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lunes, febrero 09, 2009

Korsch 



Karl Korsch: uno de los socialistas libertarios (o marxistas libertarios, anarco-marxistas, o como Ud. prefiera denominar a dicho sector) más interesantes del siglo XX. Pasó del reformismo fabiano a la socialdemocracia de izquierda y de ahí directamente al leninismo, con el cual rompe ya a fines de los años 20. Uno de sus aportes fundamentales fue la defensa del sistema de consejos obreros, a la que se dedicó tanto teórica como prácticamente. Acabo de leer el libro de Douglas Kellner titulado "El marxismo revolucionario de Karl Korsch", muy recomendable. Recuerdo que por ahí por 1999 en una feria de libros usados en Valparaíso ví su "Marxismo y filosofía", a 800 pesos, y NO LO COMPRÉ. Nunca más lo he visto.

A continuación, una carta de Amadeo Bordiga (célebre comunista de izquierda italiano) a Korsch, y luego una parte del libro "El último Marx (1863-1882)y la liberación latinoamericana", de Enrique Dussel, extraída del capítulo sobre interpretaciones filósoficas de la obra de Marx (además de Korsch, ahí Dussel se refiere a Lukacs, Marcuse, Kosik, Althusser y Habermas).


Carta de Amadeo Bordiga a Karl Korsch.

Nápoles, 28 de octubre de 1926.

Querido camarada Korsch,

Las cuestiones son hoy tan graves, que sería verdaderamente necesario poderlas discutir cara a cara, amplia y detenidamente: pero esta posibilidad por ahora no la tendremos, desgraciadamente. Ni siquiera la de escribirnos detalladamente sobre todos los puntos de su plataforma, algunos de los cuales podrían dar paso a una útil discusión entre ambos.

Por ejemplo su “modo de expresarse” sobre Rusia no me parece correcto. No puede decirse que “la revolución rusa es una revolución burguesa”. La revolución de 1917 ha sido una revolución proletaria, aunque sea un error generalizar las lecciones “tácticas”. Ahora se plantea el problema de en que cosa pueda convertirse la dictadura proletaria en un país, si no se produce la revolución en los demás países. Quizás una contrarrevolución, o quizás una intervención extranjera, o bien un curso degenerativo del que habría de descubrirse y definirse los síntomas y sus reflejos en el partido comunista.

No puede decirse simplemente que Rusia es un país en el que se desarrolla el capitalismo. La cuestión es mucho más compleja: se trata de nuevas formas de la lucha de clases que no tienen precedentes históricos. Se trata de mostrar que toda la concepción de las relaciones con las clases medias, sostenida por los estalinistas, es una renuncia al programa comunista. Parecería que usted excluyese la posibilidad de una política del partido comunista ruso que no equivaliese a la restauración del capitalismo. Esto equivaldría a dar una justificación a Stalin, o a sostener la inadmisible política de “dimitir del poder”. Sin embargo es necesario decir que una política correcta y clasista en Rusia habría sido posible sin la serie de graves errores de, política internacional cometidos por toda la “vieja guardia leninista” conjuntamente.

Tengo además la impresión - me limito a vagas impresiones – que en sus formulaciones tácticas, aun cuando son aceptables, otorga un valor demasiado preponderante a la sugestión de la situación objetiva, que hoy puede parecer haber girado a la izquierda. Debe saber que nosotros, la izquierda comunista italiana, hemos sido acusados de negarnos a examinar las situaciones: esto no es cierto. Siempre hemos intentado la construcción de una línea de izquierda verdaderamente general y no ocasional, que se fortalece a sí misma a través de fases y desarrollos de situaciones distantes en el tiempo y variadas, probándolas todas en el buen terreno revolucionario, sin ignorar las distintas características objetivas.

