abolió el capitalismo y se experimentaron nuevas formas de organización social. En las localidades de predominio socialista y estalinista se abolió el dinero y la propiedad privada y se constituyeron Guardias Rojas para velar por el nuevo orden revolucionario. En las de preponderancia anarquista además, tras asambleas populares, se procedió a abolir el Estado y a proclamar el comunismo libertario.
El fracaso del movimiento insurreccional en el resto del Estado permitió al gobierno concentrar sus fuerzas en la represión de la revolución proletaria de Asturias. La huelga de campesinos organizada por la UGT meses antes privó a la insurrección del elemento campesino, agotado tras una dura lucha. El Comité Revolucionario socialista instalado en Madrid fue rápidamente desarticulado por la policía. En Cataluña la insurrección fue dirigida por la pequeña burguesía nacionalista republicana (ERC), que proclamó «el Estado catalán dentro de la República Federal Española» por boca del Presidente de la Generalitat Companys. La Alianza Obrera establecida en Cataluña entre la izquierda comunista y los sindicatos disidentes de la CNT (trentistas) era una alianza meramente defensiva con el fin de impedir el paso al fascismo, es decir, una alianza política, al contrario de la asturiana, de carácter revolucionario y ofensivo. La CNT, mayoritaria en Cataluña entre la clase obrera, se mantuvo al margen.

EL PAÍS VASCO Y LA REVOLUCIÓN: LA AUSENCIA NACIONALISTA

También en Euskal Herria tuvo una importante incidencia el movimiento insurreccional, aunque la respuesta ante la huelga general revolucionaria no fue uniforme en todos los herrialdes. La revolución vasca tuvo unas características propias, principalmente por la influencia nacionalista. Así se mezclaba la lucha de clases, impulsada con diversos matices por comunistas, anarquistas y sobre todo socialistas, con la reivindicación supuestamente soberanista de los nacionalistas agrupados en torno al PNV. 
El PNV tenía sus propios motivos de descontento. El Estatuto de Autonomía, en trámite parlamentario, había sufrido un claro ataque cuando los tradicionalistas impugnaron en febrero de 1934 la pertenencia de Álava a Euskadi, amparándose para ello en el resultado del referéndum sobre el estatuto celebrado en noviembre del año anterior, en el que los votos afirmativos no habían superado el 50% en este herrialde.

