domingo, noviembre 09, 2025
LA PULSIÓN FASCISTA DEL ROCK: ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LA ESTÉTICA DEL BLACK METAL
Este texto surge de las notas en base a las cuales presenté una ponencia de similar título el viernes 3 de octubre de 2025 en el Congreso sobre Horror Metal en la Universidad Alberto Hurtado (sí: es raro hablar de rock satánico en un sitio cuyo nombre homenaje a un sacerdote católico).
“En efecto, nada de esto significa
que los fascistas se hallen incapacitados de experimentar la belleza, los
arrobamientos y asombros. Más bien, lo que hace el fascismo es capturar esa
experiencia, buscar enclaustrarla entre sus coordenadas, reducirla al museo de
una memoria permanente y siempre disponible a su reproducción: petrificarla y
monumentalizarla para seguro goce de la propia voluntad del hombre a
dejarse hechizar”
(Aldo Bombardiere, (Des)fascistización: sensibilidad, captura y resplandores).
1.- Recuerdo haber leído en la revista Bardo Methodology una
entrevista a un integrante de la banda Abigor (veteranos del black metal
austríaco),
que en una parte destacaba algo así como que el black metal (o BM) se asocia a
muerte y homicidios en base a un par de suicidios y asesinatos que se
produjeron en Escandinavia a inicios de los 90, lo cual era una proporción de
violencia homicida bastante baja en comparación, digamos, al gangsta rap
y la cantidad cercana al centenar de muertos que ha causado rivalidad interna
entre artistas y pandillas de las escenas de las dos costas de Estados Unidos. Agregaría
un ejemplo aún más llamativo, cual es el del reggae jamaicano que se
asocia a sentimientos universales de “paz y amor” a despecho de su violento
original subcultural en los guetos del país de Bob Marley (el primer “rock
star” del tercer mundo). Busquen listados de muertes asociadas a cada una de
estas subculturas musicales y saquen sus propias conclusiones.
2.- En el caso del BM, más allá de la misantropía o el
satanismo, lo que forma parte de su leyenda negra es la asociación con la
extrema derecha y el fascismo en sus distintas variedades, lo que ha llevado a
que una cantidad importantes de entusiastas del estilo se identifique con la
simbología y posiciones nacional-socialistas, notoriamente en la facción del
NSBM (National-Socialist Black Metal), y más disimuladamente en una serie de
bandas con simpatías fascistas menos obvias, o que practican una cierta
ambigüedad marcada por “amistades peligrosas” (aunque acá, como en todo el
arte, no siempre aplica eso de “dime con quien andas y te diré quién eres”).
3.- Pero ¿es la obsesión por la estética fascista una
característica propia del BM? Claramente no: desde hace más de medio siglo se
han manifestado diversas formas de obsesión cultural con el fascismo, no sólo
en el metal, el punk y las corrientes más contraculturales o extremas derivadas
del viejo rock and roll. Grandes artistas pop, desde David Bowie y Bryan Ferry
a Lemmy de Mötörhead y Siouxsie han reconocido su abierta fascinación con las
estética del fascismo, y no suelen ser “funados” por eso: al contrario, en el
permanente revival a que nos conduce la Retromanía (S. Reynolds) que impera en
la industria de la música al menos desde hace dos décadas, los artistas
mencionados junto a varios otros gozan de un estatus de estrellas o rock
stars indiscutidas, siendo muchos de ellos adorados precisamente en las
subculturas más “progres”.
4.- Mucha gente que ama a David Bowie no me cree cuando le
comento sus inclinaciones y declaraciones abiertamente fascistas de los 70. Cabe mencionar que no se trató de
mero coleccionismo de objetos, sino que a lo largo de varias entrevistas de los
setenta Bowie fantaseaba con la identificación entre la estrella de rock y el
Führer, reconociendo su “fuerte inclinación al fascismo”, llegando a anunciar
que venía “un nuevo Hitler”, ofreciéndose él mismo para gobernar el mundo,
creando primero su propio país: “una tiranía totalitaria de derecha” para
“disipar los humos del liberalismo que vuelven fétido el aire en todo momento”.
