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miércoles, diciembre 12, 2007

"Wilhelm Reich y la revolución sexual", por Maurice Brinton 




Maurice Brinton es la chapa de un médico que en Inglaterra integraba el colectivo Solidarity, una especie de grupo consejista, o socialista libertario, que estaba muy influenciado por Castoriadis y Socialisme ou Barbarie. Alguna vez hace como 20 años ví un libro que compilaba varios textos de Solidarity, en una librería de calle Merced que ya no existe. En ese momento no lo compré ni lo robé -lo que era bien fácil en dicha librería-, pues no supe como clasificarlo dentro del mapa mental de la izquierda del siglo XX que en ese entonces tenía armado en mi cerebro de quinceañero militante y tal vez su antileninismo tajante me pudo haber ofendido/confundido un poco. Nunca más ví esa edición, ni he obtenido información alguna sobre quien y donde la hizo... Varios años después (y varias neuronas menos), traduje el documento de Solidarity llamado "Como lo vemos/Como no lo vemos", pero un virus en mi PC me hizo perder luego todo ese trabajo. Ahora los cerebros pensantes del "Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques" (¡¡¡qué nombre más lamentable el de este grupo!!!) han tenido el buen tino de traducir y subir el librito de Brinton "Lo irracional en la política", de 1970, del cual extracté los dos capítulos finales.



Aquéllos que quieren cambiar la sociedad deben procurar entender cómo actúan y piensan las personas en sociedad. Éste no es un campo en el que los revolucionarios tradicionales estén en casa. Por las razones que hemos mostrado, se sienten claramente incómodos en él. Los puntos de vista de Reich sobre el condicionamiento sexual son aquí ciertamente relevantes, sin importar lo que se pueda pensar de otros aspectos de su obra .

Algunas posibles malas interpretaciones deben aclararse de inmediato. No estamos diciendo que la revolución sexual sea la Revolución. No hemos abandonado la lucha por la Revolución para convertirnos en “profetas del mejor orgasmo”. No estamos en tránsito de la política revolucionaria colectiva a la emancipación sexual individual. No estamos diciendo que los factores sexuales vayan a sustituir a los económicos en la comprensión de la realidad social, o que esa comprensión que la represión sexual generará automáticamente una visión profunda (insight) de los mecanismos de explotación y alienación que están en la raíz de sociedad de clases. Tampoco estamos respaldando los escritos posteriores de Reich, sea en el campo de la biología o en el de la política.

Lo que estamos diciendo es que la revolución es un fenómeno total o es nada , que una revolución social que no sea también una revolución sexual no habrá llegado muy abajo de la superficie de las cosas, y que esa emancipación sexual no es algo que “vendrá después”, “automáticamente” o como un “subproducto” de una revolución en otros aspectos de las vidas de las personas. Ponemos el acento en que, ninguna “comprensión” de la realidad social, puede ser total si niega los factores sexuales, y que la represión sexual misma tiene tanto orígenes económicos como efectos sociales. Estamos intentando explicar algunas de las dificultades que afrontan los revolucionarios, y algunos de los problemas reales a los que se enfrentan -aquí y ahora. Estamos, por último, intentando explicar por qué la tarea del militante puramente “industrial” o del revolucionario puramente “político” es tan difícil, ingrata y a la larga estéril.

A menos que los revolucionarios sean claramente conscientes de todas las resistencias a las que se enfrentan, ¿cómo pueden esperar romperlas? A menos que los revolucionarios sean claramente conscientes de las resistencias (es decir, las influencias insospechadas de la ideología dominante) dentro de ellos mismos, ¿cómo pueden esperar habérselas con los problemas de los demás?

¿Cuánto tiempo de la vida de una persona ordinaria se consagra a la “política” (incluso en los términos básicos de lucha económica organizada) y cuánto a los problemas de las relaciones interpersonales? Contestar a la pregunta ya es proporcionar una respuesta. Con todo, solamente observemos la literatura política actual de la Izquierda corriente. Leyendo las columnas de Morning Star, Worker”s Press o Socialist Standard (o, en los EEUU, The Daily World, Worker”s Power o The People”s Voice - eds.) no se encuentra insinuación alguna de que los problemas tratados en este folleto hayan incluso existido. El hombre es visto como un ridículo fragmento de la que es su estatura completa. Raramente se tiene la impresión de que los revolucionarios tradicionales estén hablando de personas reales, cuyos problemas respecto a las esposas, los padres, los compañeros o los niños ocupan, al menos, tanto de sus vidas como su lucha contra la explotación económica.