Con su tradicional política oportunista, el PNV trató de azuzar la tensión sumándose a la retirada de los parlamentarios de ERC de las cortes españolas, el 12 de junio, tras la anulación por el Tribunal de Garantías Constitucionales de una ley de cultivos aprobada por el parlamento catalán.
Ante el intento de introducir un Estatuto del Vino que contravenía el Concierto Económico de las provincias vascas, los ayuntamientos -encabezados no por el PNV sino por republicanos de izquierdas- deciden nombrar una Comisión para negociar la defensa del Concierto el 12 de agosto. Sin embargo, las autoridades lo impiden, deteniendo y procesando a numerosos alcaldes y concejales -más de mil-, lo que lleva a los parlamentarios vascos a celebrar una asamblea en Zumárraga el día 2 de septiembre en solidaridad con los municipios vascos. Es precisamente esta asamblea, impulsada por el dirigente socialista Indalecio Prieto, la que se convertirá en excusa y argumento para las derechas españolas, que acusarán al PNV de colaborar en el levantamiento de octubre. El día 7 de septiembre numerosos ayuntamientos dimiten en bloque, siendo sustituidos por gestoras designadas por la autoridad gubernativa. Pero el PNV, comienza a recular: el día 10 rechaza la creación de una coordinadora de organizaciones políticas para la dirección del conflicto. Temen que se interprete el carácter de la comisión como revolucionario. El 28 de junio el Euskadi Buru Batzar, máximo órgano de dirección del PNV, se reúne en Gasteiz con los parlamentarios nacionalistas, y en esta reunión, según José Horn y Areilza, líder de la minoría parlamentaria:
«el Consejo Supremo del Partido Nacionalista Vasco conforme con el asesoramiento de la minoría parlamentaria, a la que oyó y consultó, no sólo no resolvió participar en el rumoreado movimiento, sino que acordó precisamente todo lo contrario, o sea, no apoyar ni contribuir en la que se anunciaba como ‘huelga general revolucionaria’»
Ni siquiera los ofrecimientos socialistas del día 3 de octubre, en las vísperas de la revolución, hicieron cambiar de opinión al PNV. Una vez estallado el movimiento, ordenaba a sus bases:
«Abstención, absoluta abstención, de participar en movimiento de ninguna clase prestando atención a las órdenes que en caso preciso serán dadas por las autoridades»
Tras contribuir a tensionar la situación, el PNV rápidamente dio marcha atrás, temeroso de las organizaciones obreras, anteponiendo los intereses de clase a la tan querida patria. Aunque las bases nacionalistas sindicadas en Solidaridad de Obreros Vascos no participaron en los enfrentamientos armados, si se sumaron pasivamente a la huelga general, proclamada la noche del 4 al 5 de octubre. Esta huelga alcanzó diferente repercusión según los herrialdes, siendo más acusada en los que tenían un carácter industrial más desarrollado y un proletariado más numeroso. Así en Nafarroa, tras la represión con la que se había saldado la huelga campesina de junio -siete mil procesados-, que había reivindicado la devolución a los ayuntamientos de las tierras comunales, el reparto equitativo de las tierras arrendadas y la supresión de las aparcerías, la insurrección fracasó prácticamente por completo, registrándose pequeños incidentes - actos de sabotaje de vías férreas y tendidos eléctrico y telefónico- en los pueblos de la Ribera (Cortes, Peralta, Tudela, Viana, Falces...) o en Iruña, donde explosionó algún petardo. Tan sólo en Alsasua los enfrentamientos tuvieron carácter armado, siendo asesinado un huelguista por la guardia civil el día 8.
En Araba tan sólo se registraron paros aislados en algunas fábricas y talleres, pero para el día 8 la normalidad era total en el herrialde.
En Bizkaia y Gipuzkoa la huelga tuvo mayor repercusión. En Gipuzkoa la huelga, impulsada principalmente por metalúrgicos socialistas, anarquistas y estalinistas, fue prácticamente unánime desde el primer momento, aunque por lo general hubo pocos episodios de enfrentamientos: en Donostia, Irun, Tolosa, Beasain, Errenteria, Hernani, Bergara y otras localidades se registraron cargas de la policía, disparos aislados de algunos huelguistas en respuesta, explosiones de petardos, etc. En Zarautz estalló una bomba en la casa del alcalde, de filiación tradicionalista. Más importancia tuvieron los hechos de Pasaia, donde se desarrolló un tiroteo a lo largo de la noche del 8 al 9 entre los revolucionarios y las fuerzas del orden que se saldó con seis muertos.
Sin embargo los hechos más graves tuvieron lugar en Arrasate y Eibar. En la primera localidad, tras hacerse con el control de la localidad y proclamar el comunismo, izando la bandera roja en el ayuntamiento, se procedió a la requisa y reparto de alimentos, se ocupó la estación y se destrozó la central telefónica. Desde primeras horas del día 5 el cuartel de la Guardia Civil fue sometido a un ataque incesante, sin conseguir no obstante su caída.
Los revolucionarios también procedieron a la detención de los elementos reaccionarios de la localidad, como Marcelino Oreja, empresario y ex diputado tradicionalista por Vizcaya, que en castigo a sus crímenes contra el pueblo fue inmediatamente fusilado junto a otro empresario local contra la pared posterior del frontón de la localidad. También fue ejecutado un esquirol que se negaba a sumarse a la huelga. La llegada de dos compañías de infantería y una sección de ametralladoras enviadas desde Gasteiz puso en fuga a los revolucionarios.
