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domingo, diciembre 19, 2004

La castración de los deseos (Vaneigem) 

Imágenes:


El trabajo separa al hombre de sí. De esa separación proceden todas las demás.

La castración de los deseos

El hombre de los deseos ha sido expulsado de su cuerpo por el trabajador en el que se ha convertido. La economía sólo ha podido tomar el poder economizando la vida, transformando la energía libidinal en fuerza de trabajo, arrojando la prohibición sobre el goce, sobre la gratuidad natural en la que el deseo se realiza y renace sin cesar.

Las pulsiones del cuerpo -las necesidades primarias de alimentarse, moverse, expresarse, jugar, acceder al placer sexual- han sido reglamentadas en una guerra de conquista con la mira puesta en el beneficio y el poder. Es una guerra que, no concerniéndoles en absoluto, sin embargo, les afecta incluso en su voluntad de escapar de ella.

Separado de sus deseos de realización, el individuo ya sólo tiene frente a sí las múltiples modalidades de su muerte. El trabajo es para él un suicidio cómodo, de una hipocresía totalmente social: empieza por suprimir lo esencial de la vida, y la rutina hace el resto.

Si no existiera una castración tan precisa en el corazón de la infancia; ¿creeís que tantas generaciones habrían permitido por su voluntad de sometimiento tantas tiranías seculares?


Raoul Vaneigem
Aviso a los vivos sobre la muerte que los gobierna y la oportunidad de deshacerse de ella





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