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martes, junio 21, 2011

El terrorismo. El Estado. (o, elementos para una historia del Terror en la era capitalista), Parte 2 1/2. Colaboración de E. Farrón 


Pese a que en un sentido histórico podemos afirmar que en el origen del terrorismo como método de dominación política está siempre presente el Estado, decíamos más arriba que a fines del siglo XIX se produce una inversión de sentido que permite pasar a definir también como “terrorista” a la violencia revolucionaria, a las acciones subversivas y/o insurreccionales que atentaban contra su poder. De esta forma, se arriba a una definición mucho más etérea del terrorismo que reza más o menos como sigue: “método de lucha política, basada en la violencia intimidatoria (asesinatos, sabotajes, atentados con bomba, etc.) empleado generalmente por grupos revolucionarios o subversivos (de izquierda y de derecha)” .

Dicha inversión puede ser vista como una manifestación más del poder del Estado, que en una ya tradicional visión sociológica del conflicto incluye el poder de descriminalizar/desetiquetar sus propios comportamientos y dirigir tanto el foco como la represión efectiva en contra de los antagonistas. Almani, por ejemplo, señala que esta inversión terminológica evidentemente opera con una clara utilidad para la razón de Estado, e incluso se atreve a identificar la razón de esta mistificación: en la visión conservadora de la revolución francesa, “la ideología dominante ha tenido que cambiar los sujetos y atribuir a la Revolución la responsabilidad que en realidad pertenece al Estado”. Cuando esta maniobra típicamente ideológica es exitosa, el Terror pasa a ser “obra de la revolución”, “sinónimo de violencia revolucionaria” .

Pero también ha habido, excepcionalmente, quienes desde sectores autoproclamados como revolucionarios han aceptado y/o justificado el uso del Terror y por ende un uso diferente del concepto de terrorismo. En el campo marxista, se ha teorizado incluso la necesidad del “Terror rojo” como momento inevitable de la “dictadura del proletariado”, a través del cual lo que se pretende es, estratégicamente, una reducción de la necesidad de la violencia revolucionaria mediante su concentración intensificada en un lapso breve de tiempo.

No es raro que desde el “marxismo” se llegue a tales posiciones, puesto que en su versión mayoritaria éste reivindica el uso del poder estatal (la diferencia entre las dos variedades más influyentes de marxismo, el socialdemócrata reformista y el “leninismo” radica en la forma de tomar dicho poder, y en la continuidad o ruptura entre el Estado burgués y el proletario 1), dado que en la concepción marxiana se concibe al Estado, más que en su dimensión institucional, en tanto ejercicio de un poder de clase. De acuerdo a esto, mientras haya clases habrá Estado, y por ende, dominación violenta, “terrorismo” .

Victor Serge, un anarquista convertido al comunismo bolchevique tras la revolución rusa, teoriza al respecto asumiendo primero una identidad y continuidad directa con las revoluciones de los siglos XVIII y XIX. Considerando que la relativa indulgencia de los primeros tiempos de la revolución bolchevique acarreó una mayor cuota de violencia a la larga, Serge abandona su inicial postura “libertaria” para justificar el uso del ejército, de la policía, y en definitiva del aparato represivo del Estado, a favor de la revolución, nos recuerda la violencia sistemática ejercida por la revolución francesa contra el Antiguo Régimen, y termina proclamando que “¿Por qué extraña aberración, los burgueses de la III República, en la que los abuelos vencieron por medio del terror a la monarquía, la nobleza, al clero feudal, a la intervención extranjera, se habrían de indignar vehementemente contra el terror rojo?”

Ahora, dentro del campo marxista, otros importantes líderes como Karl Kautsky criticaron el carácter “terrorista” del régimen soviético, señalando que a diferencia del Terror francés en 1793, que constituyó “el intento de una población revolucionaria asustada y hasta desesperada por defenderse de su aniquilación inminente por parte de un enemigo contrarrevolucionario” y que “alcanzó su punto culminante, zozobró y fue derrocado justamente en el momento en que dejó de ser necesario para hacer la guerra” , el Terror en Rusia, tras una situación inicial que era comparable a la francesa, pasó de ser una medida provisional justificable por la situación de guerra, a un elemento permanente y estable, un método de gobierno. Es más, Kautsky señala que una vez alcanzada la paz, en 1921, “el régimen de la Cheka no se ha suavizado, sino que más bien se intensificó” , pasando a atacar a otras variedades de socialistas, y luego a disidentes al interior del mismo partido bolchevique.

