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miércoles, noviembre 25, 2015

ZEUHL MUSIC Parte 2: Offering. Coltrane Chandía. 



Uno de los mayores entusiastas de Magma y la zeuhl music que he conocido fue el famoso Chandía, que junto con un inseparable amigo y también melómano, Andrés, recorrían las tiendas de discos y calles de Santiago grabando como podían todo lo que se podía y apreciándolo lo mejor que se podía (alcohol y drogas siempre ayudaban). A veces hasta hacían excursiones al cerro, en un auto que Andrés conseguía, y se dedicaban a profundas audiciones musicales en contexto sicodélico.

Nadie tenía mucha plata en esos tiempos. Por lo mismo, el que conseguía algo, sea en CD o LP o caset, le avisaba al resto, y nos juntábamos generalmente en mi casa a piratear. En mi casa había un buen equipo pequeño para reproducir CDs y copiarlos en caset, un regalo de mi padre mientras vivía y trabajaba en Bolivia. Funcionó maravillosamente por años, y satisfizo a tantos amigos melómanos, pero luego murió. Aún está en mi bodega, me da pena botarlo por todo lo que vivimos (oímos) juntos.

Ambos, Chandía y su inseparable amigo Andrés, que una vez casi se mataron al chocar con una micro yendo a mi casa, y yo ni me enteré hasta unas semanas después, pusieron una disquería en un caracol doble de Providencia, creo que ya a inicios de los 90. Nunca les fue muy bien vendiendo, en parte gracias a sus técnicas de hostilización de clientes. Por ejemplo, entra un pendejo con polera de Nine Inch Nails preguntando por Naked City, y le dicen: “no, tu todavía no podís escuchar esto”. Nunca ganaron plata, pero al principio se encargaron de contar con un catálogo impecable, del cual se sentían orgullosos. A la larga tuvieron que transar un poco con el mercado (por ejemplo, vendiendo hasta cosas de Peter Gabriel), pero al final quebraron, tras unos cuantos años de “resistencia” (durante la cual incluso fueron visitados por los sumos pontífices del Rock In Opposition, Fred Frith y Chris Cutler, que según se contaba, tras revisar el lugar les dijeron: “efectivamente, ustedes están locos”).

Una vez que Chandía estaba de cumpleaños, con otro amigo partimos a visitarlo en su disquería, que en homenaje a todo esto se llamaba Zebehn Discos (un nombre obviamente magmiano), y le llevamos una botella de mescal. Una vez que los caracoles ya habían cerrado, permanecimos ahí bebiendo y escuchando música a niveles que en ninguna casa se podrían haber conseguido, lo que valió un par de visitas del guardia del edificio.

Además del Torture Garden de NAKED CITY, lo que más sonó fue una especie de disco doble (creo) de OFFERING, proyecto más suave y espiritual de C. Vander, que nunca más he vuelto a escuchar, pero recuerdo que en la volá del mescal y todo nuestro entusiasmo juvenil, encontramos grandioso.

Chandía (Andrés no estaba en esa ocasión) se dedicó entre otras cosas a contar anécdotas de cuando era más pendejo y era según él un maestro en el arte de hacerle perro muerto a los taxistas.

A mi amigo esas historias le llamaron mucho la atención. Otro estudiante de Derecho de esos años, bien atípico para el ambiente de la escuela, era el chico Alfredo Peña, destacado bajista de heavy metal, conocido por su aporte en la legendaria banda Pentagram, y que tenía un oído curioso para otras formas de música (recuerdo haberle prestado el Camembert Electrique de Gong, y lo disfrutó harto). Chico Alfredo una vez llegó todo moreteado a la escuela de Derecho, por hacer perro muerto en taxi y ser perseguido y golpeado por una tropa de taxistas furiosos que tras ser contactados por radio acudieron a apoyar a su defraudado colega.

Me dio pena hablar de Alfredo, porque me caía muy bien, pero no llegamos a ser tan amigos, y repentinamente supimos de su suicidio, y nunca me quedó claro que le pasó. Pero en fin…razones para querer irse de este circo antes de tiempo no faltan. De hecho, siempre sobran. Y uno sigue acá porque sabe que después inexorablemente volverá a la hermosa y vacía NADA de la cual provenimos.

En fin…cuando nos fuimos de la tienda Zebehn discos ya eran como las 2 AM. No pasaba ninguna micro, y en eso mi amigo le dice a Chandía: “¿Y si eras tan buen para hacer perro muerto, por qué no lo hacemos ahora y nos vas a dejar a nosotros y luego te vas a tu casa?”. Sin dudarlo Chandía aceptó el desafío: “¡Ya!”, e hizo parar inmediatamente un taxi.

En esa época casi todos mis amigos vivían en mi casa, dado que mis padres vivían en Bolivia. Nos dirigimos hacia allá primero, y nos bajamos como dos cuadras antes. En el camino Chandía procedió a mostrarnos la selección musical que había hecho para lo que quedaba de noche (todos sufríamos de insomnio en esos años): la caja cuádruple de Coltrane en vivo en Japón, el preciado objeto que era el único CD que en mi vida he visto de Offering, y como 3 o 4 cosas más que no recuerdo.

Al otro día fui con otro amigo a visitar la tienda de discos, y nos encontramos a Chandía muy deprimido y echado sobre su escritorio. Nos contó en breve que el desarrollo urbano había arruinado su perro muerto: al llegar la esquina donde siempre hacía el truco, le dijo “chao” al chofer, y se bajó corriendo, para dar la vuelta a un edificio donde siempre había logrado despistar a los taxistas y luego escabullirse hacia el otro lado. El problema es que habían construido un muro que no estaba en sus años mozos. Tuvo que meterse dentro de un arbusto y esperar. El taxista notó que por ahí estaba, y se quedó alumbrando el matorral con las luces del auto. Chandía decidió esperar lo que fuera necesario, pero cuando ya la espera se le hacía eterna no pudo evitar salir corriendo. El taxista lo persiguió a pata. Chandía se escondió entre unos autos, y de repente vio al taxista al lado suyo, blandiendo un fierro con el cual amenazaba golpearlo en la cabeza. 

Chandía le dijo: “no, si te pensaba pagar igual, pero tengo la plata en la casa”. Y empezaron a avanzar. Él creía que hacia su casa. El taxista tomó el bolso, y Chandía pensó que era razonable que lo hiciera, como garantía de que él no saldría corriendo de nuevo. Pero el que empezó a avanzar más rápido, casi al trote, fue el taxista, con bolso y todo, hacia su auto, que tenía el motor prendido.

