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jueves, marzo 31, 2016

La sacudida nerviosa (x Bandera Negra, 1978). 

1.- Estoy que tengo una crisis nerviosa

2.- Arréglenme por favor

3.- Ya basta, voy a explotar

4.- Hecho un Desperdicio.







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Fuerza compañeros! Muerte al Estado, y que Viva la Anarquía!!! 


"¿Y no debería acaso, saltar todo en pedazos?" (G. Bataille).

"Hicieron esos robos y pusieron esas bombas, para que el mundo sea mucho mejor" (Ghost in the FORA, Loquero).

"No hace falta decir que una cultura que deja insatisfecho a un núcleo tan considerable de sus partícipes y los incita a la rebelión no puede durar mucho tiempo, ni tampoco lo merece" (S. Freud).


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miércoles, marzo 30, 2016

Sobre la génesis de la estupidez (fragmento 1, por Max y Teddy). 



El símbolo de la inteligencia es la antena del caracol «de vista táctil», que, si hemos de creer en Mefistófeles, le sirve también de olfato. La antena se retira inmediatamente, ante el obstáculo, al caparazón protector del cuerpo; allí vuelve a formar una sola cosa con el todo y sólo con extrema cautela vuelve a aventurarse como órgano independiente. Si el peligro está aún presente, vuelve a desaparecer, y el intervalo hasta la repetición del intento se alarga. La vida espiritual es, en sus orígenes, infinitamente frágil y delicada. La sensibilidad del caracol se halla confiada a un músculo, y los músculos se debilitan cuando su juego se ve impedido. El cuerpo queda paralizado por la lesión física, el espíritu por el terror. Ambos son, en su origen, inseparables.


Los animales más desarrollados se deben a sí mismos a una mayor libertad, su existencia es una prueba de que las antenas fueron en determinado momento prolongadas en nuevas direcciones y no fueron rechazadas. Cada una de sus especies es el monumento fúnebre de infinitas otras, cuyos intentos de evolución se vieron frustradas desde el comienzo, sucumbiendo al terror desde el momento en que una antena se movió en dirección a esa evolución. La represión de las posibilidades por parte de la resistencia inmediata de la naturaleza exterior se prolonga hacia el interior mediante la atrofia de los órganos a causa del terror. En toda mirada curiosa de un animal alborea una nueva forma de vida, que podría surgir de la especie determinada a la que pertenece el ser individual. No es sólo esta determinación específica la que lo retiene en la envoltura de su viejo ser: la violencia encuentra esa mirada es la misma –de millones de años de antigüedad– que lo han condenado desde siempre a su estadio y que bloquea, oponiéndose siempre de nuevo, los primeros pasos para superarlo. Esa primera mirada vacilante es siempre fácil de interrumpir, pues tras de sí está la buena voluntad, la esperanza frágil, pero no una energía constante. El animal se convierte, en la dirección de la que ha sido rechazado de modo definitivo, en estúpido y esquivo.

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Y Albert Ayler me dijo... 

"Vas a llegar al cielo".


Algún día, algún día.

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LA ESTUPIDEZ ES UNA CICATRIZ (fragmento 2 y final de Sobre la génesis de la estupidez, por Max Horkheimer y Teodoro W. Adorno). 





La estupidez es una cicatriz. Cada estupidez parcial de un hombre señala un punto en el que el juego de los músculos en la vigilia ha sido impedido más que favorecido. Con el impedimento comenzó, en el origen, la vana repetición de los intentos inorgánicos y torpes. Las preguntas sin fin del niño son ya el signo de un dolor secreto, de una primera pregunta para la que no halló respuesta y que no sabe plantear de forma adecuada.
La repetición se asemeja, en parte, a la obstinación alegre, como cuando el perro salta sin fin ante la puerta que aún no sabe abrir y al final termina por desistir si el picaporte está demasiado alto, y en parte obedece a la coacción sin esperanza, como cuando el león se pasea interminablemente en la jaula de un lado para otro o el neurótico repite la reacción defensiva que ya se mostró inútil una vez.
Cuando las repeticiones se agotan en el niño, o si el impedimento ha sido excesivamente brutal, la atención puede volverse hacia otra parte; el niño se ha hecho más rico en experiencias, según se dice, pero es fácil que en el punto en el que el deseo fue golpeado quede una cicatriz imperceptible, una pequeña callosidad en la que la superficie es insensible. Estas cicatrices dan lugar a deformaciones. Pueden crear «caracteres», duros y capaces; pueden hacer a uno estúpido: en el sentido de la deficiencia patológica, de la ceguera y de la impotencia, cuando se limitan a estancarse; en el sentido de la maldad, de la obstinación y del fanatismo, cuando desarrollan el cáncer hacia el interior. La buena voluntad se vuelve mala a causa de la violencia sufrida. Y no sólo la pregunta prohibida, sino también la imitación, el llanto o el juego temerario prohibidos pueden producir estas cicatrices. Como las especies de la serie animal, también los niveles intelectuales dentro del género humano, e incluso los puntos ciegos en un mismo individuo, señalan las estaciones en las que la esperanza se detuvo y son testimonio, en su petrificación, de que todo lo que vive está bajo una condena.



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Autogol 

Nunca me gustó mucho el fútbol. (A excepción quizás de un breve período de los 90 en que iba a cierto estadio que....el que queda cerca de mi casa).

La primera vez que hice un gol llegué a casa feliz, y le conté a mis padres que finalmente había hecho uno. Me preguntaron "qué te dijeron tus compañeros": Respuesta: "Conchetumadre!". Era un autogol. Para mi valía igual como gol. eso fue cuando iba como en tercero básico, en la ciudad de La Serena. Supongo que efectivamente era malo meter a los niños a 1° básico con 4 años y medio de edad.

Ahora odio el fútbol. Ver a 22 hombres con pantaloncitos cortos corriendo tras un balón, escuchar esos cánticos de mierda de la multitud....puaj. Puro fascismo estético (y tal vez también ético...). Ni siquiera me gusta ir a ver las pichangas de amigos y compas. No, gracias: mil veces mejor escuchar un disco, leer un libro (o escribir uno), y descorchar algo. Caminatas y bicicleta bastan como "actividad física" de esa que se puede considerar ejercicio.

Jaquearte lo tiene claro: https://www.flickr.com/photos/enjaque/25730293480/in/dateposted-public/



Supersordo tenía un tema llamado "Autogol".

"Tú me enciendes" (traducción alternativa: "tú me prendes", "tú me excitas", etc.), de Beat Happening. Cuando alguien te dedica este album, uno puede sonreir feliz los 45 minutos que dura.

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martes, marzo 22, 2016

(Anti)arte gráfico/Piedra, papel, tijera. 

El Niño Maravilloso me dice: "Papá, qué es un collage?"

Le muestro tijeras, diario, pegamento. Y dos o tres ejemplos de un libro dadaísta.

Luego de que termina como 4 o 5 de sus "trabajos", procede a destruirlos todos. Uno tras otro.

"Por qué?!" le digo, mientras me apuro a sacar fotos antes de cada sacrificio.

"Por que esto no es arte!" me dice el niño (y procede hasta a escalar riesgosamente sillas con tal de subir a lo alto, recuperar sus papeles e impedir que yo los convierta en "piezas artísticas").

Bien por Él!

Abajo el Arte!!

Piedra, papel, tijeras!!!

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lunes, marzo 21, 2016

"Reconvertir el sufrimiento en fuerza". Unas palabras para Cristóbal Cornejo. 