Voy sin más a su táctica. Para expresarme con fórmulas coloquiales y no… oficiales, diré que me parece todavía, en las relaciones internacionales del partido, demasiado elástica y demasiado… bolchevique. Todo el razonamiento con el que justifica la posición respecto al grupo Fisher, esto que contaba con empujarlo hacia la izquierda, o, si rehusaban, desvalorizarlo a ojos de los obreros, no me convence y me parece que tampoco en los hechos ha dado buenos resultados. En general, creo, que en primer lugar, hoy, más que la organización y la maniobra debe emprenderse un trabajo previo de elaboración de ideología política de izquierda comunista internacional, basada en las elocuentes experiencias atravesadas por el Comintern. Estando muy atrasados en este punto, cualquier iniciativa internacional se hace muy difícil. Son escasas las coincidencias en nuestras posiciones respecto a la cuestión de la izquierda comunista rusa. Es significativo que hayamos visto las cosas de forma muy distinta: vosotros que desconfiabais de Trotsky, habéis aceptado rápidamente el programa de la solidaridad incondicional con la oposición rusa coincidiendo más con Trotsky que con Zinoviev (comparto esta preferencia). Hoy, que la oposición rusa ha tenido que “someterse, habláis de una declaración en la que debería atacársela por haber abandonado la bandera, cosa que yo no sería partidario de hacer ya que antes nosotros no hemos creído oportuno “fundirnos” bajo esta bandera internacional cuando era sostenida por la oposición rusa.

Zinoviev y Trotsky son sobre todo hombres que tienen un gran sentido de la realidad; y han comprendido que es necesario encajar golpes sin pasar a una ofensiva abierta. No estamos en el momento de la clarificación definitiva, ni de la situación exterior ni de la interior.

1. Compartimos las críticas de la izquierda comunista rusa a las orientaciones de la política estatal del partido comunista ruso. La dirección emprendida por la mayoría del Comité central es combatida por nosotros porque prepara la degeneración del partido comunista ruso y de la dictadura del proletariado, y les conduce fuera del programa del marxismo revolucionario y del leninismo. En el pasado no combatimos la política de estado del partido comunista ruso mientras ésta se limitó al campo delimitado en el discurso de Lenin sobre el impuesto en especie y el informe de Trotsky al IV Congreso mundial. Aceptamos las tesis de Lenin en el III Congreso.

2. Las posiciones de la izquierda comunista rusa sobre la táctica y la política de la Comintern, a parte de la cuestión de la responsabilidad pasada de muchos de sus miembros, sin insuficientes. Ni siquiera se aproximan a cuanto dijimos desde el inicio de la Internacional Comunista sobre las relaciones entre partido y masa, entre táctica y situación, entre partidos comunistas y el resto de partidos también llamados obreros, sobre la valoración de las alternativas de la política burguesa. Se acercan algo más, pero no del todo, a las cuestiones sobre el método de trabajo en la Internacional y a la interpretación y funcionamiento de la disciplina interna y del fraccionalismo. Son satisfactorias las posiciones de Trotsky sobre la cuestión alemana de 1923, como suficiente es su juicio sobre la presente situación mundial. No puede decirse lo mismo de las rectificaciones de Zinoviev sobre la cuestión del frente único y de la Internacional Sindical Roja, y sobre otros puntos que tienen valor ocasional y contingente y que no dan fe de una táctica que evite los pasados errores.

3. Dada la política de presión y provocación de los dirigentes de la Internacional y de sus secciones, todo intento de organización de los grupos nacionales e internacionales contra la desviación derechista presenta peligros escisionistas. No hay que desear la escisión de los partidos y de la Internacional. Hay que dejar que madure la experiencia de la disciplina artificiosa y mecánica, siguiéndola en sus absurdos procedimientos hasta donde sea posible, sin renunciar jamás a las posiciones de crítica ideológica y política, y sin solidarizarse nunca con la dirección que hoy prevalece. Los grupos ideológicos que poseen una posición de izquierda tradicional completa no podían solidarizarse incondicionalmente con la oposición rusa, pero no pueden condenar su reciente sumisión, que no supone una conciliación, sino que es sólo consecuencia de unas condiciones que no tenían más alternativa que la escisión. La situación objetiva y externa es aún tal que ser expulsado de los cuadros del Comintern significa disminuir la capacidad, no solo en Rusia, de modificar el curso de la lucha de la clase obrera respecto a la que se tiene si se permanece en el interior de los partidos.

