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viernes, marzo 07, 2008

NO FUTURE EN ITALIA 1977 


El 68, año del inicio del "segundo asalto proletario a la sociedad de clases", duró en Italia hasta 1977. Poco se sabe de este movimiento, razón por la cual el libro sobre el tema editado por los camaradas de Traficantes de Sueños se agotó muy rápido. A continuación, extractos del texto de Bifo "El año en que el futuro se acabó" incluído en dicho libro. Pueden descargarlo enterito en el sitio de Traficantes:

Cuando se habla de 1977 vienen a la mente una serie de asociaciones de ideas, imágenes, recuerdos, conceptos y palabras, a menudo incoherentes entre sí.

El ‘77 es el año en el que estalló y se desplegó un movimiento de estudiantes y de jóvenes proletarios que se expresó de forma muy intensa en las ciudades de Bolonia y Roma. En algunos ambientes, setenta y siete evoca violencia, tropelías, años de plomo, miedo en las calles y en las escuelas. En otros ambientes significa, en cambio, creatividad, feliz expresión de necesidades sociales y culturales, autoorganización de masas, comunicación innovadora.

¿Cómo pueden convivir estas dos visiones, a menudo en la mente de las mismas personas? 1977 es un punto de contacto o, más bien, de cesura, el punto en el que se encuentran (o tal vez se separan, pero es lo mismo) dos épocas diferentes.

Por ello se trata del momento de emergencia y de formación de dos visiones incompatibles, de dos percepciones disonantes de la realidad. En ese año alcanza su madurez la historia de un siglo, el siglo del capitalismo industrial y las luchas obreras, el siglo de la responsabilidad política y las grandes organizaciones de masas. Se empieza a entrever la época postindustrial, la revolución microelectrónica, el principio de la red, la proliferación de los agentes de comunicación horizontal, y, por tanto, la disolución de la política
organizada, la crisis de los Estados nación y de los partidos de masas.

No debemos olvidar que 1977 fue —además del año de los movimientos de contestación creativa en las universidades y barrios italianos— muchas otras cosas, no todas alineadas en la misma dirección ni bajo el mismo signo. Fue el año del nacimiento del punk, el año del jubileo de la Reina de Inglaterra contestado por los Sex Pistols, que pusieron patas arriba la capital británica durante días y días con música y barricadas lanzando el grito que marca como una maldición los siguientes dos decenios: No Future. Pero es también el año en el que en los garajes de Silicon Valley chicos como Steve Wozniak y Steve Jobs, hippies libertarios y psicodélicos logran crear el interfaz user friendly2 que hará posible en pocos años el acceso cada vez más amplio y popular a la informática y después a la telemática de red. Es el año en el que Simon Nora y Alain Minc escriben un informe al Presidente de la República Francesa, Valery Giscard d’Estaing, titulado L’informatisation de la société,3 en el cual se esbozan las transformaciones sociales, políticas, urbanísticas previsibles en la época siguiente como consecuencia de la introducción en el trabajo y en la comunicación de las tecnologías digitales y de la telemática (es decir, la informática a distancia; es decir, la conexión en red de los ordenadores; es decir, Internet).

1977 es también el año en el que son procesados los rebeldes de la Banda de los Cuatro (aka THE GANG OF FOUR! m.g.), Chiang Ching, WangHung-Wen, Yao Wen-Yuan y Chiang Chung-Chao. Los cuatro ultramaoístas de Shanghai fueron llevados encadenados a Beijing y condenados a penas de cárcel larguísimas, porque representaban, a ojos del grupo dirigente denguista, la utopía de una sociedad igualitaria en la que las reglas económicas serían anuladas en favor de una primacía absoluta de la ideología. La utopía comunista empieza su larga crisis precisamente allí donde había sido llevada hasta sus consecuencias más extremas y sangrientas, allí donde la Revolución Cultural Proletaria había desencadenado las tendencias más radicales e intransigentes. Pero es también el año en el que en Praga y Varsovia se extienden las primeras acciones de disidencia obrera y los disidentes checos firman la Carta 77. Es el año en el que Yuri Andropov (director entonces del KGB) escribe una carta al cadáver ambulante de Leonid Breznev (secretario general del PCUS y máxima autoridad de la Unión Soviética) en la que le dice que si la URSS no es capaz de recuperar con rapidez el retraso en el campo de las tecnologías de la información el socialismo se hundirá. El ‘77 no se puede comprender sólo ojeando el álbum italiano en el que hallemos las fotos de jóvenes de pelo largo con la cara cubierta por un pasamontañas o una bufanda. No se puede entender limitándonos a escuchar eslóganes truculentos, en parte ideológicos, en parte extrañamente surrealistas.