El taxista se fue, con Offering, Coltrane, variadas formas de Rock In Opposition, free jazz y zeuhl music.

Nunca más he vuelto a escuchar a Offering. Ni a saber de Chandía, que creo desde hace muchos vive en Europa. Pero sí conseguí el cuádruple disco de Coltrane en Japón, en una tienda de Montevideo. En homenaje a esos tiempos le cambié la etiqueta y me costó algo menos que 5 lucas. 

Coltrane Sundia. Coltrane Chandía.

FIN (de la parte 2)

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jueves, noviembre 19, 2015

A confesión de parte.../Esto es el fin/El derecho de vivir en paz 

General director de Carabineros: "Los delincuentes lo saben, no les tenemos miedo"


Bruno Villalobos se refirió a lo ocurrido este jueves en un recinto de Gendarmería en San Bernardo "nosotros tenemos un compromiso con el país: ser la frontera entre los delincuentes y los ciudadanos".






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La frase no puede ser más clara y honesta, aunque obviamente no podemos saber si Bruno sabía conscientemente lo que estaba diciendo (basta mirarle el rostro. Lombroso tenía razón en algunas cosas...).

No hay que ser muy freudiano pero...si alguien proclama que no tiene miedo, en realidad podemos entender que está diciendo exactamente lo contrario: está cagado de miedo.

Pero lo más llamativo es que afirme ser "la frontera" entre "los ciudadanos" y "los delincuentes". Necesariamente entonces, los pacos son un poco ciudadanos y un poco delincuentes. Delincuentes ciudadanos. Ciudadanos delincuentes. En fin: defensores de un orden de mierda: "Orden y patria, es nuestro lema, la ley espejo de nuestro honor".

EN FIN, ESTO ES EL FIN.

Y REIVINDICAMOS NUESTRO DERECHO DE VIVIR EN PAZ.



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jueves, noviembre 05, 2015

Análisis de la revolución Rusa, x Grupos Obreros Autónomos 

No logro aclarar del todo una duda sobre este documento. Existe una edición hecha por los Grupos Obreros Autónomos de Barcelona en 1971, con el mismo titular ("Notas para un análisis de la revolución rusa"), de un texto del comunista francés Jean Barrot. Es bastante largo, y sin duda un material fundamental para analizar estos hechos de hace un siglo.
Pero también existe este otro texto, más breve, el cual no me queda claro si su autoría es enteramente de los GOA, o sólo el prólogo en 7 puntos. En este último caso, no sé si el texto posterior, en tres partes, es de Barrot o de no sé quién.
Interesante lectura en todo caso. Puede conseguirse en papel, en al apéndice de la Edición Quimera de "¡Qué fue la autonomía obrera?", de Miguel Amorós, junto a otro texto que explica que fueron los GOA.



NOTAS PARA UN ANÁLISIS DE LA REVOLUCIÓN RUSA
PRECEDIDAS DE UN PRÓLOGO

(GOA, Grupos Obreros Autónomos). 

1.- Introducción.


Desde hace algún tiempo, la preocupación de muchos militantes del movimiento obrero gira en torno al problema de la construcción de la "vanguardia política" que será la encargada de conducir a la clase obrera hasta la consecución de sus últimos objetivos.
Cuando la lucha en los movimientos de masa se nos queda pequeña, volvemos la cabeza hacia los grupos más o menos organizados que existen, y nos creemos en la obligación de afiliarnos a uno de ellos. Esta operación se suele hacer con bastante conformismo. La influencia personal que ejerce sobre nosotros tal o cual militante es, la mayoría de las veces, decisiva. A los más jóvenes les basta con asegurarse de que el partido de su elección es el más "revolucionario". Los más calculadores buscan la "solidez", como el obrero que busca entrar en una casa fuerte que no le deje sin trabajo a los cuatro meses. Los ambiciosos creaban un grupito nuevo (siete se han creado, que sepamos, en estos dos últimos años). Y todos, eso sí, se aseguraban que fuera un partido leninista. Y así, algunos militantes han optado por alguno de los más de 20 grupos "leninistas" que existen, sólo en Barcelona (y no contamos a los universitarios).
Pocos, si es que hubo algunos, se plantearon si era correcto elegir un partido político como quien elige entre 20 camisas de forma y color similares (las de rojo rabioso suelen desteñir a la primera lavada).
Pocos, o ninguno, se atrevieron a analizar críticamente el "dogma" del partido leninista. Se daba por descontado que era el único tipo de organización posible. Y conformistas y rutinarios, entraban en el engranaje de las más de 20 "mini-vanguardias", formando parte de ese mundillo que se desgarra y agota en luchas internas, perpetuando la división introducida dentro del movimiento obrero entre la "vanguardia" y las masas.
Surgen ya dos preguntas de difícil respuesta, que exigen reflexión:
- ¿Debe la vanguardia organizarse aparte?
- En caso afirmativo: ¿Es que la organización ideada por Lenin es la única posible?


2.- Desmitificando el partido de Lenin.

El partido que tomó el poder en Rusia ha sido siempre idealizado, mitificado. Nos han escondido siempre sus fallos, como nos han escondido, ¿durante 33  años! el testamento de Lenin, que empezaba diciendo: "Soy al parecer, fuertemente culpable ante los trabajadores de Rusia"... Lenin se sentía culpable por la nueva "opresión de los débiles por los fuertes. Ahora veía, continuaba, en que pantano de opresión había ido a parar el Partido Bolchevique".
Pero las necias burocracias, deseosas de hacer méritos y escalar puestos, no pueden falsificar eternamente la historia.
Cada vez aparece menos claro que el partido bolchevique, como tal, hubiese estado a la altura de las circunstancias, como lo demuestra la permanente lucha de Lenin contra el Comité Central. Y no olvidemos que "sin Lenin el partido no era nada".
Por otra parte, el partido, de por su construcción misma, llevaba implícito el estalinismo, que no os un accidente, sino la consecuencia lógica de su estructura: "el partido sustituye a las masas; el comité central sustituye al partido; el dictador sustituye al Comité Central" (Trotsky).
Todo esto no justifica, sin más, que se rechace este tipo de organización. Pero los hechos son lo suficientemente graves como para exigirnos un esfuerzo suplementario de información, de análisis y de reflexión. En todo caso, ya es hora de terminar con los dogmas.


3.- El espontaneísmo y sus límites.

