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viernes, noviembre 20, 2009

DIVAGACIÓN SEMI-ETÍLICA SOBRE WILLIAM S. BURROUGHS LA FEALDAD HUMANA Y LA TEORÍA CRÍTICA 


(Un viejo escrito del camarada T.T., de la época en que era amigo de alguien que ahora lo odia):

No sé si dada la miseria intelectual y creativa de estos tiempos podemos rechazar de plano a alguien como Hakim Bey. Si bien su apelación a un “anarquismo ontológico” puede no ser más que “anarco-esoterismo” (en palabras de mi amigo XXXX) no es menos cierto que hasta cierto punto es entretenido de leer, e incluso –en conjunción con una base teórica más coherente- puede resultar hasta estimulante. No estamos obligados a tomar todo en serio ni a aceptar a los autores en bloque (acabo de recordar que según un querido camarada yo mismo en una especie de euforia etílica tildé hace pocos días a Raoul Vaneigem de “poeta posmoderno cuya nefasta influencia debiera ser eliminada”. Por supuesto que exageré un poco). Por ejemplo, podemos disfrutar de Un Perro Andaluz sin necesidad de tomar literalmente el consejo de Buñuel acerca de que el film era una invitación a salir a la calle con un revólver y disparar sobre el primer transeúnte que pase. Tampoco es muy usual que el escuchar Beat on the Brat, del primer y único disco realmente valioso de los Ramones, termine en un real apaleamiento de cabros chicos, por más que a veces hagan méritos más que suficientes, sobre todo en los patios de juegos de Burger King. Por supuesto que para la reivindicación de autores y artefactos visuales o sonoros también hay límites marcados por la decencia y el buen gusto, de lo contrario se termina (como hemos visto hace poco) reivindicando tanto a Debord como MacLuhan, lo que en el terreno musical sería algo así como copiar en la misma cinta a Velvet Underground y Cindy Lauper, o en el visual apreciar por igual a Tierra y Libertad y a Libertarias.

Con Burroughs pasa algo similar. (¿Habrán tenido él y Bey vinculaciones directas o indirectas? Ni idea). Muchos de sus textos tienen un impacto notable:

“Creo que lo que llamamos amor es mayormente un fraude, una mezcla de sexo y sentimentalismo que ha sido sistemáticamente degradada y vulgarizada por el virus del poder”.

“El virus del poder se manifiesta a sí mismo de muchas maneras. En la construcción de armas nucleares, en prácticamente todos los sistemas políticos existentes que apuntan a la mutilación de la libertad interior, es decir, al control. Se manifiesta a sí mismo en la extrema sordidez de la vida diaria en los países occidentales, se manifiesta a sí mismo en la fealdad y vulgaridad que vemos en todas las personas y se manifiesta por supuesto en las enfermedades efectivas del virus. Por otra parte, los partisanos están en todos sitios, en todas las razas y naciones. Un partisano puede ser definido simplemente como un individuo que es consciente del enemigo, de sus métodos operativos, y que está comprometido activamente en combatir a este enemigo”. (Snack!)

Incluso en la prosa enérgica de alguien a quien como el buen y viejo (y extinto, junto a muchos que nos dejaron en los 90: Zappa, Sun Ra, Miles Davis) Tío Bill no podía importarle menos ser considerado políticamente correcto por el “pensamiento revolucionario” de nuestro tiempo, la definición de “partisano” es tan sencilla y acertada que contrasta noblemente con la obsesión patética de quienes desde ese “pensamiento revolucionario” conocido (que menos mal que es “científico, sino imagínense...) han buscado peras en el olmo a través de la admiración constante de todo tipo de payasos asesinos, militaristas, místicos, chovinistas, reaccionarios, genocidas etc. (Chávez, el Unabomber, Sadam Hussein y Osama Bin Laden por citar algunos recientes) (y a la inversa, podemos recordar que Gorbachov en 1988 era aclamado por los estalinistas chilenos como el marxista más grande del siglo después de Lenin, y dos o tres años después la portada de El Siglo lo tildaba de “payaso del imperialismo”). Para algunos de nuestros pensadores de izquierda no hay mayor problema en convertir a quien hace 10 años era un “agente de la CIA” en un “revolucionario”, “vocero de los pobres y oprimidos”, etc. etc. etc. Al contemplar este circo con un asco profundo llego a comprender por qué a la izquierda de los años 20 y 30 la paralizaba y confundía tanto el surgimiento del nazi-fascismo. Los periodistas de la izquierda lúgubre actual se las habrían ingeniado fácilmente para encontrar rasgos objetivamente progresistas en Mussolini o Hitler, que no en vano algo tenían –según ellos mismos- de “socialistas”, a la vez que eran nacionalistas: mezcolanza que no sólo no inventaron sino que tampoco se agotó en ellos.

En las anotaciones de Burroughs sobre la fealdad y vulgaridad humana sentimos identificada la ambivalencia que nos provocan a diario nuestros congéneres y uno mismo, la constante presencia simultánea de sentimientos de amor por la humanidad y repugnancia por las personas. (En las Cartas del Yagé, le cuenta en una de las misivas dirigidas a su amigo Ginsberg algo así como que va subiendo por las montañas, y que mientras más sube, más feos son los ciudadanos , a quienes en un momento define como “gente fea de aspecto piojoso”). Preferiríamos explicar esta repugnancia atacando este problema o tensión históricamente, identificando en él una nostalgia por lo que hubiéramos sido (como individuos y como género humano) si el sistema social del capitalismo no nos hubiera deformado tanto (lo que a la vez nos indica que podemos proyectar esa nostalgia en la euforia presente o futura acerca de las posibilidades que existen más allá del capitalismo), pero a la vez sabemos bien que ese sistema social es, pese a todo, nuestro producto, alienado y todo pero “nuestro” (como un reflejo horrible en un espejo exageradamente mal hecho, en el que la fealdad surge como extensión no sólo de nuestros defectos sino de lo que aparentemente eran nuestras mejores posibilidades estéticas).

