martes, septiembre 21, 2010
¿Por qué Adorno no es sólo un adorno?
¿POR QUÉ ADORNO?
John Holloway, Revista Herramienta Nº 28
¿Por qué Adorno? Adorno es difícil de leer. Peor todavía, Adorno llamó a la policía en 1967 cuando el Instituto de Investigación Social en Frankfurt fue ocupado por los estudiantes. Entonces ¿por qué volver a él ahora cuando nuestra meta no es convertirnos especialistas en Adorno y la Escuela de Frankfurt, sino agudizar nuestra crítica al capitalismo?
Ruptura y revuelta, fragilidad e incertidumbre y apertura y dolor están en el centro del pensamiento de Adorno: por eso es tan emocionante. [1]
El punto de partida para Adorno, como para nosotros, es el fracaso político-teórico del marxismo ortodoxo. Adorno escribe "después que ha fracasado la transformación del mundo", después de que "se dejó pasar el momento de" la realización de la filosofía (Adorno, 1990: 11), como dice en las primeras líneas de su Dialéctica Negativa.
Después de Stalin, de Auschwitz y de Hiroshima no existe ninguna certidumbre, sobre todo ninguna garantía de un final feliz. Por eso es necesario abandonar cualquier noción de la dialéctica como proceso de negación que lleva a una síntesis, como negación de la negación que conduce a un final feliz. Ahora, la única manera en la cual podemos concebir la dialéctica es en forma negativa. Como movimiento de negación más que de síntesis, como dialéctica negativa.
Pero ¿por qué preocuparnos por la dialéctica cuando el materialismo dialéctico ortodoxo "ha degenerado (...) en dogma"? (Adorno, 1990: 15). Algunos autores como Toni Negri -pero también toda la corriente pos-estructuralista: Foucault, Deleuze, Guattari, Virno, etcétera, que ahora tienen tanta influencia en el pensamiento anticapitalista- tomaron el camino opuesto y decidieron rechazar la dialéctica y enfatizar el materialismo. Enfocarnos en Adorno es ya cuestionar el camino pos-estructuralista seguido por esos autores.
¿Por qué la dialéctica? La respuesta de Adorno es que la dialéctica no es un punto de vista, sino que más bien expresa la inevitable insuficiencia del pensamiento, la desgarrada relación entre el pensamiento y los objetos del pensamiento. "El nombre de dialéctica comienza diciendo solo que los objetos son más que su concepto (...) La contradicción (...) es índice de lo que hay de falso en la identidad, en la adecuación de lo concebido con el concepto" (Adorno, 1990: 13). El pensar identifica -"pensar quiere decir identificar"-, pero lo pensado desborda al pensamiento. La dialéctica es la conciencia del pensamiento de su propia insuficiencia, de la no-identidad, que está contenida dentro de, revienta y desborda la identidad que el pensamiento quisiera imponer. "La contradicción es lo no idéntico bajo el aspecto de la identidad" y "dialéctica es la conciencia consecuente de la no-identidad" (Adorno, 1990: 13)[2].
Este es el tema central en el pensamiento de Adorno: la dialéctica como conciencia consecuente de la no-identidad, de lo que desborda. Es libertario y revolucionario. Es libertario porque su eje y su fuerza motriz es lo inadaptado, la particularidad irreducible, la no-identidad que no se deja contener, el rebelde que no se subordina a la disciplina del partido. Es revolucionario porque es explosivo, volcánico. Si no existe otra identidad que la identidad que está socavada por la no-identidad, entonces no hay posibilidad de estabilidad. Toda identidad es falsa, contradictoria, reposando en la negación de la no-identidad que no puede suprimir, que busca contener y que no puede contener. Y no la puede contener no por alguna razón casual como la ineficiencia de la policía, sino porque la identificación siempre corre detrás del flujo de no-identidad, nunca puede agarrarlo e inmovilizarlo.