Te he extrañado Cristóbal, y siento que te fuiste cuando más te necesitaba, pero en fin, es algo egoísta verlo de ese modo, aunque sé que eso no te molestaría para nada, pero bueno...así es la hueá nomás, como decían nuestros queridos Flipper (That´s the way of the world). / 1 año. 12 meses en que todo estalló. Tal vez me dirías que me ría de todo, que toque fondo realmente y salga luego a flote... / Traté de hilvanar unas ideas que irán a manera de prólogo a tus "escritos (anti)políticos". En general seguí la línea de lo que recordaba del Homenaje que te hicimos el año pasado en la Librería Proyección. Estaré fuera del país para estos lanzamientos de los 3 libros en que se ha compilado tu obra hasta ahora, pero dejo estos recuerdos por este medio, para que circulen por donde deban hacerlo nomás. Agradezco a quienes me invitaron a escribirlo. Me imagino que te deben extrañar tanto como yo.



“RECONVERTIR EL SUFRIMIENTO EN FUERZA”
PRÓLOGO A LOS ESCRITOS POLÍTICOS DE CRISTÓBAL CORNEJO
Julio Cortés Morales

“Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente” (Marx y Engels, La ideología alemana)

Cristóbal entendía perfectamente el concepto de Marx del “hombre total”. Y lo vivía. Según la descripción marxiana clásica, en el comunismo un ser humano podía pescar en la mañana y filosofar en la noche, sin ser por eso ni pescador ni filósofo[1].

Cristóbal podía crear sonidos sin ser músico, escribir poemas sin considerarse un poeta, y notoriamente la etiqueta de “periodista” le quedaba demasiado estrecha. Además, en su escritura mezclaba todos los aspectos de la existencia, pasando de comentario musical al panfleto político, de la poesía a la crónica, del amor al humor, y de la crítica de arte a la crítica de la vida cotidiana. No es de extrañar que quienes luego de su muerte han intentado recopilar y ordenar su obra se hayan encontrado con que ésta era mucho más extensa e inclasificable de lo que se podía prever de antemano.

En este compilado de textos tenemos a grandes rasgos lo que podríamos denominar como sus “escritos políticos”. El entrecomillado en este caso emana no tanto del distanciamiento respecto del concepto de política tradicional, respecto a la cual más bien la posición de Cristóbal sería “antipolítica”, sino de la dificultad de diferenciar los aspectos (anti)políticos del resto de temas y consideraciones que estuvieron presente desde el inicio en sus inquietas reflexiones.

Cristóbal también entendía que no tenía sentido luchar por el comunismo sin luchar por la anarquía, y viceversa. La crítica de la economía política sin crítica del Estado conduce siempre a posiciones socialdemócratas. Y cuando los críticos de la política y del Estado ignoran a Marx, no pasan de ser un tipo de liberales, o nihilistas individualistas de la peor especie. “Anarquistas por el comunismo y comunistas por la anarquía”. Esa etiqueta le gustaba. La bandera roja o la bandera negra…ni él ni yo pudimos decidir nunca cual nos representaba más. En la duda, usábamos ambas, juntas o por separado.

Cristóbal sentía, en todo caso, una tensión interna, una dinámica de oposición dialéctica permanente entre dos polos que estaban dentro suyo.  Recuerdo que una vez se reportó desde el norte de Chile, tras una ausencia más o menos prolongada de su participación en ciertas iniciativas en que ambos confluíamos, y me dijo que los últimos meses había estado siendo dominado por su polo “anarquista individual y hedonista”, pero que ya se estaba ordenando de modo de poder potenciar de nuevo el polo “comunista organizado”. Todos sus camaradas hemos sentido esa misma tensión, pero creo que él fue el primero en sentirla y explicarla así de claro. Pero no sólo la expresaba en palabras: la vivía y sufría, tal vez de manera más intensa que todo el resto.

Cuando conocí a Cristóbal hacia el año 2004 él tenía 21 años, y yo 33. La mayoría de edad y la edad de Cristo. Es verdad que a principios de los 90 la mayoría de edad en Chile se uniformó a los 18 años, pero antes de eso se seguía la vieja teoría romana de ciclos de 7 años, que hizo que en la época de Justiniano el fin de la infancia se fijara a los 7 años, el inicio de la pubertad a los 12 o 14 (diferenciando entre mujeres y varones), y la mayoría de edad a los 21. Era un hermoso niño. Cuando pienso en su imagen de esos años, en mi retina mental se me mezcla con la imagen más conocida de Rimbaud, el poeta-niño. Era un joven que derrochaba talento, tras una apariencia aún algo frágil y tímida, cuestión que con el tiempo fue variando, pues cada vez que lo veía después de períodos de interrupción del contacto, me parecía más crecido, más maduro y más seguro de sí mismo, pero sin nunca haber dejado de ser en el fondo el mismo hermoso niño.

Lo conocí en un ambiente de música y ruido, y comentarios sobre todo ello en el medio más usado del momento: los fotologs. De hecho, creo que primero intercambiamos comentarios por esa vía virtual, hasta que una vez me lo topé en persona en un concierto en algún local del barrio Brasil -cuando psicogeográficamente era más denso e interesante que lo que dejó de él la arremetida represiva del 2009 conocida como “Operación Salamandra”-. En esa ocasión me lo presentaron como “periodista musical”, o algo así. Nos dimos la mano, conversamos, y apenas rompimos el hielo cerveceando y conversando noté que la etiqueta le quedaba demasiado pequeña.

Por esos años yo intentaba vertir al papel algunas reflexiones y posiciones sobre la peliaguda cuestión de la relación entre arte y política. El resultado se plasmó en un folleto titulado “Arte, capitalismo y vida cotidiana”. Lo repartía a diestra y siniestra en varias tocatas ruidistas, y por supuesto que casi nadie le daba mucha bola. No así Cristóbal, que por esa época andaba siempre acompañado de dos jóvenes rancagüinos junto a los que editaban la revista Fakxion, publicación que no le hacía asco a mezclar la melomanía extrema con la reflexión política radical. Leyó y digirió bien el texto, y después me lo comentó y a partir de ahí ambos entendimos que estábamos situados sobre un terreno común, sensación que nos acompañó de ahí para siempre. Poco después me regaló una copia en DVD de varios films situacionistas.

Cuando comenzamos el proyecto del cual surgió la publicación Comunismo Difuso, que sólo conoció dos números (el primero a fines del 2009, y el segundo a mediados del 2012), él fue uno de los más entusiastas participantes. Por alguna razón que no recuerdo no pudo asistir a nuestra primera reunión, en la ciudad de Rancagua, que terminó con propaganda callejera espontánea y la detención de 3 de los nuestros, que fuimos bastante maltratados por la policía tanto al momento de la detención como luego en la siniestra Comisaría de Rancagua, la misma donde hace un par de años dejaron morir de calor dentro de un furgón a un detenido. En el calabozo nos reíamos acordándonos de que cuando anunció que no podría asistir al encuentro, Cristóbal nos alertó de que si nos reuníamos a la hora de almuerzo nos podíamos “indigestar”.

En esa y posteriores publicaciones, nuestra afirmación programática del comunismo nos impedía firmar los artículos y colaboraciones. Entendíamos que Comunismo Difuso era un órgano de las “hordas de sujetos eufóricos por la revolución comunista mundial”. Esa euforia se sentía muy fuerte hacia el 2009/2010. Con ocasión del primer número, Cristóbal se encargó de una de las definiciones de la sección “Afilando las palabras”. Esa especie de diccionario en que trabajamos, en parte inspirado en el Diccionario del Militante Obrero publicado en Barcelona a principios de los 70 con una importante colaboración del Equipo Teórico del Movimiento Ibérico de Liberación (también conocido como 1000)[2], nos parecía una profunda necesidad, dada la enorme confusión conceptual reinante en los medios anticapitalistas/antiautoritarios, en los cuales hasta el día de hoy el concepto de comunismo se asocia al partido socialdemócrata autodenominado P”C”: un fundamental y lamentable aparato ideológico del Estado capitalista, que obviamente no tiene nada que ver con el proyecto de una sociedad sin clases y sin Estado, sino que más bien todo lo contrario.