Tras comparar a Hitler con Mick Jagger, Bowie dijo que el Führer “no era un
político, era un artista de los medios” y que “usó la política y la teatralidad
para crear esa cosa que le permitió gobernar y controlar el espectáculo por
doce años”.
Como muchos, Bowie era lector de
Nietzsche, y cada vez se fue interesando más por el ocultismo, un mundo en que
abundan “hitleristas esotéricos” y otros fascismos estéticos. Posteriormente Bowie justificó sus excesos
verbales por el efecto del consumo sostenido de cocaína, además de invocar una
especie de licencia poética, pero como concluye Reynolds “aquellos comentarios
de Bowie no parecen provocaciones al azar”. Al contrario, “son tan frecuentes,
presentan una argumentación tan articulada y un tono tan exaltado que se hace
difícil no llegar a la conclusión de que en ese momento el cantante
experimentaba algún tipo de fascinación macabra por el fascismo”. Tal vez la
mayor expresión de este coqueteo es cuando al inicio de la canción Diamond
Dogs, Bowie grita: “¡esto no es rock and roll, es genocidio!”.
Estas
referencias están tomadas del
libro Simon Reynolds Como un golpe de rayo. El glam y
su legado de los setenta al siglo XXI (Caja Negra, 2017). Existe además
un libro dedicado específicamente a este tema: Jaime Gonzalo, Mercancía del horror:
fascismo y nazismo en la cultura pop (Libros Crudos, 2016).
5.- El productor Guy Stevens (responsable del “Londoncalling”
de The Clash) se refirió a Hitler como “el primer manipulador del rock
and roll”, lo cual demuestra que la idea estaba en el ambiente, y no es casual
que en una canción de su primer LP, “(White man) In Hammersmith Palais” (1977),
The Clash cantara acerca del estado de las cosas en una Gran Bretaña
donde “toda la gente está cambiando sus votos y sus impermeables” y en que “si
Adolf Hitler llegara en un avión, de seguro le enviarían una limosina”.
Algunos factores interesantes que podían explicar el fenómeno de Hitler como ícono pop los suministra Lucy Oporto cuando comenta la obra de Syberberg “Hitler, una película de Alemania” (1977). Allí señala que “führer” también puede traducirse como director o conductor, en el sentido que se la da en el teatro y el cine, y que tanto la obsesión de Hitler con el cine en tanto medio técnico (veía con calma todas las películas que censuraba), como los aspectos de psicopatología de masas, regresión mítica y catástrofe psíquica colectiva presentes en el fenómeno nacional-socialista explicarían lo que Susan Sontag en Fascinante Fascismo describió como la persistencia de una “sustancia hitleriana que sobrevive a Hitler” (Lucy Oporto, “La escatología degenerada del nacionalsocialismo”, en: Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo. Santiago, USACH, 2015).
Por lo demás,
Hitler fue en su juventud un “desorientado supuesto estudiante de arte” (Robert
O. Paxton) y era un gran fanático de los musicales americanos. También sabemos
que en 1932 Hitler tenía agotadas sus cuerdas vocales, y tomó clases de manejo
de la voz con el cantante de ópera Paul Devrient, que le sugirió practicar sus
expresiones faciales frente a un espejo. Por su parte, Joseph Goebbels en 1933
decía: “Nosotros los que modelamos la política moderna alemana nos sentimos
personas artísticas, a quienes se ha confiado la gran responsabilidad de
configurar, a partir del material crudo de las masas, la sólida y bien forjada
estructura de un Volk”.
