jueves, abril 30, 2009
"El trabajo no libera"
Este 1° de mayo, recordamos cuando Marx decía que el proletariado debía inscribir en su bandera la consigna de ABOLICIÓN DEL TRABAJO ASALARIADO.
Franz Schandl, del grupo Krisis, escribió bajo el título de EL TRABAJO NO LIBERA una "SINOPSIS COMENTADA" de las posturas del filósofo Gunther Anders (gran influencia en Krisis, y también en Semprún y su Enciclopedia de las Nocividades):
Quien tenga buena voluntad y no carezca completamente de entendederas puede acceder casi sin esfuerzo al universo del filósofo. El lenguaje de Günther Anders no es sólo magistral, también es accesible en el mejor sentido de la palabra, sin que nunca se vuelva banal. En Anders hay muchas puertas ampliamente abiertas, nunca da a sus observaciones el carácter ilustre y sublime de un aura. Los planteamientos, los temas, y hasta las formas literarias cambian según las exigencias del momento. La escritura a la que adhiere no reivindica ningún género1. Anders no se deja limitar, pero es también difícil de clasificar.
Günther Anders nunca fue un pensador sistemático, y no sólo en el sentido de que jamás quiso construir un sistema filosófico2. Sus planteamientos están más bien bosquejados que verdaderamente tratados. No es una falta de concisión lo que caracteriza su obra, pero sí el hecho de de que lo conciso no siempre cuadró. Pero esto no debe entenderse como un reproche. Lo contradictorio, a menudo, sólo puede representarse de manera contradictoria. Pero, sin duda, los lectores deben prestar atención a estas contradicciones, de las cuales hay unas cuantas. Una de ellas concierne también a nuestro tema: pasajes fetichistas y pasajes críticos referidos al trabajo aparecen, sin mediación, unos al lado de otros. Se mostrará que Günther Anders, por un lado, destruyó el mito del trabajo, pero, por otro lado, nunca logró deshacerse totalmente de su ethos.
Considerada desde el punto de vista metódico, la categoría del “trabajo” no adquiere, pues, suficiente diferenciación, describe diversos aspectos del actuar humano. Esto puede a veces crear confusión. Hannah Arendt dio cuenta de este problema en “Vita activa”3 distinguiendo expresamente entre trabajo, producción y acción. Desde el punto de vista terminológico, ello tiene, sin duda, algunas ventajas, aunque tal distinción nunca pueda ser exacta y albergue en sí otras dificultades. También hay que considerar que en alemán, a diferencia del inglés (“labour” and “work”), el concepto “trabajo” [“Arbeit”] incluye, en cierta forma, ambos significados en el lenguaje cotidiano. El substantivo “obra” [“Werk”] y el verbo correspondiente “obrar” [“werken”] por cierto existen, pero en el lenguaje corriente casi no se utilizan.
1.
Comencemos con el Anders conservador de valores. Para este Anders, el trabajo es la actividad humana elemental e inevitable, por antonomasia. Sólo así el filósofo vienés puede llegar a decir en el segundo volumen de Die Antiquiertheit des Menschen [La obsolescencia del hombre] que una “existencia (Existenz) sin trabajo” sería una “existencia (Dasein) infernal”4. La constricción a una inactividad ociosa es, para él, una pesadilla terrible: «Estarás sentado sobre tus nalgas y mirararás boquiabierto la televisión toda tu vida»5. “Pero lo que yo creo es que el hombre no puede vivir sin el trabajo, al cual está por lo pronto condenado, es incapaz de soportar entretenimiento “veinticuatro horas por día” (around the clock). […] La cuestión ya no es más cómo repartir los frutos del trabajo con equidad, sino cómo hacer soportables las consecuencias de no trabajar [Nichtarbeit]“6. Anders cae aquí en una afirmación del trabajo archiconocida, que no podría ser más convencional. Expone, sin vacilación, los pensamientos de Husserl acerca de que el hombre está hecho “esencialmente” para el trabajo [“wesensmäßig” für das Arbeiten]7. O, como lo proclama el entendimiento cotidiano: sin trabajo el hombre no puede vivir. Aquí, de hecho, se equipara el no-trabajar [Nichtarbeit] con la inactividad [Nichttätigkeit].
