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viernes, diciembre 05, 2008

MARX SITUACIONISTA 





Anuncié que iba a escribir sobre esto:


Desde los años 50 del siglo pasado la I.S. emprendió una muy original actualización de la obra de Marx, dando un salto por sobre décadas de hegemonía del marxismo formado en el molde de la II Internacional -y que se expresaba en distintas formas de socialdemocracia y leninismo-, para reencontrarse con el programa original de la revolución proletaria contra el trabajo y el Estado, trazando líneas que, desde Marx, Fourier y Lautreamont, conectaban con la experiencia histórica de los Consejos Obreros y las vanguardias estéticas que se desarrollaron en paralelo (dadá, surrealismo, futurismo). El objetivo central de esta ponencia es exponer a grandes rasgos en qué consistió la relectura situacionista de Marx, sus antecedentes (principalmente el “comunismo de izquierda” y Socialisme ou Barbarie), principales aportes (crítica de la separación, concepto de espectáculo, urbanismo unitario, psicogeografía, preparación del “segundo asalto proletario contra la sociedad de clases”), y las críticas posteriores más relevantes. En toda esta exposición el énfasis está puesto en el eje “ideología versus teoría”, y en la complejidad de los procesos de “recuperación”, que convirtieron la teoría crítica revolucionaria de Marx en la ideología del “marxismo” y, un siglo después, a los aportes situacionistas en “situacionismo”.



Pero finalmente salió esto:

1.- En un cuestionario publicado en el número 9 de la revista Internationale Situationniste (1964), la pregunta sobre si los situacionistas son marxistas es respondida así:

“Tanto como Marx cuando dice: ‘yo no soy marxista’”.

2.- En otro texto de esa revista, una de las posiciones centrales del grupo -que los diferencia radicalmente de todo el “marxismo oficial” y la mayoría de los marxismos “heterodoxos” de su época- se hace visible cuando resaltan que “quienes han leído a Marx saben que su método es una crítica implacable de todas las ideologías”, pero en cambio, “quienes se han conformado con leer a Stalin, proclaman al marxismo como la mejor de las ideologías posibles”.

3.- Dos preguntas quedan planteadas a partir de ahí: ¿En qué sentido eran marxistas los situacionistas? ¿Es –necesariamente- el “marxismo” una ideología?

4.- En las discusiones marxistas que vuelven a estar de moda hoy, luego de dos décadas de travesía por el desierto posmoderno, se suele diferenciar un doble sentido del concepto “ideología”: puramente negativo en Marx (ideología como “falsa consciencia”), y -luego de la fundación del “marxismo” por la II Internacional-, un progresivo desplazamiento hacia acepciones más neutras o incluso positivas del concepto: ideología como sinónimo de superestructura y/o del conjunto de las formas de consciencia en un momento dado, o como “ideología socialista” en lucha con las ideologías de otras clases sociales.

5.- El desplazamiento hacia un uso mayoritario de un concepto “positivo” de ideología constituye, tal vez, una de las principales diferencias entre Marx y el “marxismo” posterior, al punto que podríamos especular que la expresión “ideología marxista” le habría resultado incomprensible a su supuesto “fundador”.

6.- Por todo esto, no resulta causal que en el retorno a Marx emprendido casi solitariamente por la IS en su época (1957/1972, a pesar de que en cierta forma la IS resultó muy influenciada por otras corrientes de la lucha de clases proletaria del siglo XX: Korsch/Mattick/Pannekoek y el “comunismo de consejos”, y la crítica radical del “colectivismo burocrático” marxista-leninista tal cual fue emprendida por la tendencia Johnson/Forrest y los militantes agrupados en torno a la revista Socialisme ou Barbarie y Pouvoir Ouvrier) revistiera la forma de una permanente y cada vez más despiadada crítica de la ideología.

7.- La tesis N° 124 de La Sociedad del Espectáculo, libro publicado justo en el centenario de El Capital, expresa en forma ultraconcentrada las implicancias políticas de la posición situacionista frente a la ideología:

“La teoría revolucionaria es ahora enemiga de toda ideología revolucionaria. Y sabe que lo es”.

