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domingo, noviembre 20, 2011

Péret y México 


Por varias razones Benjamin Péret es mi surrealista favorito. Políticamente no sólo se mantuvo siempre lejos de los estalinistas, sino que en el trotskismo destacó junto a G. Munis y unos pocos más por caracterizar bastante luego a la URSS como "capitalismo de Estado", y ubicarse en una línea más cercana a la izquierda comunista y el anarquismo revolucionario (sí: hay anarquismos reformistas).

El libro "Benjamin Peret y México", de Fabianne Bradu, del cual hay copias a 2.500 pesos en la venta de bodega de la librería del FCE (Paseo Bulnes con Tarapacá), ofrece en su primera parte (alrededor de 100 páginas) una detallada crónica de las vicisitudes del exilio de Péret en México. Las restantes 150 páginas contienen una selección de poemas y escritos del período, que incluye su brillante y combativo texto "El deshonor de los poetas" -que cayó como una bomba en el medio nacional-estalinista de la los años 40, donde reinaban los ex-surrealistas Eluard y Aragon-, un interesante comentario sobre el "cine de la crueldad" de Luis Buñuel (desde "El perro andaluz" y "La edad de oro" a "Los olvidados" y "Subida al cielo"), escritos sobre pintores como Wilfredo Lam y E.F. Granell, entre muchos otros escritos.

Uno que me gustó bastante es "El surrealismo en 1947", donde reivindica el sentido poético de las supersticiones, en oposición a las religiones, y termina recomendando algunas nuevas supersticiones como las siguientes:

Ver a un oficial trae mala suerte: taparse la nariz a su paso.

Formular un deseo cuando se ve a un cura recibir una paliza.

Estornudar escandalosamente al pasar frente a una comisaría para conjurar una desgracia.

Arrojar un crucifijo al primer fuego que se prende en la chimenea, en otoño, trae buena suerte.


En "¿Será solamente un pintor?" las emprende contra el estalinista Siqueiros, quien en relación a su participación estelar en un atentado contra Trotsky declarara haber sido uno de los más grandes orgullos en su vida, y de pasada denuncia al estalinista Pablo Neruda, por haberlo ayudado a escapar facilitándole un pasaporte. También apunta sobre Diego Rivera, y según F. Bradu la relación con Frida Kahlo tampoco era muy buena. Esta última habría dicho de los surrealistas que eran unos "hijos de perra lunáticos y transtornados".

A la muerte de Péret, su amigo Breton logró que se instalara una bandera roja sobre el ataúd. Un testigo de los hechos señalaba que tal vez hubiera sido más adecuada una bandera rojinegra. ¡Qué hubiera dicho el mismísimo Péret? No lo sé, pero una de las nuevas supersticiones que proponía en 1947 decía así:

Al ver una bandera, desviar la mirada y escupir para conjurar el mal presagio.


Supongo que se refería a una bandera nacional, pero quien sabe...

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