Pero ¿por qué? ¿No es posible, más bien, ocuparse de manera creativa de muchas cosas y participar de la actividad práctica, sin estar forzado a un trabajo determinado? ¿No comienza la ocupación libre, justamente allí, donde acaba la obligación de ejercer una actividad? ¿Tiene uno que reprensentarse el no-trabajar sólo como paro (desempleo), no se lo puede pensar también como una liberación del trabajo? Las formulaciones de Anders dan la impresión de miopía.
Así, Anders se lamenta de que ahora la laboriosidad esté obsoleta como virtud8. Sin embargo, la laboriosidad (en latín: industria) no puede considerarse independiente del fin para el que se la utiliza. Como medida abstracta, ella se ha vuelto una de esas virtudes secundarias de mala fama, y como principio es casi un peligro público. Que la laboriosidad ya no se reconozca universalmente no es una desventaja. Pero no basta con ello: además, hoy día nos birlan “el placer del esfuerzo, la irrenunciable voluptas laborandi. Se nos priva de la prueba de la existencia que antes había proporcionado el trabajo: «sudo, luego soy»”9. El deporte sería, por ende, consecuencia de un trabajo demasiado ligero10. En contra de Anders se debería constatar: yo sólo quiero ser laborioso si me apetece, si el fin no es un fin en sí mismo. Y sólo quiero sudar si quiero sudar. Yo soy también cuando no sudo. Todo lo que huele “al sudor de tu frente”, desprende un olor terrible.
Las descripciones de Anders toman aquí ya el rumbo de la hostilidad frente al placer. Así, el filósofo se dirige también de manera muy categórica en contra de los “corredores, nadadores y esquiadores”11, los percibe solamente bajo el punto de vista de la competencia y la oferta regulada. No quiere saber nada de que aquí también puedan converger momentos cosificados y no-cosificados. También el deporte, fuera del culto y de la locura por el estar en forma [Fitnesswahn], dosificado y practicado razonablemente, procura bienestar a los cuerpos, mientras que el trabajo, debido a la unilateralidad de sus exigencias, es la primera causa de enfermedad del organismo humano. Ni siquiera el deporte de masas puede ser reducido a la dimensión competitiva (que la tiene, sin duda). Tampoco se debería ver su carácter sucedáneo solamente como un preliminar de la guerra y la aniquilación. Tales satisfacciones compensatorias no pueden ser suficientemente valoradas. Por tanto, no tienen un carácter meramente destructivo. Esto vale tanto para la propia actividad
Hasta aquí, todo resulta tradicional. El sesgo cultural conservador no puede ser pasado por alto, pero no se debería dejar a Anders clavado a estos puntos. Lo que exagera aquí el artista de la exageración es un aspecto de un determinado desarrollo. La preferencia por poner de manifiesto los momentos regresivos obstruye la visión de conjunto. El método de la iluminación de aspectos individuales deja siempre a otros hundirse en la oscuridad. Esto resulta problemático, sobre todo, cuando el texto respectivo se percibe como una férrea interpretación de un tema. Por lo demás, es también una desventaja de cualquier fenomenología hermenéutica. Pero su ventaja estriba en que, sin consideraciones ni objeciones demasiado grandes, sabe encapricharse con ciertos aspectos y puede lograr, justamente, en esa falta de equilibrio, un alto grado de claridad y
Quien toma nota de la obra andersiana más allá de los trozos de texto aislados sabe, sin embargo, que para Anders se trataba siempre de una vida que pueda ser vivida, y no, en modo alguno, de la abolición de los gozos. “Alégrate”, “Alégrate porque tú eres tú”12, leemos en Gutenachtgeschichte für Liebende [Cuento de dormir para amantes]. En contra de la Geworfenheit heideggeriana, Anders se dice totalmente optimista: “«¡Que mérito inmerecido, que el “lanzamiento” [der Wurf] tuviera esta dirección, y nosotros llegásemos a ser lo que fuimos!»”. Ese agradecimiento vale especialmente mucho más por nuestra posibilidad de ser libres en nuestro amor; de poder amar cuando queramos, es decir, no sólo cuando el deber del servicio general [Dienstpflicht] viene a llamar a filas a nuestra generación”13.
