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jueves, enero 31, 2008

mapeando el capitalismo global...para destruirlo cuanto antes 



Mi buen amigo Tom anduvo de visita desde las heladas tierras escandinavas, y me obsequió el Nº más nuevo de la revista británica Aufheben (Nº 18, enero de 2008). En este Nº aparece (además de un extenso análisis de los conflictos de clase en China, y críticas a los autonomistas Virno y De Angelis) el comentario de un libro de Beverly Silver llamado "Forces of labour" (por lo visto, ya se tradujo al portugués...¿al español cuando?)(De esta misma autora en coordinación con Giovanni Arrigui y otros autores está disponible en Akal ediciones el libro "Caos y orden en el sistema-mundo moderno", que se podía adquirir por módicas dos lucas en la oferta de libros del FCE en calle Bulnes).

La insistencia de mi querido amigo Tom en la excelencia de este libro llevó a que antes de irse del país me obsequiara un ejemplar fotocopiado y anillado del mismo. Aún no he podido leerlo (será una de mis lecturas de vacaciones, de seguro) pero, validando la relevancia del texto, he aquí de momento una traducción al español de la parte final del comentario hecho por los camaradas de Aufheben (pueden acceder a un archivo de todos los números de esta revista, en LIBCOM).



Aufheben Nº 16 – 2008. Comentario del libro de Beverly Silver “Forces of labour: Workers´ movements and globalisation since 1870” (Cambridge University Press, 2003).

Conclusiones: Novedad real y aparente

Continuidades: Uno de los principales aciertos de Forces of labour ha sido mostrar que bajo la aparente novedad de la era contemporánea existen significativas continuidades que socavan las proclamaciones de los ‘neoistas’. El repliegue de la lucha de clases en los países capitalistas avanzados ha permitido el desarrollo de teorías que hacen eco de lo que han proclamado pensadores burgueses posmodernos en cuanto a que las políticas tradicionales de clase ya se terminaron. André Gorz dijo adiós a la clase obrera, Antonio Negri se despidió del ‘obrero masa’, y un montón más han seguido sus pasos llamando al abandono de la práctica política militante.

Ciertamente muchos de los focos del conflicto de clase en Europa y Norteamérica han sido eliminados. Las industrias extractivas y astilleros han sido cerrados. Muchas de las grandes fábricas han bajado las cortinas definitivamente y los trabajos de fabricación han dado paso a trabajos en las industrias de servicios. Por un lado Forces of Labour ve en esta reestructuración sencillamente un retorno a la situación de la lucha de clases donde los trabajadores tienen que enfrentarse a un terreno donde tienen menos poder de negociación. Así el aparente eclipse de los conflictos de clase en las economías avanzadas tan solo oculta una situación en que los trabajadores están acostumbrándose a los parámetros alterados de su situación antes de que el conflicto irreconciliable entre capital y trabajo vuelva a ser un conflicto manifiesto. En esto podríamos estar especulando, pero Forces of Labour nos demuestra mediante un meticuloso análisis empírico y concreto que las perspectivas de los post-autonomistas y su clase están parcialmente cegadas por su Eurocentrismo.

El capítulo que discute las nuevas industrias concede que la centralidad de la producción de automóviles en la economía global ha sido desplazada por una vertiginosa variedad de nuevas mercancías posibilitadas por el semiconductor. Pero bajo el examen de los servicios de producción, educación y transporte en Europa y EEUU yace la realidad de la producción en masa de estas mercancías en fábricas ubicadas a lo largo de áreas recientemente industrializadas del planeta, particularmente en Asia. Los trabajos de cuello blanco tan amados por los intelectuales francófonos son sólo un lado del límite mental/manual que caracteriza la división global del trabajo. La continuidad esencial con las políticas y prácticas de la era de posguerra es, sin embargo, más claramente demostrada a través de lo que tal vez es el foco central del libro –el capítulo relativo a las sucesivas relocalizaciones de la industria automotriz. La producción en masa de autos, lejos de haber sido eliminada como arena para la lucha de clases, se ha extendido por el globo. La lucha de clases centrada en la fábrica es tal vez más relevante que nunca cuando el proletariado es considerado globalmente.

Discontinuidades: Pero a la vez que Silver nos muestra la continuidad de la época actual con períodos previos del capitalismo, también es cierto que ella nos ayuda a detectar importantes discontinuidades. Pero no son aquellas tan ensalzadas por los ‘neoistas’. Una vez más, la evidencia es suministrada por el análisis del “factor espacial” y los resultantes ciclos de lucha.

Desde fines del siglo 19 a finales de los 70 las divisiones del capitalismo mundial estaban relativamente basadas en la naturaleza. El centro de la producción capitalista permaneció fuertemente afianzado en Europa Occidental y Norteamérica a través del largo período que incluyó dos guerras mundiales (Forces of Labour describe la relocalización espacial de la producción textil a los Estados del sur de los EEUU y a partes de la India, China y Japón durante la última parte del siglo 19 e inicios del siglo 20, pero los recién formados proletariados textiles de Asia estaban rodeados de millones y millones de campesinos). Por supuesto, después de la Segunda Guerra emergió el “Segundo Mundo” del capitalismo de Estado y el “Primer Mundo” fue engrosado por Japón, pero el resto del mundo siguió pegado en el “Tercer Mundo”, integrado a la economía mundial sólo para proveer productos agrícolas y materias primas requeridas para el desarrollo industrial en otras partes. Esta situación de subdesarrollo versus desarrollo proveía la base material para que el antagonismo social se expresara a través de las formas ideológicas de la liberación nacional por una parte y del tercermundismo por la otra.

En contraste, las últimas tres décadas han roto con esta división antes tan rígida. La relocalización de las industrias de producción en masa, como la producción de automóviles, ha implicado la proletarización de millones de campesinos en un industrializado “Tercer Mundo”. Debe señalarse que este proceso todavía tiene un largo camino que recorrer, particularmente en relación al continente Africano. Pero lo que Silver ha identificado en su análisis de las relocalizaciones espaciales es que este proceso ha ido cambiando la estructura misma del capitalismo industrial mundial, junto con la localización y naturaleza de las luchas en su contra, a un nivel sin precedentes.

Cuando Marx llamó a los trabajadores del mundo a unirse, estaba dirigiéndose fundamentalmente a unos pocos millones en Inglaterra, Francia y EEUU. La ola revolucionaria de 1917 arrasó a Europa, con reverberaciones hacia todas partes. La ola de los 60 se extendió mucho más lejos a través del globo pero así y todo dejó amplias áreas geográficas sin afectar. Forces of labour indica sin embargo que estamos ahora presenciando la emergencia de un proletariado verdaderamente global, y con él la posibilidad de que la noción de revolución mundial pueda significar exactamente eso.

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