Se suele defender, y se defiende, el espontaneísmo de las masas y su autosuficiencia, como masas, para organizarse llegado el momento. Las revoluciones rusas de 1905 y 1917, así como la francesa de mayo 1968, parecen demostrar en parte esta tesis. Sólo en parte, pues si las masas se pusieron en marcha espontánemanete, la ausencia de una auténtica organización de masas, de clase, en 1905 y en 1968 les impidió conseguir sus objetivos. Si lo consiguieron en 1917, fue para perderlos luego, en manos del mismo partido que había sabido canalizar la lucha de las masas rusas. El caso de Francia, en 1968, es también revelador. Hubo lucha generalizada, espontánea, llegándose a la huelga general. En Francia había muchos partidos y organizaciones sindicales. Pero ni las organizaciones políticas -reformistas o revolucionarias-, ni las sindicales, sirvieron para nada, como no fuera para frenar y ahogar impulso inicial espontáneo. Las burocracias impusieron sus intereses a los intereses de clase.


4.- La inevitable burocracia.

La omnipotencia de la burocracia -así como la creación misma de esas burocracias- tanto en la URSS, como en las democracias populares, como en los partidos europeos que conocemos, son otros tantos factores que habrá que ir analizando, a la hora de escoger un tipo u otro de organización. -¿Cómo es posible que se forme en los partidos esa burocracia? -¿Cómo es  posible que se permita que esa burocracia anteponga sus intereses de "nueva clase" sobre los de la clase obrera? -¿Cómo fue posible que el Partido Bolchevique, que ayudó a las masas a hacer la revolución, se apropiara luego esa revolución en beneficio propio?
Cuestiones muy importantes que hay que analizar de cerca.


5.- El panorama en nuestro país.

Las mismas causas producen los mismos efectos. Quien conozca un poco el panorama político en el que nos  movemos, es decir, a esos "más de 20 grupitos", y a toda una orla que pulula alrededor de ellos, de parásitos con ambiciones políticas, se dará cuenta de que en cada grupito hay u-na serie de "bonzos" que son quienes lo manejan todo. Dentro de esta burocracia siempre hay un hombre que se va imponiendo y cuya decisión pesa más que la del resto. Es el camino hacia el poder personal. Se nos objetará que esos "más de 20 mini-vanguardias" sólo son caricatura de lo que debe de ser el verdadero partido. Puede ser cierto, pero entonces:
- ¿Cuáles son los criterios para saber cual puede ser el verdadero partido obrero?
- ¿Vale la pena montar otro partido más? (En estos dos últimos años han aparecido ¡7 nuevas "mini-vanguardias en Barcelona, lo que eleva su número a más de 20 ¡).
- ¿Es útil dedicar todos los esfuerzos a la creación del partido obrero cuando no hay ni siquiera un movimiento obrero?


6.- Reflexionar y avanzar conjuntamente.
  
Es evidente que las soluciones individuales no nos solucionan nada a los obreros, y además perjudican al movimiento. La desunión ha venido siempre por la división de estas "mini-vanguardias" entre sí y por la distanciación de todas ellas con respecto a las organizaciones de clase. Los trabajadores que hemos vivido estas experiencias ya no podemos ni pensar en contribuir a esta división. Hemos de buscar otros caminos, pero reflexionando y avanzando conjuntamente, haciendo participar al máximo de gente, abandonando la rutina organizativa y las míseras tradiciones de un movimiento marginado. No se trata de innovar por el gusto de la novedad. Pero es cierto que aquí también juega el eslogan del capitalismo "Renovarse o morir". Y renovarse no quiere decir formar otro grupito más, sino buscar formas organizativas más  adecuadas, que puedan encuadrar y hacer progresar al máximo de trabajadores, a los que de hecho están llevando ahora la lucha en los movimientos de masas.

7.- La imaginación toma el poder.

Esta frase, que figuraba en los muros del Barrio Latino de París, en mayo 1968, sintetiza lo que acabamos de decir.
Frente a la rutina "leninista" (¡Cuando Lenin era el prototipo de creador!) que se ha instalado entre nosotros, frente a los dogmas que nos han ido crean do los falsos leninistas, sólo tenemos una salida: INVENTAR, imaginar, crear métodos e instrumentos nuevos de lucha más eficaces, que recojan las diversas experiencias revolucionarias, analizándolas y asimilando lo mejor de ellas. Toda copia literal de lo que ocurrió hace 50 años en otro país y en otras circunstancias, está llamado a ser un fracaso. Lo estamos viendo aquí y fuera de aquí.
Por rechazar las copias y los dogmas triunfaron Fidel, Mao y otros. Por no saber hacerlo, estamos vegetando. Y cuanto más proliferan las "mini-vanguardias" más desunión y desorientación hay.

El primer paso es el análisis crítico de la historia, que es una maestra que no engaña. Estas líneas que siguen pretenden ser una primera aportación.