Está claro que la no-identidad es el héroe, el centro, la fuerza motriz del mundo que nos presenta Adorno. Pero ¿qué entendemos por no-identidad? ¿Es simplemente un concepto filosófico o es la conceptualización de una fuerza social? La respuesta es que nosotros somos la no-identidad. La fuerza que rebasa, la fuerza que contradice toda identificación, la fuerza que desborda, es la subjetividad, nosotros. ¿Y quiénes somos nosotros? Nosotros somos el sujeto que no cabe dentro de ningún concepto, dentro de ninguna definición. Podemos decir que somos la clase trabajadora, pero esto tiene sentido sólo si entendemos "clase trabajadora" como un concepto que estalla, un concepto que rompe sus propios límites.
¿Dice Adorno explícitamente que nosotros somos la no-identidad? No, que yo sepa. Tal vez estoy leyendo a Adorno de una manera no-identitaria, contra-y-más-allá de Adorno. Pero si no es así, ¿cómo podemos entender la no-identidad? La no-identidad sólo puede ser una fuerza que cambia, que empuja más allá de si misma, que crea y se crea. ¿Y dónde encontramos una fuerza creativa y auto-creativa? No en los animales, ni en dios, ni en la naturaleza, solamente en los seres humanos, en nosotros. No un nosotros identitario sino un nosotros desgarrado, inadaptado, creativo.
Este no es un nosotros liberal-humanista, sino un nosotros antagónico y auto-antagónico. Somos parte de una "totalidad antagonista" en la cuál "el sujeto [es] enemigo del sujeto". La dialéctica existe porque estamos en un lugar falso, en una sociedad falsa: "Dialéctica es la ontología de la falsa situación; una situación justa no necesitaría de ella y tendría tan poco de sistema como de contradicción" (Adorno, 1990: 19). El nosotros dialéctico es el nosotros que vivimos en-y-contra la sociedad falsa, la sociedad capitalista, un nosotros clasista no-identitaria.
Adorno se encuentra con Mario Tronti. En su artículo seminal, Lenin en Inglaterra, dice Tronti que "'Nosotros también hemos trabajado con un concepto que pone al desarrollo del capitalismo en primer lugar y a los trabajadores en segundo lugar. Esto es un error. Y ahora tenemos que invertir el problema completamente, revertir la polaridad y comenzar otra vez desde el principio: y el principio es la lucha de clase de la clase trabajadora." (Tronti, 1979: 1). Palabras que parecen bastante alejadas de las de Adorno. Pero aquí está la pregunta, el entretejerse de la teoría autonomista y la teoría crítica. Tronti -y otros teóricos-prácticos del operaismo- voltearon al marxismo ortodoxo de cabeza poniendo a la lucha de la clase trabajadora (y no al capital) en el centro de sus análisis. Adorno -y los otros miembros de la Escuela de Frankfurt- voltearon el marxismo ortodoxo de cabeza poniendo a la no-identidad (y no a la identidad) en el centro de sus análisis. Adorno probablemente nunca se encontró con Tronti y posiblemente no lo hubiera deseado, pero nosotros sí podemos hacer que se encuentren.
La "dialéctica es la conciencia consecuente de la no-identidad". La dialéctica significa pensar el mundo desde lo que no cabe, desde aquellos que desbordan, aquellos que son negados y suprimidos, aquellos cuya insubordinación y rebeldía rompe los límites de la identidad, desde nosotros que existimos dentro-contra-y-más-allá del capital. Pero esto es lo mismo que el proyecto autonomista formulado por Tronti: quizá no tan explícitamente político pero mucho más profundo porque el ataque en contra de la identidad llega al corazón de la vida misma, toca directamente quiénes somos y cómo pensamos. El proyecto autonomista del operaismo era ambiguo precisamente porque no persiguió su propio argumento hasta sus últimas consecuencias, porque no cuestionó el concepto identitario de la clase trabajadora como grupo de personas identificable. Puso la relación capital-trabajo de cabeza, pero para ser consistente debía poner el mundo entero de cabeza, colocando a la no-identidad en el centro de cómo respiramos y de cómo pensamos. Es esta limitación la que conduce después a la unión desafortunada entre algunos pensadores autonomistas y el pos-estructuralismo, una tradición que niega la centralidad del sujeto y por lo tanto de la lucha de la clase obrera.