2.
Günther Anders era, primero que todo, un minucioso observador. Escribe: “Mis observaciones parten siempre de fenómenos singulares muy concretos de nuestra vida actual”14. No había detalle que no hubiese podido ser llevado a una interpretación significativa. De esa manera extrajo bastante de los acontecimientos que apenas si han sido teorizados en otras partes. “En la habitación de al lado el limpiaventanas limpia mis ventanas – ¿qué le importan a él mis ventanas? ¿Y las de los demás, que va a limpiar mañana y pasado mañana, contento de no estar desempleado? ¿Qué le importa a la lavandera mi juego de cama? ¿Y el de sus clientes de mañana y pasado mañana? ¡Cuando pienso, que la mayoría de la gente no desearía tener ningún otro tipo de trabajo, ni le está permitido siquiera desearlo o se le permite o puede desearlo! Y que no sólo están todos contentos de tener esas ocupaciones, porque significan no-desempleo [nicht-arbeitlosigkeit] y muchos de entre ellos ponen ya incluso todo su empeño en cumplir con ese trabajo, que no les concierne, es decir, con esa ‘pérdida de tiempo’, de la manera más ‘lealmente’ y ‘alegremente’ posible, pues como si eso fuese ‘su’ trabajo”15.
Con todo aunque no fuese su tarea, es su trabajo. Los trabajadores deben identificarse con él, pues ellos se hallan referidos existencialmente a él. En calidad de trabajadores se mantienen como indiferentes: “El producto de nuestro trabajo no nos concierne”16. No tienen que opinar sobre él, su capacidad de trabajo no fue comprada para eso. Lo importante es que lo hagan bien, sean ventanas limpias, prendas de vestir bien lavadas o misiles mortales de medio alcance. Como personas que trabajan no tienen que decidir sobre todo eso. Lo que hacen es, en primer lugar, un medio para ganarse el pan y para eso cualquier medio se halla justificado.
En las Ketzereien [Herejías], en la llamada “lista negra”17 de conceptos y palabras clave (por ejemplo, “valores”, “ser”, “sentido”, “aura”, “verdadero”, “lo intrínseco”, etc.) se encuentra también el “derecho a tener un puesto de trabajo”. Anders señala: “Si yo, a pesar de que fuera llamado con razón de ultraizquierda, pusiese en duda esa frase, que se deja decir muy fácilmente, entonces no se atreverían a tacharme como un «reaccionario enemigo de clases». Sólo que en tanto que filósofo, me pregunto: ¿De dónde hemos sacado esa reivindicación, ese derecho? ¿De qué naturaleza es ese ‘supuesto derecho’?”18. El supuesto derecho se revela rápidamente como un deber. Hoy día muchos de los socialistas no quieren meterse en la cabeza que el socialismo es algo muy distinto de un lugar de trabajo con una obligación laboral donde esta última es también un deber. La izquierda comparte con la derecha la apologética del trabajo, aquella no es menos fanática en este punto. Sólo unos pocos como Paul Lafargue o el austromarxista Max Adler (1873-1937)19 pueden ser mencionados como críticos del trabajo. A este respecto el punto de vista de Marx es absolutamente ambivalente, sin embargo los textos más conocidos son aquellos pasajes del primer volumen de Das Kapital [El Capital], donde Marx presenta el trabajo como “la eterna determinación natural de la vida humana”20. En esta tradición se halla también el marxismo. Entre tanto hay también en la obra de Marx muchos elementos que contradicen este modo de ver. Moishe Postone lo ha estudiado detalladamente en su libro Zeit, Arbeit und Herrschaft [Tiempo, trabajo y dominio]21.
