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domingo, marzo 06, 2016

Comentario de libro: Furio Jesi, Spartakus. Simbología de la revuelta. 

Furio Jesi, Spartakus. Simbología de la revuelta. Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2014.




Pese al nombre, este libro no es exactamente un estudio sobre la revuelta espartaquista en la Alemania de 1919, sino que a partir de ese evento histórico ofrece un original análisis de la revuelta y su diferencia esencial con la revolución. Dado que el énfasis está puesto en la “simbología”, y que Jesi proyectaba publicarlo como segunda parte de la colección “Mito y símbolo en la Alemania moderna”, el trabajo está teñido de alusiones literarias que parecen algo lejanas en tiempo y lugar desde acá (por más “clásicos” y “universales” que resulten Mann, Dostoievski y Brecht, entre otros, además de una cierta obsesión con una obra llamada Immensee), y se usan categorías de análisis que por más que entroncan con la tradición marxista y del materialismo histórico, resultarán algo áridas en una primera lectura. Pero vale la pena emprender una segunda.

Autor desconocido hasta ahora para quien esto escribe (quien tomó el libro de una vitrina tras considerar la belleza del nombre masculino de “Furio”), Jesi fue una especie de niño prodigio que a sus 15 años ya exhibía gran erudición en el estudio de la Antigüedad, publicando en sesudas revistas académicas. Hacia 1968 apoya la revuelta desde posiciones de extrema izquierda, rompiendo con sus maestros. Muere a los 39 años, en 1980, por una fuga de monóxido de carbono en su domicilio (forma de muerte no por usual menos absurda en este mundo en que morimos). Este libro debía imprimirse en 1971 (fase aún álgida del “segundo asalto proletario contra la sociedad de clases”: en todas partes el proletariado salvaje se estaba celebrando los 100 años de la Comuna de París), pero finalmente nunca salió. Se supe de su existencia revisando viejas cartas del autor.

En Spartakus el eje central parece estar en la distinción entre revuelta y revolución, y entre tiempo mítico y suspensión del tiempo histórico. En términos muy sintetizados, y  riesgo de cagarla revelando mala comprensión de lectura, diría que para Jesi, mientras la revolución pertenece claramente al ámbito del “tiempo histórico”, y se concibe como una estrategia de largo plazo, seria y meditada por el partido y sindicato de clase, en  la revuelta el tiempo histórico se “suspende” (aparentemente hasta acá llegó la influencia de Walter Benjamin y su “dialéctica en suspenso”: no olvidemos cuando nos señala que en las barricadas de 1848 durante las noches los proletarios disparaban contra los relojes que la burguesía había empezado a situar en varios puntos sicogeográficamente importantes de las ciudades). Los sublevados entonces, durante la insurrección destruyen el tiempo “normal”, el que en nuestro tiempo no es más que el fruto de la “manipulación burguesa del tiempo” (a “burguesa” deberíamos agregar “burocrática”, ¿o mejor que no?)  .

A Jesi le interesa también el fenómeno consistente en que si ciertamente en ocasiones la organización de clase (partido, sindicato) debe optar por la revuelta, eso se hace sabiendo que una vez desatada su control de los acontecimientos es nulo. En tanto restitución de un “tiempo mítico”, la revuelta y cada quien participe de ella no pueden de hecho permitirse pensar en el mañana, en el futuro de las acciones que ejecutan, ni en nada de eso.

No obstante eso, se deben asumir las consecuencias (por lo general nocivas) del precipitado movimiento insurreccional.

En el ejemplo analizado (Alemania 1919, tal vez el momento más angustioso y dramático del siglo XX desde el punto de vista del interés histórico de nuestra clase), en un contexto en que rápidamente las cosas se definen por su “ahora o nunca”,  la revuelta estalla casi al mismo tiempo en que se fundaba el Partido Comunista de Alemania, sobre la base de un Congreso de la Liga Espartaquista celebrado el 31 de diciembre de 1918.

“El levantamiento espartaquista fracasó. Los sublevados no lograron apropiarse de los símbolos del poder y mucho menos de sus instrumentos”. Además, “se hizo evidente, tras su finalización, que la revuelta había servido en un grado considerable precisamente al poder contra el cual se había desatado”.