Los marxistas a veces declaran (pero más a menudo dejan sólo entrever) que un cambio en las relaciones de propiedad (o en las relaciones de producción) iniciará un proceso que resolverá finalmente los problemas emocionales de la humanidad (¿un fin a la miseria sexual a través de un cambio en la Dirección?). Esto no se sigue en lo más mínimo. Si Marx tiene razón en que “el socialismo es la autoconciencia positiva del hombre”, la lucha a nivel de la emancipación sexual debe emprenderse en términos explícitos y la victoria no debe, precisamente, dejarse que ocurra (o no ocurra) como consecuencia del cambio económico. Es difícil, sin embargo, convencer al revolucionario corriente de esto. Su propia “armadura de carácter” les hace impenetrables a las necesidades básicas de muchos de aquéllos en cuyo nombre creen estar actuando. Temen politizar la cuestión sexual, porque temen lo que hay en ellos mismos.

¿Cuáles son las implicaciones prácticas de las ideas que hemos perfilado aquí? ¿Puede la revolución sexual tener lugar dentro de un contexto capitalista? ¿Puede una revolución total tener lugar mientras las personas estén todavía reprimidas sexualmente? Esperamos, en esta sección, mostrar que incluso formular la pregunta en estos términos es equivocado, y que hay una profunda relación dialéctica entre las dos cosas que nunca debería perderse de vista.

Reich esperaba originalmente que fuese posible eliminar las neurosis de la gente mediante la educación, la explicación y un cambio en sus hábitos sexuales. Pero pronto comprendió que era una pérdida de tiempo poner a los pacientes a hacer cola para la consulta de los analistas si la sociedad estaba produciendo neurosis más rápido de lo que los analistas eran capaces de tratarlas. La sociedad capitalista era una industria de producción en masa en lo que a las neurosis se refiere. Y donde no producía neurosis definidas y clínicamente reconocibles, frecuentemente producía “adaptaciones”, que lisiaban al individuo compeliéndole a someterse (en la sociedad moderna la sumisión y la adaptación son frecuentemente el precio a pagar por evitar una neurosis individual). El creciente despertar a la conciencia de este hecho conjunto a Reich a cuestionar cada vez más todo el modelo de organización social y a trazar conclusiones revolucionarias. Llegó a ver que “el problema sexual” estaba profundamente relacionado con las estructuras sociales autoritarias y no podría resolverse a menos que derrocando el orden establecido.

A estas alturas, muchos habrían abandonado el psicoanálisis por la política radical de corte clásico. Lo que hace a Reich un pensador tan interesante y original es que él se dio cuenta de lo contrario, a saber, que sería fundamentalmente imposible alterar el orden social existente mientras la gente estuviese condicionada (a través de la represión sexual y de la formación autoritaria) a aceptar las normas fundamentales de la sociedad a su alrededor. Reich se unió al Partido Comunista Austriaco en julio de 1927, siguiendo a los tiroteos en Schattendorf y Viena . Participaba en las reuniones, en el reparto de folletos, en las demostraciones, etc. Pero simultáneamente continuó desarrollando el psicoanálisis revolucionario, guiándolo hasta el territorio biológicamente desconocido. Lo llevó, desde donde había dejado de ser una profesión confortable, hasta áreas donde comenzó a ser una ocupación peligrosa. Estableció clínicas gratuitas de higiene sexual en los distritos de la clase obrera de Viena. Éstas se demostraron extremadamente populares. Proporcionaron a Reich una visión muy profunda no sólo de la miseria sexual y económica de la población, sino también de “la estructura irracional adquirida de las masas” que hacía “posible la dictadura a través de la utilización de lo irracional” . En los escritos de Reich el “hombre” como paciente y el “hombre” como ser social se mezclan más y más en uno.

Las mismas experiencias de Reich en política (el respaldo y la “justificación” de la brutalidad policial por grandes secciones de la población austriaca, la aceptación de la autoridad incluso pasando hambre, el acceso relativamente fácil al poder por parte de los Nazis en Alemania, el triunfo de los “piratas políticos” sobre las “masas reprimidas y hambrientas”) le condujeron a cuestionar aún más profundamente los mecanismos mediante los que la ideología dominante permeaba las filas de los oprimidos, para investigar aún más completamente las raíces de “lo irracional en la política”. Las conclusiones de Reich ya se han indicado: la estructura de carácter de las personas les impide darse cuenta (becoming aware) de sus verdaderos intereses. El miedo a la libertad, el anhelo del orden (de cualquier tipo), el pánico al pensamiento de ser privados de un líder, la ansiedad con la que confrontan el placer o las nuevas ideas, el dolor causado por tener que pensar por uno mismo, todo acto contra cualquier deseo de emancipación social.