Como comenta Susan Buck-Morss, la genialidad del fascismo fue precisamente dar a las masas el doble papel de observador y de material inerte para ser moldeado, “y sin embargo, debido al consecuente falso (re)conocimiento, la masa-como-público no es perturbada por el espectáculo de su propia manipulación” (Susan Buck-Morss. Walter Benjamin, escritor revolucionario. Buenos Aires, Interzona, 2005, pág. 217 y ss. En esta parte la autora dice seguir de cerca el trabajo de Hal Foster, “Armor Fou”, October N° 57, 1991)..
En este sentido
el nacional socialismo anuncia tanto el fenómeno de las estrellas de rock como
el espectáculo en el sentido que le daban Debord y los situacionistas: “allí
donde el mundo real se transforma en simples imágenes, las simples imágenes se
convierten en seres reales, en motivaciones eficientes de un comportamiento
hipnótico” (Guy Debord, La sociedad del espectáculo, Tesis 18, 1967).
6.- A veces se nos olvida que el heavy metal de los 70 era
también hijo del 68. Esa revuelta global y juvenil no se limitaba a los
partidarios del Flower Power, sino que incluyó una gran diversidad de formas
culturales, subculturales y contraculturales, que brotaron del encuentro de
diversos mundos. Por ejemplo, en el caso del rock pesado, el encuentro entre el
blues y la electrificación/amplificación de la música. Todos los pioneros, de
Cream y Led Zeppelin a Blue Öyster Cult y Black Sabbath bebían directamente de
la música negra norteamericana, pero tocándola a un volumen brutal con feed
back y distorsión. Ese es el origen del heavy metal. Poco después, surge
una especie de hermano gemelo rival del HM: el punk rock, que a lo largo de su
historia se ha diferenciado e influenciado mutuamente con el metal y sus
derivados, existiendo varios puntos de contacto o “crossover” donde el terreno
común que pisan hace olvidar o relativizar la supuesta dicotomía o rivalidad de
estilos.
Aunque con el tiempo el punk fue asociado a posiciones
críticas, progresistas y de izquierda, no podemos olvidar que en sus inicios en
la segunda mitad de la década de los 70 su estética fascistizante y en gran
medida uniforme generaban mucho rechazo por parte de los ambientes de
izquierda, que lo identificaban con una forma de fascismo cultural. Según
recuerda Ben Watson, fue a partir de los festivales de Rock against racism
(RAR) que la escena punk se definió como explícitamente antiracista y
antifascista. Aunque subsistieron algunas bandas fascistas de origen punk en
Inglaterra como Skrewdriver, a la larga los fascistas se dedicaron más a la
subcultura skinhead y el oi!, creando su propia forma de Rock anti comunista
(RAC). Esto es interesante de destacar pues algunas de las expresiones más
fascistas del BM tiene algunos elementos
propios del RAC, como queda claro con los alemanes orientales de Absurd.
6.- Entonces, ¿qué vendría siendo lo específico del BM? En su
momento se dijo que lo que definía a las bandas BM era su satanismo. Y
podríamos estar de acuerdo pero, una vez más, la obsesión satánica tampoco es
exclusiva del BM, y se ha manifestado de diversas maneras, incluso en el ámbito
de lo musical. Lo cierto es que el
satanismo ha sido una de las formas de “oscuridad” o “negritud” que el BM ha
practicado. Como señala E. Thacker en Tres preguntas sobre demonología
-su ponencia en el primer Simposio de Teoría Black Metal- la negrura del BM se
manifiesta en tres dimensiones: lo satánico, el paganismo, y lo cósmico.
7.- En cuanto a lo primero, hay que considerar históricamente
que hace ya cuatro o cinco siglos la acumulación originaria del capital, entrelazada
con la extensión territorial del Estado, moderno acarreó fenómenos de
estigmatización y criminalización de formas de vida percibidas como peligrosas
para el nuevo orden social. Analizando el panorama europeo desde finales de
siglo XV, Silvia Federici destaca la vinculación entre el desarrollo del
capitalismo agrario y las acusaciones de brujería. A su juicio, “parece
establecerse una relación particular entre el desmantelamiento de los regímenes
comunitarios y la demonización de algunos miembros de las comunidades afectadas
que convierte la caza de brujas en un instrumento eficaz de privatización
social y económica” (Brujas, caza de brujas y mujeres, Madrid,
Traficantes de sueños, 2021).