Para ese primer número Cristóbal entregó una hermosa definición de “Sabotaje”, y además se hizo cargo de lo que pasó a ser algo así como su propia sección: “Miserias de la industria cultural chilena”, que en esa oportunidad se enfocó en la horrible sarta de programas dedicados a exhibir y glorificar la acción de las policías, y que por gentileza de nuestro camarada diseñador contaba con una excelente y completísima galería de despreciables personajes entre rostros de televisión, periodistas/policías, y demás fauna asociada (de Kike Morandé y Constanza Santamaría a Warnken y Nibaldo Mosciatti)[3].

En Comunismo Difuso N° 1 anunciábamos que estaba faltando una insurrección en el territorio nacional, y de la mano de la cita de un “cientista político” democristiano profetizábamos que podía ocurrir entre el 2011 y el 2013. Luego se vino el agitado año 2011, tan movido que entre otras cosas atrasó la publicación de un nuevo número, pero no por dispersión ni desgano sino que precisamente porque todos estábamos de lleno metidos en esa agitación.  Sobre todo él, que se las arreglaba para cumplir con sus labores asalariadas de periodista y participar en la revuelta callejera, además de sus otras múltiples actividades musicales y de todo tipo. Poco antes el Comité Invisible publicaba “La insurrección que viene”. En su nuevo libro, “A nuestros amigos” (que lamentablemente Cornejo no llegó a leer), hablan al principio de que efectivamente las insurrecciones vinieron, entre el 2008 y el 2014, pero que en todas partes parecen “estrangularse en la fase de motín”. Probablemente en Chile dio para menos que eso. Quién sabe…

En el número 2 y 3 de Comunismo Difuso, que salió en agosto del 2012 -y que debido a esa enorme tardanza fue considerado como un número doble[4]-, su pluma nos aportó una nueva definición (Poesía), una nueva referencia a las Miserias de la industria cultural chilena, atacando ahora a las distintas expresiones de arte industrial y burocrático expresadas en mega eventos como “La pequeña gigante”, “Santiago a Mil” y otros engendros, además de un emocionante relato de su participación en los disturbios callejeros del 2011 en Santiago, junto a reportes de otros compas desde Valparaíso y Concepción (trilogía de ciudades en revuelta que también era estudiada en un texto sobre la Insurrección de 1957 incluido en el mismo número, que circuló bastante y lo sigue haciendo al día de hoy, aunque no siempre reconociendo su fuente, cuestión que en realidad importa bastante poco). Vale la pena destacar su concepción de la poesía, donde acude principalmente a Perét y Vaneigem, y que mientras para el pensamiento dominante sería caricaturizada como “una inútil actividad de románticos”, como “evasión, huida de la realidad”, para él sería, citando la revista Tiqqun, “el arte de reconvertir el sufrimiento en fuerza”, razón por la cual “ahora es tiempo de hacer poesía, de vivirla, como acto creativo que nos reencuentra con nuestra humanidad en pleno”, colándose “como mímica corrosiva en cada intersticio mal sellado por el poder”.

Entre medio de esos 3 convulsos años ocurrieron varias cosas más. Cristóbal escribía cada vez más y mejor, y sus aportes, anónimos o con firma, circulaban por todas partes. De hecho, recuerdo que cuando estalló el caso Bombas (¡valga la redundancia!) y no quedaba claro cuáles eran los contornos precisos de la fantasmal organización terrorista imaginada por Hinzpeter/Peña un texto de la página Comunización se preguntaba si entre otros Ariel Zúñiga y Cristóbal Cornejo no serían considerados miembros de la misma, por el sólo hecho de que escritos suyos circulaban en la página que la versión policial entendía como emblema del “anarcoterrorismo”: Hommodolars. Además de eso, organizó homenajes a Albert Ayler, tocó mucho más que antes (llegando a incorporarse como baterista a la formación diAblo: ¡Cómo olvidar que el inicio de su gira brasilera se vio un poco postergado porque en el aeropuerto la policía detuvo a Cristóbal, que tenía una vieja cuenta judicial pendiente por haber expropiado mercancías en un supermercado!), y cada vez que nos visitaba en casa aparecía con algún regalo interesante: un compilado de hip hop combativo hecho especialmente para mí porque según me dijo: “no cachai ná de esto”, y una Antología de escritos de Ulrike Meinhof, de la Fracción del Ejército Rojo, que expropió de otra biblioteca y cuya custodia me confió para que estuviera (según él) en “mejores manos”.

En febrero del 2010 se vivió además el terremoto (hablando en términos estrictamente telúricos, y también sociales), con todas sus consecuencias (saqueos, desaparición momentánea del Estado, represión militar, etc.). Cristóbal escribió su experiencia, en gran nivel de detalle,  y la comunicó en los medios contrainformativos y subversivos usuales.

Hacia el 2013 Cristóbal se trasladó a Tocopilla, trabajando como periodista de la Municipalidad. Desde allá seguía haciéndose presente en el debate revolucionario, entregando por escrito sus impresiones sobre la inmensa movilización que estaba ocurriendo, esta vez anónimamente, autodenominándose como “un comunista anárquico”. No se trataba de “periodismo alternativo” ni nada por el estilo, sino que de notas tomadas al calor de las barricadas y las cajas de vino degustadas por el proletariado juvenil en combate. Y eso son sus escritos: ni más ni menos que textos para el combate.

Uno nunca sentía que Cristóbal estuviera alejado de sus camaradas, ni siquiera cuando andaba patiperreando por otras partes de Chile o del continente. Su corazón y su mente seguían siempre con nosotros, y cuando uno menos lo esperaba dejaba car algún tipo de reporte, notas o reflexiones por vía electrónica, las que siempre eran valiosos insumos para seguir accionando y reflexionando. No en vano entendíamos el comunismo como un “partido histórico”: la centralización la da el programa, y las tareas pueden cumplirse individual o colectivamente, alejados de siglas e instituciones (aunque durante hartos años, para referirnos a nuestras vinculaciones concretas hablamos de las Redes por la Autonomía Proletaria).

Pese a que en este mundo y particularmente en los circuitos antagonistas se ha instalado una rígida división entre los sujetos reflexivos y los sujetos de acción, y en general entre la teoría y la práctica, Cristóbal como “ser humano total” (sí: corregimos en este punto a Marx, porque “hombre total” suena algo machista y restrictivo, aunque no sé si en este punto estamos corrigiendo a Marx o a sus traductores) desafiaba todas esas simplificaciones. Era capaz de teorizar a un excelente nivel, y acto seguido armar barricadas con lo que hubiera a mano. Podía tocar música tan bien como escribía acerca de ella, y decía cosas tales como que la música de Malgobierno era “ideal para camotear pacos”.

Por sobre todo, siempre practicó y disfrutó mucho lo que llamamos “vandalismo comparado”. Su cuerpo pequeño y más bien delgado no era obstáculo para alojar una gran cantidad de energía y violencia canalizada en contra de símbolos del sistema. Alguien decía: “¡cómo cabe tanta maldad en metro y medio de persona!

