miércoles, marzo 30, 2016
Sobre la génesis de la estupidez (fragmento 1, por Max y Teddy).
El símbolo de la inteligencia es
la antena del caracol «de vista táctil», que, si hemos de creer en
Mefistófeles, le sirve también de olfato. La antena se retira inmediatamente,
ante el obstáculo, al caparazón protector del cuerpo; allí vuelve a formar una
sola cosa con el todo y sólo con extrema cautela vuelve a aventurarse como
órgano independiente. Si el peligro está aún presente, vuelve a desaparecer, y
el intervalo hasta la repetición del intento se alarga. La vida espiritual es,
en sus orígenes, infinitamente frágil y delicada. La sensibilidad del caracol
se halla confiada a un músculo, y los músculos se debilitan cuando su juego se
ve impedido. El cuerpo queda paralizado por la lesión física, el espíritu por
el terror. Ambos son, en su origen, inseparables.
Los animales más desarrollados se
deben a sí mismos a una mayor libertad, su existencia es una prueba de que las
antenas fueron en determinado momento prolongadas en nuevas direcciones y no
fueron rechazadas. Cada una de sus especies es el monumento fúnebre de
infinitas otras, cuyos intentos de evolución se vieron frustradas desde el
comienzo, sucumbiendo al terror desde el momento en que una antena se movió en
dirección a esa evolución. La represión de las posibilidades por parte de la
resistencia inmediata de la naturaleza exterior se prolonga hacia el interior
mediante la atrofia de los órganos a causa del terror. En toda mirada curiosa
de un animal alborea una nueva forma de vida, que podría surgir de la especie
determinada a la que pertenece el ser individual. No es sólo esta determinación
específica la que lo retiene en la envoltura de su viejo ser: la violencia
encuentra esa mirada es la misma –de millones de años de antigüedad– que lo han
condenado desde siempre a su estadio y que bloquea, oponiéndose siempre de
nuevo, los primeros pasos para superarlo. Esa primera mirada vacilante es
siempre fácil de interrumpir, pues tras de sí está la buena voluntad, la
esperanza frágil, pero no una energía constante. El animal se convierte, en la
dirección de la que ha sido rechazado de modo definitivo, en estúpido y
esquivo.
Etiquetas: Adorno, muerte a los imbéciles, volverse loco
Comments:
Publicar un comentario