En este proceso, surge la demonología como un intento de los
poderes políticos y religiosos por “fomentar la obediencia religiosa, pero
también el reconocimiento del poder de la Iglesia y del Estado, consolidando el
orden social por medio de una moral rigurosa”. En 1487 se publica el Malleus
Maleficarum, que conoció al menos quince ediciones hasta 1520. El acento se
puso sobre las mujeres, de manera que “la responsabilidad femenina en materia
de brujería definió la antítesis del culto mariano” desencadenando a partir de
1580 la gran caza de brujas, sobre todo en el Sacro Imperio (Robert Muchembled,
Historia del diablo. Siglos XII-XX, FCE, México, 2012).
La “demonización” constituye a partir de ahí el nombre
perfecto para las distintas cruzadas de señalamiento de nuevos enemigos
internos, y la identificación con el satanismo puede explicarse en gran medida
como una forma de asumir voluntariamente la etiqueta de desviado, tal como
explican los teóricos del “labeling approach” dentro de lo que podemos llamar
como la criminología sociológica (con Becker y Lemert como exponentes
principales). En palabras de algún miembro de la banda francesa Deathspell
Omega, entrevistado por el finlandés Mikko Aspa en el 2000: “Satanismo es la
adoración de la muerte, que es la única realidad, todo lo que construyas va a
ser tarde o temprano tragado por el vacío absoluto”.
No me explayaré aquí sobre el carácter de “cristianismo
invertido” que muchas veces reviste el satanismo occidental, pues es demasiado
evidente. Como ya se ha dicho, los adolescentes del BM noruego parecían estar
más interesados en el Cristianismo, aunque fuera por la negativa, que el grueso
de la sociedad noruega en los 90. Sólo destacaré que desde una posición
anticapitalista u antiautoritaria, siempre nos ha resultado interesante la
versión de Bakunin, que en Dios y el Estado señala a Satán como el “eterno
rebelde, el primer librepensador y emancipador de los mundos”: el pionero que
se atrevió a negar el orden divino y andar a cuatro patas ante Dios. Visto así,
al invertir la cruz (una herramienta para torturar y dar muerte) el símbolo que
resulta es el de una espada, lo cual conecta con la frase atribuida a
Jesucristo: “no he venido a traer la paz sino la espada” (Mateo 10:34).
8.- La dimensión pagana del BM es la que a mi juicio resulta
más favorable al desarrollo de formas culturales y políticas fascistas. A
juicio de algunos “intelectuales orgánicos” del NSBM, es través de este
elemento que el BM funciona como heredero de la Konservative Revolution, nombre
que se le da a un amplio espacio político e intelectual surgido en Alemania
durante la república de Weimar, y que es considerado el laboratorio de ideas
del protofascismo. Dentro
del movimiento de la Konservative Revolution se han identificado cinco grandes
grupos o tendencias: Völkischen (populistas), Jungkonservativen (jóvenes
conservadores), Nationalrevolutionäre (nacional-revolucionarios),
Bündischen (grupos juveniles) y Landvolksbewegung (movimientos
campesinos).
Fascistas
contemporáneos
como la ucraniana Olena Semenyaka, ex militante de Pravy Sektor y actual
lideresa del Movimiento Azov, relaciona al “Arte Black Metal” con la Revolución
Conservadora, vinculándolo a la corriente nacional-revolucionaria y guerrera de
Ernst Jünger.
Por su parte, Alex Kurtagic entiende
al BM como actualización de la vertiente volkish dentro de la KR alemana
de hace cien años. Además, considera sencillamente que a través del Black Metal
el Heavy Metal logró depurarse de sus orígenes en el rhythm and blues,
para pasar a ser una “expresión europea pura”, una nueva forma de Revolución
Conservadora en la cultura popular moderna y un arma efectiva “para
contraatacar el asalto a la identidad blanca”.