“Ahora entendemos”, escribía Reich, “un elemento básico en la «retroacción de la ideología sobre la base económica». La inhibición sexual altera la estructura del individuo económicamente oprimido de tal manera que piensa, siente y actúa contra sus propios intereses materiales”.

Podría pensarse que, de tal análisis, sólo podrían salir conclusiones pesimistas. Si una actitud racional hacia la sexualidad es imposible bajo el capitalismo (porque la continuación del capitalismo evita el desarrollo de la racionalidad en general), y si no es posible ningún cambio realmente social mientras la gente esté sexualmente reprimida (porque esto condiciona su aceptación de la autoridad), la perspectiva parecería yerma de hecho, respecto tanto a la revolución sexual como a la social.

La biografía de Reich realizada por Cattier contiene un pasaje que ilustra brillantemente este dilema: “Cuando Reich estaba con sus pacientes, había notado que movilizarían todas sus reacciones de defensa contra él. Se agarrarían a su equilibrio neurótico y experimentarían miedo cuando el analista consiguiese acercarse al material reprimido. Del mismo modo, las ideas revolucionarias se deslizan fuera de la armadura de carácter de las masas debido a que tales ideas están apelando a todo lo que la gente tenía que sofocar, dentro de ellos mismos, para aguantar su propia brutalización.

“Sería equivocado creer que la gente trabajadora falla a rebelarse porque carecen de información sobre los mecanismos de la explotación económica. De hecho, la propaganda revolucionaria que busca explicar a las masas la injusticia social y la irracionalidad del sistema económico cae en oídos sordos. Aquéllos que se levantan a las cinco de la mañana para trabajar en una fábrica, y tienen además que gastar dos horas todos los días en trenes subterráneos o suburbanos, tienen que adaptarse a estas condiciones eliminando de sus mentes cualquier cosa que pueda poner en cuestión tales condiciones de nuevo. Si comprendiesen que están pasando sus vidas al servicio de un sistema absurdo se volverían locos o se suicidarían. Para evitar lograr tal visión (insight) cargada de ansiedad, justifican su existencia racionalizándola . Reprimen todo lo que pueda perturbarles y adquieren una estructura de carácter adaptada a las condiciones bajo las que deben vivir. De eso se sigue que la táctica idealista, consistente en explicar a la gente que están oprimidos, es inútil, en tanto la gente ha tenido que suprimir la percepción de la opresión para vivir con ella. Los propagandistas revolucionarios claman a menudo que están intentando elevar el nivel de conciencia de la gente. La experiencia muestra que sus conductas raramente tienen éxito. ¿Por qué? Porque tales conductas se alzan contra todos los mecanismos de defensa inconscientes y contra todas las diversas racionalizaciones que la gente ha construido para no devenir conscientes (become aware) de la explotación y del vacío de sus vidas.”

Esta imagen obscura contiene mucha más verdad de la que, la mayoría de los revolucionarios, puede admitir cómodamente. Pero, en último análisis, es inadecuada. Es inadecuada porque implica individuos totalmente maleables, en quienes la represión sexual total ha producido los prerrequisitos de un condicionamiento total y, por tanto, de una aceptación total de la ideología dominante. La imagen es inadecuada porque es adialéctica. No abarca la posibilidad de que las actitudes puedan cambiar, de que las “leyes” que gobiernan los mecanismos psicológicos se puedan alterar, de que una lucha contra la represión sexual (dictada por las propias necesidades sexuales) podría soltar la “armadura del carácter” de los individuos y hacerles más capaces del pensamiento y la acción racionales.

En cierto sentido, el modelo descrito implica una visión de las reacciones psicológicas como algo inalterable y fijo, gobernado por leyes objetivas que operan independientemente de las acciones o los deseos de los hombres. En este sentido, posee una extraña similitud con la imagen del capitalismo presente en la mente de tantos revolucionarios . Pero, ni el mundo externo ni el mundo interno del hombre, existe, de hecho, en esta forma. La clase obrera no se somete a su historia, hasta que un día la haga explotar. Su lucha continua en la producción modifica constantemente el área donde tendrá que librarse la próxima fase de la lucha. Mucho de lo mismo se aplica a la lucha del hombre por la libertad sexual.