Eibar constituía, por sus numerosas fábricas de armas, una localidad estratégica para la revolución vasca. Esta localidad, la primera del Estado en la que se había proclamado la República el 14 de abril de 1931, contaba con un proletariado numeroso y combativo, preponderantemente socialista. Al amanecer del día 5 los revolucionarios se posesionaron del ayuntamiento y de la localidad, sitiando a la Guardia Civil en su cuartel y en algunas fábricas de armas donde habían tomado posiciones. Sin embargo las autoridades eran conscientes de la importancia de la localidad, y de la gravedad que supondría que los revolucionarios se hiciesen dueños del numeroso armamento acumulado en la las fabricas del pueblo. Inmediatamente se enviaron refuerzos a Eibar: guardias civiles de los puestos de Elgoibar, Ermua y Placencia, guardias de asalto procedentes de Donosti, más de cien guardias de asalto equipados con carros blindados con ametralladoras acudieron desde Bilbo y desde Gasteiz dos compañías de infantería. A las tres de la tarde del día cinco, tras negociaciones entre los rebeldes y las autoridades militares, terminó la insurrección armada de los obreros de Eibar, que se saldó con seis muertos, cuatro obreros y un guardia de asalto, más un dirigente carlista ejecutado al volver de misa.
Según el diario «La Voz de Guipúzcoa» para el 19 de octubre el total de detenidos en el herrialde a causa de su implicación en la huelga general revolucionaria era de 720 trabajadores. Además de los episodios de Pasaia, Arrasate y Eibar, se registraron al menos dos víctimas mortales en Donostia y otra en Tolosa.
En Bizkaia, por su parte, los socialistas contaban con una importante presencia entre mineros y siderúrgicos, constituyendo la margen izquierda del Nervión -principal centro siderometalúrgico del Estado- una de sus principales canteras militantes, junto a Asturias. Bizkaia suponía además la base política de Indalecio Prieto, el principal dirigente de la tendencia centrista de los socialistas, opuesta a las tendencias izquierdista y derechista, encabezadas por Largo Caballero y Julián Besteiro respectivamente. Si el ala derecha del PSOE y la UGT se opuso al movimiento insurreccional y se abstuvo por lo general de participar en él y el ala izquierda promovió y dirigió -con una incompetencia rayana en lo criminal- la huelga general, el sector encabezado por Indalecio Prieto tuvo un papel mucho más ambiguo y difícil de definir. Con posterioridad el propio Prieto renegará de su participación en los hechos de octubre, considerándolo un error estratégico, interpretación que, a día de hoy, es la oficial de la ideología «demócrata» que todo lo impregna.
En la zona minera de Bizkaia los revolucionarios se encontraron dueños del poder sin oposición, ya que las autoridades habían optado por retirar y concentrar en Bilbo las fuerzas de la Guardia Civil. Una columna de 500 mineros armados procedentes de Somorrostro intentó llegar a Bilbo el día 5. Pero las disposiciones defensivas de las autoridades lo impidieron. Desde diez días antes se vigilaban fábricas, depósitos de agua, centrales telefónicas, edificios estratégicos y las vías de comunicación, controlándose todas las entradas y salidas de Bilbo. Los mineros reciben orden de replegarse a sus localidades:
«Decirles que se hicieran fuertes en el monte, equivalía a no utilizarlos (...) Los mineros habían venido a Bilbao para conquistar la ciudad. A su juicio, la conquista era posible. Batir, por ejemplo, con eficacia el cuartel de la Benemérita desde los Altos de Archanda por medio de la dinamita no hubiera sido un disparate. Tomar las bocas de la ría, tampoco.» (Manuel D. Benavides, «La revolución fue así. Octubre rojo y negro»)
El mismo día 5 las autoridades procedieron a la clausura de las Casas del Pueblo y locales obreros y nacionalistas, así como a la detención de las directivas de las agrupaciones socialistas y comunistas. La huelga general tuvo un seguimiento unánime en Bilbo y las poblaciones de la ría, pero los trabajadores se encontraron sin instrucciones de sus dirigentes. Todos los historiadores coinciden en el papel vacilante de los dirigentes socialistas vizcaínos. Un numeroso grupo de trabajadores concentrado en Cruces se dispersa ante la falta de órdenes. A las nueve de la mañana tiene lugar el primer enfrentamiento armado en las calles de Bilbo, en la calle San Francisco. Poco después hace explosión un material que un grupo de trabajadores manipulaba en un local de la calle Iturribide, al acudir la policía descubren un depósito de armas y bombas.
«En toda la ciudad sucedíanse los tiroteos provocados casi siempre por la fuerza pública. Al llegar la noche, las calles de San Francisco y Las Cortes, los Barrios de Uribarri y Matico, los de casas baratas de Urizar y Recaldeberri caían en poder de los obreros; los guardias no se atrevían a entrar en aquellos lugares por los que transitaban los revolucionarios en espera de una consigna para lanzarse sobre la ciudad. La consigna que se les daba era la de que se retiraran a dormir y los revolucionarios, con explosivos en los bolsillos y las pistolas en la mano, lloraban de indignación.» (Manuel D. Benavides, o.c.)
El día 6 registra combates entre grupos de mineros y fuerzas del orden en San Salvador del Valle y Gallarta, puntos de enlace entre las zonas minera y siderometalúrgica.
En Durango los revolucionarios asaltaron varios trenes y se enfrentaron violentamente con la Guardia Civil con el resultado de varios muertos y heridos. Dos ferroviarios esquiroles miembros de los sindicatos amarillos fueron ajusticiados expeditivamente. En Bermeo y en Erandio la bandera roja es izada en los ayuntamientos.
En Portugalete los revolucionarios se hacen dueños de la población y ponen sitio a la Guardia Civil, dando muerte a un brigada del cuerpo. Se lucha durante dos noches y un día, pero finalmente los refuerzos gubernamentales, que han pasado la ría por el puente colgante, obligan a los revolucionarios a replegarse sobre Sestao. Los militares atacan las posiciones revolucionarias en Sestao, y los insurrectos se ven obligados a retirarse hacia Barakaldo, donde finalmente son dispersados.
Una vez pacificada la ría, los militares organizan dos columnas: la primera se dirige a Erandio, donde también se habían registrado incidentes, y la segunda se hace dueña de la zona minera de Somorrostro, San Salvador del Valle, Galdames, etc. A partir del día 12 se puede dar por concluida la insurrección en Euskadi. Para el día 16 son 900 los detenidos en Bizkaia por su relación con los hechos. Aproximadamente 40 personas, la mayoría revolucionarios, fueron muertos y hubo centenares de heridos en toda Euskal Herria.