Esa es al menos la clave de lectura de los hechos berlineses, y de las muertes (sacrificios) de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. (El hecho de que no querían el levantamiento pero tuvieran que acompañar al bando proletario en esa lucha aunque les pareciera tácticamente errónea es todo un tema dentro del análisis de Jesi. Su abordaje requeriría más tiempo y debates acerca de estrategia y táctica).

El trasfondo literario desde el que registra y analiza los hechos berlineses de 1919 (de los cuales deberíamos empezar desde ya a organizar una conmemoración significativa: tercer asalto!!!), es una novela de Brecht llamada “Tambores en la noche”, que no he leído (la ví en el Bío Bío el otro día pero sus vendedores eran estudiantes ilustrados así que lo preciaban más o menos alto). El protagonista de esta historia combate con su clase pero finalmente le da la espalda a la insurrección y opta por volver (e irse con) su polola, que en el interín había sido preñada por un burgués con quien se pensaba casar…Todo ello mientras nuestro antihéroe estaba peleando por la patria en la Primera Guerra Mundial (PGM en la jerga de Jesi).

Y por si hasta acá no hubiera harto paño que cortar en relación a todo lo abordado por el libro, un tema de la más alta relevancia que también se trata interesantemente acá es la cuestión de los “Símbolos del poder”, y del enemigo (de la clase y por ende de la humanidad toda, respecto de la cual ella representa su última defensa) concebido como “monstruo”. En el fondo, la idea tanto del Poder como de la Revolución, que al menos para nosotros es claro que no puede consistir en capturar, pero tampoco simplemente en “invertir” el Poder y sus símbolos.

La parte que me parece mejor lograda del texto en todo este fino y a la vez denso hilo de ideas, es cuando Jesi siguiendo una idea de Nietzsche en Más allá del Bien y del Mal, dice que si la revolución surge desde el ayer y apunta hacia el mañana, la revuelta surge en cambio y solamente se puede explicar y realizar teniendo como imagen la de la sociedad sin clases de pasado mañana.

En conclusión, Jesi acuerda nada menos que con Bakunin que mientras la revolución construye, la revuelta destruye. Por supuesto que gente como Daniel Guerin diría que Jesi es “marxista libertario” (como Mayo, como 1968, como…¡¿Cuba?! ¿Chiapas?! ¿¡Kurdistán?!: No, y tal vez sí. Pero para Guerin yo sería un marxista libertario y también ustedes los pocos que leen esto). La verdad, no tenemos idea de las posiciones concretas del autor. Tarea para la casa. Pero no podemos pasar por alto que  en varias partes del texto se muestra como un hombre franca y lúcidamente reformista, caso como un hombre de Partido. Pero no sabemos ni qué entendía este hombre por “partido”. De seguro no lo mismo que Ud. o Yo. Lo cual no invalida lo importante de sus reflexiones y la manera original de abordar su objeto (no es injusto decir que hay algo de “benjaminiano” en su modo de exposición).




Para terminar de convencerlos de leer el libro, los dejo con un hermoso poema/cohete oculto dentro del mismo, “Puede amarse una ciudad” (en la versión tomada del Prefacio, que es levemente distinta a la que aparece dentro del texto y que no he podido volver a encontrar):

Puede amarse una ciudad, pueden reconocerse sus casas y sus calles en los recuerdos más remotos y secretos; pero sólo a la hora de la revuelta la ciudad se siente verdaderamente como la propia ciudad: propia, por ser del yo y al mismo tiempo de los “otros”; propia, por ser el campo de una batalla elegida y que la comunidad ha elegido; propia, por ser el espacio circunscripto en el cual el tiempo histórico está suspendido y en el cual cada acto vale por sí solo, en sus consecuencias absolutamente inmediatas. Nos apropiamos de una ciudad huyendo o avanzando en la alternancia de los ataques, mucho más que jugando, de niños, en sus calles, o paseando luego por los mismos lugares con una muchacha. A la hora de la revuelta, dejamos de estar solos  en la ciudad.


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