8.- Esa frase cierra uno de los capítulos más largos e importantes del libro: “El proletariado como sujeto y como representación”. En él, Debord realiza una especie de “balance” de las luchas de clases del movimiento obrero clásico.

El lugar de Marx en esta historia es analizado cuidadosamente. Se proclama que “el carácter inseparable de la teoría de Marx y del método hegeliano es a su vez inseparable del carácter revolucionario de esta teoría, es decir, de su verdad”.

Esta primera relación es precisamente la que “ha sido generalmente ignorada o mal comprendida, o incluso denunciada como el punto débil de lo que devenía engañosamente en una doctrina marxista”.

9.- El propio Marx, difícilmente podría ser considerado como “fundador” del “marxismo”, o de una “doctrina marxista”.

Su actitud explícita ante tal “recuperación” ideológica fue bastante similar a la de los situacionistas frente al “situacionismo”, que fue definido como:

“Vocablo carente sentido, forjado engañosamente por derivación de la raíz anterior” (“situación construida”, “situacionista”).

“No hay situacionismo, lo que supondría una doctrina de interpretación de los hechos existentes. La noción de situacionismo ha sido concebida evidentemente por los antisituacionistas”

(“Definiciones”, en Internationale Situationniste N° 1, diciembre de 1958. Archivo Situacionista Hispano: www.sindominio.net/ash/).

10.- Un marxólogo tan serio como Maximilien Rubel, en un texto de 1972 (“La leyenda de Marx o Engels fundador”), señala que el vocablo “marxismo”, “degradado hasta el punto de no ser más que un eslogan mistificador, lleva desde su origen el estigma del oscurantismo”:

“Marx se esforzó realmente en deshacerse de él cuando, en los últimos años de su vida, una vez su reputación había roto el muro de silencio que rodeaba su obra, hizo esta perentoria declaración: ‘Todo lo que sé, es que yo no soy marxista’”.

11.- En la nota al pie luego de dicha cita, Rubel nos resume la evidencia histórica de la posición de Marx:

“Engels precisa que esta declaración la hizo Marx a propósito del “marxismo” que prevalecía hacia 1879-1880 “entre algunos franceses”, pero que este vituperio se aplicaba igualmente a un grupo de intelectuales y de estudiantes en el seno del Partido alemán; ellos y toda la prensa de “oposición” pregonaban un “marxismo compulsivamente desfigurado” (Carta de Engels a la redacción de Sozialdemokrat 7 de septiembre de 1890). La “humorada” -¡cuán llena de presentimiento!- de Marx fue referida por Engels cada vez que se presentaba la ocasión: ver sus cartas a Bernstein (3, nov. 1882), a C. Schmidt (15, agosto 1890), a Paul Lafargue (27, agosto 1890). El revolucionario ruso G.A. Lopatine tuvo un encuentro con Engels en septiembre de 1883 para hablar sobre las perspectivas revolucionarias en Rusia. El informe que dirigió a un miembro de la Narodnaia Volia contiene el siguiente pasaje: “Un día os dije, os acordaréis, que Marx nunca fue marxista. Engels cuenta que durante la lucha de Brousse, Malon & C., Marx había dicho un día, riendo: “Sólo os puedo decir una cosa y es que yo no soy marxista” (Marx-Engels, Werke, XXI, 1962, p.489). Sin embargo, no fue con este tono de broma como Marx, durante un viaje a Francia, comunicó a su amigo su impresión sobre las disputas socialistas en los congresos simultáneos de Siant-Ettiene y de Roanne, en el otoño de 1882. “Los ‘marxistas’ y los ‘anti-marxistas’, escribía, estas dos especies, han hecho lo posible para estropearme mi estancia en Francia”.”

