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jueves, julio 09, 2009

Consciencia e Inconsciencia (de clase) 

"Sentimientos individual y colectivo, sociológico y político de la no pertenencia al proletariado

El no reconocimiento del proletariado como clase, que encuentra su máxima expresión en los niveles sociales y políticos, cuando la mayoría del proletariado mundial desconoce como suya una lucha en cualquier otra parte, puede asumir innumerables formas o aspectos, desde las más particulares e individuales a aspectos mucho más generales e ideológicos.

Causa y/o consecuencia, resulta claro que hoy el proletario no siente como suya la lucha del proletario en otra parte del mundo, de la misma manera que tampoco se siente proletario en el sentido más elemental de la palabra.

A alguno lo hacen creer que no es proletario porque es empleado, el otro cree que no lo es porque está desocupado, el de más allá se siente campesino en oposición al obrero, otro se cree comerciante porque es vendedor ambulante, muchos otros se sienten demasiado niños o demasiado viejos para ser proletarios, habrá también quien por ser mujer se sienta menos concernida por la cuestión de su clase o quien sienta la opresión racial como más determinante que la de clase y en vez de sentirse proletario negro, proletario latino o proletario amarillo, se siente negro, latino o amarillo... y para quienes superen estas formas más elementales de negación inmediata de la realidad de proletario habrá otras formas más político-ideológicas de esa misma negación como el sentirse “antiimperialista”, “antineoliberal”, “palestino”, “judío”, “cubano”, “deizquierda”, “francés”, “yanqui”, “aymara”, “kurdo”, “croata”, “obrero de un país rico”, “feminista”, “antiracista”, etc. Justamente esas negaciones del proletario mismo son las que consolidan la ideología burguesa del “verdadero proletario” que como se sabe es obrero industrial hombre, nacional, y mira con desprecio al lumpen, al estudiante, al que saquea, al inmigrante, a la mujer y a “todos esos negros”.

Un compañero de nuestro grupo que trabajaba en la industria automotriz como obrero fue convocado un día y se le dijo que cambiaría de estatuto, que sería promovido, que desde ahora en adelante no sería más obrero sino empleado. Fue toda una sorpresa el constatar la semana siguiente que solo ganaba medio por ciento más y que su trabajo continuaba siendo el mismo, pero que por supuesto se le había otorgado un estatuto por el cual ya no debía sentirse igual que los obreros que trabajaban junto a él, se lo invitaba así a participar en la ilusión de distinguirse de sus compañeros de siempre. Otro compañero que era granjero y vivía trabajando para pagar a los bancos que le prestaron para comprar la granja, a los capitalistas vendedores de la semilla y los fertilizantes, a los que le vendieron la poca maquinaria que compró a plazos... (en muchos casos se trata de una sola empresa que asegura todas estas funciones como capitalista) constataba que en la región ninguno de los que vivía como él se consideraba parte del proletariado, que era muy difícil proponer actividades comunes porque casi todos se creían propietarios. Un vendedor de revistas en el subte (metro) y en los ómnibus nos contaba también que en dicha profesión la mayoría se cree libre, comerciante... y no tienen consciencia de que en la práctica están vendiendo su vida, su fuerza vital a cambio de unas migajas que les permiten subsistir.

Entre los que se denominan “cuellos blancos” la inconsciencia de clase, es decir la ilusión de no pertenecer al proletariado, es todavía peor. El hecho de que la producción se cosifique bajo formas más abstractas y la ideología de distinguirse del obrero manual aumenta la ilusión. Está el oficinista convencido no sólo de que su trabajo es menos fatigante y destructivo que el del obrero de fábrica o el minero y de que no es comparable cagarse la vista (¡y mucho más) con el computador 8 horas por día con la vida miserable de un minero, sino que en base a esto se considera muy superior y diferente del otro y ni por asomo se da cuenta que la esencia de su vida es exactamente la misma: la venta de sí mismo para poder subsistir. Está el maestro de escuela que porque modela cerebros en vez de otras materias mercantiles cree que es menos proletario o el empleado de estado a quien se le promete el empleo de por vida y por eso cree tener, a diferencia del resto de su clase que vive la amenaza permanente de la desocupación, el futuro asegurado, una seguridad que lo situaría totalmente afuera del proletariado.