4. En todo caso sería inadmisible una solidaridad y unas declaraciones políticas comunes con elementos como Fisher y compañía que, incluso en otros partidos como el alemán, han tenido recientes responsabilidades de dirección del partido siguiendo la orientación derechista y centrista, y cuyo paso a la oposición ha coincidido con la imposibilidad de conservar la dirección del partido de acuerdo con la dirección central de la Internacional, y con las críticas hechas por la Internacional a su trabajo. Esto sería incompatible con la defensa del nuevo método y del nuevo curso de la Internacional comunista, que debe suceder al método maniobrero de carácter parlamentario y funcionarial.

5. Con cualquier medio, que no provoque la expulsión del partido, debe denunciarse a la dirección dominante como responsable de llevar al oportunismo y de traicionar la fidelidad a los principios programáticos de la Internacional, que incluso grupos distintos a los nuestros tienen el derecho de defender si se plantean la causa de las deficiencias iniciales – no teóricas, sino tácticas, organizativas y disciplinarias que han hecho que la Internacional sea aún susceptible de caer en peligros degenerativos.

Creo que unos de los defectos de la actual Internacional es el de ser “un bloque de oposiciones” locales y nacionales. Hay que reflexionar sobre esto, por supuesto sin llegar a exageraciones, pero atesorando estas enseñanzas. Lenin derrochó mucho trabajo en intentos de reagrupación material “espontánea” de varios grupos, para intentar sólo después fusionarlos homogéneamente, al calor de la revolución rusa. En gran parte no lo consiguió.

Comprendo perfectamente que el trabajo que propongo no es fácil en ausencia de medios organizativos, de prensa y propaganda, etcétera. A pesar de todo creo que aún debemos esperar. Llegarán nuevos acontecimientos externos, y en todo caso cuento con que el actual estado de asedio acabará por agotamiento antes de vernos obligados a responder a las provocaciones. Creo que no debemos, en esta ocasión, dejarnos arrastrar por el hecho de que la oposición rusa se haya visto obligada a firmar frases contra nosotros, aunque sólo fuera por ceder en algún punto en la tormentosa preparación del documento. También estos actos reflejos entran en el cálculo de los “bolchevizadores”. Intentaré enviaros elementos de análisis sobre los temas italianos. No hemos aceptado la declaración de guerra constituida por los procedimientos de suspensión de algunos miembros directivos de la izquierda, y la cuestión no ha tenido continuidad de carácter fraccional. Las baterías de la disciplina han disparado hasta ahora con algodón. No es una línea demasiado hermosa y que nos plazca a todos, pero es la menos mala posible. Os mandaremos copia de nuestro recurso a la Internacional.

En resumen, no creo que sea el momento de hacer una declaración internacional como usted propone, y tampoco creo que podamos hacer nada en el plano organizativo. Sí creo que pueda ser útil hacer, en todos los países, manifestaciones y declaraciones ideológica y políticamente similares en su contenido sobre los problemas de Rusia y del Comintern, sin por ello llegar a caer en el extremo del “complot” fraccional, elaborando cada uno libremente su propio pensamiento y sus propias experiencias.

En esta cuestión interna insisto en que a menudo es mejor la táctica de dejarse llevar por los acontecimientos, que por supuesto en las cuestiones “externas” es muy dañosa y oportunista. Y aún más dado el juego especial del mecanismo del poder interno y de la disciplina mecánica que persisto en creer destinada a infringirse a sí misma.

Sé que he sido poco claro e insuficiente. Perdóneme y acepte mis cordiales saludos.