Recuerdo una noche en que, después de una reunión de un puñado de camaradas, nos dirigimos a pie hacia otros barrios en busca de bares, y en el camino procedimos a la crítica práctica del urbanismo neoliberal, centrándonos sobre todo en ciertas vidrieras de horribles negocios de automóviles que se nos cruzaron en nuestra caravana de destrucción. Él andaba en bicicleta, y como por su poca corpulencia no podía causar el mismo daño que otros de nosotros hacíamos a patadas, hizo uso de adoquines lanzados a modo de bumerang, pero que en vez de devolverse causaban grandes daños en el objetivo escogido. Después de teorizar, organizar, beber, y vandalizar por varias horas, llegamos de madrugada a dormir a la casa de uno de los nuestros, con la última botella de algún destilado, y antes de eso Cristóbal propuso que todos nos desnudáramos (literalmente lo que dijo, pleno de entusiasmo, fue: “¡Empelotémosnos!”). Lamentablemente, sólo él avanzo en ese sentido, permaneciendo sentado en calzoncillos el par de horas más que duró esa encantadora velada. Los demás éramos machos más tradicionales en ese sentido y no lo seguimos en su ejemplo de autoliberación integral. ¡Cuánto me arrepiento ahora!…Lo cierto es que nuestro amigo desafiaba incluso las asunciones más usuales sobre sexualidad, géneros, masculino/femenino, y en el plano de la corporalidad y la exploración de los sentidos estaba dispuesto a ir mucho más allá que el resto[5]. Su materialismo histórico empezaba por su propio cuerpo. Ejemplo de ello es la crónica que escribió acerca de su participación en una “orgía desprogramatoria” organizada por Leonor Silvestri, publicada en su momento en la revista Sangría.

El último de los “escritos políticos” que le conocimos era breve y contundente, y lo envió para el segundo número del pasquín agitativo Anarquía y Comunismo, que salió en la primavera del 2014. En él las emprendía contra las celebraciones propias de las “mierdas patrias”, y terminaba afirmando con convicción que la revolución es mundial, la hace el proletariado, y se hace “hasta el fin”.  La idea de una “revolución hasta el fin” la tomábamos del texto del mismo nombre que en su momento, a principios de los 70, fuera elaborado por miembros del MIL/GAC (Movimiento Ibérico de Liberación/Grupos Autónomos de Combate), y que también fuera conocido como “Marxismo años 70” o “El mamotreto”[6]. Dicho grupo, al igual que la Internacional Situacionista, nos parecían claves a la hora de entender la necesidad de una superación real de la falsa dicotomía marxismo/anarquismo, sobre la cual se pavimentó la derrota del viejo movimiento proletario a lo largo de todo el siglo XX.  Desde esa comprensión, queda claro que las revoluciones a medias, como decía Saint Just, nos llevan a cavar nuestra propia tumba. De ahí la importancia de una crítica total, o como en su momento dijo Marx, la “crítica despiadada de lo existente”, puesto que toda comprensión parcial del capitalismo y su negación conduce al callejón sin salida de la renovación modernista, fascista o socialdemócrata de la dominación.

Esas posiciones identificaban completamente a Cristóbal, y por eso es que su aporte, su vida y obra, son y serán siempre irrecuperables por el sistema. Él no era un artista posmoderno, ni un mero opositor al neoliberalismo o a tal o cual imperialismo, sino que un anticapitalista/antiautoritario de tomo y lomo, un revolucionario integral[7]

Así es como leemos sus escritos, y así es como lo recordaremos siempre.

Pocos días antes de su muerte hablé con él por medios electrónicos. Recién ahí supe que no se sentía nada de bien. Lo había visto muy poco en los últimos meses, pese a que hubo un par de encuentros frustrados en Rancagua. Yo viajaba allá por trabajo, y él estaba quedándose en esa ciudad, pero abortaba los encuentros un día antes. Tuve que viajar a la costa de la VI región, y trataba de encontrar argumentos para subirle el ánimo. No encontraba muchos…puesto que yo tampoco me sentía demasiado bien.

En mi mochila llevaba un libro de entrevistas a los editores de Troploin[8], donde me topé con un pasaje en que planteaban la cuestión de ¡¿cómo situarse fuera del mundo, en un mundo que lo habría engullido todo?, y abordaban luego el tema del suicidio, afirmando que “un suicidio no se puede reducir jamás a una sola causa”, y que “ hay muertes voluntarias más ricas que algunas existencias”. Recordaban que en el número 2 de La Revolución Surrealista, de 1925, se publicaron los resultados de una encuesta donde se planteaba si “es el suicidio una solución”. Tras referirse a los casos de los surrealistas suicidados Vaché, Rigault y Crevel, además de los casos de Maiakovski, Cesarano y Debord, concluían que “el suicidio puede ser una solución individual”, pero que “socialmente, en la medida en la que vuelve contra sí mismo el nihilismo ambiental, equivale a una derrota”. En ese listado echaba de menos a Benjamin…

Días después, luego de un nuevo y último encuentro frustrado, agregábamos a Cristóbal a esa triste lista. Sin necesidad de entrar en más detalles, creo que cuando un Espíritu Libre ejerce el acto más soberano de todos (abandonar este mundo), uno no puede criticarle ni objetarle nada. A lo más, podemos analizar los defectos de la manera en que la comunidad de lucha que lo circundaba asumió los efectos de la derrota histórica provisional en que nos encontramos los que asumimos el partido de la humanidad contra el partido de la cosificación. Al que se fue porque así lo quiso, sólo cabe dejarlo partir, y desearle que no descanse en paz, sino que en revuelta, porque “tampoco los muertos estarán a salvo si el enemigo vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer” (Walter Benjamin).





[1] La cita exacta dice lo siguiente: “ …en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos” (La ideología alemana).
[5] En cierta ocasión, durante un almuerzo, cuando un camarada dijo, medio en serio y medio broma, que estaba cada día más homofóbico, él replicó: “Lo que es yo, estoy cada vez más fleto”.
[6] Existe una edición local a cargo de los compas de Editorial Pukayana, dentro de la antología de textos del MIL titulada como “36+68=1000”, que ya va en su segunda edición.
[7] Cuando alguien se opone sólo al neoliberalismo, y no al capitalismo en sí mismo, termina suscribiendo siempre alguna forma de keynesianismo de izquierdas, a lo ATTAC/Foro Social Mundial. A su vez, los que sólo son antiimperialistas, suelen defender a un modelo de capitalismo o Estado frente a otros. Ninguna de esas posiciones merece ser llamada anticapitalista.
[8] Troploin, El timón y los remos. Editorial Klinamen, segunda edición ampliada, diciembre de 2013.

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miércoles, marzo 16, 2016

Comentario de libro: Historia del comunismo en Chile (Sergio Grez). 

Sergio Grez, Historia del Comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924). Lom ediciones, 2011.



Una historia del “comunismo” (en tanto movimiento social) no es lo mismo que la historia del “Partido Comunista” (en tanto institución). Hasta ahora los intentos de los historiadores iban más por el segundo aspecto, y en su mayoría habían sido escritas por funcionarios/militantes del PC de Chile, o por miembros de sectas rivales como los trotskistas. Nunca insistiremos lo suficiente en este punto: debemos tener claro que a diferencia de la posición comunista clásica (negación del capitalismo en tanto sistema de producción de mercancías y del estado en tanto encarnación del poder separado), todas las formas actuales y pasadas de “marxismo leninismo” no son sino una variedad izquierdista de socialdemocracia. Eso incluye al estalinismo, el trotskismo, el maoísmo, y distintas combinaciones y nuevas versiones de ideologías defensoras del “capitalismo de estado” (castrismo, chavismo, etc.).