I
SOBRE EL PARTIDO BOLCHEVIQUE

El partido bolchevique se ha convertido, desde hace 50 años, en un objeto de predilección para la mitología de la Revolución rusa. Unos denuncian en él el modelo y el origen de los partidos "totalitarios", militarizados, "burocratizados", que imponen su dictadura y ahogan toda libertad. Otros', en cambio, lo celebran como el "gran partido bolchevique", forjado por Lenin, "punta de lanza de la revolución",...
Frente a cualquier análisis del partido bolchevique, la actitud más frecuente consiste, no en examinar lo que vale el análisis, sino clasificarlo en un campo o en el otro.
Todo estudio crítico del partido bolchevique es rechazado inmediatamente por el movimiento comunista oficial como "derechista", "social-demócrata" etc. Así pues, no hay ningún análisis serio del partido bolchevique. Nuestra intención no es la de construir este análisis, sino la de proporcionar algunas indicaciones elementales, muy olvidadas hoy.
Las condiciones particulares de la sociedad, rusa bajo el régimen zarista eran favorables al desarrollo de un cierto tipo de organización revolucionaria. La lucha de los trabajadores por mejores condiciones de vida y trabajo tropezaban con una resistencia y una represión mucho más encarnizadas que en los otros países capitalistas. Cualquier reivindicación económica era reprimida por el sistema social existente, lo que impedía que los obreros pudiesen llevar una lucha puramente económica. Sólo la caída del zarismo haría posible la realización de un programa mínimo de reformas. Así, no habla más que dos posibilidades para el hombre que deseaba mejorar su situación: resignarse o hacerse revolucionario; en todo caso, le era muy difícil hacerse reformista, y mucho más el seguir siéndolo, ante las duras realidades del régimen social y político zarista, No puede comprenderse el progreso del partido bolchevique en Rusia si se olvida que no existía en ese país, entonces, ninguna salida de recambio. Esta situación hacía posible el desarrollo de un movimiento revolucionario de un tipo bien determinado.
Se ha tratado a menudo el problema de la clandestinidad sin comprender todo lo que ella implica. Desde el principio, la clandestinidad impuso al partido un cierto tipo de trabajo y, sobre todo, un cierto tipo de unión con las masas obreras.
"La tendencia del bolchevismo por la centralización, reveló desde el 3er. Congreso (1906) sus efectos negativos. Ya en la clandestinidad se habían formado rutinas de aparato... Es verdad que la conspiración limitaba estrechamente las formas de democracia (elecciones, control, representación). Pero no se puede negar que los miembros de los comités habían recortado más de lo necesario los límites de la democracia interna, y se habían mostrado más rigurosos con los obreros revolucionarios que con ellos mismos, prefiriendo mandar, incluso cuando hubiera sido más indicado prestar oído atento a las masas" (Trostky, en "Stalin").
"Kroupskaia -la compañera de Lenin- anota que en los comités bolcheviques, igual que en el Congreso, no había casi obreros; los intelectuales eran mayoría. "Los miembros del comité, escribe Kroupskaia, eran de ordinario hombres llenos de confianza en sí mismos, que veían la enorme influencia que la actividad del comité tenía sobre las masas; en regla general, no aceptaban ninguna democracia en el interior del partido".
La organización del partido no era uniforme: en 1908, el comité que dirigía el partido en Moscú estaba elegido por una jerarquía de escalones diversos qué descansaban en la base sobre las asambleas de las fábricas. Por otra parte, en Odesa en 1905, el comité poseía todos los hilos de la organización, y tenía de esta manera el control sobre todo el trabajo efectuado. Los contactos verticales son reducidos al mínimo, con el fin de aumentar el estancamiento en la medida de lo posible, los militantes no deben verse fuera de las reuniones (Piatniski, "Recuerdos de un bolchevique" ). Las necesidades del trabajo ilegal imponían este estancamiento, impidiendo las discusiones democráticas.
Los dirigentes, además eran conscientes de ello:
"Nosotros también somos partidarios de la democracia, cuando es posible, Hoy eso sería una ridiculez y no la queremos, pues queremos un partido serio, capaz de vencer al zarismo y a la burguesía. Reducidos a la acción clandestina, no podemos realizar la democracia formal en el partido... Bajo la autocracia, con sus feroces represiones, adoptar el régimen de las elecciones, la democracia es sencillamente ayudar al zarismo a destruir a nuestro partido" (Lenin en "La hermosa jaula no alimenta al pájaro").
Los jefes bolcheviques consideraban obligatoria este tipo de organización, teniendo en cuenta las condiciones de lucha existentes y preveían con cierto optimismo que el partido funcionaría democráticamente cuando se conquistasen en Rusia los derechos democráticos que existían ya en otros países capitalistas: "En las condiciones de libertad política, nuestro partido debe ser y será construido completamente sobre el principio de la elección" (Lenin al 3er. Congreso). El manual de historia aprobado por el Partido en 1938 confirma plenamente este punto de vista:
"Naturalmente, como el partido era ilegal bajo la autocracia zarista, la organización del partido no podía entonces reposar sobre el principio de la elección a partir de la base, pues el partido debía de ser rigurosamente clandestino. Pero Lenin creía que este estado de cosas, momentáneo en la vida de nuestro partido, desaparecería al suprimir el zarismo, cuando el partido sería declarado legal, y que sus organismos descansarían sobre el principio del centralismo democrático". (Ed. Sociales, 1946).
Esta tranquilizadora perspectiva no debía realizarse: la célebre "burocratización" del partido, denunciada por todos sus oponentes, hunde de hecho sus raíces en toda la historia del partido bolchevique. Es extraño que un revolucionario de pensamiento tan profundo como Lenin no haya sabido preveerlo, y haya hecho prueba, a este respecto, de un optimismo casi ingenuo.
Según Kroupskaia, "él sabía que la revolución estaba en marcha y obligaría al partido a admitir a los obreros en el seno del comité" ("Mi vida con Lenin").  La lectura de los textos de la época demuestra que en su inmensa mayoría los revolucionarios rusos no comprendieron las enormes consecuencias que este tipo de organización tendría sobre la evolución posterior del partido (Trotsky había dicho en 1905 que estas formas de organización desembocarían en una dictadura sobre el proletariado (Citado en "El profeta armado"). Sin embargo, el partido intentó luchar contra este estado de cosas, y así, los grupos militares de combate que "aislándose de las masas aportaban la desorganización en el seno del partido", fueron disueltos; pero esta tentativa no pudo ser llevada hasta el fin.
De esta manera, se constituyó entre 1903 y 1917 un grupo de revolucionarios que, por una parte tienen cualidades de organización, disciplina y abnegación a menudo admirables, y que, por otra parte, están obligados a trabajar en círculos bastante cerrados, fuera de las masas, y sólo pueden mantener relaciones superficiales con las vanguardias de las fábricas. Estos cuadros constituían el armazón del partido bolchevique y jugaron un papel capital en la organización política y económica del país después de la toma del poder.
"Cuando a partid de 1916 los obreros empiezan a encontrar el camino de la lucha, la fracción bolchevique cuenta como máximo 5000 miembros, en una organización poco a poco reconstruida. Pero es un puñado de cuadros; estos hombres que han aprendido durante años a organizarse, a agrupar a los trabajadores, a dirigir sus luchas, a despistar a las fuerzas de represión, constituyen los elementos de esta vanguardia obrera revolucionaria que Lenin había intentado construir..." (Broué "Historia del partido bolchevique")