Al analizar las “políticas del BM” a través del análisis de
una de las bandas más abiertamente fascistas del género, los frandes de Peste
Noire, Benjamin Noys refiere entrevistas al vocalista, Famine, donde éste
señala que “El BM es un nacionalismo doble: temporal y espiritual, horizontal y
vertical. 1° TEMPORAL, ya que siempre es la herencia de una SANGRE y de una
TIERRA material que debe venerar. 2° ESPIRITUAL (vertical), ya que
metafóricamente es un nacionalismo del Infierno y de las Tinieblas, una lealtad
ética y estética al Reino del Mal”.
Desde esa perspectiva, el BM no podría sino ser de extrema derecha, y tiende a
ajustarse parcialmente a la definición de Roger Griffin del “fascismo
genérico”: un ultranacionalismo populista palingenésico, siendo el elemento
“populista” el que menos se aprecia en una escena que por el contrario tiende a
percibirse a sí misma como elitista.
Por supuesto, no todo paganismo conduce a posiciones
políticas fascistas, y desde Invunche al Pan-Amerikan Native Front están
aflorando en varias partes interesantes expresiones de BM “nativo”.
9.- Cosmos significa al mismo tiempo universo, y también
orden como antítesis de caos. El BM se caracteriza precisamente por moverse en
ese terreno, entre lo infernal y lo divino, lo sublime y lo abyecto, la tierra
y el cielo, caos y orden. Los teóricos del BM suelen destacar que es la primera
manifestación musical basada en la quiebra del antropocentrismo, cuya
temporalidad “sucede después del apocalipsis, una vez acontecida la extinción”
(como dicen los presentadores de la antología de Teoría Black Metal editada
este año por Holiobonte).
El black metal sería así la banda sonora de un “mundo sin nosotros”, y por eso
es que pocas músicas resultan más ad hoc para estos tiempos
apocalípticos, en el sentido en que “apocalipsis” significa etimológicamente
“quitar el velo, descubrir o revelar”. Ahí reside el potencial realmente
subversivo del BM, que no necesita confinarse en los estrechos límites
territoriales de la nación o la patrias, puesto que desde las profundidades del
averno apunta hacia las estrellas en un viaje astral por el caos/orden del
universo.
10.- El potencial negativo del BM fascina y asusta a sus
entusiastas de izquierda. Muchos “antifa” se dedican a confeccionar listas de
bandas políticamente sospechosas, certificando en cambio la “corrección política”
de las que les parecen bandas “seguras”. Sí: por sorprendente que suena,
mientras Trump pone a “antifa” en la lista de organizaciones terroristas, los
antifascistas de estos tiempos parecen más preocupados de hazañas como bajar a
Deathspell Omega de bandcamp que del genocidio en Gaza o entender por qué el
proletariado posmoderno se identifica con líderes como Meloni, Le Pen, Milei o
el mismo Trump (el “Hombre-pedo").
A mi juicio, todo intento de “desfascistizar” de plano el BM
está condenado al fracaso y ni siquiera resulta musicalmente deseable. ¿Burzum
sería lo que fue si Varg Vikernes hubiera sido socialdemócrata, comunista o
liberal? Estoy seguro de que no. Lo cual no implica negar que es posible
configurar otras posiciones políticas desde el BM, desde el Red and Anarchist
Black Metal y el proyecto Black Metal Rainbows a la defensa de posiciones
anticapitalistas revolucionarias como la que hace Bill Peel en su reciente
libro “Tonight it´s a night we bury”.
Benjamin Noys en su artículo sobre las políticas del BM
refiere a izquierdistas que intentan separar el aspecto musical (que les gusta)
de los aspectos políticos (que les disgustan).