“Prometeo” (1928). Traducido por Balance (octubre 2003) expresamente para la web

http://es.geocities.com/hbalance2000




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Karl Korsch (1886-1961)

Por su parte, y considerando aquí sólo la manera como interpretó a Marx mismo, en su obra Marxismo y filosofía , publicada en 1923 (pocos meses después que el libro de Lukács), y la cual fue inmediatamente atacada por Kautsky —lo que manifiesta la ruptura con el economicismo de la II Internacional, al revindicar la importancia de la filosofía para el naciente "marxismo occidental"—, Karl Korsch estudió de manera original la relación del pensamiento de Marx con el de Hegel. Korsch se manifiesta como un marxista neohegeliano que, sin conciencia y en nombre de Lenin y del movimiento bolchevique, critica de antemano la posición del realismo ingenuo del estalinismo que se estaba gestando en la Unión Soviética —y del cual recibiría, junto con Lukács, una inmediata condenación. Pero a diferencia del filósofo húngaro, Korsch no aceptó retractarse.
Siguiendo los pasos de Rosa Luxemburg y de Lenin, afirma Korsch la importancia de la filosofía en el discurso de Marx. Propone todo un proyecto reinterpretativo:

Los mismos Marx y Engels explícitamente han expresado que en el socialismo científico el movimiento obrero alemán ha recibido como herencia la filosofía clásica alemana. Con esta afirmación no intentaban sostener que el socialismo científico o el comunismo fueran necesariamente una filosofía. Le asignaban, más bien, la función de superar (überwinden) y de subsumir (aufheben) de una vez para siempre, en la forma y contenido, no sólo toda la filosofía burguesa desarrollada hasta ese momento, sino, al mismo tiempo, la filosofía en general.

Y termina su pequeña obra recordando que "no se puede subsumir [suprimir] la filosofía sin realizarla". Por ello, en contra de los marxistas "dogmáticos" y "vulgares" de ese momento, niega que dicha "subsunción" (negación) sea una mera "supresión de la filosofía por sustitución de ella por un sistema de ciencias positivas abstractas y antidialécticas".Como en el caso del Estado, de la religión o la ideología, Marx piensa que es necesario llevar a la filosofía a un posterior desarrollo dialéctico:

En la Tesis XI sobre Feuerbach: "Los filósofos solamente han interpretado de diferentes maneras el mundo; de lo que se trata es en cambio de transformarlo." Esta frase, contra lo que han pensado los epígonos, no liquida la filosofía declarándola pura elucubración; sino más bien condena drásticamente toda teoría, filosofía o ciencia, que al mismo tiempo no sea praxis.

Korsch sitúa bien la problemática: se niega una filosofía (lo mismo que un Estado, ley, religión, moral o ideología) que quede apresada en un sistema superado (como el capitalista); pero no se niega una filosofía crítica, que nazca de la "praxis revolucionaria". En este caso, la filosofía se realiza, es decir, cumple su esencia. De la misma manera, el marxismo puede usar a Hegel y realizarlo, o sea, llevarlo a un estadio de realización superior —e imposible para los mismos supuestos hegelianos.

Sin embargo, no se ve claro el modo concreto filosófico o cómo usa Marx en concreto la filosofía hegeliana y en qué se diferencia de él esencialmente. No basta con sólo decir que dicha diferencia estriba en su "contenido" —"materialismo dialéctico" contra "idealismo dialéctico"—; o que la filosofía de Marx es una "filosofía revolucionaria", o la "filosofía del proletariado" o una "acción filosófica". Se trata de algo más preciso que Korsch no clarifica.

De todas maneras, la propuesta de Korsch es importante: es necesario estudiar explícitamente la relación entre el pensamiento de Marx y la filosofía; ya sea como "negación" de una cierta filosofía, como "superación" de ella o como "subsunción" en un grado superior de la producción filosófica. Veremos si es posible aportar algunas distinciones que ayudan a precisar este punto.

Debemos concluir que resulta pertinente recordar el pensamiento de Korsch, quien fue condenado por "comunista" por los socialdemócratas y por "revisionista" por Zinóviev —así como, poco después, se criticará de "populista" a Mariátegui en América Latina. En tiempos de "perestroika", sus posiciones serían reconsideradas más positivamente, aunque su hegelianismo en tomo de 1923 no podrá considerarse como una solución definitiva.


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