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martes, junio 10, 2008

algo sobre ese sujeto que vestía uniforme verde y que ha sido recientemente canonizado por la Unidad Nacional... 




...No lo quiero ni mencionar.

Pero unos cabros de un grupo de hip hop le hicieron un homenaje musical, con la biografía no difundida oficialmente durante el reciente y exagerado funeral de Estado, y que Ud. puede ver en Youtube right now!!!. Dentro de estos datos habría que destacar que el sujeto era el jefe de la policía en la región cuando fue asesinado el comunero mapuche Alex Lemún, de 17 años. Luego de su llegada a la dirección general de la institución (ocurrida 3 meses después del asesinato de Christián Castillo, conocido como "El Mapa", por un balazo policial en las barricadas del 11-S en Peñalolén), como balance podríamos mencionar 3 muertos más: Rodrigo Cisternas (el 2007), Matías Catrileo y Johnny Cariqueo (en lo que va de 2008).



Sobre un evento protagonizado por la misma fuerza que este sujeto comandaba, la masacre del faro de Apoquindo, durante el gobierno de Aylwin (1993), un amigo me informó el fin de semana pasado que se había procedido a realizar un video sobre la canción "Eugenia", de Fiskales Ad Hok, que alude a esta misma masacre donde en el acribillamiento brutal de civiles por los pacos muríó una adolescente que era prima de don Alvaro España (su vocalista). El video incluye, además de dibujos de Christiano, imágenes captadas por alguien que pasaba casualmente por ahí, que nunca han sido exhibidas en la tele.

Para los que no recuerdan bien qué pasó ahí, los remito a la entrada wikipedia sobre la "Masacre de Apoquindo".

Y por último, Diego Moulian escribió en La Nación Domingo sobre el sujeto este y la campaña mediática que generó su muerte, bajo el significativo título de "Yo no estuve de duelo" (¡y nosotros tampoco!!!!):

Los climas de contagio emocional son intolerantes y no dejan espacio para la diversidad. El rechazo al que siente distinto, al que no se conmueve con lo que conmueve a la mayoría, es visceral: es un insensible, no tiene corazón, es inhumano, una mala persona.

El día después de los funerales del director de Carabineros, su mujer y los demás chilenos que murieron en Panamá, el noticiario central de TVN intentó explicar al que denominó “fenómeno del adiós a Bernales”. El canal estatal se preguntó acerca de los motivos que “hicieron llorar a casi todo un país” y que movilizaron a 50 mil santiaguinos a salir a la calle para despedir a personas con las que no tenían ningún vínculo directo. El periodista Claudio Fariña entrevistó a un panel de “expertos” el sociólogo Eugenio Tironi, el sicólogo León Guzmán y el cientista político Jorge Navarrete , quienes centraron su razonamiento en las cualidades personales del extinto general. Bernales proyectaba protección, transparencia y honestidad, afirmaron. Era una autoridad con inteligencia emocional, que se conectaba con la ciudadanía desde el corazón y el sentido común. “Los chilenos nos sentimos huérfanos de líderes que nos hablen directamente a los ojos”, sentenció Tironi.

Este análisis es a lo menos incompleto. No se hace cargo de un factor esencial: el rol de los medios de comunicación y, en particular, de la televisión. En rigor, lo esencial del fenómeno Bernales ocurrió dentro de la TV y a partir de ella. Desde el jueves 29 de mayo, cuando se produjo la caída del helicóptero, hasta el domingo en que se efectuaron los funerales, los canales se concentraron de manera excluyente y redundante en esta noticia y especialmente en el director de Carabineros. Se interrumpieron los programas deportivos, las teleseries fueron sacadas del aire, en el horario prime se emitieron largos reportajes especiales, y los noticiarios nocturnos con la excepción del bloque de fútbol y una que otra breve referencia a otro tema se convirtieron en una larga cadena de notas acerca de la vida, obra y muerte de Alejandro Bernales. De todas estas horas de transmisión quedan pocos elementos de real carácter noticioso. Bastaban algunos minutos para informar sobre las condiciones en que se produjo el accidente, sus causas y repercusiones, y el perfil de las víctimas. Lo restante es casi puro contenido emocional, uso y abuso de recursos narrativos y audiovisuales que apuntaban a excitar la sensibilidad de los telespectadores: música dramática, congelamiento y ralentización de las imágenes, primeros planos de gente llorando, abundantes niños y ancianos emocionados, apelación a las cualidades “humanas” de los fallecidos, frases como “general del pueblo” y “el alma de Chile está herida”.

En todo caso, el relato televisivo acerca de la muerte de Bernales no tiene nada de extraordinario y sorpresivo. La hipérbole, concentración y redundancia informativa son una constante del periodismo chileno. Basta con ver la oferta de los noticiarios centrales en el último mes, cuyo foco pasó casi sin pausas ni respiros desde las catástrofes naturales erupción del volcán Chaitén y temporales a los dramáticos hechos ocurridos en Centroamérica.

Sin ser totalmente novedoso, el fenómeno Bernales me parece preocupante. Como he expresado en anteriores columnas, la televisión es el gran espacio donde se constituye lo público, donde se hacen visibles y adquieren reconocimiento y legitimidad problemáticas y actores sociales. Y la tendencia a erigir consensos sustentados en la emotividad, por lo tanto, no contribuye a la construcción de una democracia basada en el libre, racional e informado intercambio de opiniones. En el mundo de hoy, dicen algunos, hay que contentarse con una política fundada en el impacto de la imagen y no en el debate reflexivo. Éste es un dato de la causa, pero no que hay que convertir el vicio en virtud. No me parece sano que el juicio respecto de la figura y gestión del director del principal cuerpo policial se sustente en las trágicas circunstancias de su deceso o en sus rasgos personales, como su carácter bonachón, ser buen padre y esposo, o su sensibilidad frente el canto de una niña, como repitieron hasta el cansancio los noticiarios.

Los climas de contagio emocional, además, son intolerantes y no dejan espacio para la diversidad. El rechazo al que siente distinto, al que no se conmueve con lo que conmueve a la mayoría, es visceral: es un insensible, no tiene corazón, es inhumano, una mala persona. En ese marco, como señala la socióloga alemana Elisabeth Noelle Neumann, se tienden a generar espirales del silencio. Nadie se atreva a criticar al “héroe” que ha desaparecido; más aún si en los medios no es posible encontrar alguna opinión discordante. Bernales fue el jefe de Carabineros en la Araucanía durante el comienzo de esta década. ¿Qué responsabilidad tuvo en la militarización del conflicto mapuche? En la televisión no se dijo una sola palabra sobre este aspecto discutible de la trayectoria del general del pueblo. Faltó el relato matizado de las luces y sombras.

Antes de su muerte, la mayoría de los chilenos tenía una relación lejana con Bernales, al igual que como con cualquier otra autoridad del Estado. Pese a la construcción mediática de un personaje ejemplar y cercano que se intentó imponer en la conciencia pública, yo mantengo la distancia, lo que no significa que me haya alegrado con su fallecimiento. No estuve de duelo, y reivindico el derecho a sentir de esa manera y a expresarlo públicamente.

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