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miércoles, julio 22, 2009

El EZLN huérfano desorientado del maoismo 

Aunque ello le pese a los entusiastas seguidores del ejército zapatista (sean ellos radical-chic, los más rebuscados autónomos o los más delicados “católicos de izquierda”) la historia de los movimientos políticos mexicanos indica claramente que el EZLN es el brazo armado de una organización política clandestina de directa ascendencia maoísta.

Como observan los autores de Au-delá des passe-montagnes du Sud-Est mexicain (Más allá de los pasamontañas del sudeste mexicano):

hoy no es fácil establecer un ligamen claro ni trazar una línea de demarcación entre el período de implantación de esta organización (“Política Popular”) y el nacimiento del EZLN. Lo que es seguro es la existencia de este ligamen.

El mismo subcomandante Marcos habría hecho parte de una de las últimas brigadas maoístas, refugiadas en Chiapas entre el fin de los años 70 y los primeros años 80. [17]

El miserable fin de la URSS y el todavía más miserable fin de la Gran Revolución Cultural Proletaria china, han influido ciertamente en la reestructuración ideológico-política de esta y otras organizaciones maoístas. Entre tanto, proseguía la salvaje represión del ejército y de las tropas mercenarias al servicio de los grandes propietarios territoriales, bajo los golpes de la cual han desaparecido muchos militantes. Los sobrevivientes se han evidentemente reorganizado, replanteando algunas concepciones políticas y tácticas a luz de las condiciones locales.

En primer lugar, la integración en las comunidades indígenas, utilizando para tal propósito sus ligámenes con la “iglesia indígena”; después, la creación de organizaciones sindicales campesinas. La transformación en el año 91 de la Alianza Independiente campesina “Emiliano Zapata” en una organización nacional, signó el relativo éxito de aquella táctica.

Es evidente que una organización existe todavía en las articuladas formas entre las cuales se encuentra el EZLN.

Más allá de la retórica poética del líder enmascarado de la democracia — orgánica, se debería añadir — de las asambleas comunitarias de Chiapas, es evidente en la estructura y declaraciones de los distintos comunicados y documentos la existencia de un Comité Clandestino Revolucionario Indígena, en cuyo seno reside la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, vale decir, Marcos, con Tacho y sus compañeros. ¿Qué cosa queda, pues, del viejo maoísmo? A juzgar por los documentos más notorios, sólo una sentimental referencia al asedio de las ciudades desde el campo, que aquí toma la forma de la presión ejercida por la comunidad indígena como principal motor de la reforma del Estado mexicano.

Si en un primer momento los vértices zapatistas han pensado en el ascenso al poder nacional a partir del sólido anclaje en Chiapas, han cambiado rápidamente de idea: entienden que están demasiado distantes y aislados del centro para intentar desde allí su conquista. Mejor acumular fuerzas a escala nacional y hacer caer el poder bajo el empuje conjunto de todas las comunidades indígenas en las diversas regiones de México.

Pero si el viejo maoísmo podía prospectar el socialismo, o bien el capitalismo de Estado bajo la administración de un “potente Partido Comunista” en el cual confluirían las masas campesinas y proletarias, hoy esa perspectiva no es practicable: de ella se ríen los mismos ex-maoístas.

¿Qué cosa prospectar entonces? Paz, libertad, dignidad, justicia y democracia.

Valores sanos, eternos (vale decir, también un poco envejecidos) que pueden gustar a todos: almas bellas del catolicismo, furibundos señores radical-chic, subjetividades antagonistas y tercermundistas.

¿Y sobre quién presionar? Las comunidades indígenas como base operativa y plazasfuertes logísticas, la sociedad civil como leva de la transformación.

De veras, las afinidades originales con los hermanos peruanos de Sendero Luminoso se han perdido.

La plataforma política del EZLN
Quien desease buscar un documento cualquiera que se asemeje aunque sea vagamente a una plataforma programática del EZLN o de sus mentores clandestinos emplearía tiempo y energías en vano: un documento semejante simplemente no existe.