12.- Además de ese interesante anecdotario (que admite diversas interpretaciones y conclusiones), el argumento central de fondo de Maximilien Rubel en su libro Marx sin mito es que mal podría justificarse cualquier pretensión de “ordenar” y convertir en una “doctrina” acabada y autosuficiente una obra que, de acuerdo al detallado diseño de investigación para toda una vida que Marx se trazó ya en 1857, consistía en 6 partes, de las cuales sólo alcanzó a desarrollar una. (Las 6 partes eran: 1. El Capital 2. La propiedad de la tierra 3. Trabajo asalariado 4. El Estado 5. El Estado volcado al exterior: colonias, comercio exterior…6. El mercado mundial. Ver Rubel, “Plan y método de la ‘Economía’” (1973), en Marx sin mito, Barcelona, Octaedro, 2003).

13.- Dejemos de lado por ahora la cuestión de si en oposición a estos “marxistas” despreciados por Marx tendría sentido defender la presencia –ya en vida de su “fundador”- de un marxismo “verdadero”, “puro” o “auténtico” (que es lo que cree la mayoría de los marxistas hasta el día de hoy). Más importante que eso es ver cómo se formó el “marxismo” socialdemócrata de los tiempos de la II Internacional.

14.- En el capítulo mencionado de La Sociedad del Espectáculo, se identifica en la obra de Marx el talón de Aquiles por donde penetró la ideología:

“El aspecto determinista-científico en el pensamiento de Marx fue precisamente la brecha por la cual penetró el proceso de ‘ideologización’, todavía vivo él, y en mayor medida en la herencia teórica legada al movimiento obrero. La llegada del sujeto de la historia es retrasada todavía para más tarde, y es la ciencia histórica por excelencia, la economía, quien tiende cada vez en mayor medida a garantizar la necesidad de su propia negación futura. Pero con ello se rechaza fuera del campo de la visión teórica la práctica revolucionaria que es la única verdad de esta negación” (…)

“Toda su vida Marx ha mantenido el punto de vista unitario de su teoría, pero la exposición de su teoría fue planteada sobre el terreno del pensamiento dominante precisándose bajo la forma de críticas de disciplinas particulares, principalmente la crítica a la ciencia fundamental de la sociedad burguesa, la economía política. Esta mutilación, ulteriormente aceptada como definitiva, es la que ha constituido el ‘marxismo’”.

(Fragmentos de la tesis 84).

15.- Desde otra de las corrientes que se ocuparon de elaborar una teoría revolucionaria en las nuevas condiciones de desarrollo capitalista -el obrerismo italiano-, Mario Tronti plantea una versión bastante diferente a la debordiana, pero con algunos puntos de contacto.
Para él, uno de los problemas más serios de la época es el lastre del “marxismo vulgar”, producido por la práctica reformista del “movimiento obrero”.

En el texto “Marx, ayer y hoy” (publicado en 1962 en el primer número de la revista Mundo Nuevo), sostiene que la lucha de clases se expresa en un conflicto entre “teoría obrera” e “ideologías burguesas”. Para él, “una ideología es siempre burguesa: porque es un reflejo mistificado de la lucha de clases sobre el terreno del capitalismo”.

Por eso, “si la ideología en general es burguesa”, una ideología de la clase obrera “es siempre reformista”, y los que entienden al “marxismo” como la “ideología del movimiento obrero” cometen un grave error de fondo:

“Marx no es la ideología del movimiento obrero: es su teoría revolucionaria. Teoría que ha nacido como crítica de las ideologías burguesas y que debe vivir cotidianamente de esta crítica: debe continuar siendo la ‘crítica despiadada de todo lo que existe’”.

Para Tronti, a través de la “ideología obrera” (necesariamente reformista), “el movimiento obrero ha llegado a ser él mismo (…) parte, articulación pasiva del desarrollo capitalista”. El “marxismo vulgar” (como vulgärökonomie) tiene como presupuesto y como resultado a la “política vulgar” del movimiento obrero reformista. De ahí que una parte esencial de la actividad comunista consista en “desmitificar/desideologizar marxianamente el marxismo”. Se trata de una “crítica interna” al movimiento obrero, pero “debe expresarse siempre como lucha externa contra el enemigo de clase”.

