<$BlogRSDUrl$>

miércoles, julio 01, 2015

La estrategia de la tensión (Etcétera, N° 54, En el campo de lo posible) 


La Estrategia de la Tensión y la Cultura del Miedo

La Estrategia de la Tensión y la Cultura del Miedo.
Durante las décadas de 1970-80, una serie de atentados terroristas indiscriminados en plazas, estaciones de tren, centros comerciales, etc., causaron centenares de muertos y heridos en diversas ciudades europeas, sobre todo en Italia. Se acusó de ellos a personas relacionadas con  el movimiento revolucionario, muchos fueron torturados y algunos asesinados por la policía («muerte accidental de un anarquista»), los jueces impusieron largas condenas. Finalmente, algo de claridad atravesó el oscurantismo que siempre rodea al Estado y se pudo vislumbrar algo de lo que en realidad pasó. La confesión de dos presidentes del estado italiano (Cossiga y Andreotti) confirmó que eran los servicios secretos europeos, dirigidos por la CIA y bajo el paraguas de la OTAN, coordinados en la llamada Red Gladio, quienes habían organizado y realizado los atentados en las zonas públicas, dentro de lo que denominaban «Estrategia de la Tensión»1. Se confirmaba lo que ya se sospechaba.
Que la estrategia de la tensión se utiliza y/o se crea, nos lo indican los últimos atentados de París. Nunca se ha dejado de aplicar, es más, la han perfeccionado y ampliado, la han globalizado. La tensión del terrorismo es una fantasmagoría que se arrastra por la historia de todo el siglo XX, agitada por el Estado y los medios de comunicación y detrás de la cual, en otras ocasiones, ya se ha descubierto la mano de los servicios secretos militares o policiales. Tan solo recordar que, sin ningún pudor, Hillary Clinton en una entrevista del 2012, cuando era Secretaria de Estado, reconoció que fueron los EEUU quien crearon y armaron Al-Qaeda y que es sabido que son los petrodólares de Arabia Saudí y Qatar quienes respaldan a estos «guerreros» y a su escisión del Estado Islámico. O para poner otro ejemplo, baste rememorar que en 1985 agentes de los servicios secretos franceses colocaron una bomba y hundieron el barco de Greenpeace en Nueva Zelanda, asesinado a una persona, cuando protestaban contra las pruebas nucleares de Francia en el atolón de Mururoa. No se trata de sumarse a las teorías de la conspiración, simplemente recordar los hechos tan pronto escondidos y olvidados.
 Quizás tendremos que esperar, aún, unos años para saber realmente quienes están detrás de estas «organizaciones militares» y de sus «guerreros» que ahora atentan, queman, decapitan o asesinan masivamente e indiscriminadamente, delante de las cámaras de TV. Tendríamos, por higiene mental, que poner puntos de duda y mucho escepticismo ante todas las noticias y opiniones con las que nos «bombardean» continuamente los media, los tertulianos y los políticos. Por otra parte, es obvio que la magnitud de la brutalidad y crueldad extrema de estos atentados y acciones, que en la actualidad nos retransmiten casi en directo, nos dejan, en buena medida, sin palabras. No solo ocurren en el mundo Occidental, que es donde los medios de comunicación resaltan la noticia, sino en todas las regiones en guerra, que mayoritariamente pertenecen a la cultura islámica, los muertos se elevan a centenares cada semana.
Es tal el choque emocional que produce tanta barbarie, que impide, por sí mismo, la reflexión crítica. Los hechos de terror, el vínculo emocional con las víctimas que los sufren, dificultan la realización de un análisis «frio» y «distanciado» de ellos, pues nos remueven los sentimientos más profundos. Es en estos momentos cuando se produce el uso político, por parte del Estado, de hechos tan brutales. Se crea la «unidad nacional» y  el consenso en torno al terror generado, el discurso del Estado, repetido machaconamente por los media, se transforma en opinión general, en el único argumento a repetir. El Otro, el que piensa o es política o culturalmente diferente, queda marginado, es «el excluido de la horda» y por lo tanto el culpable, aquel que puede ser castigado o sacrificado. La tan cacareada libertad de expresión queda, de hecho, suprimida.
Con el monopolio del discurso y el miedo ampliamente extendidos entre la mayoría de la población, el Estado y los políticos-burócratas toman el máximo protagonismo, se nos presentan, hipócritamente, como nuestros salvadores y los garantes de nuestra seguridad y de todo aquello que haya de garantizarse. Es poner los lobos a cuidar las ovejas, con perdón de los lobos.