Lo que resulta extraño es que el concepto de “terrorismo” haya sido aceptado y reivindicado como etiqueta para la práctica sistemática de acciones directas violentas por ciertos sectores del anarquismo. La diferencia esencial entre marxistas y anarquistas ha sido identificada acertadamente por Engels en la siguiente fórmula: “Ellos (los anarquistas) dicen ‘abolid el Estado, y el capitalismo se irá al carajo’, nosotros decimos exactamente al revés”. Por este lado, entonces, resultaría extraño aceptar la necesidad del ejercicio de un cierto terror desde el Estado, aunque éste se conciba –a la manera marxista clásica- como el último Estado, o si se quiere, una especie de (anti) estado, forma a través de la cual el proletariado ejerce la última dominación de clase, antes de la disolución de las clases (y del Estado), si es que se niega –a la manera anarquista- el ejercicio de cualquier forma de poder estatal. Pero lo que ciertos anarquistas han reivindicado como “terrorismo” es otra cosa: no el ejercicio de una forma de represión desde el estado, sino por el contrario, la violencia revolucionaria insurreccional, o ciertas formas de violencia revolucionaria ejercida en ciertas condiciones especialmente difíciles (en general se trata de actos de violencia individual, violencia aislada y/o indiscriminada, los que se dieron sobre todo a fines del siglo XIX en Europa revistiendo las características de una verdadera campaña).

Al respecto, Almani recuerda las discusiones surgidas en el anarquismo italiano tras un atentado en el teatro Diana de Milán, en 1921, donde a pesar de que el objetivo era un jefe de policía, hubo numerosos espectadores muertos y heridos. Así, mientras la revista Anarchismo de Pisa reivindicaba como una “verdad anarquista cardinal: la inseparabilidad del terrorismo y el insurreccionalismo”, al mismo tiempo esbozaba una crítica al uso del concepto: “¿por qué etiquetar como ‘terror catastrófico’ –que es propio del Estado- al acto de revuelta individual? El Estado es terrorista, ¡el revolucionario que se subleva, nunca!” .

Errico Malatesta, una de las principales figuras del anarquismo del siglo XX, calificó esos hechos como dentro del tipo de atentados “que aparte de ser malos en sí son también estúpidos, porque dañan inevitablemente a la causa a la que deberían servir” , y 21 años antes, con ocasión del asesinato del rey Humberto por el obrero anarquista Gaetano Bresci señalaba que “estos hechos de violencia aislada, sin suficiente preparación en el pueblo, son estériles y a menudo producen, al provocar reacciones a las que es incapaz de resistir, dolores infinitos y dañan la causa misma que tratan de servir” . Pero en ambos casos Malatesta –representando en esto la opinión tradicional del anarquismo- no perdía de vista que actos erróneos como esos eran ínfimos en comparación con la violencia sistemática del Estado y el funcionamiento normal de la economía capitalista, no resultan nunca éticamente comparables, y por ello se sentía en el deber de ser solidario incluso con los “hombres generosos, rebeldes, suprasensibles, pero privados de reflexión suficiente, que en determinadas circunstancias son pasibles de dejarse arrastrar por la pasión y asestar golpes a ciegas” .

Frente a dicha posición ya clásica, pareciera que la reivindicación de un “terrorismo anarquista” obedece más bien a la influencia de elementos individualistas y nihilistas, y/o a las tendencias esteticistas que a fines del siglo XIX, sobre todo en Francia, se mezclaron curiosamente con el anarquismo (simbolismo, decadentismo, etc.), pasando a ver en la acción directa violenta una protesta desesperada con ribetes de verdadera “obra de arte”: al respecto, es famosa la exclamación del escritos decadentista L. Tailhade, que ante un atentado sangriento exclamó “¿qué importan las víctimas si el gesto es bello?” . Actitudes de este tipo se vislumbran claramente más cerca del programa fascista/futurista de “estetización de la política”, que en cierta medida anticiparon, que del anarquismo moderno de clara inspiración colectivista y anticapitalista .

NOTAS:

1.- Al respecto, consultar el clásico trabajo de Lenin sobre “El Estado y la revolución”. En este texto, intervención que data justo del instante previo a la revolución de octubre de 1917, Lenin ataca la tergiversación socialdemócrata del pensamiento marxiano, en que se plantea una estrategia gradual y pacífica de “conquista del poder” mediante el crecimiento cuantitativo de la clase obrera y el sufragio universal. Así, Kautsky y otros “revisionistas” a la cabeza del partido socialdemócrata alemán llega a plantear que esa conquista del poder es sencillamente una cuestión de tiempo, y que el Estado debe conquistarse de a poco, para después muy gradualmente ir desapareciendo. A la izquierda de eso, en ese momento, sólo existe el anarquismo, que plantea la destrucción del Estado. Lenin demuestra que todo eso no es sino una gran tergiversación: lo que según Marx y Engels está llamado a extinguirse gradualmente es aquella forma de aparato de Estado que el proletariado utiliza luego de la revolución para impedir la reacción y la restauración del capitalismo. Pero el Estado burgués se destruye, y en eso consiste precisamente concepción de la revolución proletaria no sólo en Lenin sino que en todos los sectores expresados en los inicios de la Internacional Comunista, incluyendo a los que después del Primer Congreso se separarían dando lugar a corrientes como la “concejista” y después la bordiguista.

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Comments:
Buscando algo sobre Kautsky di con vuestro sitio ¿Quien escribio este artículo? No hay fuentes bibliograficas ni indicación alguna de referencias, pese a que es muy interesante ¿Podrías referirte a este texto en un nuevo post y dar mayores referencias? (no es por academicismo, es porque así otros pueden seguir trabajando en torno al tema).
 
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