El propio Reich era consciente de esta posibilidad. En el prefacio a la primera edición de Análisis del Carácter (1933), escribía: “Gradualmente, con el desarrollo del proceso social, se desarrolla allí una discrepancia creciente entre la renuncia forzada y la tensión libidinal incrementada: esta discrepancia socava la «tradición» y forma actitudes nucleares psicológicas que amenazan lo fijado”.




El “socavamiento de la tradición”, al que Reich se refería, ha progresado ciertamente en los años recientes. El cambio en las actitudes tradicionales está ganando ímpetu y volviéndose más explícito, de una manera que habría sorprendido y encantado a Reich. Viendo el estrago a su alrededor, en los distritos de la clase obrera de Viena y Berlín (a finales de los años 20 y principios de los 30), Reich escribió las páginas más brillantes y amargas sobre la miseria sexual de la adolescencia, sobre el daño hecho a la personalidad por la culpa acerca de la masturbación, sobre la ignorancia y la mala información acerca del control de la natalidad, sobre el elevado coste de los contraceptivos, sobre los abortos en las callejuelas (tan a menudo el destino de la chica o la esposa de la clase obrera) y sobre la hipocresía del “compulsivo” matrimonio burgués, con su inevitable concomitancia de celos, adulterio y prostitución.


La verdadera libertad sexual para el joven, escribía Reich, significaría el fin de este tipo de matrimonio. La sociedad burguesa necesitó el matrimonio burgués como una de las piedras angulares de su edificio. Para Reich, cualquier escala amplia de libertad sexual era inconcebible dentro del armazón del capitalismo.

Lo que ha ocurrido ha sido una cosa bastante distinta de la que Reich podía prever. En las sociedades industriales avanzadas, la lucha persistente del joven por lo que es uno de sus derechos fundamentales -el derecho a una vida sexual normal, desde la edad en que es capaz de ello- ha tenido éxito mellando la ideología represiva, provocando cambios y modificando la base sobre la que la próxima fase de la lucha tendrá que librarse. Los adolescentes están evadiéndose de la atmósfera sofocante de la familia tradicional, un acto que podría ser de importancia considerable. La información y la ayuda práctica sobre el control de la natalidad están ahora disponibles, incluso para los no casados. La creciente independencia financiera de la gente joven y el descubrimiento de la contracepción oral, proveen un sólido fundamento material para todo el proceso. La actitud hacia la “ilegitimidad” está cambiando gradualmente. La educación de los niños es más ilustrada. El aborto está ahora más ampliamente disponible, el divorcio es mucho más fácil y los derechos económicos de las mujeres están más ampliamente reconocidos. La comprensión está aumentando. La gente está empezando a entender que la sociedad misma engendra la conducta antisocial que condena.

Es verdad que todo esto sólo se ha logrado a una escala pequeña, sólo en algunos países y solamente haciendo frente a una tremenda oposición. También es verdad que, como en los días Reich, cada concesión reconoce tardíamente, “demasiado tarde y demasiado poco”, hechos establecidos, en lugar de iluminar un nuevo sendero. Es más, ninguno de los “reformadores” está lo suficientemente desmistificado o desreprimido todavía como para pregonar, a toque de trompeta, el mensaje de que el sexo es una actividad natural y placentera -o de que el derecho a la felicidad sexual es un derecho humano básico. Raramente se proclama que, a lo largo de la historia, la práctica del sexo nunca ha tenido como su fin principal la procreación, cualesquiera fuesen las prédicas de los moralistas, los sacerdotes, los filósofos o los políticos. Pero, a pesar de estas limitaciones, el hecho de una revolución sexual en desarrollo es innegable, irreversible y de importancia profunda.

Como en otras áreas, el intento de emancipación sexual encuentra dos tipos de respuesta por parte de la sociedad establecida: la oposición frontal -de aquéllos que todavía viven en la era victoriana- y un intento de recuperación. La sociedad moderna busca neutralizar cualquier amenaza que se le presente y, finalmente, convertir tales desafíos en algo útil para sus propios fines. Busca recobrar con una mano lo que ha sido obligada a entregar con la otra: partes de su control de la situación total.