Sin embargo, las citas mencionadas más arriba muestran que Anders tuvo durante toda su vida una inclinación a la herejía sobre el trabajo. Su asunto no era la defensa del trabajo, sino el ataque contra éste. “Cuando en presencia de G., un obsesionado con el trabajo, mencioné de paso que el trabajo, comparado con la edad de la humanidad, existe sólo desde un tiempo relativamente corto, quedó sin respiración”22. No solamente por ello es evidente que el trabajo no puede ser, sin más, lo que determina a la naturaleza humana, sino que más bien el trabajo se debe reinscribir históricamente y no puede ser considerado como una constante antropológica. Anders tampoco ve un futuro próspero. El cuadro que él ofrece es el más sombrío: “Pues el paro que se nos avecina, ahora, va a dejar ver como inocente al otro que nos dominara hace unos 50 años atrás. Si uno piensa, que el paro de entonces ya era una de las causas principales del nacionalsocialismo, entonces podría faltar el valor para imaginarse lo que el próximo va a deparar. No es imposible que las cámaras de gas de Auschwitz (económicamente absurdas en aquella época) puedan servir como modelos de ‘solución’ para el problema planteado por el hecho, que, comparado con las oportunidades del trabajo «hay demasiados hombre»’”23.
Anders escribe: “Por tanto, el postulado del empleo pleno será tanto menos realizable mientras más alto sea el estatus tecnológico de una sociedad”24. “La dialéctica de hoy consiste en esta contradicción entre racionalización y empleo pleno. Decirlo abiertamente no hará renunciar a ningún político de sus ataduras partidistas”25. “Efectivamente, los productos que llamamos ‘empleos’ son tan importantes, que los políticos, que nunca inventan u organizan alguno, pueden igualmente dimitir. No existe ningún político que no haya prometido alguno. Claro que tampoco existen políticos que sabrían dar una respuesta a la dialéctica actual, a la normalidad de una técnica en alza y a una baja demanda de trabajadores, o sea, de empleos” 26.
Anders dice aquí, que entre el trabajo y la política existe una férrea relación: El trabajo en tanto que elemento constitutivo del capital y la política como su resultante se piensan juntos. Para ello sólo cabe una aprobación. La tarea de la política y de su personal es renovar una y otra vez la promesa de o el compromiso de trabajo en cuanto que compromiso por. Que esto es menos y menos posible, es evidente hoy día, más evidente que hace más de 25 años, cuando Günther Anders publicó esas líneas. Por lo tanto, que el trabajo asalariado se ha tornado precario, es algo de lo que el filósofo ya se había dado cuenta en los años de plena ocupación laboral.
3.
El lenguaje era muy importante para Günther Anders27. No sólo quería escribir de manera legible, sino que también para él se trataba de utilizar los términos correctos o inventarlos y dejar bien indicados los falsos, o sea, ponerlos bajo el índice28. “En lugar de valerse de la vieja y sólida palabra ‘trabajador’ [‘Arbeiter’], hablaron sistemáticamente de ‘empleado’ («tomador de
empleo») [‘Arbeitnehmer’]29. Pocas expresiones actuales son tan desconsideradamente desenmascaradoras como la expresión ‘empleado’ [‘Arbeitnehmer’]. Por supuesto, la expresión viene de los ‘empleadores’ («los que dan empleo») [‘Arbeitgeber’]. Y puesto que ‘dar’ es más elevado que «obtener» (‘tomar’), sobre la expresión «empleador» [‘Arbeitgeber’], que se corresponde con la expresión «empleado», recae incluso una cierta aura religiosa. En mi juventud solamente había trabajadores. Sabían lo que valían, de qué manera se entregaron y qué les quitaron. Y el grito de guerra: «¡Empleados [‘Arbeitnehmer’] de todos los países, uníos!» habría resonado sin ser oído. Naturalmente, también los trabajadores pensaban en el ‘obtener’ (‘tomar’), es decir, se proponían obtener (tomar) el mejor salario posible; y los socialistas entre ellos incluso los medios de producción. Pero llegar a pensar en tomar el trabajo, que de todas maneras ya tenían (en tanto no estuviesen desempleados) es decir, un trabajo que ya los tenía, por supuesto, llegar a pensar eso, no se le habría ocurrido a nadie. Por el contrario, hoy día muchos trabajadores perciben como honroso integrar tal o cual empresa, una contratación que, falsamente presentada como una cosa que vale la pena “tomar”, sella una renuncia total a los objetivos anteriormente indicados. Debido a esta nueva etiqueta es patente que tengan el sentimiento de orgullo, de haber ‘tomado’ realmente algo y de haber alcanzado realmente una cumbre: a saber la cumbre de la participación social [Sozialpartnerschaft]. Que se trata ahí de la cumbre miserable del monte Godes y no de la cumbre que sus abuelos tuvieron entre ceja y ceja hace cien años, eso no sólo no lo sienten, sino que además ni quieren sentirlo”30.