Los escolares, los estudiantes o en general los sectores que no están en ese momento vendiendo su fuerza de trabajo y “siendo directamente explotados” (10) se creen en general flotando entre las clases y mucho menos proletarios que el obrero que vive al lado o hasta ¡en su propia casa!. Todo lo que socialmente se designa por educación y cultura está destinado a producir trabajadores con consciencia de ciudadanos, proletarios con ideología de “hombres libres”, productores con la ideología de “consumidores”. A los hijos de proletarios que van a la escuela primaria, secundaria y/o universitaria, que reciben además unas buena dosis cotidiana de televisión y van siendo así formados como fuerza del trabajo del capital (¡toda la formación científico técnica es esto y nada más que esto!) se les inculca (¡de la misma manera que en la Edad Media se les imponía el cristianismo!) el libre arbitrio con respecto a sus vidas, se les oculta que son parte de una clase reproduciéndose como esclava. Cuanto más libre se cree el proletario (“soy libre de decidir”) (11) más dócil y sumiso será con respecto a su explotación, más idiota útil será en toda su vida. Así, al mismo tiempo que se le va imponiendo, desde la guardería o los primeros años de escuela, elementos indispensables para aceptar luego la disciplina de la oficina, la fábrica o el supermercado (disciplina y orden escolar, horario de trabajo, recreación como corta suspensión entre dos tiempos de trabajo, volver a la casa para reproducir sus energías para soportar... más escuela y luego más trabajo), se le hace creer que está estudiando para decidir lo que luego será, para poder ser “libre” luego. Así el aprendiz de esclavo repite la frase que le impone su opresor y que lo encadena: “estudio para poder trabajar en lo que quiera”. Lo que el esclavo asalariado cree que es su libertad son en realidad las leyes del mercado de fuerza humana que se ofrece al mejor postor para ser explotada. Aquella creencia permite que la oferta de fuerza de trabajo se adecue a las necesidades futuras del capital que se expresará en la demanda de esclavos asalariados. Su función de clase reproduciéndose como explotada será mejor asumida en la misma medida en que sus componentes se crean realizando su libertad; esos esclavos preparando y afirmando su propia esclavitud asalariada serán tanto mejores en la misma medida en que se crean no pertenecer a la clase de los explotados. Incluso cuando los estudiantes de hogares proletarios entran en lucha no rompen o no lo hacen de manera suficientemente radical con toda esa ideología, esa inconsciencia de clase se cristaliza en la pretensión de ser un movimiento propio, “el movimiento estudiantil”, sin contar aquí la fuerza de las ideologías marxistas-leninistas u otras que hablarán de un “movimiento pequeño burgués” y repetirán a coro con toda la contrarrevolución que “los estudiantes quieren tal cosa o reclaman tal otra”, que “el movimiento estudiantil aspira a...” ¡cómo si pudiesen tener intereses propios!; ¡como si existiese entre el capital y el proletariado un tercer sector en el medio de las clases con intereses diferentes a ambas! Todas las ideologías sobre la originalidad del “movimiento estudiantil” expresan los intereses de la clase dominante, su deseo de que exista entre ella y el amenazante proletariado una categoría sin clases que sirva de amortiguador, de colchón social. ¡Cómo si en una época de la vida los seres humanos pudieran reproducirse sin pertenecer a ninguna de las clases! ¡Cómo si por el hecho de ir al liceo o a la universidad se diluyera la pertenencia a una clase social!

Lo mismo sucede con otras categorías policlasistas como la de campesino, que solo quiere decir habitante del campo (¡cómo ciudadano, quiere decir original y evidentemente, habitante de la ciudad!) y que invariantemente sirve para confundir y someter al proletariado agrícola. Al poner al trabajador del campo en una misma bolsa que el capitalista agrario y el terrateniente se lo aísla de su hermano proletario de la ciudad y de los otros países. Y sobre ese suelo mojado llueven luego los discursos sobre la miseria de los paisanos, sobre el aislamiento de los sin tierra y la pobreza del campesino,... La tan cacareada debilidad del campesino no es otra cosa que ese proceso ideológico de separación y aislamiento que la burguesía de todos los colores reproduce por todos los medios a su alcance. Cuando además hay características raciales o económicas que permiten aumentar todavía más esta separación se insiste en ellas, como hizo históricamente el marxismo leninismo para aumentar la explotación y desarrollar el capital, como reproducen en la propaganda las organizaciones estalinistas y maoístas o hasta en el cine izquierdista latinoamericano. Así se habla de campesinos, de indígenas, de cuentapropistas, de paisanos pobres y medios, desconociendo incluso la unidad real del movimiento proletario en lucha contra el capital y el estado".

COMUNISMO N°57

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