Respecto al sexo, el fenómeno de recuperación toma primero la forma de alienar y reificar la sexualidad, y luego de explotar frenéticamente esta cáscara vacía para fines comerciales. Mientras tanto la juventud moderna se evade de la correa doble de la moralidad tradicional represiva y la familia patriarcal autoritaria, se encuentra con una imagen proyectada de la sexualidad libre que es, de hecho, una distorsión manipuladora de la misma. La imagen es, a menudo, poco más que un medio para vender productos. Hoy el sexo se usa para vender de todo, desde cigarrillos hasta bienes inmuebles, desde botes de perfume hasta vacaciones pague-según-gane; desde las lociones para el cabello hasta los modelos de automóvil del año que viene. El mercado potencial se examina, cuantifica y explota sistemáticamente. La explosión “pornográfica” en Broadway (Nueva York) proporciona ahora una clientela previamente reprimida de proporciones masivas y gustos variados. Aquí, como en cualquier otra parte, a menudo se trata de una cuestión de investigación del consumidor. Se arreglan cabinas y pantallas separadas para los homosexuales (activos y pasivos), los fetichistas, los sádicos, los masoquistas, los mirones, etc. La publicidad de la moda, los espectáculos de striptease y ciertas revistas y películas, ponen de relieve el exitoso desarrollo del sexo como una de las mayores industrias de consumo.


Este sexo se presenta en todo como algo a ser consumido. Pero el instinto sexual difiere de ciertos otros instintos. El hambre puede ser satisfecha mediante la comida. La “comida” del instinto sexual es, sin embargo, otro ser humano, capaz de pensamiento, acción, sufrimiento. La alienación de la sexualidad bajo las condiciones del capitalismo moderno es, en gran medida, parte del proceso de alienación general, en el que las personas son convertidas en objetos (en este caso, objetos de consumo sexual) y las relaciones son despojadas de contenido humano. La actividad sexual indiscriminada, compulsiva, no es libertad sexual -aunque a veces pueda ser una preparación para ella (lo que la moralidad represiva nunca puede ser). La ilusión de que el sexo alienado es libertad sexual constituye todavía otro obstáculo en el camino a la emancipación total. La libertad sexual implica la realización y la comprensión de la autonomía de los otros. Desafortunadamente, la mayoría de la gente no piensa aún de este modo.

La recuperación por la sociedad de la revolución sexual es, por consiguiente, parcialmente exitosa. Pero crea la base para un desafío más profundo y más fundamental. La sociedad moderna puede tolerar la sexualidad alienada, igual que tolera el consumo alienado, los aumentos salariales que no exceden a los aumentos en la productividad del trabajo, o la “libertad” colonial en la que los “hechos de la vida económica” todavía perpetúan la división del mundo en ricos y pobres. El capitalismo moderno no sólo tolera estos “desafíos”, sino que los convierte en engranajes esenciales de su propia expansión y perpetuación. Busca tomar las riendas de las demandas sexuales de la juventud, primero distorsionándolas y luego integrándolas en el sistema actual, de modo muy similar a cómo las reivindicaciones de la clase obrera son integradas en la economía de la sociedad de consumo. A partir de una fuerza liberadora potencial, estas reivindicaciones tienden así a convertirse en un mecanismo ulterior de represión. Lo que la sociedad explotadora no será ya capaz de tolerar, sin embargo, es el desarrollo masivo de personas críticas, desmistificadas, autosuficientes, sexualmente emancipadas, autónomas, no alienadas, conscientes de lo que quieren y dispuestas a luchar por ello.

La afirmación del derecho de cada uno a dirigir su propia vida, en el reino del sexo así como en el reino del trabajo, está ayudando a desintegrar la ideología dominante. Está produciendo individuos menos compulsivos y obsesivos, y a este respeto está preparando el terreno para una revolución libertaria. (A la larga incluso los revolucionarios tradicionales, ese depósito de puritanismo reprimido, se verán afectados.)

El cuestionamiento y desafío incesantes de la autoridad, en el tema del sexo y de la familia compulsiva, sólo puede complementar el cuestionamiento y el desafío de la autoridad en otras áreas (por ejemplo, sobre el asunto de quién ha de dominar el proceso de trabajo -o del propósito del trabajo mismo). Ambos desafíos enfatizan la autonomía de los individuos y su dominación sobre los aspectos más importantes de sus vidas. Ambos exponen los conceptos alienados que se hacen pasan por racionalidad y que gobiernan mucho de nuestro pensamiento y comportamiento. La tarea del revolucionario consciente es hacer explícitos ambos desafíos, señalar su contenido profundamente subversivo y explicar su interrelación. Entender el psicoanálisis revolucionario es agregar una nueva dimensión a la crítica marxista de las ideologías y a la comprensión marxista de la falsa conciencia. Sólo entonces tendremos las herramientas para dominar nuestra propia historia, el socialismo (“la autoconciencia positiva del hombre”) será una posibilidad real, y el hombre será capaz de romper de una vez por todas con “lo irracional en la política” y con lo irracional en la vida.

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