ASTURIAS: LA REVOLUCIÓN SIN JEFES

La revolución de octubre lo fue a pesar de su principal impulsor y dirigente, el PSOE. Esta paradoja se explica por el hecho de que la verdadera intención de los socialistas no era realizar una revolución social, expropiar a los capitalistas y organizar la producción y la vida social sobre bases colectivas y federalistas, sino que su objetivo era simplemente asegurar la existencia de la república burguesa del 14 de abril contra los intentos liquidadores de las derechas españolas. Esta impresión era compartida incluso por los dirigentes socialistas asturianos:
«Llegamos a la entrevista Ramón González Peña, Graciano Antuña, Belarmino Tomás y yo. Largo Caballero, tras pulsar nuestra actitud y ver las dudas que existían, nos dijo que el movimiento no podía fallar. González Peña, molesto por tanta seguridad, insistió, a lo que Largo Caballero respondió preguntando si en Asturias teníamos miedo. González Peña le contestó violentamente que los asturianos cumpliríamos nuestros compromisos. Fue una reunión desagradable. Entramos y salimos de allí dudando de la capacidad revolucionaria del resto de España.» (Juan Pablo García, dirigente de la Juventud Socialista de Mieres y vocal de la Ejecutiva Nacional de las Juventudes Socialistas, sobre una reunión celebrada en el verano del 34)
Cabe preguntarse por el carácter criminal de esta decisión de sacrificar el proletariado revolucionario en aras de objetivos tan limitados, y por las posibilidades de éxito de una revolución cuyos mismos dirigentes no creían factible. Sin embargo la larga conflictividad de los trabajadores asturianos había fermentado una conciencia de clase y una combatividad revolucionaria que obligó a la dirección de sus organizaciones a establecer un pacto explícitamente revolucionario. Como reconoció abiertamente el dirigente socialista Luís Araquistain:
«La tensión revolucionaria había llegado a tal extremo que, si no estallaba, el proletariado de tendencia socialista habría destrozado sus cuadros sindicales y se habría incorporado a los de carácter comunista o anarcosindicalista.»
Para no perder el control de sus bases las organizaciones obreras asturianas montaron el tinglado de las Alianzas Obreras, cuyos comités eran designados a dedo por la cúpula de las organizaciones, y a ellas daban cuenta de sus actos. Este déficit democrático y organizativo ilustra bien, por defecto, acerca de la necesidad de la democracia directa, las asambleas soberanas de trabajadores y la revocabilidad de los delegados. Los propios revolucionarios asturianos se pudieron dar cuenta de ello -aunque sin darles tiempo a sacar todas las conclusiones pertinentes- tras la vergonzosa deserción de los miembros del primer comité revolucionario asturiano, al sufrir los primeros reveses en la lucha. Al tener conocimiento del fracaso del movimiento en el resto del Estado, y ser alertados de la proximidad de varias columnas militares que progresaban hacia Oviedo -donde los revolucionarios se habían hecho dueños de la ciudad y tenían sitiadas a las fuerzas gubernamentales en varios puntos- los dirigentes recordaron que, al contrario de los trabajadores que combatían y morían en las calles de Oviedo y en el frente de Campomanes, todavía tenían algo que conservar: las organizaciones que les habían dado la responsabilidad de dirigir el movimiento.



