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miércoles, diciembre 24, 2008

Almagro 


Y volví a la imprenta a la hora señalada, pero todavía no estaba el sujeto a cargo de vender los libros Quimantú. En un puesto de Plaza Almagro tenían varios títulos, pero sufriendo un alza más o menos considerable. Historia y consciencia de clase casi duplicaba el precio. Otros títulos habían sufrido alzas más razonables. Seguí leyendo Hotel Marconi:

ELLA ES UNA HEMBRA
Ella es una hembra
sin embargo
ya no está es edad de aparearse
El es un quiltro flaco y joven
que no debiera aparearse
Sin embargo se aparean
El bota flema en vez de semen
Ella huele a leche de cachorros
casi seca
Sin embargo se aparean
Hablan sobre ellos mismos
sobre cómo enfrentar el pasado
y por supuesto el porvenir
Luego se aparean
Van al supermercado
Ella repite el ritual de hace tantos años
El sufre y mira el horizonte
que cada día más se estrecha
Hablan del futuro
de cómo enfrentar el pasado
Luego se aparean
Ella da de comer a su quiltro mal alimentado
El se enternece y acurruca su helado cuerpo
Junto a la que ya no debiera aparearse
Sin embargo se aparean
Luego miran fijo el horizonte
Piensan en el futuro
Y por supuesto en el pasado
Revisan el calendario
Luego la cocina
Pero el mundo
Ya es demasiado estrecho para ambos.

MADAME ARD
Esta noche no, madame ard
Un precipicio se forma en los cristales
Hay un televisor encendido en la esquina del restaurant
Y los hombres sueñan con el mejor gol de la noche
Tumor que crece con vida propia
Las polillas revolotean alrededor de los tubos fluorescentes
Mancho mi chaqueta con mostaza
Nadie existe en la plaza próxima
Esta noche no, madame ard
Tengo la nariz con sangre
Y temo la pequeña muerte.


Pero ya han pasado como 15 minutos y no llega nadie. Nadie llega. Me voy.
En el taxi, sigo leyendo a Vallejo:


I
QUIÉN HACE TANTA bulla y ni deja
Testar las islas que van quedando.

Un poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea
grupada.

Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES.

Y la península párase
por la espalda, abozaleada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.

XI
HE ENCONTRADO A una niña
en la calle, y me ha abrazado.
Equis, disertada, quien la halló y la halle,
no la va a recordar.

Esta niña es mi prima. Hoy, al tocarle
el talle, mis manos han entrado en su edad
como en par de mal rebocados sepulcros.
Y por la misma desolación marchóse,
delta al sol tenebloso,
trina entre los dos.

“Me he casado”,
me dice. Cuando lo que hicimos de niños
en casa de la tía difunta.
Se ha casado.
Se ha casado.

Tardes años latitudinales,
qué verdaderas ganas nos ha dado
de jugar a los toros, a las yuntas,
pero todo de engaños, de candor, como fue.

XXII
ES POSIBLE ME persigan hasta cuatro
magistrados vuelto. Es posible me juzguen pedro.
¡Cuatro humanidades justas juntas!
Don Juan Jacobo está en hacerio,
y las burlas le tiran de su soledad,
como a un tonto. Bien hecho.

Farol rotoso, el día induce a darle algo,
y pende
a modo de asterisco que se mendiga
a sí propio quizás qué enmendaturas.

Ahora que chirapa tan bonito
en esta paz de una sola línea,
aquí me tienes,
aquí me tienes, de quien yo penda,
para que sacies mis esquinas.
Y si, éstas colmadas,
te derramases de mayor bondad,
sacaré de donde no haya,
forjaré de locura otros posillos,
insaciables ganas
de nivel y amor.

Si pues siempre salimos al encuentro
de cuanto entra por otro lado,
ahora, chirapado eterno y todo,
heme, de quien yo penda,
estoy de filo todavía. Heme!

XXVII
ME DA MIEDO ese chorro,
buen recuerdo, señor fuerte, implacable
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
lugar para este no saber dónde estar.

No entremos. Me da miedo este favor
de tornar por minutos, por puentes volados.
Yo no avanzo, señor dulce,
recuerdo valeroso, triste
esqueleto cantor.

Qué contenido, el de esta casa encantada,
me da muertes de azogue, y obtura
con plomo mis tomas
a la seca actualidad.

El chorro que no sabe a cómo vamos,
dame miedo, pavor.
Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba.

LXVIII
ESTAMOS A CATORCE de Julio.
Son las cinco de la tarde. Llueve en toda
una tercera esquina de papel secante.
Y llueve más de abajo ay para arriba.

Dos lagunas las manos avanzan
de diez en fondo,
desde un martes cenagoso que ha seis días
está en los lagrimales helado.

Se ha degollado una semana
con las más agudas caídas; hase hecho
todo lo que puede hacer miserable genial
en gran taberna sin rieles. Ahora estamos
bien, con esta lluvia que nos lava
y nos alegra y nos hace gracia suave.

Hemos a peso bruto caminado, y, de un solo
desafío,
blanqueó nuestra pureza de animales.
Y preguntamos por el eterno amor,
por el encuentro absoluto,
por cuanto pasa de aquí para allá.
Y respondimos desde dónde los míos no son los tuyos
desde qué hora el bordón, al ser portado,
sustenta y no es sustentado. (Neto.)

Y era negro, colgado en un rincón,
sin proferir ni jota, mi paletó,
a
t
o
d
a
s
t
A

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