Las posiciones y las perspectivas estratégicas de los zapatistas deben ser deducidas de los distintos comunicados, proclamas y cartas de Marcos y de sus asistentes.

Comencemos con la última contribución directa de Marcos — publicada en la cadena internacional de Le Monde Diplomatique y en Italia por Il Manifesto en el opúsculo titulado: “La quarta guerra mondiale é giá cominciata”. Prescindimos, naturalmente, de las obvias tonterías neo-reformistas de los presentadores (Gianfranco Bettin y Marco Rivelli) sobre las cuales ya habrá ocasión de volver, para seguir el “autónomo” pensamiento del mismo subcomandante Marcos.

Las últimas salidas del subcomandante
La primera tesis, que se traduce inmediatamente también en clave de interpretación del texto y de las posiciones políticas, es la siguiente. La Tercera Guerra Mundial se habría combatido ya entre dos campos, el capitalista y el socialista, con la victoria del primero.

La original tesis stalinista según la cual la URSS y la China eran países — aunque últimamente ligados por fraterna enemistad — en los cuales se había realizado el socialismo, lleva obviamente tanto a Marcos y al EZLN, como a sus sostenes, a darle la vuelta al mundo.

Es la forma y la substancia de la ideología burguesa aplicada a la historia reciente y es lo que sostienen todos: desde la extrema derecha a la extrema izquierda burguesas. Para todos es el punto de partida de elaboraciones distintas en cuanto son distintas las llamadas orientaciones políticas o bien los específicos intereses de las fracciones de la clase burguesa a los cuales tales orientaciones obedecen. A la derecha, tenemos, pues, la conclusión de que el socialismo es, en la mejor de las hipótesis, una utopía, y que el capitalismo es lo mejor de cuanto la sociedad ha podido parir a lo largo de su historia (mucho mejor si se trata del capitalismo liberal); a la izquierda, en cambio, se concluye que la vía seguida en el pasado para mejorar a la sociedad (esto es, la de la lucha de clases, de la confrontación en la cual la clase vencedora abre el camino a un nuevo modo de producción y a una nueva formación social, el comunismo) estaba equivocada — en vista de que su experimento ha fracasado — y que es entonces necesario buscar nuevos caminos, nuevos sujetos y nuevos objetivos, para detener la marcha a la barbarie que, se admite, el capitalismo ha acelerado.

Siempre hemos definido al stalinismo y a su ideología como el ala de extrema izquierda del alineamiento y de la ideología burguesa, fundada en la defensa del modelo de capitalismo de Estado representado por la Unión Soviética y por la China y exportado a los países satélites.

Tras el fracaso de ese modelo, sus defensores, también los más obstinados, se han dividido: por un lado, los tercos nostálgicos, que todavía ven en el sistema de la URSS el modelo a seguir; por el otro, los más “refinados” tránsfugas. A su vez, éstos se presentan de modo enteramente heterogéneo y disperso: hay quien, tomando impulso, ha terminado en brazos de la derecha burguesa (aquella que se dice a sí misma “lo que existe ahora es bello y merece ser defendido”) y son los lacayos — los Deaglio, Rinaldi o Liguori — de todo el mundo. Están también los que para permanecer en la izquierda se inventan caminos y objetivos que, planteados en nuevos términos, no son más que una reedición de viejos idearios demolidos hace ya más de un siglo por el movimiento marxista. Entre éstos se colocan tanto los ex-maoístas a la Marcos, como los viejos “neo-izquierdistas” a la Rossanda y a la Ravelli. De suyo se comprende que declarar terminada la lucha de clases significa objetivamente declarar eterno el capital. No obstante se crea subjetivamente lo contrario, en virtud de que se revalorizan ideas y recorridos ya demostrados como fracasados, se contribuye objetivamente a conservar incólume precisamente aquello que se dice odiar.