La contribución de Grez es bastante relevante, por cuanto se concentra sobre todo en el rico escenario social de lucha de clases existente hace 100 años, y la manera en que la acción de varios militantes obreros se articuló en la creación primero de la organización política socialista (que cuajara muy lentamente en el Partido Obrero Socialista). No podemos perder de vista que a nivel planetario se vivía la primera gran ofensiva proletaria contra la sociedad capitalista mundial, lo que por lo general llamamos “el primer asalto”. La investigación de Grez nos muestra en detalle todo el mundo de las relaciones sociales en que se constituía el proletariado como fuerza, en general por fuera y en contra del Estado y la sociedad burguesa, en una verdadera época de oro de la lucha de clases proletaria. Tanto el POS como luego el PC tenían una ligazón profunda con la FOCH (Federación Obrera de Chile), al punto que la gran mayoría de los que entraban a ejercer trabajos en los sectores claves donde esta fuerza se construía, se afiliaba a ambos (partido y sindicato de clase).

Gran parte del hilo rojo de esta historia se centra en cómo casi sin mayores deserciones ni escisiones toda esa organización (el Partido Obrero Socialista) decide ya durante 1921 vincularse a la Internacional Comunista y pasar a ser su sección chilena, decisión que formalmente rematan en enero de 1922 en la ciudad de Rancagua una docena de delegados (no por nada, luego de un congreso de algunos días de duración celebrado ahí mismo por la FOCH). 

Ese evento –que Grez destaca tuvo más bien un carácter de consagración formal de una decisión colectiva madurada mucho antes- por décadas fue considerado “fundacional” en la historia del PC de Chile. Hace un tiempo, con la finalidad bastante discutible de poder celebrar los 100 años de su organización, decidieron agregarse también los 10 años de historia previa del POS. Más que dudoso (¡y después Teillier anda diciendo que los grupos anarquistas tienen un “origen oscuro”!). Pero en fin: se trata del PC “de Chile”, país que de entrada optó por celebrar su “independencia nacional” el 18 de septiembre, siendo que para esa fecha en 1810 no estuvo en la agenda independizarse de nadie, proceso que habría de esperar todavía 8 años y que por cierto no se decretó en el mes de septiembre sino que un 12 de febrero.

Esta investigación acude en parte importante al examen de la prensa socialista/comunista de la época, sobre todo publicaciones como El Soviet, La Llamarada y El Comunista. Leyéndolas uno confirma la impresión de que ese partido no es el mismo de los que hoy en día se autodenominan “hijos de Recabarren”. Se trata de una formación política tan idiosincrática que parece ser un fenómeno bastante local o regional, una de las expresiones del “primer asalto proletario contra la sociedad de clases” en estas latitudes, y que está a años luz de la pretendida “bolchevización” posterior. Incluso es notoria la actitud de no sometimiento a la Internacional, con la cual obviamente había intención de coordinarse, pero no de subordinarse a ella (actitud que en cambio tuvo desde el inicio el PC Argentina, que nunca tuvo ni de lejos la relevancia del comunismo en Chile, pero que por sus mayores méritos burocráticos resultó premiado por esto con fondos y con la  primera prioridad para el apoyo material y político desde Moscú). Todas esas características lo hacen una organización muy diferente a la que resultara de la reconstrucción prácticamente íntegra del aparato partidario que se asume hacia 1932, ya en plena era estalinista, y que es la que sigue existiendo formalmente hasta nuestros días. Entre 1924 y 1929 la decadencia de la organización originaria llegó hasta el extremo de dividirse en dos PC, uno de los cuales (la facción de Hidalgo, también conocida como PC disidente) terminó convirtiéndose en la Izquierda Comunista de Chile, que pocos años después se incorporó casi en su totalidad al recién formado Partido Socialista. La otra en cambio, bajo el mando de Lafferte, fue la base de la reestructuración del PC hacia 1932-3, ya totalmente estalinizado. Poco se ha estudiado sobre esta fase (1929/36) y sobre el llamado “partido comunista disidente”, cuestión que merecería una investigación especial.

Una de las mayores diferencias con el PC posterior salta a la vista en su actitud ante las elecciones. Si bien participaban en ellas desde los tiempos del POS, lo hacían con una convicción de la inutilidad de la actuación en la esfera oficial de la “Política” (burguesa), y la intención declarada era llegar a esas instancias para negarlas. Por eso decían que “un representante comunista no va al Congreso a hacer política”, sino que “a destruir, a despedazar con su crítica libre y severa, la dialéctica jesuítica y sofística de los representantes burgueses; y a iluminar, con el resplandor de la doctrina comunista, los problemas vitales que nos acosan. El representante comunista en la Cámara sigue siendo antiparlamentario, sigue combatiendo al parlamentarismo; y sus ideas no difieren de las que expresara en vísperas de elecciones, y en su vida privada, ante sus electores”. Uno podrá creerle o no a Recabarren, autor de esas líneas publicadas en La Federación Obrera en Santiago el 7 de abril de 1922, pero lo que está claro es que no se trata del mismo partido del mismo nombre que hoy en día mantiene una cierta cuota de parlamentarios y puestos en el Gobierno.

Esta concepción negativa de la política como esfera propia de la dominación burguesa es lo que parece estar a la base de la acción y campañas conjuntas que esos comunistas sostenían aún con las organizaciones anarquistas y anarcosindicalistas, todavía bastante importantes en el campo proletario de la época. En el plano organizativo, este Partido se organizaba territorialmente en base a “secciones” y “centros comunistas”, con bastante autonomía y una concepción más federalista que “centralista democrática”, nombrando de un Congreso a otro un Comité Ejecutivo Nacional (que por mucho tiempo estuvo situado en Valparaíso).

De hecho, el comunismo de esa época parece estar mucho más cerca del anarquismo que de cualquier partido burgués, aunque en la práctica siempre terminaban pactando con sectores tales como el Partido Democrático, y hasta con liberales. Otro texto de Recabarren en 1923 define al PC diciendo que “en primer lugar no es ni será jamás un partido político, puesto que no admitirá nunca relaciones políticas con la clase capitalista”. Otro comunista, Luis Hernández, escribía desde Valdivia un año antes que “el comunismo no es política y nosotros tenemos la obligación de señalar esto a los trabajadores, a fin de que no crean que queremos mantenerlos siempre bajo una dirección, como pretende mantenerlos la Democracia con aquello de un gobierno del pueblo, para el pueblo. Queremos que nadie sea dirigido y llevado por las orejas. Queremos que cada hombre se dirija por sí mismo, y que las colectividades se dirijan por intermedio de las resoluciones evacuadas de la soberana voluntad de estas mismas y sin mentores” (La Jornada Comunista, 29 de noviembre de 1922).

Esa orientación “antipolítica” resulta muy valiosa de rescatar, precisamente porque hace evidente que no es la misma organización que hoy usurpa ese mismo nombre, y nos demuestra una vez más que la verdadera autonomía proletaria es comunista y anarquista a la vez.


A pesar de ello, hay que reconocer que por otro lado la historia del comunismo chileno de esos tiempos muestra ya desde el inicio una gran debilidad en el plano teórico, donde a pesar de todo el instinto de clase que estaba detrás de lo que algunos comunistas de la época entendieron como el surgimiento de un Poder Obrero, el “marxismo” que llegó a conocerse (y practicarse) era el de la II Internacional, y luego el de la III ya hegemonizada por el bolchevismo y luego el estalinismo. Muy sintomático resulta que la primera lucha fraccional que enfrenta el partido, poco antes del suicidio de Recabarren, no parece obedecer a ninguna disensión más profunda que una cierta lucha de egos y conflicto generacional en que unos jóvenes que se sentían más proletarios y “a la izquierda” osaron tildar sus jefes de “comunistas de campañilla” (en alusión a su carácter de parlamentarios).  