La política del miedo.
El miedo es una emoción como respuesta a una sensación, un estado fisiológico propio de todos los animales y sin embargo por el mismo hecho de la sociabilidad, es también un fenómeno social. Existen los riesgos naturales y los temores que provocan y también los miedos fabricados y construidos interesadamente desde el poder, fantasmagorías manufacturadas que causan miles de muertos y generan globalmente una sensación inducida de peligro constante: es la Cultura del Miedo. Un miedo ya no local, sino globalizado que se fabrica para el mundo entero y se comercializa a través de los diversos medios de comunicación de propaganda global. Los temores pueden ser reales o imaginarios. Las amenazas creadas y fabricadas en serie, una tras otra, en secreto por organismos secretos, producen efectos y miedos reales, determinan y establecen comportamientos y opiniones en el individuo aislado.
Muchas han sido las alarmas creadas en las últimas décadas para seguir imponiendo la Cultura del Miedo. Los fantasmas de estos miedos nos paralizan y nos ocultan otras realidades posibles, como por ejemplo la fuerza que supone una sociedad en marcha, dispuesta a solucionarse por sí misma los problemas que la oprimen. Paralelamente el Estado del Capital legisla continuamente (leyes antiterroristas, inmigratorias, laborales, económicas, sanitarias, de educación…), siempre a favor de la clase capitalista que es para la que gobiernan y para reforzar más y más un sistema, ya muy fuerte y autoritario.
Son muchos los miedos inducidos y producidos por las crisis económicas: el paro, los EREs, la descolocación, la desinversión, la inflación o la deflación, los bajos salarios y el constante aumento de la carestía de la vida, la imposición totalitaria del dinero y la miseria que provoca… terribles realidades provocadas y constantes amenazas de que todo puede ser peor. Al mismo tiempo, se pierden derechos duramente conquistados, se acepta cualquier ley e imposición, contratos y sueldos basura, menos cobertura social, más precarización y pobreza general… En el lado opuesto, en la otra cara resguardada y protegida, la riqueza se acumula en manos de la minoría de la clase capitalista que, al menos aparentemente,  parece ser la única clase que actualmente tiene «conciencia de sí y de para sí» («hay una guerra de clases y la estamos ganado los ricos», W. Buffet). No solo aprueban públicamente leyes que únicamente les favorecen a ellos, en secreto también negocian acuerdos y tratados que les facilita el seguir aumentando los beneficios que siempre quieren crecientes, como está ocurriendo ahora con el TTIP, acuerdo comercial entre EEUU y Europa.
¿Cuántas han sido las amenazas de pandemias en los últimos años? La penúltima, siempre habrá una más que tampoco será la última, la del ébola; durante unos meses era la noticia más importante y difundida por Tv, radio, prensa, redes; cuando el mundo entero parecía en peligro de contagiarse, de un día para otro desapareció tan rápidamente como llegó. Todo el angustioso ruido que produjo se ha transformado en la perplejidad de un angustioso silencio. ¿Qué fue de la gripe A que, en el año 2009, paralizó durante días una metrópoli inmensa como México DF y puso al mundo en estado de excepción? Se puede concretar en que supuso una gran fuente de ganancias, un traspaso de dinero, para la industria farmacéutica con la compra de los Estados de millones de supuestas vacunas. ¿Y la gripe aviar? ¿Seguirán las vacas locas encabritadas por los prados ingleses? Tras estas quimeras amenazantes, que nos dejan el miedo producido por la incertidumbre de lo que en realidad se ignora, están los intereses y la amenaza real que supone la potente industria farmacéutica, sus productos, sus experimentos y sus inmensos beneficios.
Del miedo a la guerra, que no impide la realidad de la guerra, el complejo industrial-militar2 acumula poder y beneficios. El número de guerras se multiplica en Asia y África, pero también en Europa. Para que no olvidemos las dos grandes matanzas del siglo XX los EEUU y la OTAN provocaron la guerra y bombardearon los Balcanes y la República Yugoeslava desapareció entre miles de muertes y crueldades. Actualmente, también por oscuros intereses económicos y geopolíticos, le toca el turno a Ucrania. La política militar de enfrentamiento de unas comunidades contra otras y crear el «caos organizado» que impone EEUU y sus aliados, los estados satélites europeos enrolados en la OTAN, la sufren brutalmente Afganistán, Irak, Libia, Chad, Siria, Yemen, Somalia, Níger y un largo etcétera de países. Muerte, miseria, tortura, el desplazamiento de masas humanas hacia campos de refugiados, que en realidad son campos de concentración, golpean a millones de inocentes en distintas partes del mundo, sobre todo en África y Asia. Regiones enteras sumidas en la barbarie de la guerra. Los Estados agitan el fantoche del terrorismo y aplican leyes represivas sobre sus súbditos-ciudadanos.
Aquí, el gobierno del Estado español y su partido, junto al principal partido de la oposición, al que pronto se le unirán otros, firman un nuevo pacto y una ley antiterrorista más, la enésima de las muchas que se han aprobado contra nosotros, ahora se decreta la cadena perpetua, mañana será la pena de muerte. Al mismo tiempo, la policía monta el espectáculo de varias redadas antiterroristas: anarquistas, antisistemas, abogados de los comités de solidaridad con los presos de Euskadi, islamistas en la colonia de Ceuta. Todo el mundo que protesta es un terrorista. La situación de estado de excepción se convierte en norma. «Este desorden aparente es en realidad el grado más alto del orden burgués» (Dostoievski).
Fomentar el miedo es usado por el Estado y los poderes facticos como una herramienta más para garantizar su orden social. El miedo se ha convertido en un componente importante para la política, es de hecho una idea política que se aplica como instrumento de control social. Como bien señala Corney Robin, «el miedo es un instrumento de ‘élite’ para gobernar las resistencias dadas en el campo de lo social».