Hay una íntima coherencia en el recorrido del ex-maoísta Marcos, y de sus semejantes: el mundo tal como está hecho no nos place, provoca repugnancia, y lo debemos cambiar; se trata de encontrar los sujetos sociales capaces de llevar a cabo el cambio y alcanzar los objetivos perseguidos.

La búsqueda no es fácil, evidentemente, si la segunda pregunta todavía no ha encontrado respuesta en Marcos ni en los llamados marxistas autónomos que lo sostienen.

El citado opúsculo de Marcos responde a la primera pregunta (¿cuáles son los sujetos del cambio?) en el fin de un recorrido “analítico” que es compartible, cuando menos en la denuncia de los estropicios del moderno capitalismo. Pero antes de avanzar en el tema conviene detenerse en la cuestión de la Tercera y la Cuarta guerras mundiales.

¿Guerra mundial?
Marcos juega un poco con las palabras y, como siempre sucede en estos casos, enturbia un poco las aguas.

La globalización moderna, el neoliberalismo como sistema mundial, debe ser entendida como una nueva guerra de conquista de territorios. El fin de la III guerra mundial o “Guerra Fría”, no significa que el mundo haya superado el bipolarismo… [18]

Hacer Intercambiable, aunque sólo sea literariamente, una fase de la dinámica capitalista con la manifestación máxima de su colapso — que es precisamente la guerra — es una operación acaso funcional al encuadramiento, siempre sobre el terreno literario, de los daños que aquella fase del capital comporta, pero completamente errada en el terreno analítico puesto que equivale a decir que el capitalismo es siempre guerra. También esto es “literariamente” verdadero, pero no presta ninguna contribución a la critica de la dinámica capitalista en función de su superación. Por lo demás, se arriesga a caer en gravísimos errores que irán a confundir definitivamente las ideas. Y en este riesgo incurre Marcos pocas líneas más adelante cuanto escribe:

En el mundo de la post-guerra fría vastos territorios, riquezas y, sobre todo, fuerza de trabajo calificada, esperaban un nuevo patrón…
Pero sólo hay un puesto de patrón en el mundo, y diversos son los aspirantes a alcanzarlo. Y para obtenerlo se despliega otra guerra, que esta vez opone a todos aquellos que se habían autodenominado “el imperio del bien”. [19]

Aquí queda implícito el concepto que precisa que la guerra ha comenzado y concluirá con la conquista del puesto de patrón del mundo por parte de alguna de las fuerzas en pugna. Esta fuerza, si se lee inmediatamente después, será uno de los centros financieros entre los cuales se libra la Cuarta Guerra Mundial, “con escenarios totales y con una intensidad aguda y constante”. Vuelve aquí a hurtadillas la vieja tesis, refutada por Lenin, del superimperialismo y, peor aún, se hipotetiza que se llegará a él sin la confrontación militar directa entre las metrópolis.

Las 149 guerras locales combatidas en todo el mundo desde el fin de la II Guerra Mundial, los muertos a causa del hambre que cotidianamente la dinámica capitalista deja sobre la superficie del globo, el trastorno de las estructuras político-estatales de naciones enteras y los otros horrores que se presentan en el planeta hacen identificar al Subcomandante el escenario presente con el de la guerra. Y la guerra real, preparada por las actuales guerras comerciales y financieras, se esfuma.

Pero lo que emerge en el cuadro trazado por Marcos (o mejor, en las piezas que el autor describe y que deberían componer el cuadro) es la ausencia total de cualquier referencia de clase, evidentemente considerada decadente y hecha obsoleta desde el “fin del socialismo”. No son, pues, ya las clases los sujetos de la historia y el sujeto que él trata de fundar se esfuma.