Por lo tanto, “la crítica al marxismo debe expresarse ante todo como la lucha contra el pensamiento burgués”. (Mario Tronti, Obreros y Capital, Madrid, Akal, 2001).

16.- Si bien la denominación de “marxismo vulgar” es algo equívoca (pues tiende a dar la impresión de una pugna entre un marxismo “sofisticado” academicista y un marxismo “bruto”, poco refinado o “historicista” -secretado por la espontaneidad de las masas en la lucha directa-), lo que señala Tronti tiene efectivamente puntos en común con lo que Debord escribió pocos años después:

“El "marxismo ortodoxo" de la II Internacional es la ideología científica de la revolución socialista que identifica toda su verdad con el proceso objetivo en la economía y con el progreso de un reconocimiento de esta necesidad en la clase obrera educada por la organización. Esta ideología reencuentra la confianza en la demostración pedagógica que había caracterizado el socialismo utópico, pero ajustada a una referencia contemplativa hacia el curso de la historia: sin embargo, tal actitud ha perdido la dimensión hegeliana de una historia total tanto como la imagen inmóvil de la totalidad presente en la crítica utopista (al más alto grado, en el caso de Fourier). De semejante actitud científica, que no podía menos que relanzar en simetría las elecciones éticas, proceden las frivolidades de Hilferding cuando precisa que reconocer la necesidad del socialismo no aporta "ninguna indicación sobre la actitud práctica a adoptar. Pues una cosa es reconocer una necesidad y otra ponerse al servicio de esta necesidad" (Capital financiero). Los que han ignorado que el pensamiento unitario de la historia, para Marx y para el proletariado revolucionario no se distinguía en nada de una actitud práctica a adoptar debían ser normalmente víctimas de la práctica que simultáneamente habían adoptado” (La sociedad del espectáculo ,Tesis 95. Archivo Situacionista Hispano: www.sindominio.net/ash/).

“La ideología de la organización social-demócrata se ponía en manos de los profesores que educaban a la clase obrera, y la forma de organización adoptada era la forma adecuada a este aprendizaje pasivo. La participación de los socialistas de la II Internacional en las luchas políticas y económicas era efectivamente concreta, pero profundamente no-crítica. Estaba dirigida, en nombre de la ilusión revolucionaria, según una práctica manifiestamente reformista. Así la ideología revolucionaria debía ser destruida por el éxito mismo de quienes la sostenían. La separación de los diputados y los periodistas en el movimiento arrastraba hacia el modo de vida burgués a los que ya habían sido reclutados de entre los intelectuales burgueses. La burocracia sindical constituía en agentes comerciales de la fuerza de trabajo, para venderla como mercancía a su justo precio, a aquellos mismos que eran reclutados a partir de las luchas de los obreros industriales y escogidos entre ellos. Para que la actividad de todos ellos conservara algo de revolucionaria hubiera hecho falta que el capitalismo se encontrara oportunamente incapaz de soportar económicamente este reformismo cuya agitación legalista toleraba políticamente. Su ciencia garantizaba tal incompatibilidad; y la historia la desmentía en todo momento” (Ídem, Tesis 96).

17.- ¿Qué era históricamente la “socialdemocracia”? El propio Marx se encargó de definirla como un “compromiso histórico” entre el proletariado y la pequeña burguesía, concretado a mediados del siglo XIX:

“A las reivindicaciones sociales del proletariado se les limó la punta revolucionaria y se les dio un giro democrático; a las exigencias democráticas de la pequeña burguesía se les despojó de la forma meramente política y se afiló su punta socialista. Así nació la socialdemocracia (Sozial-Demokratie)” (Marx, “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”, citado por Tronti en “Marx, fuerza de trabajo, clase obrera”, Obreros y capital).

