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martes, junio 30, 2009

Michael Jackson y el espectáculo 


Tenía ganas de revisar y tal vez transcribir las partes de "Rastros de Carmín", de Greil Marcus, que hablan de Michael Jackson y el "fenómeno" thriller. Por suerte, en el blog del Colectivo Quartiers blog alguien ya se había dado el trabajo:

"...Debord había pregonado que el espectáculo era un monstruo, una película de horror, un Godzilla de la alienación. Veinte años después de haber dejado constancia de su teoría de la sociedad moderna, sus premisas suenan tan familiares como extrañas, sencillas y paranoicas, obvias y ocultas...y eso mismo es lo que se percibía en el mundo con Michael Jackson en 1984. Era como si hubieras soltado amarras, como si te sintieras a un tiempo humillado y estimulado, como si respondieras a la afirmación "lo verdadero es un momento de lo falso" con un encogimiento de hombros: "Bueno, ¿y por qué no?¿Qué otra cosa puedes mostrarme?" El espectáculo producía su propio opuesto y lo engullía; rechazar un espectáculo era exigir otro.

¿Qué sucedió en el año de Michael Jackson? Para los primeros millones de personas que compraron Thriller, forma y contenido, subjetividad y objetividad, el yo y el otro, mercancía y consumidor, fueron una sola cosa. Esos pocos millones compraron un disco que les gustaba. Luego Thiller se convirtió en una imagen, una imagen, en el ambiente del capitalismo moderno, en el cielo del espectáculo, de lo bueno, una irresistible imagen de autorrelización y conquista del público. Después de eso, la forma reemplazó al contenido, lo que no significaba que el mensaje de Jackson se perdiera en la brillantez de Thriller, si no que ni la forma ni el contenido permanecían atados al disco mismo. El contenido ya no era el sonido de la música, ni la forma la manera en que la música se presentaba o funcionaba como género. El contenido era ahora la respuesta de un acontecimiento social de Thriller, y la forma la mecánica del acontecimiento.

Para Debord, la sociedad del espectáculo era la propia sociedad moderna de un modo no natural, una construcción interesada y sin embargo implacablemente completa: "La realidad se alza dentro del espectáculo y el espectáculo es real". Tal como emergía del mundo del pop, la fábrica de símbolos, uno podía ver Thriller como un espectáculo del espectáculo, una mediación entre el espectáculo pop y el espectáculo aún mayor que, parecía probar Thriller, era la vida social. Al principio los Sex Pistols habían obligado a la gente a estar a favor o en contra de ellos, luego a decidir si debían asistir o no a las actuaciones de Johnny Rotten, decir sí o no a Dios y al Estado, al trabajo y al ocio, al intérprete y a uno mismo. El triunfo de Michael Jackson era permitir a la gente no elegir. Thriller imponía su propio principio de realidad, estaba allí como arte de cada viaje al trabajo, como una serenata a cada recado, como un referente a cada compra, como un hecho que formaba parte de la vida de todos. No tenía por qué gustarte. Solo tenías que reconocer esa realidad, aunque en cierto modo, en el año de Michael Jackson, reconocerla implicase que el disco te gustaba."

Greil Marcus, Rastros de carmín.

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