En la sexta “pieza”, definida como “La megapolítica y los enanos”, se trata precisamente de la política mundial “que sabe ejercitar mejor su poder y crear las mejores condiciones para su propia reproducción, sobre las ruinas de los Estados nacionales”. [20]

Pero el sujeto de la megapolítica se evapora. El conjunto de intereses y de hombres que persiguen las condenadas políticas neoliberales no es identificado y, de este modo, la megapolítica aparece como una entidad metafísica con mucho del propio punto de vista.

Desde el punto de vista de la megapolítica, las políticas nacionales son cosas para enanos que deben plegarse al diktat del gigante financiero. Y así será hasta que los enanos no se rebelen. [21]

Nacionalismo
Objetará el lector que aquí el sujeto es identificado en el gigante financiero. Pero, insistimos, ¿quién representa al gigante financiero?, en vista de que para que una política se exprese es necesario que algún conjunto de hombres con precisos intereses la exprese.

La pregunta no es ociosa como algún tonto maligno podría pensar. Un serio análisis del gigante financiero y, por ende, de los hombres e intereses que lo conforman, llevaría a descubrir que estos se encuentran también entre los presuntos enanos, entre aquellos enanos que deberían rebelarse y reafirmar las políticas nacionales (y aquí estamos en el corazón del verdadero pensamiento de Marcos, el nacionalismo).

Citando a Le Monde Diplomatique, que no oculta sus simpatías zapatistas:

… les capitaux d’origine mexicaine déposés aux Etats-Unis atteignaient, á la fin de 1995, 24,6 milliards de dollars, soit exactement deux fois plus qu’á la fin de 1994.
… los capitales de origen mexicano depositados en los USA alcanzaron al finalizar el año 1995 24,6 mil millones de dólares, vale decir, exactamente el doble respecto al fin del año 94. [22]

Estos capitales de origen mexicano son poseídos, gestionados y debidamente distribuidos en los mercados financieros internacionales por aquellos señores mexicanos que conforman la burguesía mexicana, hermana de clase de la burguesía internacional y enemiga acérrima tanto del proletariado mexicano como del proletariado internacional. Pero todo esto en los discursos de Marcos y de sus seguidores se evapora, desaparece, es negado. La razón es siempre esta: en la lucha entre el capitalismo y el socialismo (el ruso y el chino) el capitalismo ha vencido y, por tanto, el modelo de la lucha de clases está desprovisto de valor.

Se regresa, por tanto, a veces subrepticiamente otras al son de tambores y trombas — esto no es lo que cuenta — al terreno de la ideología (en sentido propio, por tanto, al terreno burgués). Y sobre el terreno de la ideología, la conclusión del “razonamiento” puede muy bien ser la del nacionalismo.

Establecido que las actuales dinámicas económico-políticas chocan con la sobrevivencia de las formas nacional-estatales de las fases precedentes del capital, o se apunta a la superación de estas mismas dinámicas, con los sujetos y los objetivos adecuados (el proletariado internacional, la revolución internacional y el comunismo) y se avanza, o bien se está constreñido a elegir entre las siguientes dos opciones: actuar a favor de la globalización o defender la autonomía de las susodichas formas nacional-estatales, y se va con el capital o directamente atrás.

Marcos y el EZLN terminan por declararse precisamente a favor del nacionalismo.

… los zapatistas piensan que, en México — atención, en México — [lo subraya el mismo Marcos — ndr] la recuperación y la defensa de la soberanía nacional hace parte de una revolución antineoliberal. Paradójicamente, el EZLN ha sido acusado de desear la fragmentación de la nación mexicana. La realidad es que los únicos que han hablado de separatismo son los empresarios del estado de Tabasco rico en petróleo y los diputados federales chiapanecos que pertenecen al PRI […]. Los zapatistas piensan que es necesaria la defensa del Estado nacional frente a la globalización… [23]

No puede haber un pronunciamiento más claro que el anterior.

Tenemos, por tanto, a un grupo guerrillero nacionalista que se bate contra las dinámicas actuales del capitalismo defendiendo… el capitalismo que existía antes, o, más bien, el que se piensa que existía antes. Es cierto que si hay algo que se ha revolucionado es el concepto mismo de revolución.

