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jueves, marzo 15, 2007

Ir a Marx 

Difícil encontrar un tema donde abunden más prejuicios y falta de información y conciencia histórica. Ayer fue el aniversario de la muerte de Marx. Más que "volver a Marx", se impone la necesidad de ir desprejuiciadamente al encuentro de su obra.



¿Qué relación hay entre la visión de personas como Marx y los monstruos que se llamaron a sí mismos marxistas en el siglo XX? Sin duda hay una conexión. El capitalismo organizado por el Estado es indudablemente contrario al espíritu de la actividad y los escritos de Marx a lo largo de su vida, pero podría reclamar que es fiel a algunos de sus aspectos. Permítasenos sólo un ejemplo.
El volumen I del Capital no acaba en una conclusióncompletamente comunista (cómo llegar a un mundo sin mercancía, sin Estado y sin dinero), sino en la expropiación de los expropiadores a través de la socialización del capitalismo que ha acontecido por necesidad histórica. Pero esto no es
suficiente para justificar que el SPD tomase parte en el gobierno de Alemania después de 1918, mucho menos la represión de Kronstadt o el Gulag. Pero esto está ciertamente lejos de la afirmación clara del comunismo que leímos en los primeros textos de Marx y en sus numerosos cuadernos sobre el mir y las sociedades “primitivas” que mantuvo en sus últimos años (ninguno de los cuales, como sabemos, hizo públicos). En los últimos años sesenta y en los setenta, nosotros no fuimos los únicos en “volver a Marx”, en la medida en que pensábamos que era necesario para una mejor comprensión de lo que estábamos experimentando. Los ensayos recogidos aquí forman parte de este esfuerzo. Esto significó el retorno a toda la historia y pensamiento revolucionarios, e incluyó la oposición de Izquierda en la III Internacional (las Izquierdas “italiana” y “germano-holandesa”), pero también el anarquismo de antes y después de 1914. Estábamos, y seguimos estando convencidos (contrariamente a la declaración de Marx en una de sus obras más endebles), de que a mitad del siglo XIX se produjo una verdadera escisión dentro del movimiento revolucionario entre lo que fue convertido en necedad como marxismo y anarquismo. Más tarde, por supuesto, la escisión se hizo peor.

El lector de este libro comprobará que no estamos añadiendo bocaditos de Bakunin a grandes trozos de Marx (o viceversa). Semejante chapuza parecería un rompecabezas fuera de lugar. Únicamente estamos intentando valorar a Marx y a Bakunin como Marx y Bakunin tuvieron que valorar, por
ejemplo, a Babeuf o a Fourier.

Es difícil negar la dimensión progresiva en Marx: en cuanto al tiempo, compartió la opinión de que hoy es “mejor” que ayer y mañana con seguridad mejor que hoy. Mantuvo un punto de vista lineal de la historia, y construyó una continuidad determinista desde la comunidad primitiva hasta el comunismo. Básicamente, reconstruyó la historia primitiva como si, cuando los grupos humanos habían sido capaces de producir más de lo necesario para la supervivencia inmediata, este excedente
hubiese creado la posibilidad de la explotación, por tanto, su necesidad histórica. Una minoría obligó a la mayoría a trabajar y arrebató la riqueza. Miles de años más tarde, gracias al capitalismo, la enorme expansión de la productividad crea otra posibilidad: el fin de la explotación. Las mercancías de todas clases son tan abundantes que llega a ser absurdo que una minoría los monopolice. Y la organización de la producción está tan socializada que es inútil (y aun contraproducente) que se la tenga funcionando por un puñado de dirigentes, cada uno de los cuales administrando su propio negocio privado. Los burgueses eran históricamente necesarios: después, su propia realización (el desarrollo de la economía moderna) los convierte en parásitos. El capitalismo se hace a sí mismo inútil. De este modo, la historia se ha movido desde la escasez a la
abundancia.

Ciertamente, semejante modelo de evolución jamás fue realmente escrito por Marx, pero es la lógica que subyace bajo un montón de sus textos y (lo que es más importante) muchas de sus actividades políticas. No es un accidente o error que apoyase a la burguesía nacional alemana o a los líderes sindicales o de partido claramente reformistas: los consideraba como agentes del cambio positivo que finalmente traería el comunismo. Por el contrario, miró por encima del hombro a
insurrectos como Bakunin, a quien consideró que estaba fuera del movimiento real de la historia.

Es interesante señalar que figuras anarquistas tan importantes como Kropotkin y Elisée Reclus (ambos renombrados geógrafos profesionales) también apoyaron puntos de vista deterministas, con un énfasis mayor sobre la organización social que sobre la producción. Para ellos, la expansión mundial de la industria y el comercio creaban potencialmente una sociedad universal humana y abierta en la que ya no tenían significado las diferencias étnicas, las fronteras y los Estados.

Tanto en el caso de Marx como en el de Kropotkin, la “sociedad” dejaba de ser el resultado de las relaciones entre las personas y las clases, y se suponía que la revolución tenía que suceder a causa de una marcha universal hacia una humanidad unificada. Esta era más una explicación tecnológica que social de la historia.

Sin embargo, el Marx determinista no fue el único Marx, quien mostró un profundo interés duradero en lo que no se ajustaba a la sucesión lineal de las fases históricas. Escribió largamente sobre las comunas campesinas autoorganizadas con propiedad colectiva de la tierra, y encaró claramente la posibilidad de saltarse el estadio capitalista en Rusia. Pensase lo que pensase Kropotkin de Marx, sólo unas pocas ideas del anarquista ruso reverberan las del famoso exiliado de Londres.

Sin embargo, como sabemos, estas percepciones fueron descartadas más tarde tanto por los marxistas reformistas como por los revolucionarios. El marxismo se convirtió en la ideología del desarrollo económico. Acorde con ello, a medida que el capitalismo se socializa más y más, hay escasa necesidad de una revolución: las masas organizadas pondrán fin a la postre (principalmente de modo pacífico) a la anarquía burguesa. Resumiendo, el socialismo no rompe con el
capitalismo: lo completa. Los radicales sólo diferían de los gradualistas en que incluían la necesidad de la violencia en el proceso. Lenin apreció el hecho de que los grandes establecimientos y cárteles alemanes estuviesen ya organizados y centralizados desde arriba: si los administradores burgueses
eran sustituidos por los de la clase obrera, y esta planificación racional era extendida desde cada trust privado al conjunto de la industria, la estructura social general quedaría alterada. Esto no
era una ruptura con la mercancía y la economía.

Nuestro “retorno a Marx” hacia 1970 probablemente no llegó a comprender cuánto debía el marxismo a Marx.

Cualquier definición económica del comunismo sigue estando dentro de la esfera de la economía, esto es, la separación de los momentos de la producción del resto de la vida. El comunismo no es una sociedad que alimentaría adecuadamente al hambriento, cuidaría al enfermo, alojaría al que no tiene casa, etc. No puede basarse en la satisfacción de las necesidades tal como existen hoy o incluso como podríamos imaginarlas en el futuro. El comunismo no produce suficiente para cada cual y lo distribuye equitativamente entre todos. Es un mundo en el que la gente entra en relaciones y en actos que (entre otras cosas) dan como resultado que sean capaces de alimentarse, cuidarse, alojarse... ellos mismos. El comunismo no es una organización social. Es una actividad. Es una comunidad humana.

Gilles Dauvé, Junio de 2002 (Del prólogo a la edición en español de Declive y Resuergimiento de la perspectiva comunista).

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