18.- Ese “marxismo” oficial -cerrado, simplificado y resumido por un gremio de profesores, llamados a educar a la clase-, contiene varios “regalos envenenados” (progresismo, evolucionismo, cientificismo, culto al Estado y al Trabajo) que fueron señalados certeramente por un marxista tan atípico como Walter Benjamin en sus “Tesis de filosofía de la historia”:

“La clase que lucha, que está sometida, es el sujeto mismo del conocimiento histórico. En Marx aparece como la última que ha sido esclavizada, como la clase vengadora que lleva hasta el final la obra de liberación en nombre de generaciones vencidas. Esta consciencia, que por breve tiempo cobra otra vez vigencia en el espartaquismo, le ha resultado desde siempre chabacana a la socialdemocracia. En el curso de tres decenios ha conseguido apagar casi el nombre de un Blanqui cuyo timbre de bronce había conmovido al siglo precedente. Se ha complacido en cambio en asignar a la clase obrera el papel de redentora de generaciones futuras. Con ello ha cortado los nervios de su fuerza mejor. La clase desaprendió en esta escuela tanto el odio como la voluntad de sacrificio. Puesto que ambos se alimentan de la imagen de los antecesores esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados” (Tesis 12).

“La teoría socialdemócrata, y todavía más su praxis, ha sido determinada por un concepto de progreso que no se atiene a la realidad, sino que tiene pretensiones dogmáticas. El progreso, tal y como se perfilaba en las cabezas de la socialdemocracia, fue un progreso en primer lugar de la humanidad misma (no sólo de sus destrezas y conocimientos). En segundo lugar era un progreso inconcluible (en correspondencia con la infinita perfectibilidad humana). Pasaba por ser, en tercer lugar, esencialmente incesante (recorriendo por su propia virtud una órbita recta o en forma espiral). Todos estos predicados son controvertibles y en cada uno de ellos podría iniciarse la critica. Pero si ésta quiere ser rigurosa, deberá buscar por detrás de todos esos predicados y dirigirse a algo que les es común. La representación de un progreso del género humano en la historia es inseparable de la representación de la prosecución de ésta a lo largo de un tiempo homogéneo y vacío. La crítica a la representación de dicha prosecución deberá constituir la base de la crítica a tal representación del progreso” (Tesis 13).

19.- La IS fue capaz de volver a Marx, dando un salto por encima de un siglo de socialdemocracia (en sus dos variedades: reformista/evolucionista y radical/voluntarista) reivindicando una teoría crítica proletaria, comunista, que parte por ejercer implacablemente la demolición de todas las ideologías existentes.

20.- La noción situacionista de ideología -a diferencia de ciertos “cientificistas” que, luego de los torpes intentos estalinistas por ocultar las obras inéditas de Marx , trazaron una severa distinción entre un “joven Marx” filosófico, y un “Marx maduro”, economista político y “científico”-, reconoce en toda la trayectoria de Marx una preocupación permanente por ciertos temas cuyas diferentes formulaciones nunca abandonan la perspectiva de la totalidad.

21.- En su uso político del concepto de ideología, la I.S. es más fiel a Marx que el “marxismo” de su tiempo.

22.- En su detallada revisión del itinerario del concepto de ideología (desde Bacon y Destutt de Tracy a Lenin, Gramsci y Althusser) Jorge Larraín demuestra que el Marx “maduro”, como “continuación de la crítica filosófica iniciada en el período anterior (…) produjo un concepto de ideología crítico y restringido”:

-Crítico, porque “supone una distorsión, una mala representación u ocultamiento de las contradicciones”.

-Restringido, porque “no incluye toda clase de errores y distorsiones”.

23.- La ideología “es una solución a nivel de la consciencia social de contradicciones que no han sido resueltas en la práctica”. Su efecto específico es “el ocultamiento o representación inadecuada de la misma existencia o carácter de esas contradicciones”. Esta distorsión producida por la ideología “no es el patrimonio exclusivo de ninguna clase en particular”, pues puede producirse en todas las clases, “pero la ideología sólo sirve los intereses de la clase dominante”.