Los sujetos
En la conclusión de su documento, Marcos nos dice cuáles son los sujetos del cambio, o, cuando menos, los sujetos sobre los cuales se fundan las esperanzas de supervivencia de la humanidad:

Si la humanidad tiene todavía esperanza de sobrevivir, de hacerse mejor, estas esperanzas están en los bolsones formados por los excluidos, por los superfluos, por aquellos que se pueden arrojar o tirar.

El resto es poesía. Marcos no dice en este texto cómo harán los excluidos para hacer mejor el mundo. Tampoco ello emerge con claridad de los otros documentos.

Lo que se puede argüir (además de los hechos de la política) está en los otros documentos más propiamente políticos del EZLN.

También hay historias del zapatismo que relatan las tres fases atravesadas por el movimiento y la política del EZLN. [24]

En todos los documentos lo que aflora con prepotencia es la referencia a la… sociedad civil.

La sociedad civil
Ahora, la historieta de que la sociedad civil puede representar como tal el motor de las mutaciones en las estructuras económico-sociales del mundo es tan vieja como la ideología burguesa, que desde sus exordios ha encubierto detrás de esta ficción (o concepto puramente ideológico) la realidad de la división en clases de la sociedad y de la propia dominación de la burguesía sobre la sociedad misma.

¿Qué cosa es la sociedad civil? Es la ciudadanía indistinta, formada de obreros, empleados y tenderos, profesionales liberales, artesanos y pony express, estudiantes, maestros y pequeños empresarios. Es decir, el conjunto de los ciudadanos que una vez cada tanto (o cada poco) es llamado a elegir a sus representantes políticos (en las metrópolis ellos también son reducidos a contar poco más que nada) y que cotidianamente viven, en su respectiva posición, la realidad de las relaciones de producción y de las estructuras sociales dadas. En la vida cotidiana de los ciudadanos las urgencias y problemas de la normalidad, de la sobrevivencia, de la adaptación siguen dinámicas distintas, en cuanto son distintas las “vivencias” o los “sentimientos” de los ciudadanos mismos. A menudo los modos de ser y los sentimientos de los ciudadanos colisionan con las normas (ya sean legislativas o éticas) que la formación social misma sigue en cada momento determinado, o con los comportamientos de los “órganos superiores” (gobierno, iglesia, distintos órganos del Estado). De esta suerte, — cuando los modos comunes de ser y de sentir los problemas de la cotidianidad y de la cotidiana relación con el Poder se reconocen y se unen — nacen los grandes movimientos civiles que han caracterizado muchos períodos de las formaciones sociales burguesas metropolitanas, movimientos que aún se verifican y continuarán verificándose.

Los movimientos por el divorcio, el aborto, la paz, son los ejemplos más significativos, entre los muchos posibles.

Con frecuencia, los movimientos civiles resultan al final vencedores en sus objetivos específicos. Cuanto se trata de poner a tono el sentido común y, antes todavía, las normas jurídicas y los comportamientos represivos del Estado, con las nuevas dinámicas civiles reales, determinadas en la formación social, la probabilidad de victoria del movimiento civil que marcha en este sentido es directamente proporcional a la llevada por el movimiento mismo. Pero cuando el movimiento civil apunta como tal a objetivos que de alguna manera interfieren con las dinámicas más íntimas y determinadas del capitalismo, o bien cuando chocan con los fundamentos mismos de la formación social burguesa, no pueden más que fracasar: en general extinguiéndose en el mismo instante en que emerge la inconciliabilidad entre el capital y el objeto del movimiento. Es el caso del movimiento pacifista, que por años ha tenido tanto furor también en Italia, con centenares de miles de ciudadanos en las plazas, el cual ha quedado literalmente liquidado frente a la Guerra del Golfo y a la empresa imperialista de la minipotencia italiana en gira por “su mundo”: Somalia, Líbano, Albania. Quien todavía llora la despedida del pacifismo insiste en el error de creer que tal movimiento puede tener alguna función.