Dicho sea de paso que ya Friedrich Engels protestó en el prefacio de Das Kapital marxista contra “aquellas galimatías, en las cuales los economistas alemanes tenían la costumbre de dar, por ejemplo, el nombre de empleador [Arbeitgeber] al que da un trabajo a cambio de un pago en efectivo y, el nombre de trabajador [Arbeitnehmer] al que toma un trabajo a cambio de un salario”31.
Entretanto, ese conocimiento elemental se perdió completamente y ya no es más objeto de ninguna reflexión, ni en el movimiento obrero en torno a él, ni apenas en otra parte. Günther Anders desmonta a través de una sola palabra falsa, un juicio como intelectualmente erróneo. Respecto a eso era implacable.
Tan preciso y radical como Anders deconstruyera el monstruoso concepto de ‘empleado’ [“Arbeitnehmer”], igual de vago e impreciso quedaría frente a esto su concepto de proletariado. Según su tesis, proletariados siempre habrá más32, lo que debía afirmarlos en su lucha por la libertad’33: Anders define cinco no-libertades [Unfreiheiten] en el original del tercer volumen de Die Antiquiertheit des Proletariats [La obsolescencia del proletariado]. Aparte de que los proletariados “no poseen sus medios de producción”,34 están igualmente privados: “1) de la decisión sobre cuales productos producen; 2) de la experiencia de los productos finales; 3) de la decisión sobre su utilización; 4) de una opinión propia (incluso del interés por una opinión propia) sobre la respectividad de sus productos; y 5) del trabajar (pues esto se ha transformado en una actividad que no merece ese nombre)”35.
El proletariado ha sido determinado negativamente: “El carácter no-solidario no demuestra la inexistencia del proletariado, sino, al contrario, define su existencia. Es proletariado es aquel que está impedido por su existencia [Dasein] de concebir el pensamiento de la solidaridad”36. Anders denuncia explícitamente el “estilo de vida impuesto, la obligación al consumismo, la soledad de la televisión”37. Les llama los “proletariados que vegetan” 38. En un lugar de ese texto llega incluso a afirmar: “El trabajador de hoy día no es libre porque tiene demasiado tiempo”39. A fin de cuentas todos los que se obligan a consumir son proletariados40. ¿Pero guarda aún esa excesiva extensividad del concepto, el cual estuvo asociado originalmente a la propiedad privada de los medios de producción, que hablaba sobretodo de clases y de lucha de clase, un sentido específico? Agréguese a ello el que Anders considere clase y lucha de clases como algo obsoleto41. “No existe conciencia de clase de los amenazados”, escribe en Endzeit und Zeitenende [Tiempo final y fin de los tiempos]42.
4.