El desarrollo del proyecto autonomista -es decir, el impulso hacia la auto-determinación- necesita la teoría crítica -como también el desarrollo de la teoría crítica requiere el estímulo del proyecto autonomista y no las reflexiones socialdemócratas de Habermas, por ejemplo-. ¿Por qué? Porque el proyecto autonomista pone la lucha de clase trabajadora (o la lucha anticapitalista) en el centro de nuestra comprensión del mundo, como fuerza motriz y no como reacción. Y porque el proyecto de la teoría crítica también pone la lucha de la clase trabajadora (como no-identidad) en el centro de nuestra comprensión del mundo.
¿Estoy diciendo entonces que podemos remplazar "no-identidad" con "lucha de la clase trabajadora" en Adorno? ¿"La dialéctica es la conciencia consecuente de la lucha de la clase trabajadora"? Sí, pero sólo si entendemos la lucha de la clase trabajadora como movimiento de la no-identidad -una expresión tautológica, ya que no-identidad sólo se puede entender como movimiento-. Nosotros también hemos trabajado con un concepto que pone a la identidad en primer lugar y a la no-identidad en segundo lugar. Esto es un error. Y ahora tenemos que invertir el problema completamente, revertir la polaridad y comenzar otra vez desde el principio. Y el principio es la no-identidad. ¿No es esto tratar con violencia tanto a Adorno como a Tronti? Sí, por supuesto, pero ¿no es acaso una violencia creativa, que nos lleva hacia adelante en la lucha en contra del capitalismo, en contra de la identidad de un sistema construido en la muerte?
La no-identidad es creatividad. La identidad es la negación de la creatividad: allí todo es. En el capitalismo la no-identidad existe "bajo el aspecto de la identidad" (Adorno, 1990: 13), la creatividad existe en la forma de no-creatividad, el hacer existe en la forma del trabajo enajenado. La fuerza del sujeto existe como subjetividad constitutiva: "Desde que el autor se atrevió a confiar en sus propios impulsos mentales, sintió como propia la tarea de quebrar con la fuerza del sujeto el engaño de una subjetividad constitutiva" (Adorno, 1990: 8). La dialéctica vuelve la fuerza del sujeto contra el engaño de una subjetividad constitutiva: "el sujeto [es] enemigo del sujeto" (Adorno, 1990: 19). La dialéctica es la conciencia consecuente de lo escondido: la no-identidad que existe bajo el aspecto de la identidad, la creatividad que existe en la forma del dominio fetichizado de las cosas, la fuerza del sujeto que está oculto por el "engaño de una subjetividad constitutiva". "[L]a resistencia del pensamiento a lo que meramente existe, la imperiosa libertad del sujeto, busca en el objeto lo que éste ha perdido al consolidarse como tal" (Adorno, 1990: 28).
La dialéctica busca sacar a la luz el poder de la creatividad humana que yace escondido en todo lo que niega este poder, comprender al mundo y no solamente la relación capital-trabajo (entendida en términos identitarias tradicionales) desde la perspectiva de la creatividad humana. Es por eso que la dialéctica tiene que estar en el centro del proyecto autonomista y que el proyecto autonomista tiene que estar en el centro de la teoría crítica. Sin ese vínculo, los dos se secan, se conviertan en juguetes académicos y Adorno se vuelve un adorno intelectual, parte de la industria de la cultura que odiaba.
"El pensamiento es, por su misma naturaleza, un acto de negación, de resistencia a lo que se le impone"[3] (Adorno, 1990: 27). La vida también.
Bibliografía
Adorno, Theodor W., Dialéctica Negativa, Madrid, Taurus, 1990.
Tronti, Mario, "Lenin in England", en Red Notes, Working Class Autonomy and the Crisis, Londres, Red Notes/ CSE Books, 1979.
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] Muchas gracias a Sergio Tischler por sus comentarios.
[2] La traducción española dice "dialéctica es la conciencia consecuente de la diferencia", pero "no-identidad" parece una traducción más adecuada.
[3] La traducción española dice "el pensamiento es, por su misma naturaleza, negación de todo contenido concreto, resistencia a lo que se le impone", pero prefiero la traducción que pongo en el texto.
Etiquetas: Adorno, te va a crecer la nariz, teoría revolucionaria
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