En ese año se pasa la página del siglo XX tal como en 1870–71, en las calles ensangrentadas de París, la Comuna pasó la página del siglo XIX y mostró con qué luces y sombras se anunciaba en el horizonte el siglo XX. Debemos intentar tener en cuenta esta complejidad cuando hablemos del acontecimiento italiano que fue el movimiento autónomo y creativo, porque sólo a partir de esta complejidad podremos entender qué sucede más allá de la crónica callejera, de las manifestaciones, de los enfrentamientos, de los cócteles molotov, más allá del debate sobre la violencia; más allá de la represión violenta con la que el Estado y la izquierda arremetieron contra el movimiento hasta criminalizarlo y empujarlo en brazos del terrorismo brigadista.

Marzo fue colorido y feliz, creativo e inteligente.
Septiembre fue plomizo y rencoroso, ideológico y agresivo


El movimiento había encontrado la calle bloqueada por las tanquetas, y cientos de jóvenes habían acabado en la cárcel. La esperanza de marzo se convirtió en la tenebrosa y desesperada determinación de septiembre.

El terrorismo vino después, y la heroína también.

Llegaron para traer la derrota, para eliminar al único adversario posible del ciberfascismo italiano. Hoy escribimos estas páginas en un clima completamente transformado. De momento, y no sabemos hasta cuando, el ciberfascismo habrá ganado la batalla. Personajes ridículos dominan la escena de la política amenazando con posibles desastres.

El mediascape de hoy (doscientas mil veces más cerrado que el mediascape del 77) está estructurado según las mismas líneas de entonces. Había entonces una información completamente controlada, una información de régimen que procedía del púlpito del Compromiso Histórico, de la iglesia católicotogliattiana.

Y de golpe aparecieron las radios libres, los panfletos transversales, los indios metropolitanos, los centros del proletariado juvenil, los primeros grupos de videoactivistas.

Del mismo modo, la información hoy está completamente controlada, procede de una única fuente como entonces.

Un único patrón gobierna los flujos que rocían la mente barroca del pueblo italiano. Pero de golpe ha surgido la innumerable masa de comunicación horizontal que compone Internet, los cien mil nodos de la red Indymedia, la proliferación de videomakers por las calles.

Tal vez sea en este terreno, en el de la comunicación, la producción del imaginario, de la formación de los panoramas psíquicos, donde se dibuje una posibilidad de recuperación de una perspectiva civil, política y cultural que permita superar la actual barbarie. Suponiendo que quede algo de humano cuando acabe la tormenta. Algo que no está del todo clara.

El ‘77 fue, recordémoslo, anticipación e inicio del fenómeno llamado punk, que ha representado el alma más profunda de las culturas juveniles de los años ochenta y noventa.

El punk no fue, en realidad, un puro y simple gesto inmediato de revuelta, aunque le encantase presentarse como tal.

El punk fue el despertar de la conciencia tardomoderna frente al efecto irreversible de devastación producido por todo aquellos que los movimientos revolucionarios no supieron cambiar, eliminar, destruir.

El punk fue una especie de desesperada y lúcida consciencia de un después sin salvación.

No future, declaró la cultura punk contemporánea de la insurrección creativa de Bolonia y de Roma: «No hay ningún futuro». Aún estamos en ese punto, mientras la guerra más demencial que la humanidad haya conocido destruye las conciencias y las esperanzas de una vida vivible. Estamos aún allí, en el punto en el que nos dejó el congreso de septiembre de 1977.

No future sigue siendo, hoy como entonces, el análisis más agudo y el diagnóstico más acertado.

Y la desesperación el sentimiento más humano.

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