Algunos establecen un contraste “entre un radicalismo musical
traicionado o constreñido por restos de teopolítica”, de manera que “el crítico
de izquierda puede manejar y disfrutar con seguridad del BM y proclamar su
propia sofisticación al condescender con la ingenuidad de tales posturas
políticas adolescentes que, ‘desafortunadamente’, marcan una estética por lo
demás admirablemente radical”. Evan Calder Williams, por ejemplo, dice que “la
lección que se extrae del black metal es cómo su expresión sonora concreta
desmantela su ideología hablada”.
Noys imagina incluso “una versión deleuzoguattariana más
sofisticada de este argumento: el efecto desterritorializador o
desmaterializador del BM como música requiere una base reterritorializadora,
pero solo para producir un lugar necesario de intensificación radicalizada;
después de todo, el nómada realiza su desterritorialización permaneciendo en su
lugar”. En este caso, se podría argumentar que sus diversos fantasmas
territorializados son “meros umbrales o sedimentaciones que, a pesar de su
propia territorialidad proclamada, el BM elabora, excede y pone en fuga”.
11.- La solución de Noys es otra: dado que las opciones
anteriores se niegan a tomar en serio la coherencia entre estética y política
que se defiende desde el BM, él prefiere “tomar el discurso interno del BM al
pie de la letra”, y por eso es que se aboca a analizar a Peste Noire,
concluyendo que es un “singular ejemplo de la política del BM como un ejemplo
de resistencia, pero de un tipo particular”.
A mi juicio, esa es la solución correcta: no se trata de
“cancelar” los aspectos más fascistas del BM, sino de atravesarlos
dialécticamente, tal como hizo Wilhelm Reich en “La psicología de masas del
fascismo” (1933) o Theodor Adorno al analizar la obra del influyente
protofascista y revolucionario conservador Oswald Spengler. En este sentido, es
posible identificar los “momentos de verdad” que el discurso fascista pone al
servicio de lo falso, asumiendo que la crítica de extrema derecha a la
democracia liberal es reaccionaria e incompleta, tal como el declarado “anticapitalismo”
de los viejos fascistas era más bien demagógico además de selectivo, pues jamás
llegaba a identificar la producción de mercancías como la base real de la
relación social capitalista en sí misma, sino que se conformaba con designar a
algunos grupos sociales como “parasitarios”.
12.- No hay que temer la crítica que se deja caer desde los defensores de la democracia liberal y los socialdemócratas: no somos “fascistas” por desmitificar la democracia representativa, demostrando cómo está puesta al servicio de la dominación de clase. Quienes alegan que desde la extrema izquierda se termina confluyendo con la extrema derecha pierden de vista que, tal como señaló Carl Schmitt, entre los partidarios de la soberanía y los anarquistas se produce “la antítesis más clara que pueda encontrarse en la historia de las ideas políticas”. Lo cual no es obstáculo para reconocer que tanto reaccionarios como Donoso Cortés y F. J. Stahl como revolucionarios a lo Marx y Engels se han dado cuenta de las “notables contradicciones implícitas” del liberalismo (Carl Schmitt, Contribución a la filosofía política de la contrarrevolución, en Teología Política (Trotta, 2009)).
En conclusión: al contrario de lo que creen liberales y
socialdemócratas, no hay una oposición real entre fascismo y capitalismo, democracia
y autoritarismo, pues la única alternativa a todo eso es la revolución. Visto
así, no tiene ningún sentido aplicar mientras tanto un set de medidas
sanitarias para “democratizar” a las fuerzas oscuras y negativas que tan bien
se expresan en el fenómeno del BM. Por el contrario, y tal como decía Marx, en
este caso también podemos comprobar que “ser radical consiste en tomar las
cosas por su raíz”, y esta raíz no es sólo “el hombre mismo”, sino lo humano en
su perpetuo encadenamiento con el mundo, con el caos y el orden, con el cielo y
la tierra, la vida y la muerte.
Etiquetas: black metal