Contra el miedo
La cuestión social, la lucha, sigue su curso sin dejarse instrumentalizar por la política del miedo. Si como hemos visto la cultura del miedo se construye sobre la ocultación de la verdad y la propagación de la mentira, nuestra resistencia se basa en nuestro deseo de saber, en nuestra lucha por el conocimiento que desvela lo oculto y lo secreto. Si la cultura del miedo se construye sobre el individuo aislado, sobre nuestra atomización, nuestra resistencia se basa en la fraternidad, en la amistad, en la afinidad. Si la cultura del miedo nos iguala en una «unidad nacional», todos iguales frente a la amenaza del terror, nuestra resistencia se basa en la afirmación de nuestra individualidad, de nuestras diferencias que no se convierten en desigualdad, sino que construyen la comunidad.
Etcétera, marzo 2015

1. Daniele Ganser “Los ejércitos secretos de la OTAN”. Se encuentra en la red.
2. Termino inventado por Daniel Guerin en su libro “Fascismo y gran Capital” (1936). En castellano editado por Fundamentos.



¿Nos queda la palabra? ¿Queda la palabra si no es capaz de detener la barbarie: Ayotzinapa, para ponerle un solo nombre? En la duda, aún la utilizamos para nombrar la brutalidad del capital, de la relación social que impone, y para nombrar nuestras resistencias y la construcción de nuestra vida en común. 

Etiquetas:


Comments: Publicar un comentario

This page is powered by Blogger. Isn't yours?