«La ola de pánico circuló de una manera tan prodigiosa que los comités locales abandonaban sus puestos, se retiraban guardias y vigilancias precipitadamente, se ponía en libertad a los prisioneros, los coches circulaban con gran rapidez, llevando miembros comprometidos en dirección de las distintas salidas de Asturias. (...) mientras el pánico cundía de esta forma; los miles de trabajadores de toda Asturias concentrados en Oviedo seguían dispuestos a luchar más frente al enemigo. Los compañeros de Sama que allí estaban combatiendo, se negaron a regresar en los camiones que allí tenían, y, como éstos, tengo entendido que los de las otras localidades.

¿Quién iba a pensar en aquellos momentos que, después de todo esto, el proletariado asturiano, a pesar del efecto desmoralizador de lo ocurrido, tendría a raya al enemigo, cada vez más fuerte de nuevo, por espacio de siete días más de lucha?

Sinceramente confieso que ninguno de los miembros responsables de las organizaciones, incluso las nuestras, lo creyeron posible» (Carlos Vega, informe al Comité Central del PCE)

Ante la traición de sus dirigentes, que se dieron a la fuga tras repartirse los fondos obtenidos en el asalto al Banco de España, los trabajadores optaron por continuar la lucha, pese a todo, y a tal efecto cada grupo de combatientes envió un delegado a la plaza del Fontán de Oviedo, donde se desarrolló una asamblea y a mano alzada se decidió proseguir con las armas en la mano hasta la victoria y se nombró un segundo comité revolucionario. Ante la reacción del proletariado, las organizaciones se recompusieron y nombraron un tercer comité cuyo único objetivo fue poner fin a la lucha, cosa que consiguió el día 18 no sin antes vencer una fuerte oposición de los obreros armados:
«Mientras estas gestiones se realizaban, empezó a trascender entre la masa obrera el asunto, y en la plaza del Ayuntamiento comenzaron a concentrarse centenares de obreros, que comentaban con pasión el caso. Había muchas protestas y crecía por momentos un gran descontento. Comenzaron las cábalas y conjeturas, y, como alguien comentaba la posibilidad de otra fuga del Comité, se empezó a hablar de proceder a la detención de los miembros del mismo...y su cacheo, por si hubiera habido reparto de dinero. Aquella masa se colocaba en una actitud amenazadora, y algunos, provistos de fusiles, empezaban a tomar posiciones por puertas, y junto a los coches allí estacionados. Algunos subieron hasta las puertas de la secretaría. Unánimemente se manifestaban en que no podía hacerse una cosa así, sin consultar con los trabajadores. Que no estaban dispuestos a que se obrase a sus espaldas, y que, se hiciese lo que se hiciese, ellos continuarían la lucha, defendiendo el terreno palmo a palmo.» (Carlos Vega, o. c.)
El líder socialista del último comité revolucionario, Belarmino Tomás, a punto está de ser fusilado delante del ayuntamiento de Sama al dar cuenta de sus gestiones:
«Desde que Belarmino comienza a hablar, hay cuatro o cinco mineros que son agarrados por la chaqueta y por el arma para que no le disparen:

- ¡Aquí nos comemos al África y a Dios que venga a la mina! 