La mejor manera de estudiar las relaciones entre el partido y las masas es refiriéndose a los grandes momentos revolucionarios que conoció Rusia: 1905 y 1917. En 1905 los bolcheviques adoptaron respecto a los Soviets una actitud diferente de la de los mencheviques que ven en ellos sobre todo el origen del partido de masa y quizás el sindicato de tipo alemán, y trabajan a gusto en los soviets, de los que, por el contrario, desconfían los bolcheviques. Esta desconfianza es significativa de la naturaleza del par tido bolchevique y de la relación que entretiene con las masas. Como lo dice Broué, poco sospechosos de antibolchevismo: "De manera general, los que (en el partido bolchevique) son más favorables a los soviets, ver en ellos, como máximo, auxiliares del partido".
Ha llegado a ser normal entre los comunistas el citar frases célebres de Lenin sobre "el ensayo general" de 1905. Pero se olvida o se ignora que los bolcheviques se encontraron entonces completamente despistados ante esta nueva forma de organización de los obreros: "El comité bolchevique de Petersburgo se asombró de una innovación tal como aquella, en la que las nasas se encontraban representadas, independientemente de los partidos, y no imaginó nada mejor que enviar un ultimátum al Soviet, para que hiciera suyo, inmediatamente, el programa bolchevique o se disolviera". (Trotsky en "Stalin"). Y como lo explica Broué: "Sólo comprenden cuando ya es demasiado tarde el papel que pueden desempeñar los soviets, y los bolcheviques en ellos, para aumentar su influencia y luchar por la dirección de las masas". Todo el problema reside ahí. Los dirigentes bolcheviques concebían su papel revolucionario como la dirección de la Revolución. Todo movimiento que sur miera fuera de ellos e independiente de su control sólo podía suscitar su desconfianza. Acabamos de decir que los bolcheviques se habían "asombrado" por la aparición de los soviets: este eufemismo no debe engañarnos. De hecho, la reacción de los bolcheviques fue mucho más importante que la de una simple "sorpresa", pues traducía toda una concepción de la lucha revolucionaria, toda una concepción ya superada (no desde nuestro punto de vista, sino por la acción misma de las masas rusas en 1905) de la relación entre los obreros y los militantes revolucionarios.
Los acontecimientos de 1917 confirmaron esta ruptura con las masas. En febrero, las masas estaban solas en la lucha. Durante las jornadas de julio el partido no sabía impulsar su voluntad de lucha: el Comité Central (CC) lanza un llamamiento reproducido en la Pravda -para impedir la manifestación prevista en Retrogrado, pero los obreros y los soldados deciden sin embargo manifestarse. El llamamiento del CC es suprimido a última hora, y la Pravda aparece con una página en blanco.
Toda una polémica se ha construido alrededor de la actitud del partido, entre julio y octubre, e incluso entre febrero y octubre de 1917. Lo cierto es que también entonces el partido fue sobrepasado por los acontecimientos. Lenin escribe en "Las tesis de abril" que "lo que hay de original en la actualidad rusa es la transición de la primera etapa de la revolución -que ha dado el poder a la burguesía, a causa del grado insuficiente de conciencia y de organización del proletariado- a la segunda etapa, que debe dar el poder al proletariado y a las capas pobres del campesinado".
¿Qué responde el partido? Kamenev explica en la Pravda que estas tesis sólo expresan la opinión personal de Lenin; las tesis del partido -precisa-"sigue siendo nuestra plataforma, que defenderemos a la vez contra la influencia desmoralizadora de la "defensa revolucionaria" y contra las críticas del camarada Lenin" (Pravda, 21 abril 1917). En la conferencia panrusa del partido, a principios de mayo, Lenin es mayoritario; pero deberá, sin embargo, luchar duramente contra el aparato para hacer prevalecer sus ideas. Acusa al CC de haber "dejado sus textos sin una respuesta", condena la "vergonzosa decisión de haber participado en el pre Parlamento", deplora el "rechazo del CC de ni siquiera discutir esta cuestión":
"Me veo obligado a presentar mi dimisión del CC, lo que hago por el presente acto, reservándome la libertad de defender mis tesis en la base del partido y en el Congreso del partido". (Towards the seizure of power).
Lenin no dimisiona pero tuvo que combatir al aparato hasta la reunión del CC de 23 de octubre: "Lenin toma la palabra. Declara que se ha notado desde el principio de septiembre una cierta indiferencia en lo que respecta al asunto de la insurrección. Dice que eso es inadmisible... Es por lo que ya es hora de interesarse sobre el aspecto técnico de la cuestión. Hemos perdido, manifiestamente, demasiado tiempo" (Acta de la reunión del CC). Es interesante apuntar que todo el mundo reconoce que el partido esta "perdido sin Lenin":
             "Los dirigentes no prestaban siempre la debida atención a la voz de la base. La ausencia de Lenin fue sensible también sobre este punto" (Trotsky, "Historia de la Revolución Rusa").
El "jefe" tuvo bastante dificultad para hacerse oír por sus "tropas", y más aún por sus subordinados inmediatos; como lo dice Trostky en el libro últimamente citado: "Las consecuencias de las omisiones cometidas debieron de ser corregidas por las masas".
Se ha dicho que el partido bolchevique cometió muchos "errores" en 1905 y en 1917; pero esta explicación no explica nada, pues lo que hay que preguntarse es porqué y cómo estos "errores" fueron posibles. No puede comprenderse la política de conciliación adoptada por la mayoría de los dirigentes del partido, entre febrero y octubre, si no se comprende bien el tipo de trabajo llevado a cabo durante años  por estos dirigentes: los que se encontraban al nivel del CC, igual que al nivel de los comités locales, habían sido situados por las condiciones mismas de la lucha bajo el zarismo, en una situación que sólo les permitía mantener con las masas una ligazón muy débil; los cuadros salidos de la clase obrera habían roto desde hacía tiempo con su medio de origen.
En realidad, el partido bolchevique estaba animado por una contradicción que sólo su conocimiento permite la comprensión de su actuación antes y después de 1917. Su fuerza descansaba sobre los obreros que lo sostenían; en su inmensa mayoría, la vanguardia obrera rusa simpatizaba con el partido. Pero no podía dirigirlo. La organización del partido era efectuada por los revolucionarios profesionales y no por esta vanguardia obrera; y los que tienen en sus manos los hilos de la organización dirigen esta organización. ¿Cómo hubiera podido ser de otra manera en la rusa zarista? La prensa clandestina, la difusión de la propaganda... sólo podían ser realizadas por militantes obligados a desplazarse a menudo, y en algunos casos a esconderse en el extranjero. Un obrero sólo podía convertirse en un cuadro bolchevique importante a condición de dejar su trabajo y ponerse a disposición del partido, que lo enviaba a tal o cual ciudad y le asignaba tal o cual trabajo o misión... El armazón del partido estaba en manos de especialistas. El partido bolchevique se encontraba así en una situación contradictoria, en la que su fuerza viva (los obreros más conscientes) no podían dirigirlo. En tanto que aparato, el partido escapaba totalmente a los obreros rusos. Los desórdenes de todo tipo que debía conocer Rusia después de 1917 no engendraron esta contradicción: no hicieron más que acrecentarla. La actitud del partido en 1917 y su ulterior evolución hasta el poder dictatorial de uno sólo, son los productos de la historia misma del partido.