Sigamos con el viejo:

“El resultado final de la representación celular completa es el cáncer. La democracia es cancerígena y su cáncer es la burocracia. Una oficina arraiga en un punto cualquiera del Estado, se vuelve maligna como la Brigada de Estupefacientes (el OS-7 en esta tierra. Nota del Divagador) y crece y crece reproduciéndose sin descanso hasta que si es controlada o extirpada, asfixia a su huésped, ya que son organismos puramente parásitos. (En cambio, una cooperativa puede vivir sin Estado. Es una ruta a seguir crear unidades independientes que satisfagan las necesidades de quienes participan en el funcionamiento de cada unidad. Una oficina opera a partir del principio contrario: inventar necesidades para justificar su existencia.). La burocracia es tan nefasta como el cáncer, supone desviar de la línea evolutiva de la humanidad sus inmensas posibilidades, su variedad, la acción espontánea e independiente y llevarla al parasitismo absoluto de un virus”. (El almuerzo desnudo, página cientoytanto).

Aunque esta crítica de la burocracia puede confundirse fácilmente con la tendencia política de huída hacia un pasado menos “estatal”, tan propia de cierto anarquismo yanqui, o tenuemente derivar en otra tendencia propia del progresismo primermundista que gusta de renunciar a la lucha global para recluirse en espacios breves y limitados de independencia, la originalidad de la visualización del actual problema social (la cuestión social) con ribetes de patología médico-sociológica no deja de ser interesante. Virus-cáncer-álgebra de la necesidad...son temas que con una óptica más cercana a nuestro campo ha estudiado con éxito el psiquiatra Joseph Gabel (ver su Sociología de la Alienación, en Amorrurtu ediciones).

No deja de ser divertido comprobar que en nuestro tiempo los escritores que podríamos considerar de “ciencia ficción” tienen muchas veces un mayor talento para expresar con claridad los problemas sociales de fondo que se derivan en mayor o menor grado del ya clásico fenómeno de la alienación (que para ser estudiado en serio habría que empezar por remitirse a Marx, Lukàcs y Debord, principalmente). Esto en comparación con el grueso de quienes desde el “pensamiento crítico” (marxista-leninista-anarquista o cualquiera sea la ideología muerta en que se apoye) expresan con harto menos claridad problemas no tan de fondo, desde grados cada vez mayores de alienación, y con argumentaciones no tan alejadas de aquellas dignas de las peores especies de ciencia ficción, del “realismo socialista” y del “realismo mágico”.

Tergiversando un poco a Burroughs podemos quedarnos con textos como el que sigue:

Se cree que el capitalismo es una degeneración de una forma de vida más completa. Es posible que en otros tiempos esa vida hasta pudiese ser interesante. Ahora la vida social ha descendido a la línea divisoria entre materia viva y muerta. (En cuanto vida, subsiste lo estrictamente necesario para seguir muriendo de a poco, para reproducir una decadencia cada vez mayor. Si bien la miseria material puede fluctuar y redistribuirse geográficamente, como resultado final la miseria humana es siempre más miserable, incluso en su variedad materialmente enriquecida). El sistema presenta cualidades de ser vivo en la medida que usa la vida de otros. Es la renuncia a la vida misma, una caída hacia el mecanismo inorgánico, inflexible, hacia la materia sin vida.

Y una de las mayores tragedias que conocemos consiste en que desde hace mucho tiempo las formas de resistir a este movimiento mortífero de lo no vivo que apuntaban a un contramodelo total se convirtieron en formas tanto o más muertas de existencia que la que se combate (quien no nos cree debiera acercarse a una manifestación masiva como la de un 1º de Mayo con el objetivo en mente de aceptar toda la prensa “revolucionaria” de todos los pelajes que le sea ofrecida - generalmente es posible no pagarla-, después, darse el trabajo de leerla pacientemente en la casa, al calor de un tinto y un par de pitos, y escuchando en el fondo algo así como el Interstellar Space de Coltrane –solo saxo y batería- contrastando las posibilidades de vida que desde esa exploración sonora se sugieren con las posibilidades de resistencia creativa y radical que dicha prensa aprisiona).

Llegados a este punto...no parece casual que las únicas formas de pensamiento revolucionario y crítico que han servido para algo han podido en su momento apelar a sentimientos vivos concretos desde y para los que se intelectualiza una acción que tiende a romper con la muerte en cuotas que gobierna el espectáculo del mundo moderno. Desde la poesía y desde el “arte” suele haber más vida que en el campo que se autopercibe y autoproclama como conscientemente contestatario. Pero comprobar lo anterior no debe entenderse como justificación de una actividad poética o artística que, en tanto actividad separada de un proyecto total, sirve más bien como entremés para alegrar un poco a quienes en medio del funeral se dan cuenta de que no está dicha la última palabra (en el mejor de los casos), o para que esos mismos sujetos se entierren a sí mismos en la autocomplacencia que con distintos apellidos es siempre una manera elegante de arrojar la toalla (en un caso peor).

Tal como decían los camaradas del XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX en un folleto reciente al aludir a los futuristas italianos (“con todo, no renegamos de esa tradición”), creemos que a las bases para reconstruir una teoría crítica coherente y adecuada a este tiempo, hay que unir -además de la acción radical- las tradiciones de ruptura, negación, análisis y visión de un “más allá del capitalismo” que se reflejan en la mejor literatura no-necesariamente-política de todos los tiempos.

Tristón Tsarro, mil novecientos 2001.

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