“En la medida que el trabajo maquinal opere sin complicaciones, eso significa: que transcurra sin fricciones entre el hombre y la máquina; en la medida que el que trabaja lo haga con el entusiasmo de un ‘converso’ y se comporte como una ‘rueda’ del engranaje, en esa misma medida el “yo” no estará nunca ‘consigo’, y en esa medida el yo no “estará” en principio, de cualquier forma nunca como (un) yo. Recién en el preciso instante en que el conformismo deja de ser satisfactorio, o en que el trabajo de pronto falla, el yo vuelve ‘en sí’, sólo entonces se encuentra a sí mismo: a saber como algo repugnante: como una perturbación
“Por tanto, la empresa es el lugar donde se produce el tipo de hombre ‘mediático y sin conciencia moral’; el lugar donde nacen los conformistas. Basta solamente que un hombre con estas características sea puesto en otro lugar de trabajo, en otra ‘empresa’ para que repentinamente, sin transformarse del todo, se vuelva monstruoso; repentinamente nos llena de horror; repentinamente la suspensión de su conciencia moral, que ya era con todo un fait accompli [“hecho consumado”], adopta la apariencia de la escrupulosidad desnuda, y la suspensión de su responsabilidad adopta la apariencia de la desnuda ‘moral insanity’ [“insanidad moral”]. Hasta que no admitamos este hecho, es decir, hasta que no reconozcamos que la empresa actual es el lugar donde se forja este tipo de hombre y que el estilo del trabajo es el modelo de la sincronización, seguiremos siendo incapaces de comprender la figura del conformista contemporáneo; es decir, incapaces de comprender lo que pasó con esos hombres ‘obstinados’, que se negaron en los procesos (mencionados) a arrepentirse o solamente a aceptar la responsabilidad en los crímenes en los cuales, efectivamente, “co-operaron”47.
Por supuesto, el colaborador es del tipo del simpatizante que sabe excusarse de todo48: “¿Qué deberíamos haber hecho?”, balbucea el sentido común en las situaciones más diversas de la vida. El fascismo se caracterizó, por ejemplo, en que los hombres aceptaron, incluso con alegría, lo que se les hizo a ellos, identificándose con él de manera ciega y exagerada.
El sufrimiento fue perfeccionado de tal modo que la victima creciese sin conciencia y sin embargo de manera vigorosa como victimario: “La total sumisión es disfrutada como total pertenencia. Lo totalmente negativo lo es como lo totalmente positivo”49. Así caracteriza Günther Anders en otra parte al nacionalsocialismo.
¿Quien no conoce, por estos lados, esa frase desventurada: “¡Cumplía solamente con mi deber!”? No importa qué, no importa cómo, no importa para qué. Hubo algunos que efectivamente cumplieron ‘solamente’ con su deber, no todos los criminales lo eran por convicción, algunos en realidad eran ‘solamente’ criminales de escritorio. “El empleado en el campo de exterminación no ha ‘actuado’, sino que, y por horrible que esto pueda sonar, ha trabajado”50. “Puesto que él está habituado a actividades, en las cuales no requiere de una conciencia moral y dado que tampoco es deseada, no tiene conciencia moral. Y esto con la mejor conciencia del mundo”51. La falta de conciencia moral es un constitutivo del trabajo. Algo ha de ser realizado, no importa qué, ni cómo, ni para qué. Y cuando las cosas se vuelven peligrosas, uno se presenta como un subordinado y afirma que no se habría podido actuar de otra manera, aunque hubiese querido. El círculo vicioso del trabajo se vuelve a cerrar.
“Si es que existe hoy una reconocida equidad, es justamente en que todos los trabajos tienen los mismos derechos y como tales son iguales, y por lo tanto tienen el mismo valor. Formulado de manera moralista: esto significa que esta igualdad se debe a que ningún trabajo vuelve al trabajador más culpable que otro, porque ningún trabajo puede volver culpable a nadie”52. “Ningún trabajo, por malo que sea su objetivo, puede manchar al trabajador”53. El trabajo aparece como la inocencia originaria. Es la actividad conformista del sujeto, una actividad intercambiable arbitrariamente y no solamente en las transacciones obligatorias del trueque donde se compra y se vende sino también es el principio profundo que concierne a todas las acciones, conceptos y situaciones de la vida. “El mundo de los aparatos sincroniza de manera más dictatorial, más irresistible y más inevitable de lo que podría nunca hacerlo y nunca ha podido hacerlo el terror o la visión del mundo de un dictador que supone esto último”54.