II
LOS SINDICATOS

Se tendría una idea muy falsa sobre esta época si nos la representáramos como una dictadura que aplastara cualquier posibilidad de oposición: no sólo existía una oposición en el partido (en 1917), sino también en los sindicatos, y esta oposición sindical juega un papel considerable en razón de la importancia social de los sindicatos. Los sindicatos desempeñan un doble papel: por una parte servían efectivamente de correa de transmisión para el grupo dirigente; por otra parte, reagrupaban a los obreros y eran el único medio por el cuál los obreros podían intentar luchar por la dirección de Rusia. Por eso la cuestión sindical reviste una importancia capital para el estudio de este periodo: las organizaciones sindicales eran el único lugar por donde toda tentativa obrera de dirigir efectivamente la producción podía hacerse realidad, o fracasar. Se comprende así una de las mayores debilidades de la oposición: el trabajo de oposición efectuado desde los sindicatos no podía evitar siempre el riesgo de encerrarse en el estrecho marco de la defensa de los intereses de tal o cual profesión. Si el sindicato podía ser para un obrero el medio -el único medio- de organizarse con otros obreros con vistas a la gestión de la sociedad por los trabajadores, podía ser también el medio, y el mejor, para defender sus intereses personales, defendiendo los de su ramo. La actividad "revolucionaria" dentro de los sindicatos estaba condenada a permanecer a menudo en una escala simplemente profesional.
La cuestión sindical -como la de la militarización del trabajo- ha dado lugar a grandes controversias: una gran parte del problema giraba en torno al punto central ¿qué relaciones debe haber entre el Estado y los sindicatos? El segundo Congreso Pan-Ruso de los Consejos de la Economía Nacional (feb. 1919) acepta el principio de estatización de los sindicatos, tal como lo definía Lenin entonces: no una fusión, sino una colaboración estrecha. En realidad, los sindicatos estaban compuestos en su mayoría por bolcheviques. La vida del sindicato, los congresos, las reuniones... estaban preparadas por reuniones de fracción en la que los bolcheviques tomaban de hecho las decisiones. Pero los sindicatos no eran simples juguetes entre las manos de sus dirigentes: hacia el final de 1920, cuando se comprendió que la guerra civil tocaba a su fin, la militarización del trabajo perdió su justificación, y gran cantidad de obreros y militantes sindicalistas mostraron su descontento. Los sindicatos se convirtieron hacia fines de 1920 en el teatro y objeto de numerosas discusiones: discusiones en el interior del partido, del Consejo Central y entre el Consejo Central y los sindicatos. Con motivo de la preparación de la Conferencia Pan-Rusa de los sindicatos (nov. 1920) se reunió la fracción bolchevique. Trotsky, explicando que los sindicatos tenían necesidad de ser "sacudidos", se opuso a Tomski (líder sindical), que defendía la autonomía sindical. La Conferencia no resolvió el problema, cuya discusión final incumbió pues al Xº Congreso del Partido. Tres tendencias se opusieron en el Congreso. La plataforma de Trotsky -Boukharine partía del principio siguiente: "El obrero no regatea con el gobierno soviético; está subordinado al Estado. Los sindicatos tenían, pues, un papel muy débil que jugar. Los sindicatos se convierten en los órganos más importantes de orden económico que tienen los proletarios en el poder. Por este hecho, caen bajo la dirección del partido comunista. Esta plataforma proponía la fusión de los sindicatos en el seno del aparato del estado.
En oposición a la dirección del partido se había constituido el grupo Oposición obrera. Aunque este grupo haya basado parte de su argumentación en conceptos que habían llevado ya a otras tendencias a la ruina (simplificación del control de los obreros sobre los especialistas, fetichismo de la dirección colegiada), y centrado toda su acción sobre los sindicatos ya burocratizados, no deja de representar el grupo con mayor lucidez en la Rusia de esta época.
"Toda la controversia se reduce a una sola cuestión de base: ¿Quién construirá la economía comunista, y cómo se construirá? Esta cuestión es, además, la esencia de nuestro programa, el centro del mismo; es tan importante como la toma del poder político por el proletariado".
"La burocracia no es solamente un producto de la miseria, como el camarada Zinoviev intenta hacernos creer, ni un reflejo de "obediencia ciega" a los superiores engendrado por el militarismo, como lo afirman otros. El fenómeno tiene una causa más  profunda... El daño que hace la burocracia no reside únicamente en el papeleo, como algunos camaradas querrían hacernos creer, cuando limitan la discusión a "la animación de las instituciones soviéticas"; reside sobre todo en la manera como son resueltos los problemas: no por un cambio abierto de opiniones, o por los esfuerzos conjugados de todos los interesados, sino por decisiones formales tomadas en las instituciones centrales por unos solo o por un pequeño número de personas, y transmitidas ya hechas hacia abajo, mientras que las personas directamente interesadas son excluidas.. Una tercera persona decide vuestra suerte: esa es la esencia de la burocracia".
"¿Quién será en fin de cuentas el encargado de crear las nuevas formas de economía? ¿Serán acaso los técnicos, los hombres de negocios, psicológicamente ligados al pasado, y los funcionarios soviéticos con algunos comunistas esparcidos entre ellos, o bien la colectividad obrera representada por los sindicatos?"
La Oposición Obrera ponía en primer lugar el control y la gestión de la economía por los mismos productores. Los soviets depositarios del poder político debían desaparecer, mientras que la "administración de las cosas" sería confiada a los productores organizados en los sindicatos. Consideraba a los soviets incapaces de representar a los trabajadores, en razón de su heterogeneidad; sólo los sindicatos pueden cumplir este papel. En un país donde toda organización autónoma de masas esa imposible, donde la vida de los soviets estaba dominada por los bolcheviques-funcionarios, donde los puestos clave de la economía y de la sociedad estaban en manos de un grupo social que se unificaba y reforzaba poco a poco, los sindicatos, en tal situación constituían efectivamente el único recurso posible. La clase obrera rusa no tenía ninguna posibilidad de organizarse para dirigir la sociedad rusa si no era a través de los sindicatos, y los sindicatos, burocratizados, estaban también en manos de los bolcheviques. La insistencia sobre los sindicatos era un error que expresaba la situación de la clase obrera: desde el momento que los sindicatos se encontraban bajo el control burocrático más estricto, desaparecía toda posibilidad de gestión de la sociedad por los trabajadores.
Para el grupo de los Diez, del que formaban parte Lenin, Stalin, Zinoviev... se presentó como fuerza moderadora de los "excesos" de Trotsky y el "anarcosindicalismo" de Kollontai. Para los Diez, los sindicatos tenían en el Estado-Obrero, tal como ellos lo concebían, un papel específico: el de intermediarios entre los dirigentes y las masas, educando y estimulando el trabajo de los obreros. Según explica Kollontai, ambas fracciones estaban de acuerdo sobre el fondo. Ni unos ni otros discutían para saber como las masas podrían poco a poco participar en toda la dirección de la sociedad. Para unos y para otros era necesario que un grupo dirigente asegurara solo, esta función. La diferencia estaba en que Lenin quería "persuadir primero y obligar después", mientras que Trotsky no estaba interesado en persuadir. La propuesta de Lenin ganó la mayoría, pero el problema fundamental seguía sin resolver: ¿Qué función se debe dejar a los trabajadores en un sistema social que se supone dirigido por ellos?
Resumiendo: el período 1917-1923 posee una originalidad profunda, por estar animado por una contradicción excepcional: la Revolución Rusa es lo bastante fuerte como para derribar el antiguo orden social, pero no lo suficiente como para organizar y crear un nuevo orden social dirigido por los obreros. El movimiento obrero ruso es al mismo tiempo incapaz de tomar en sus manos la Revolución y conducirla hacia la victoria, y de aceptar pasivamente el fracaso de la Revolución. Es una situación en la que se opone la burocracia en formación y el proletariado, y esta característica es la que da su originalidad al período.
Desde este punto de vista, las tentativas habituales que tienden a caracterizar la Revolución rusa sin tener en cuenta esta contradicción, sólo pueden conducir a fracasos. Si se define ante todo la Revolución rusa como una revolución "burocrática", se pone el acento sobre la fuerza de la burocracia descuidando la lucha del movimiento obrero. Si se define, por el contrario, la Revolución rusa como una revolución "proletaria", nos condenamos a poner el acento sobre lo que hace resaltar la fuerza del movimiento obrero y a dejar de lado la formación de la burocracia. La única manera de comprender la Revolución rusa consiste en determinar la contradicción fundamental que la animaba.