- gritaban éstos con los ojos desorbitados-. ¡Eso es cobardía! ¡Derrotismo! ¡Engaño! A nosotros nos dijeron que íbamos a traer a Asturias la Revolución Social. Mientras no venga, no paramos.»
(Alfonso Camín, «El valle negro»)

El espíritu unitario de los trabajadores asturianos, que se hizo mundialmente popular bajo el lema «¡Unión, Hermanos Proletarios!» fue saboteado por sus organizaciones. Mientras los trabajadores combatían, heroicamente y contra toda esperanza, codo con codo sin distinción de tendencias, sus dirigentes seguían haciendo su política sectaria. Además de la irresponsabilidad de los socialistas, los estalinistas procedieron a proclamar unilateralmente desde algún despacho la República de Obreros y Campesinos de Asturias, a establecer lo que ellos entendían perversamente por «dictadura del proletariado» e incluso a implantar el servicio militar obligatorio en el Ejército Rojo, decisiones todas ellas contrarias al espíritu del pacto y claramente inadmisibles para los anarcosindicalistas, que por su parte no dejaron de proclamar en sus zonas de influencia el comunismo libertario y no dejaron nunca de firmar sus camiones blindados, bandos y proclamas con los acrónimos de sus organizaciones.
«Excepto de la gloriosa insurrección de Asturias, al proletariado español le ha faltado conciencia de la necesidad de la conquista del Poder» (A. Nin). Solo los trabajadores asturianos tuvieron conciencia de la necesidad de la unidad para tomar el poder. Pero les faltó el instrumento, las asambleas de trabajadores, para dirigir el movimiento victoriosamente, eliminando a los burócratas políticos y sindicales, que perseguían sus propios fines. Tras la derrota del movimiento y la sangrienta represión desencadenada a continuación, el dirigente socialista Andrés Saborit todavía tuvo la desvergüenza de presentarse ante los revolucionarios encarcelados en la prisión de Oviedo para echarles en cara: «Nadie os ordeno ir a la revolución. La orden era de huelga»

La revolución de octubre de 1934 presenta algunos rasgos modernos: por primera vez el proletariado prescindió en la práctica, aunque de forma parcial e insuficiente, de sus organizaciones y dirigentes. Fue la primera revolución sin jefes: «la insurrección de Asturias muy bien puede ser representada por un minero solo que se bate (...) sin jefes»(E. Lussu, «Teoría de los procesos insurreccionales contemporáneos»): esa es su grandeza, y también la causa de su fracaso. No se trata de una animadversión ideológica o metafísica a la autoridad, sino de quien impone esa autoridad y ante quien tiene que rendir cuentas. El espíritu unitario y revolucionario de octubre, ejemplo para la historia, bien puede resumirse en las palabras con que Manuel Grossi narra el ambiente en Mieres el día antes de la derrota al recibir a los combatientes del frente sur de Campomanes que han fijado sobre el terreno, durante dos semanas, fuerzas militares muy superiores en número y armamento, en su obra «La insurrección de Asturias»:

«La concurrencia en Mieres es aún mayor que en los días anteriores. Se discute apasionadamente. Del cuartel general han salido cuatrocientos soldados rojos que recorren las calles de la ciudad en orden perfecto y entonando la Internacional. Este desfile llena de emoción a todos los que lo presencian. Los ojos se llenan de lágrimas. Esos hombres han pasado días y noches sin moverse de las trincheras de la revolución. Están sucios, harapientos, cubiertos de lodo. Les ha crecido la barba. Han dormido apenas. Han conocido toda clase de privaciones. Sin embargo, en este momento decisivo, cuando ya se masca la derrota, a dos pasos quizá de la más sangrienta de las represiones, tienen fe, una inquebrantable fe en su causa, en su ideal. No lloran. Cantan. Es este canto que, a través de derrotas y de victorias parciales, tiene que conducir un día no lejano a la clase trabajadora del mundo entero a su victoria definitiva, a su emancipación total.» (Manuel Grossi, o. c.)
Miles de trabajadores asturianos hemos crecido bajo la sombra mítica de octubre de 1934. Pero esa sombra, poco a poco, se va transformando en un fantasma. En este mundo en el que ya nadie se cree nada, pero en el que, sin embargo, todo el mundo continúa respetándolo todo, los hechos históricos son siempre silenciados o deformados. Se nos presentan como objeto de interés sólo para el profesional de la Historia, o como pasatiempo para cuadros capitalistas refinados: hechos sepultados por el progreso. Un progreso que nos ha traído una multiplicación de desastres, barbarie e inhumanidad bajo la excusa del avance de «las ciencias». Pero nosotros, proletarios, descendientes de los revolucionarios de octubre, como afirmó Karl Marx, «sólo conocemos una ciencia: la ciencia de la historia».
LLAR editorial-Casa María