Para Anders siempre fue evidente pensar de la misma manera al empleado de los campos de exterminación con el pequeño burgués de la época tecnocrática”55. El lugar específico del horror es, en su estructura fundamental, un lugar habitual. El punto afín al empleado del campo de exterminio y al trabajador de la época tecnocrática es la empresa o quizás, para decirlo con una expresión de la tecnología informática, el sistema operativo [Betriebssystem].
En consecuencia para Anders fue casi un deber oponerse a los deberes y no someterse a algunas presiones de las circunstancias. “El que, por el contrario, se remite al pretendido deber para ‘atenerse a su oficio’, para concentrarse en él, para volverse tan estrecho de miras que no ve nada ni a la derecha ni a la izquierda, no es solamente inmoral, sino que es inmoral por principio. Ser moral significa: ocuparse de aquellas cosas que, aunque se encuentran fuera de mis propósitos o de los propósitos fijados por otros y aunque ellos excedan las competencias definidas por la división del trabajo, son parte de la esfera de mi influencia personal. Ser moral significa: quebrar fronteras o límites definidos por la administración o la división del trabajo; ocuparse de esto que se afirma ‘no me concierne’, aunque eso que no ‘me concierne’, no me amenace ni me destruya”56. “Dime, lo que «deberías», y voy a decirte, lo que [...] no debes”57, dice en el original del tercer volumen de Die Antiquiertheit des Proletariats.
Aunque no salta inmediatamente a la vista, Günther Anders adhiere de manera implícita a los análisis de Karl Marx: “La especialidad de por vida de manejar una parte del instrumento, se convertirá, en la especialidad de por vida de servir a una parte de la máquina”58 escribe éste. “En la manufactura y en la artesanía el trabajador se sirve de las herramientas, en la fabrica se sirve de la máquina. En el caso de la manufactura, es el trabajador el que impone el movimiento al medio de trabajo; en la fábrica, en cambio, es el medio de trabajo el que impone el movimiento al trabajador. En la manufactura los trabajadores se configuran como los miembros de un mecanismo viviente. En la fábrica existe, independiente de ellos, un mecanismo muerto al cual se los incorpora como apéndices vivos”59. Los hombres concebidos como partes extensivas de lo maquinal y serial, es también, justamente, el tema de Anders. En Marx el valor se determina como “sujeto autómata”60. Sin embargo esto también quiere decir, que el valor de la mercancía llamada “fuerza de trabajo” crea sujetos autómatas en forma de hombres.
Las reflexiones de Günther Anders presentadas en este artículo pertenecen sin duda a lo más radical y lo mejor de lo que la crítica del trabajo ha producido en el siglo XX. La esencia del conformismo moral, de la reducción de la existencia humana a una función y a una máscara, tienen su origen en la monstruosidad del trabajo. En el segundo volumen de Die Antiquiertheit des Menschen, Anders habla de la “estructura intencional-negativa de nuestra manera actual de trabajar”61.
“El discurso, en todas partes popular, que reclama la necesaria «humanización del trabajo» es en consecuencia deshonesto, una contradictio in adjecto. Tal humanización ya no es posible como tampoco una humanización de la guerra, pues lo que presuntamente tendría que ser humanizado, aquí como allá, incluye a priori el principio de la inhumanidad”62.
Por lo tanto el objetivo del trabajo no se define por su papel decisivo en la “transformación del mono en hombre” (Friedrich Engels)63, sino que tiene que descifrarse de manera totalmente diferente. La liberación social no significa la liberación del trabajo mismo, sino la liberación de trabajar. A pesar de todas las evidencias: El trabajo no libera.
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