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martes, marzo 15, 2016

LAS DOS B: BLACK FLAG Y BIRTHDAY PARTY 


La Bandera Negra en la costa oeste de EEUU. La Fiesta de Cumpleaños en Australia, tierra de los fanáticos de Stooges y MC 5, con expresiones como Radio Birdman y the Saints.

Henry y Nick, dos “vocalistas” que se roban el show un poco en exceso. Ambos terminan de escritos y solistas, con diversos resultados según la época que se considere.

Pero lo verdaderamente básico e impresionante en ambas bandas es el trabajo de los músicos: la dialéctica tensa entre autoactividad libre y consciente y el uso del ruido como vehículo del lado más oscuro y descontrolado, que la voluntad humana no podría ni dominar porque ni siquiera lo soporta muye bien (el enfrentamiento con la Real, carente de todo sentido). El punk rock, el free jazz y ciertas pocas formas de heavy metal tienen esa capacidad para llevaros luego a un “agujero negro” del cual más o menos se sabe como se llega pero nunca se sabe como salir.

"Lo que no te mata te hace más fuerte".

Henry anotaba que quienes hablaban de “hard core” no tenían idea del significado de “hard” (duro, rudo, etc.).

Nick decía que el único policía bueno era el policía muerto, y cantaba borracho en la sangre del papa. Después terminó tocando piano y hablando de dios y el amor romántico. Henry terminó….mmmmmm, no sé. Todos los saben (fue a Irak, tenía un programa de TV, actúa generalmente haciendo de policía, ¿Qué pasó con Police Story y su glorioso “fuck the cops!”?). Pero la verdad, ni siquiera me cae mal el tipo….aunque entiendo el momento de verdad de la corriente de opinión que suscribe que arruinó a Black Flag apenas entró.

Dos bajistas brillantísimos (Tracy Pew con sus trajes de vaquero y un reloj en cada mano; Dukowski y luego Kira). Guitarras realmente fuera de lo que se conocía en el mundo musical de su tiempo. En ambos casos, tal vez el clímax de furia lo alcanzan en los momentos en que en la formación habían dos guitarras. Ambos formados a fines de los 70. Ambos mueren durante más o menos la mitad de los 80. Y dan lugar a una enorme diáspora de bandas y proyectos posteriores: Bad Seeds, Gone, Crime and the City Solution, Dos, SWA, DC 3, Rollins band, These Inmortal Souls, etc.).

Tal vez es válido concluir que no puede haber PUNK ROCK después de esto. (Tal como en rigor no hay JAZZ después de Coltrane y Ayler). El legado se aprecia bien en sus álbums, y los numerosos registros en vivo que han aflorado.


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PS: te escupo en el ojo.

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Tildaflipers/Foros 

1.- Un registro de Tildaflipers el jueves 3 de marzo, en Centro Cultural Alameda, tomado por los muchachos de Marcel Duchamp. Mauro Tildafliper me decía que la mejor tocata fue una semana después, en un ambiente más hogareño. Yo le decía que de todos los lugares en que tocamos en su momento con Fracaso, que incluían varias pocilgas, ese fue el único donde nos robaron equipamiento (un Big Muff y una pieza de la boquilla del saxo). Lo mejor del local es la vista de la Alameda al fondo. Las cervezas son muy caras. Y los guardias revisan mucho si es que tratas de entrar desde afuera, pero nadie sospecha de la caja de un saxo tenor.

2.- Foro en Volnitza este viernes.



3.- Actividades antirrepresivas en Argentina la semana entrante.


4.- Actividad por Jonny Cariqueo el 27 de marzo.


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domingo, marzo 13, 2016

Actos de destrucción de la ciudad 



“Nuestra nación un día recuperará la tierra, pero todavía es una nación muy débil” (Leonard Cohen)

“No pasará un mes de mayo sin que se acuerden de nosotros” (Guy Debord)




1.- Como suele suceder, el proletariado se manifiesta en actos cuando nadie lo espera, y cuando desde todos lados ya se han proclamado abiertamente, llorado y/o  celebrado sus funerales. Todos,  hecha  excepción de un pequeñito puñado de comunistas anárquicos que reunidos en virtud de un conjuro proclaman desde ayer, hoy y siempre la negación del Capital y la destrucción del Estado, actos que sólo pueden llevarse a efecto plenamente cuando el viejo topo haya cavado túneles suficientes como para el edificio de la dominación social se empiece a tambalear una vez más. Túneles que de una u otra forma sigue cavando igual, siempre, aunque hace décadas que no veamos la salida.

Nosotros miramos al cortejo de enterradores del proletariado, muchos de los cuales están situados supuestamente de este lado de la barricada. Y nos llama la atención que más que negar a las “clases” en general, se dediquen con tanta obstinación a negar la existencia precisamente de la única clase secretada por este tipo de sociedad: la de  los vendedores de su fuerza de trabajo, la última clase, la que podría ejercer finalmente la venganza por todas las anteriores generaciones de antepasados oprimidos y explotados. Proclamadas las exequias por el proletariado, los humanos debemos entonces agachar la cabeza y reconocer el triunfo final del capitalismo.

Pero no. Pese a todas las apariencias de paz social, sin embargo, el subsuelo, la tierra, insisten en moverse bajo nuestros pies. En esas apariciones súbitas, relampagueantes, nosotros sabemos reconocer la cabeza del proletariado que se asoma una vez más.

2.- Algo así sucedió la noche del jueves 28 de mayo del 2015, cuando el centro de Santiago fue copado ya no sólo con acciones de minorías encapuchadas que cuasi ritualísticamente interrumpen la normalidad capitalista de maneras ya demasiado previsibles[1], sino que con una caravana de proletarios descascarando alegre y violentamente el horrible decorado con que el urbanismo neoliberal ha concretado físicamente la dominación real del Capital en el centro de lo que antes era conocido como la ciudad de Santiago. 

A diferencia de las megamarchas de día a que se ha acostumbrado el movimiento estudiantil domesticado, esta vez todo fue distinto. Cualitativamente diferente.

La “violencia política” proletaria se manifestó a la vez espontánea y organizadamente, una vez más, en las grandes alamedas destruidas por la ya referida urbanización capitalista que algunos gustan de apellidar “neoliberal” (y que para nosotros, habiendo leído el Cap. VI inédito del Libro I de El Capital, y algo (más bien poquito) de la revista Invariance, entendemos como el capitalismo ya maduro de la fase de “dominación real”. Intuimos que no es diferente a lo que los situs entendían por “espectáculo integrado”. La cuestión pareciera ser no tan importante, pero lo es: cuando se usa el concepto “neoliberalismo” como si fuera algo diferente del capitalismo realmente existente hoy en día, se está remando del lado de la socialdemocracia, que sueña con “otro mundo posible” pero dentro de este, sin cuestionar nada de lo esencial del modo de producción mercantil)-. En esa memorable noche las hordas de proles expresaron su existencia revolucionaria en actos, por la vía de la destrucción de todos los símbolos del Capital que aparecieron en su recorrido, y llegando hasta la expropiación de drogas legales depositadas en farmacias, y otras mercancías disponibles en el circuito céntrico, para ser sacados del circuito normal de distribución de mercancías, sea para destruirlas físicamente o para ser usadas en tanto mero valor de uso, saboteando así por vías de hecho el eterno proceso de valorización del valor, haciendo que se agote ahí mismo.