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lunes, octubre 12, 2015

El campo y la ciudad (Marx y Engels, La ideología alemana, 1845/6) 

La más importante división del trabajo físico e intelectual es la separación entre la ciudad y el campo. La oposición entre el campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribal al Estado, de la localidad a la nación, y se mantiene a lo largo de toda la historia de la civilización hasta llegar a nuestros días (anticorn-law-league ).



Con la ciudad aparece la necesidad de la administración, de la policía, de los impuestos, etc., en una palabra, de la organización política comunal [des Gemeindwesens] y, por tanto, de la política en general. Se manifiesta aquí por vez primera la separación de la población en dos grandes clases, basada directamente en la división del trabajo y en los instrumentos de producción. La ciudad es ya obra de la concentración de la población, de los instrumentos de producción, del capital, del disfrute y de las necesidades, al paso que el campo sirve de exponente cabalmente al hecho contrario, al aislamiento y la soledad. La oposición entre la ciudad y el campo sólo puede darse dentro de la propiedad privada. Es la expresión más palmaria del sometimiento del individuo a la división del trabajo, a una determinada actividad que le viene impuesta, sometimiento que convierte a unos en limitados animales urbanos y a otros en limitados animales rústicos, reproduciendo diariamente esta oposición de intereses. El trabajo vuelve a ser aquí lo fundamental, el poder sobre los individuos, y mientras exista este poder, tiene que existir necesariamente la propiedad privada. La abolición de la antítesis entre la ciudad y el campo es una de las primeras condiciones  para la comunidad, condición que depende, a su vez, de una masa de premisas materiales, que no es posible alcanzar por obra de la simple voluntad, como cualquiera puede percibir a primera vista. (Estas condiciones habrán de ser examinadas más adelante). La separación entre la ciudad y el campo puede concebirse también como la separación entre el capital y la propiedad sobre la tierra, como el comienzo de una existencia y de un desarrollo del capital independientes de la propiedad territorial, es decir, de una propiedad basada solamente en el trabajo y en el intercambio.



En las ciudades, que la Edad Media no heredó ya acabadas de la historia anterior, sino que surgieron como formaciones nuevas a base de los siervos de la gleba convertidos en hombres libres, el trabajo especial de cada uno de éstos era la única propiedad con que contaba, fuera del pequeño capital aportado por él y que no era otra cosa casi exclusivamente que las herramientas más necesarias. La competencia de los siervos fugitivos que constantemente afluían a la ciudad, la guerra continua del campo contra los centros urbanos y, como consecuencia de ello, la necesidad de un poder militar organizado por parte de las ciudades, el nexo de la propiedad en común sobre determinado trabajo, la necesidad de disponer de lonjas comunes para vender las mercaderías, en una época en que los artesanos eran al mismo tiempo commerçants, y la consiguiente exclusión de estas lonjas de los individuos que no pertenecían a la profesión, el antagonismo de intereses entre unos y otros oficios, la necesidad de proteger un trabajo aprendido con mucho esfuerzo y la organización feudal de todo el país: tales fueron las causas que movieron a los trabajadores de cada oficio a agruparse en gremios. No tenemos por qué entrar aquí en las múltiples modificaciones del régimen gremial, producto de la trayectoria histórica ulterior. La huida de los siervos de la gleba a las ciudades tuvo lugar durante toda la Edad Media. Estos siervos, perseguidos en el campo por sus señores, presentábanse individualmente en las ciudades, donde se encontraban con agrupaciones organizadas contra las que eran impotentes y en las que tenían que resignarse a ocupar el lugar que les asignaran la demanda de su trabajo y el interés de sus competidores urbanos, ya agremiados. Estos trabajadores, que afluían a la ciudad cada cual por su cuenta, no podían llegar a ser nunca una fuerza, ya que, si su trabajo era un trabajo gremial que tuviera que aprenderse, los maestros de los gremios se apoderaban de ellos y los organizaban con arreglo a sus intereses, y en los casos en que el trabajo no tuviera que aprenderse y no se hallara, por tanto, encuadrado en ningún gremio, sino que fuese simple trabajo de jornaleros, quienes lo ejercían no llegaban a formar ninguna organización y seguían siendo para siempre una muchedumbre desorganizada. Fue la necesidad del trabajo de los jornaleros en las ciudades la que creó esta plebe.