III
CONCLUSIONES

Cuando los grupos de izquierda en Alemania y en los Países Bajos se pronunciaron por la dictadura de la clase obrera y no por la del partido, Lenin eludió su crítica en "La enfermedad infantil". Las observaciones de Rosa Luxemburgo no debían de ser refutadas:
"...esta dictadura debe de ser la obra de la clase y no de una pequeña minoría dirigente en nombre de la clase: es decir, debe ir viniendo de la participación activa de las masas, quedando bajo su influencia inmediata, estando sometida al control del pueblo entero, siendo un producto de la educación política creciente de las masas populares".
Toda la experiencia de la Revolución rusa demuestra que la concepción de Lenin, utilizada por el estalinismo y hoy universalmente extendida, es radicalmente falsa; los antiguos obreros convertidos en dirigentes del Estado se separan de las masas y se unen a ciertos miembros de la antigua clase dirigente para formar una clase dominante. La vida democrática del partido no puede sobrevivir a la muerte de la democracia obrera en el país. La evolución de la sociedad rusa confirma la tesis de Rosa Luxemburgo, para quien la dictadura de la clase obrera sólo puede existir bajo la forma de democracia obrera: la dictadura del proletariado y la democracia proletaria no son más que una sola y misma cosa.


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martes, noviembre 03, 2015

Lanzamiento de "La Mistificación Democrática" de Jacques Camatte, este sábado a las 18 en YO ME LIBRO (Pza. Bogotá) 


Presentación a la edición Quimera, Santiago, 2015.

1.- La democracia y su crítica

De entre todas las necesarias rupturas con el arsenal de conceptos que nos mantiene anclados al viejo mundo, hay dos que llegaron después de todas y que todavía no hacen su pleno efecto entre los partidarios de la revolución social: la crítica del progreso, y la crítica de la democracia.

La crítica del progreso ha ido llegando de a poco, de la mano principalmente de Walter Benjamin (sobre todo sus Tesis de filosofía de la historia), y luego por el surgimiento de corrientes que se denominan a sí mismas como “antidesarrollistas”.

La crítica de la democracia también se ha ido abriendo espacio muy de a poco. Y es necesario profundizar ambas para avanzar en la conformación de un campo revolucionario coherente.
Pero algo es algo. A mediados de los 80, por situarse en un pasado más o menos reciente, los revolucionarios viejos que conocí enseñaban que la batalla final ya estaba ganada, y  que el comunismo era inevitable, o mera “cuestión de tiempo”. Por otra parte, en esos años (70 y 80) claramente se luchaba por “democracia”, más que por el “socialismo”, (para eso sirve el “antifascismo”), y en el mejor de los casos, se entendía al socialismo como una “democracia popular”, “democracia social”, o incluso “democracia obrera” -concepto que por lo demás, en diversas formas concretas, es reivindicado tanto por Rosa Luxemburgo, los consejistas (o izquierda comunista germano-holandesa), y hasta por la Internacional Situacionista-.

Los situacionistas, por ejemplo, saludaban en su recuento del movimiento de las ocupaciones (mayo/junio de 1968) las banderas rojas y negras en los edificios ocupados, por simbolizar precisamente la “democracia obrera” (ver “El comienzo de una época”, en IS N° 12, septiembre de 1969).

Herederos algo distanciados de la IS como el proyecto Enciclopedia de las Nocividades (EdN), al hacer un balance de lo ocurrido después de 1968 y hasta 1981 (Historia de diez años), también acuden constantemente revelan a un uso positivo del concepto de democracia, como característica de la autoactividad proletaria, usualmente acompañado del adjetivo “total”.

Por citar otro ejemplo tomado de encima de la mesa, recientemente me encontré en un libro sobre las cárceles en la transacción democrática española que su autor (encarcelado por 8 años tras el infame montaje policial conocido como caso Scala en Barcelona 1978) se queja de que “la democracia nunca llegó a las cárceles” (Se trata del excelente libro testimonial de Xavier Cañadas, Entremuros, en Muturreko Burutazioak, editado el 2012).

Y así, hasta el día de hoy no es inusual escuchar muchísimas alusiones a que vivimos en una “falsa democracia”.

Entonces, ¿estamos nosotros, los anticapitalistas, a favor de la democracia “verdadera”? ¿puede ser visto el comunismo como una ampliación, profundización o incluso superación de la democracia?