3.- Para que no se crea que sólo afiebrados como nosotros nos dimos cuenta de a enorme relevancia de ese evento, invito a que lean los comentarios y análisis hechos en sitios tan diversos como Hommodolars  en “El día que el centro de la capital fue iluminado por las llamas del proletariado (esto no es una crónica)”[2] , y El Ciudadano -que tras la muerte de nuestro camarada Cristóbal Cornejo, que trabajó a veces como periodista/corresponsal para dicho medio, ya no tiene ninguna posibilidad de irrupción de anticapitalismo antiautoritario puro y duro, y así y todo, tuvo que destacar la presencia del fuego en “Variaciones sobre el fuego en Santiago de Chile”, con fotos[3]-.

-Nuestro Cristóbal fue el gran ausente en esta bella jornada que quisiéramos relacionar para siempre con él. No por nada, sino que porque en todo el tiempo que este joven de provincias se dedicó a habitar en la metrópolis santiaguina, nunca dejó de estar presente vez que el fuego se tomaba las calles. Por eso lo recordamos dando a conocer la autoría de sus impresiones sobre la revuelta de 2011 en el número 2/3 de Comunismo Difuso, cuando desde la capital nos contaba que “se encontró un auto cerca del Parque Almagro, se dio vuelta y se encendió”, y que en “una zona liberada por largo rato” se “inspiró para escribir unas líneas poéticas y declamarlas al viento”, mientras “se escuchaban himnos anarquistas”, de esos que nunca se aprendió-.

La caravana destruía la superficie de esta mierda de aglomeración urbanística que han ido acumulando como una suma de cadáveres de hormigón por donde antes había una ciudad que sin ser demasiado hermosa por lo menos vivía. ¿Cuándo murió esta ciudad? Posiblemente en 1986, o en 1988. Lo cierto es que no llegó viva a la década de los 90.

El Ciudadano destaca que esa noche “vimos quemarse las esquinas y los locales comerciales como no habíamos visto antes”. El periodista que firma dicha nota cuenta que ve como se queman “lentamente” una farmacia, un banco y una casa comercial. No le gusta mucho lo que ve. Pero lo comprende: “son esas tres cosas, precisamente, lo que nos tiene de rodillas con sus créditos y saldos pendientes”. Así, puede finamente decir que siente y recuerda “esa pequeña mecha que significaban, esa noche, los plásticos que se prendían llevando de a poco la llamarada al interior de las sucursales que terminaban por reducirse a bolas de masa chamuscada que en alguna parte solo dejaba ver el descuento ratón con que amordazan a la gente pobre”.

Se entiende que un periodista ciudadano no vea lo mismo que nosotros en estos hechos. Como dijo Marx, “nosotros no embelleceremos la violencia”. La destrucción es en realidad una acción de rechazo de un orden profundamente absurdo y violento, es legítima defensa contra un mundo al revés. Ni la glorificamos ni le hacemos asco cuando hay que emplearla como lanza en el asalto del viejo orden del mundo.

Contra una psicogeografía del orden en la fase de la tecnovigilancia y la tecnorepresión, el proletariado juvenil en las calles del centro de Santiago abolía la distinción campo/ciudad a la vez que se ejercitaba en un tipo de arte que en poco tiempo más todos necesitaremos manejar para sobrevivir: abolir esta forma de vida, dejar que estas anticiudades se hundan en el fango de la civilización.

La calle seguía siendo tan fea como antes del incendio poético, pero algo había cambiado: los signos del poder, del dinero, de la esclavización moderna que sufren todos y no solamante “la gente pobre” como decía el periodista, habían sido todos humillados, y la afrenta había sido tan fuerte que simbolizaba su destrucción de una vez y para siempre.

La Poética antiespectacular del vandalismo comparado es un arma del proletariado salvaje en su lucha total contra el capital.

Y si Ud. me pregunta ¿Qué es lo que afloraba en y por debajo por debajo de lo destruido? Ni la playa ni nada paradisíaco, ni el buen salvaje ni el superhombre (o supermujer), pero sí la fuerza de unos centenares de proletarios salvajes desafiando el tiempo muerto en el territorio totalmente acondicionado por los mercachifles.



4.- Lo llamativo es que luego de sucesos tan gloriosos como los antedichos, indignada y hasta furibunda delante de cámaras y micrófonos y grabadoras, Michele,  la presidenta de todos los chilenos, doctora Bachelet, al condenar estos actos que objetivamente no son sino formas de reapropiación proletaria y juvenil de las calles, no vacila en decir que son hechos del todo condenables por tratarse de “actos de destrucción de la ciudad”.

¿Eso dijo la Presi? ¿La  Gordis? Sí: Destrucción de la Ciudad. Con todas sus letras.

E inequívocamente, acá no podemos dejarnos engañar: los comunistas/anarquistas nunca hemos sido ni seremos fervientes defensores de las ciudades, pero tampoco nos dejamos pasar gato por liebre. 

Estas enormes plastas de cemento en que vivimos ya no son ciudades. Son algo muy distinto.  Sería como decir que la “Escudo” en lata que estoy tomando es realmente una cerveza. (Ya Debord en su Panegírico diagnosticó la muerte del vino, la cerveza y todos los viejos buenos licores, que los seres humanos nunca más íbamos a poder probar, gracias al desarrollo eterno del capitalismo mundial que no solo valoriza sino que a la vez que valoriza el valor de cambio empobrece constantemente los valores de uso, y todo por economía de materiales y la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Exija libros sobre eso en su Bibliometro más cercano).

Porque es indudable que estamos plagados de ciudadanas y ciudadanos, pero hasta a nivel académico o de “conocimiento experto” parece también un hecho indiscutible que lo que la humanidad precapitalista conoció bajo el nombre de “ciudades” ha cambiado tanto que estas aglomeraciones urbanísticas en que sobrevivimos mal parecen merecer ese nombre. Y no es por nostalgia del pasado, sino que por una mínima conciencia de la degradación de todo que ha ido operando con el capitalismo a medida que éste se desarrolla.

Miro por mi ventana, y veo que mi antiguo y no tan feo barrio fue hecho mierda no por el vandalismo de los jóvenes de ninguna clase, sino que por los negocios de los funcionarios municipales con las inmobiliarias, y creo que sólo una antorcha y siglos de desarrollo de una nueva vegetación neosalvaje podrán limpiar este fea mancha comunal que es Ñuñoa (por si Ud. no lo sabía, cuna de la V.O.P. en sus tiempos) en el paisaje terrestre.

5.- Hagamos una breve incursión “academicista” (aunque tan sólo sirva como intento de avalar cierta seriedad mínima de los postulados defendidos penosamente a lo largo de este panfleto):

Según el historiador francés Philippe Ariés, en la “evolución” registrada de los siglos XVIII al XX “cada vez se puede hablar más de población urbanizada y menos de ciudad”. “La privatización de la vida familiar, la industrialización y la urbanización del siglo XIX, no lograron ahogar las formas espontáneas de la sociabilidad urbana, aun cuando, en ciertos casos, ésta se manifestara de otro modo. Habrá que esperar hasta mediados del siglo XX, es decir, mucho después de la época de la industrialización, para que esta se desintegre, al mismo tiempo que la ciudad”. Esta “anticiudad”, una aglomeración urbana donde ya casi no existe el espacio social comunitario, se ha privatizado en extremo, al punto que entre sus funciones esenciales se encuentra la del desplazamiento de vehículos motorizados que constituyen una prolongación del espacio privado.

En Santiago de Chile, a 15 años de iniciado el siglo XXI, consumada ya la fase de dominación real del capital sobre todo el cuerpo y el espacio social, la destrucción de la ciudad parece más que evidente, y prácticamente irreversible.