Estas ciudades eran verdaderas «asociaciones»  creadas por la necesidad inmediata, por la preocupación de defender la propiedad y de multiplicar los medios de producción y los medios de defensa de los diferentes vecinos. La plebe de estas ciudades hallábase privada de todo poder, ya que se hallaba formada por un tropel de individuos extraños los unos a los otros y venidos allí cada uno por su cuenta, frente a los cuales se encontraba un poder organizado, militarmente pertrechado, que los miraba con malos ojos y los vigilaba celosamente. Los oficiales y aprendices de cada oficio se hallaban organizados como mejor cuadraba al interés de los maestros; la relación patriarcal que les unía a los maestros de los gremios dotaba a éstos de un doble poder, de una parte mediante su influencia directa sobre la vida toda de los oficiales y, de otra parte, porque para los oficiales que trabajaban con el mismo maestro éste constituía un nexo real de unión que los mantenía en cohesión frente a los oficiales de los demás maestros y los separaba de éstos; por último, los oficiales se hallaban vinculados a la organización existente por su interés en llegar a ser un día maestros. Esto explica por qué, mientras la plebe se lanzaba, por lo menos, de vez en cuando, a sublevaciones y revueltas contra toda esta organización urbana, las cuales, sin embargo, no surtían efecto alguno, por la impotencia de quienes las sostenían, los oficiales, por su parte, sólo se dejaran arrastrar a pequeños actos de resistencia y de protesta dentro de cada gremio, actos que son, en realidad, parte integrante de la existencia del propio régimen gremial. Las grandes insurrecciones de la Edad Media partieron todas del campo, pero, igualmente resultaron fallidas, debido precisamente a su dispersión y a la tosquedad inherente a la población campesina.



El capital, en estas ciudades, era un capital natural, formado por la vivienda, las herramientas del oficio y la clientela tradicional y hereditaria; capital irrealizable por razón del incipiente intercambio y de la escasa circulación, y que se heredaba de padres a hijos. No era, como en los tiempos modernos, un capital tasable en dinero, en el que tanto da que se invierta en tales o en cuales cosas, sino un capital directamente entrelazado con el trabajo determinado y concreto de su poseedor e inseparable de él; era, por tanto, en este sentido, un capital de estamento.



La división del trabajo entre los distintos gremios, en las ciudades, era todavía [completamente primitiva] , y en los gremios mismos no existía para nada entre los diferentes trabajadores. Cada uno de éstos tenía que hallarse versado en toda una serie de trabajos y hacer cuanto sus herramientas le permitieran; el limitado intercambio y las escasas relaciones de unas ciudades con otras, la escasez de población y la limitación de las necesidades no permitían que la división del trabajo se desarrollara, razón por la cual quien quisiera llegar a ser maestro necesitaba dominar todo el oficio. De aquí que todavía encontremos en los artesanos  medievales cierto interés por su trabajo especial y por su destreza para ejercerlo, destreza que puede, incluso, llegar hasta un sentido artístico limitado. Pero a esto se debe también el que los artesanos medievales viviesen totalmente consagrados a su trabajo, mantuviesen una resignada actitud de vasallaje con respecto a él y se viesen enteramente absorbidos por sus ocupaciones, mucho más que el obrero moderno, a quien su trabajo le es indiferente.

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