¿Pero cuál es la hipótesis sobre la que los zapatistas y sus seguidores fundan su referencia a la sociedad civil?

Pues bien, leídos todos los documentos posibles, la conclusión es siempre una bien sintetizada y ejemplificada en cuanto sigue:

El gobierno mexicano, las fuerzas políticas, y también la sociedad civil, tienen la oportunidad de hacer de Chiapas un laboratorio para la transición pacífica hacia una democracia plural y respetuosa de la realidad multi-étnica del país [el subrayado es nuestro — ndr], o de permitir que se convierta en el escenario en el cual tendrá lugar un genocidio contra su población indígena. [25]

Y más recientemente:

Seguiremos luchando junto a todos para que todos los méxicos de México tengan: ¡Democracia!, ¡Libertad!, ¡Justicia! [26]

En sustancia, un programa de reforma del Estado Mexicano, sobre el terreno de un nacionalismo más impulsivo desvinculado de los tentáculos estrangulantes (para proletarios y campesinos, aunque no ciertamente para la burguesía mexicana) del NAFTA y en el sentido de su democratización, identificable con el fin del monopolio del poder por parte del PRI.

Y entonces, en este sentido, el “sujeto” es adecuado: la sociedad civil, si es adecuadamente movilizada, y también las organizaciones sociales y políticas, pueden hacerse capaces de grandes transformaciones.

Los maestros de esta lección de historia son los trabajadores del campo y de la ciudad, los indígenas, las organizaciones sociales y políticas, los niños, los jóvenes, los ancianos, los homosexuales y lesbianas, todos los mexicanos y mexicanas. [27]

Algunas conclusiones
1.El EZLN chiapaneco es de hecho — y, por tanto, más allá de las declaraciones retóricas en contrario — una fuerza política que, independientemente de estar interesada en una futura gestión del poder, se propone reformar las estructuras y los equilibrios del poder en México. A este objetivo debe necesariamente plegar las tácticas contingentes. Los tres “virajes” hasta ahora verificados lo confirman y, según se dice, ya están preparando un cuarto [28], con el establecimiento de relaciones más estrechas con el poder central para aislar y combatir el extremismo (por ejemplo, al ERP) y, sobre todo, los riesgos de un viraje clasista del movimiento proletario en Chiapas y en todo México. ¿El Comité Clandestino Revolucionario, del cual aparentemente el EZLN es un instrumento, volverá a la luz pública o preferirá permanecer en la sombra vigilando las señales de sus viejas calzaduras maoístas?
2.Es, por tanto, previsible un progresivo “aburguesamiento” de los zapatistas, hecho que, dejando de nuevo huérfanos a los perennes buscadores de mitos para perseguir (antes eran los sandinistas nicaragüenses, pero mucho antes todavía… los Vietcong), tenderá a renovar y hacer más dinámico el cuadro político mexicano.
3.Se estrecharán las relaciones con la parte “militante” de la iglesia católica (son significativos en este sentido los mensajes de solidaridad durante la confrontación del personal episcopal de San Cristóbal de Las Casas, Samuel Ruiz García y de Don Raúl Vera López, que el 4 de noviembre han sufrido un atentado). Nada de extraño: como hemos visto arriba, es tradicional de aquella parte del ex-movimiento maoísta el tratar con la iglesia y los curas.
4.El proletariado mexicano permanece todavía sin un referente político suficientemente enraizado, si bien ya está experimentando un proceso de recomposición en la base, con la tendencia a desaparecer de las viejas estratificaciones y graduaciones de “privilegios” y la generalización del estado de “maquiladores”. Y lo más grave es que algunos pretendidos revolucionarios allí presentes no se han apercibido aún de lo que está sucediendo.

―Mauro jr. Stefanini

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