6.- Ciudadanos sin ciudades. Algo así de monstruoso sólo podía ser aportado por el desarrollo cuantitativo y cualitativo de la alineación. El monstruo de mierda de la Mercancía. Un contundente triunfo de la Ideología.

7.- Ante la destrucción real y estratégica de la Ciudad, lo que los subversivos hacen cada vez que pueden, es denunciar esa destrucción con acciones visibles. Tal como el procedimiento marxista de la crítica de la ideología suele operar rasgando los velos del discurso formal y superestructural de la vertiente jurídico/política/ideológica de la totalidad de la forma de vida bajo el dominio del Capital, en el espacio urbano la irrupción proletaria en las calles destruye todo producto artificialmente inflado por el urbanismo capitalista, incendiándolo, y señalando así en términos evidentes lo que Benjamin definía como función de la utopía política: “iluminar el sector de lo que merece ser destruido”.

Bajo los adoquines: las cloacas.

Bajo las adoquines: la playa.

¡Raspar con violencia la cáscara social de mierda cristalizada en lo que antes era una ciudad! Tal es la dialéctica de la destrucción de la superficie urbana para reencontrar por debajo de ella las calles para la insurrección, el entorno urbano donde la lucha de barricadas y los explosivos dirigidos a todos los núcleos de la dominación (Iglesias, Comisarías, Cárceles, Bancos, Escuelas, Farmacias) comiencen a construir recién el camino para salir de la prehistoria de la dominación hacia el horizonte genuino de existencia dela comunidad humana.

8.- Recordando el París que definitivamente dejó de existir tras el último intento de defensa en Mayo del 68, Debord decía que:

Las casas del centro no estaban desiertas ni habían sido revendidas a espectadores de cine que nacieron en otros lugares, bajo otras vigas a la vista. La mercancía moderna no había llegado a enseñarnos todo lo que puede hacerse de una calle. Nadie estaba obligado, a causa de los urbanistas, a ir a dormir lejos.
No se había visto aún oscurecerse el cielo y desaparecer el buen tiempo por culpa del gobierno, ni la bruma postiza de la contaminación cubrir permanentemente la circulación mecánica de las cosas en este valle de desolación. Los árboles no habían muerto ahogados, y el progreso de la alienación no había apagado las estrellas[4].

9.- El 28 de mayo del 2016 debe ser conmemorado por los proletarios, en grupos pequeños o grandes, de preferencia bien coordinados.

2001/2006/2011…¡2016!

10.- Finales de Mayo del 2016 debería ser tan recordado como el 2 de abril de 1957[5]: fiesta del proletariado juvenil metropolitano.






[1] Gran cantidad de comunicados de adjudicación de hechos que deberíamos esforzarnos en ver como violencia subversiva proletaria parten por proclamar que, como ya es usual, a ciertos días y horas en ciertos puntos de la ciudad de Santiago, es usual que un pequeño grupo de encapuchados “interrumpa la cotidianeidad capitalista”. Se inflama el pavimento unos segundos, y se hace más largo el viaje de regreso a casa para una enorme cantidad de proletarios que van viajando en Transantiago de vuelta de sus pegas. “¡Malditas ovejas!” Dirán algunos jóvenes rebeldes mientras recorren a campo traviesa un campus universitario. “Malditos universitarios” dirán cientos sino miles de proletarios en micro mientras bostezan y miran de lejos un poquito de fuego y respiran nubes de gases lacrimógenos.

[4] In girum imus nocte et consumimur igni. Damos vueltas en la noche y somos devorados por el fuego. https://www.youtube.com/watch?v=3-JYwsEDKJ4

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sábado, marzo 12, 2016

Comentarios de libro: Asel Luzarraga, Los buenos no usan paraguas (2013). 

Asel Luzarraga, Los buenos no usan paraguas. Desmontando un montaje. Desnudando al Estado. Editorial Quimantú, 2013.



Pocos se acuerdan ahora de la historia de Luzarraga, preso en Temuco a consecuencia de la histeria antiterrorista antes del más famoso caso bombas metropolitano del 2010. En su momento, la respuesta solidaria de los antiautoritarios no se hizo esperar,  se podían ver afiches por todas partes, además de circular una que otra entrevista con el vasco.  

El libro hace un recuento detallado de toda su experiencia, y en ese sentido es interesante a efectos de estudiar en detalle la manera en que opera la policía y otras agencias criminalizadoras. Llama la atención eso sí que gran parte del libro obedezca a la intención de elogiar una y otra vez a quien fuera en definitiva su abogado de confianza (tras tener defensor público y luego un desastre de defensor privado al cual se dedica un capítulo entero). Nos referimos al abogado Jaime Madariaga, héroe de estas páginas que actualmente desempeña un importante cargo en el gobierno de la Nueva Mayoría, que curiosamente asume la defensa con la condición de que Asel no pronunciara nunca la palabra “montaje” (porque según él nunca se había ganado un juicio en Chile con la teoría del montaje). Pero montaje era lo que todos le decían a Asel, desde sus compañeros de cárcel hasta algunos gendarmes.

Y al “montaje” precisamente alude el título del libro, y es lo que se demuestra hasta con fotos que indican que un supuesto bolso con materiales explosivos no estaba en la casa de Asel hasta que llegó la policía en vísperas del año nuevo 2010. La veneración del defendido por su abogado (que dicho sea de paso perdió el juicio y el recurso de nulidad) resulta casi un tipo especial de “síndrome de Estocolmo”, y llega hasta el extremo de que era él quien tomaba importantes decisiones no sólo en relación al caso, sino que respecto de las juntas con personas y lugares a visitar antes de hacer abandono del país (dado que ya antes de ser condenado por infracción a la Ley de Control de Armas y Explosivos había una orden de expulsión firmada en el Ministerio de Interior).

Curioso por decir lo menos, pero no por eso la historia disminuye su interés para eventuales clases de Chanchología. Tal vez en este sentido las lecciones más importantes vienen dadas por el relato de la manera en que la DIPOLCAR a través de sus secciones locales (las SIP) trabaja: al enterarse de que un grupo de jóvenes punks libertarios realizan murales con consignas anarquistas y anticarcelarias, un equipo se constituye en el lugar en auto y observa la acción. Después de un rato bajan y hacen control de identidad (figura que en el artículo 85 del Código Procesal Penal requiere algunos requisitos y justificaciones mínimas que los pacos rara vez comprenden y mucho menos se sienten obligados a aplicar). Ven que en el grupo hay un español (en realidad vasco), que es algo más viejo que el resto. Con esos datos van a su oficina y se ponen a googlear su nombre: “chucha, este hueón es vasco, escribe libros, y debe andar acá en alguna misión”. Y ahí se activa el proceso del compañero Asel, anarquista de una variedad más de “desobediencia civil” que otra cosa, pero con el que de todas formas todo el mundo solidarizó como se debía cuando estaba en las garras del enemigo. Y así debe ser nomás.


También resulta interesante el que en las numerosas transcripciones del juicio oral se aborde el tema del uso de los detectores de explosivos por los pacos, en base a técnicas como la prueba de Griess, que sencillamente detecta presencia de iones nitritos, las cuales pueden estar en muchas sustancias, entre ellas la pólvora deflagrada. En Inglaterra desde los 80 ya no se le da mucho valor, por haberse basado en ella para condenar a los Seis de Birmingham, que estuvieron presos más de una década hasta que el juicio fue revisado y fueran absueltos. Hay hasta una canción de los Pogues que trata de eso en su primer álbum (“Streets of sorrow/BirminghamSix”, del LP If I Should fall in grace with God, 1987), pero los pacos acá la siguen ocupando como si nada.

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