Por esto, para el profesor Larraín “las interpretaciones estructuralistas y positivistas de Marx que hacen de la ciencia la antítesis de la ideología están equivocadas”. Pues la ideología no es “un error pre-científico que desaparece cuando llega la ciencia”, sino que, tal como se señala en La ideología alemana, “la remoción de estas nociones de la consciencia de los hombres, se… efectuará por la alteración de las circunstancias, no por deducciones teóricas” (Larraín, El concepto de ideología Vol.1, Santiago, LOM, 2007, pág. 76 y ss.).

24.- Así que tal vez ya estemos en condiciones de responder las preguntas planteadas al inicio:

Los situacionistas eran, ciertamente, “marxistas” en el sentido más o menos obvio en que dicho concepto es casi sinónimo de “marxiano”: eran fieles a los conceptos, terminología, método y problemática que todos asociamos a Marx.

Pero si la diferencia tiene algún sentido adicional que hace más reivindicable el primer término, aún luego de todas las precauciones anti-ideológicas que hasta acá hemos señalado, consistiría en que, a diferencia de una supuesta neutralidad que denota el término “marxiano” (pues es obvio que se pueden usar las categorías del análisis marxiano sin necesidad siquiera de simpatizar con las posiciones políticas de Marx), cuando nos definimos como “marxistas” pareciera que estamos agregando además una toma de posición clara a favor del camarada Marx y del bando proletario a cuyo servicio se puso. Personalmente, creo que es preferible a tal efecto reivindicar el concepto de comunismo.

25.- ¿Y qué pasa entonces con el “marxismo”? Por las mismas razones, me parece preferible evitar tantos riesgos y confusiones, hablando en forma más amplia y a la vez precisa de teoría revolucionaria, materialismo histórico o abiertamente de “teoría proletaria”.

26.- Cuando ya casi se verificaba la disolución formal de la I.S. (momento que, al igual que el de fundación, fue defendido por Debord como un “acto revolucionario”), las tesis de Debord y Sanguinetti sobre “La Internacional Situacionista y su tiempo” llegan a una conclusión parecida:

“Finalmente, no se trata de una teoría de la I.S., sino de la teoría del proletariado”.

27.- No obstante, hay que señalar que la I.S. osciló entre dicha postura y la reivindicación de un “marxismo revolucionario”. Por ello, podemos encontrar todavía importantes cuotas de razón a los que siguen defendiendo un “marxismo” distinto al “oficial” (un marxismo no dogmático, abierto), pero la cuestión de fondo –la necesidad de retomar y actualizar una teoría adecuada para las luchas de nuestra época, lo que a su vez constituye un momento de dichas luchas- resulta demasiado clara y urgente como para gastar mucho tiempo en demasiados detalles y cuestiones de forma.

28.- Los situacionistas, dicho en forma muy metafórica, leen El Capital desde el Manifiesto Comunista. Y viceversa. Pues niegan la división entre ambos “estilos”, al retomar la crítica de la Economía Política. En esa misma actitud, renuncian a separar “política” y “poesía”, lucha económica y lucha política, “arte” y “vida”.

29.- Pese a la lectura “esteticista” que ha predominado con fuerza, la I.S. fue en realidad una de las expresiones más eficaces y serias de “partido comunista” en el siglo XX. Para poder entender eso, lamentablemente, es todavía necesario insistir en una serie de aclaraciones terminológicas y de sentido. Pues la lucha contra la ideología se da muy fuertemente en el ámbito de las palabras, y en esa época -uno de los momentos más reaccionarios del siglo XX-, era difícil usar varias palabras fundamentales en su sentido originario:
“Los conceptos más importantes y verdaderos de la época son condicionados precisamente organizando alrededor de ellos la mayor confusión y los peores contrasentidos. Los conceptos vitales conocen a la vez los usos más verdaderos y los más mentirosos” (Domenach contra la alienación, I.S. num. 10, marzo de 1966).

30.- 3 ejemplos de lo anterior:

Comunismo: Para Marx, y la IS, el comunismo no es un aparato de estado, tampoco un mini-estado o “partido político” o “comité central” de representantes oficiales de la clase, sino que “el movimiento real que suprime las condiciones existentes”. En otro sentido –complementario- “comunismo” es la teoría revolucionaria del proletariado como última clase histórica: aquella que puede realizar la abolición de las separaciones, mediante la abolición del Estado, el mercado, el trabajo y las clases.