El que nos estemos planteando estas preguntas en el año 2015 demuestra  lo anteriormente dicho: que la crítica de la democracia en general, y no solo de la “democracia burguesa”, llegó bastante tarde a nosotros, y no lo aprendimos de la IS sino que a través de los escritos de Gilles Dauvé y la obra del Grupo Comunista Internacionalista (sobre todo la revista Comunismo), los que a su vez nos descubrían los viejos textos de Amadeo Bordiga y  las posiciones de la izquierda comunista italiana.

En el medio hispanohablante, creo no equivocarme si digo que fue sólo a través del contacto directo de los compañeros del MIL con los franceses de Movimiento Comunista y la librería El Viejo Topo que estas posiciones se conocieron, a partir de los 70. Entre otros esfuerzos por dar a conocer dicha crítica, podemos mencionar  la publicación en 1977 por Etcétera-correspondencia de la guerra social de un folleto de Bordiga titulado “La ilusión democrática” (que reúne dos textos de principios de los años 20: Sobre la cuestión del parlamentarismo, y El principio democrático).

En el caso de Chile, creo que hasta hoy el tema casi no se ha discutido. Si bien la más conocida crítica de la democracia viene de la mano del anarquismo más combativo (ese que en general se plantea ya como abiertamente “antisocial”), a la vez que el anarquismo más leninoide y derechizado reivindica abiertamente la democracia directa, cuando no la democracia a secas, y hasta la soberanía de la nación, parece evidente que aún falta profundizar en la vinculación directa entre la dominación social del capital y su forma jurídico-política que es la democracia. Forma que por lo demás no sólo “esconde” sino que más bien se ajusta plenamente a la generalización de las relaciones sociales capitalistas, es decir, la imposición de la dictadura del valor.

Porque es precisamente en las sociedades que generalizan el uso del dinero donde se generaliza la democracia como forma política. Y es justamente en el capitalismo moderno donde se busca legitimidad mediante la revitalización de la vieja democracia griega, interesante truco ideológico que va a la par con el uso interesado de la mitología de la vieja república romana y la reutilización de las codificaciones de la fase final del Derecho romano, que como muchos juristas han señalado, se presta maravillosamente bien para configurar el orden público/privado de la sociedad burguesa.

Tal vez donde mejor se aprecia que la democracia es la forma política por excelencia del capitalismo moderno, es en el surgimiento de la pena de cárcel. En efecto, donde el Antiguo Régimen distinguía varios tipos de criminalidad y las asociaba a distintos tipos de penas (infamantes, corporales, pecuniarias), la Modernidad trae consigo la conversión de todas las infracciones penales a una escala temporal: a tal infracción, tal cantidad de tiempo de privación de libertad. Algo así hubiera sido imposible antes de la generalización de la producción de mercancías, y no resulta exagerado decir que esta forma la burguesía democratizó incluso las formas punitivas.

2.- Democracia, burocracia, acracia.

El Diccionario de la real Academia Española incluye dos acepciones de democracia: 1.- Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. 2.- Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.

A estas alturas debiera ser claro que donde hay democracia no hay acracia, que es precisamente le negación de todo Estado y Gobierno, incluyendo el pretendido “gobierno del pueblo”.

Los anarquistas, al igual que los comunistas, superan y destruyen no sólo la democracia burguesa, sino que la democracia en general. La democracia obrera no basta para señalar una ruptura con la ideología dominante, y en los hechos vemos que no impide el que  finalmente siempre una burocracia usurpe el nombre y la supuesta función histórica del proletariado. Por eso debemos ser claros: cualquier forma de reivindicación de la democracia (aunque sea bajo la idea de una “democracia socialista”, nombre que hasta Bakunin eligió en un momento para denominar en su momento a su Alianza), nos impide una ruptura completa con el nefasto legado de la socialdemocracia, que no sólo es el “partido burgués para los proletarios” sino que la ideología democrática que sigue impregnando las ideas y luchas del proletariado.

Mientras los proletarios e individuos de la especie humana que se rebelan contra la dictadura del valor sigan creyendo que luchan “por la verdadera democracia”, jamás será posible romper con el viejo orden del mundo, hacia la comunidad humana reconciliada consigo misma y con el planeta.
Otra cosa muy distinta es que si tras las promesas de libertad/igualdad/fraternidad con que se inicia la fase revolucionaria de la burguesía había contenidos reales que en tanto quedaban supeditados al desarrollo de la Economía capitalista se revelaban como ilusorios o incluso como pura ideología. Lo cierto es que si en la autoactividad humana que se manifiesta embrionariamente en las luchas proletarias hay una verdadera participación y autonomía individual y colectiva, precisamente por respeto a ese contenido real emancipatorio que hasta ahora es sólo un índice de cómo será la sociedad futura es que preferimos no colgarle a eso la dudosa etiqueta de la democracia.

En el camino de esta superación crítica de la democracia, no sorprende que encontremos mejores herramientas en el arsenal del “marxismo revolucionario” o crítico que en las del anarquismo oficial, que ya en 1936 mostró de una vez y para siempre su compromiso profundo con la democracia (contracara de la identificación de su doctrina anarquista con una verdadera ideología).

Por eso es que no resulta casual que el material que presentamos a continuación provenga de un tipo particularmente preciso de “marxismo”: las posiciones defendidas desde Francia por Jacques Camatte desde la publicación “Invariance”, consideradas por algunos como una posición o agrupación “neobordiguista”, y que han sido un referente esencial para la “ultraizquierda” post68 y las posiciones comunistas revolucionarias hasta el día de hoy (influyendo incluso a ciertas corrientes anarco-primitivistas). Quien quiera adentrarse en el estudio de dicha corriente, debería acudir al excelente texto de Federico Corriente titulado “Jacques Cammate y el eslabón perdido de la crítica social contemporánea”.

La versión original del texto “La mistificación democrática” fue publicada en francés en el Número 6 de Invariance (1969). La versión en español que ofrecemos a continuación fue publicada en el número 32 (noviembre de 1992) de la revista Comunismo, del GCI, que intercalaba a cada tesis el comentario crítico del grupo. En esta ocasión volvemos a ofrecer ambos pero como textos separados.
Para seguir profundizando en el tema, recomendamos además la lectura del libro de Miriam Qarmat “Contra la democracia”, y el libro de Comunización/Klinamen “Materiales para una crítica de la democracia”.

Así que adelante compañeros: ¡un esfuerzo más, hacia la ruptura proletaria completa con el legado de la socialdemocracia! Pues ya sabemos que la revolución no puede ser parcial, sino que total, y que quienes hacen revoluciones a medias, cavan su propia tumba.

Un comunista-anárquico

Octubre de 2015


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