Partido: En el siglo XIX, partido es ni más ni menos que cualquier bando organizado, surgido de y definido desde un antagonismo social, desde el conflicto de clase. (Hasta Bakunin hablaba sin mayor problema de un “partido anarquista”, del “partido proletario”).

Proletariado: Mientras el grueso del marxismo regurgitaba viejas fórmulas con convicción cuasi-religiosa, y el “neomarxismo” proclamaba la muerte del proletariado y centraba sus esperanzas en los estudiantes o el campesinado del “Tercer Mundo”, la IS hacía el siguiente análisis:

En este desarrollo complejo y terrible que ha arrastrado la época de las luchas de clases hacia nuevas condiciones el proletariado de los países industriales ha perdido completamente la afirmación de su perspectiva autónoma y, en último análisis, sus ilusiones, pero no su ser. No ha sido suprimido. Mora irreductiblemente existiendo en la alienación intensificada del capitalismo moderno: es la inmensa mayoría de trabajadores que han perdido todo el poder sobre el empleo de sus vidas y que, los que lo saben, se redefinen como proletariado, el negativo del obrero en esta sociedad. Este proletariado es reforzado objetivamente por el movimiento de desaparición del campesinado así como por la extensión de la lógica del trabajo en la fábrica que se aplica a gran parte de los "servicios" y de las profesiones intelectuales. Este proletariado se halla todavía subjetivamente alejado de su conciencia práctica de clase, no sólo entre los empleados sino también entre los obreros que todavía no han descubierto más que la impotencia y la mistificación de la vieja política. Sin embargo, cuando el proletariado descubre que su propia fuerza exteriorizada contribuye al fortalecimiento permanente de la sociedad capitalista, ya no solamente bajo la forma de su trabajo, sino también bajo la forma de los sindicatos, los partidos o el poder estatal que él había construido para emanciparse, descubre también por la experiencia histórica concreta que él es la clase totalmente enemiga de toda exteriorización fijada y de toda especialización del poder (Tesis 14 de La Sociedad del Espectáculo).

31.- Para finalizar, habría que mencionar otro rasgo central de la acción situacionista: la Crítica de la separación, y su postura clara de anti-especialización: en esto, la IS parece calzar perfectamente con el rasgo distintivo del “marxismo ortodoxo” según el Lukacs de Historia y consciencia de clase: centralidad del fenómeno del “fetichismo de la mercancía” y defensa del “punto de vista de la totalidad”.

32.- Directamente de ahí parece derivar la insistencia permanente de los situacionistas en la crítica de las separaciones, y en el programa comunista reemprendido como disolución no sólo de la oposición entre trabajo intelectual y manual, sino que como abolición de todas esas distinciones artificiales creadas por las sociedades de clase y, muy centralmente, como supresión/superación no sólo del trabajo asalariado sino que del trabajo y también el arte como esferas autonomizadas de actividad humana.

33.- En este punto, la IS integra en un momento superior lo que en el reino de la mercancía está separado: Marx y Lautreamont, Reich y la fábrica social, dadá y los consejos obreros.

34.- Luego de su fase inicial dedicada a la “superación del arte”, la IS trató de abolir todas las separaciones, explorando otro sentido del tiempo, conquistando nuevos espacios (la ciudad, el cuerpo), y conceptualizando las aparentes derrotas de la clase obrera como victorias (la Comuna, Kronstadt, España 1936) y las victorias oficiales como derrotas (conquista del poder por una burocracia dirigente del Capitalismo de Estado y/o por la representación socialdemócrata y sindicalista de la clase obrera).

35.- El mayor o menor grado de éxito en esta tarea deberá ser evaluado en otras instancias. Lo que queríamos demostrar en esta breve revisión es la ligazón profunda entre Marx y la I.S., y la relevancia de la aplicación situacionista de Marx para las luchas de clases del siglo XXI.

36.- “Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente” (Manifiesto Comunista).


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