domingo, enero 01, 2017
Bakunin para niños. Parte 1: Don Mijail les enseña la Biblia para demostrar como la rebeldía es parte esencial de lo que nos hace humanidad./Residents: Fingerprince (1976)
Como buenos niños ateos, dos
seres que conozco me reprochaban el otro día mantener una Biblia dentro de la
colección de libros del hogar. Me costó bastante explicarles que tenía un enorme
interés incluso para nosotros los que no tenemos dioses revisar esos mitos. No
me creían. Me decían: “ahhhh, jajaja: en el fondo crees en Dios y no lo quieres
reconocer”. Así que terminamos escuchando Godsong, la canción de los Residents en su álbum
Fingerprince (1976) sobre creer o no creer (que termina con el cantito: "creer en dios, no creer en dios, creer en dios, no creer en dios...yo creo que él preferiría mucho más creer en dios, pero no estoy tan seguro...").
Días después, el más pequeño, mi
compañero de casa, se interesó en que le leyera el Génesis antes de dormir. Escuchaba
con mucha atención. De repente, ya roncaba.
Y me quedé pensando ahora en que
es bueno leer la Biblia de la mano de grandes maestros libertarios. Por
ejemplo, ya hemos hablado de la lectura comunista anárquica y antipatriarcal
que le daba el querido (anti)doctor Otto Gross en “El origen comunista en lasimbólica del paraíso”. Otro ejemplo interesante es la lectura que hace del
mito de la expulsión del paraíso el camarada Mijail Bakunin en su manuscrito
inconcuso publicado bajo el bello nombre de “Dios y el Estado”, dentro del
capítulo sobre el Principio de Autoridad:
"La Biblia, que es un libro muy
interesante y a veces muy profundo cuando se lo considera como una de las más
antiguas manifestaciones de la sabiduría y de la fantasía humanas que han
llegado hasta nosotros, expresa esta verdad de una manera muy ingenua en su
mito del pecado original. Jehová, que de todos los buenos dioses que han sido
adorados por los hombres es ciertamente el más envidioso, el más vanidoso, el
más feroz, el más injusto, el más sanguinario, el más déspota y el más enemigo
de la dignidad y de la libertad humanas, que creó a Adán y a Eva por no sé qué
capricho (sin duda para engañar su hastío que debía de ser terrible en su
eternamente egoísta soledad, para procurarse nuevos esclavos), había puesto
generosamente a su disposición toda la Tierra, con todos sus frutos y todos los
animales, y no había puesto a ese goce completo más que un límite. Les había
prohibido expresamente que tocaran los frutos del árbol de la ciencia. Quería
que el hombre, privado de toda conciencia de sí mismo, permaneciese un eterno
animal, siempre de cuatro patas ante el Dios eterno, su creador su amo. Pero he
aquí que llega Satanás, el eterno rebelde, el primer librepensador y el
emancipador de los mundos. Avergüenza al hombre de su ignorancia de su
obediencia animales; lo emancipa e imprime sobre su frente el sello de la
libertad y de la humanidad, impulsándolo a desobedecer y a comer del fruto de
la ciencia.
Se sabe lo demás. El buen Dios,
cuya ciencia innata constituye una de las facultades divinas, habría debido
advertir lo que sucedería; sin embargo, se enfureció terrible y ridículamente:
maldijo a Satanás, al hombre y al mundo creados por él, hiriéndose, por decirlo
así, en su propia creación, como hacen los niños cuando se encolerizan; y no
contento con alcanzar a nuestros antepasados en el presente, los maldijo en
todas las generaciones del porvenir, inocentes del crimen cometido por
aquellos. Nuestros teólogos católicos y protestantes hallan que eso es muy
profundo y muy justo, precisamente porque es monstruosamente inicuo y absurdo.
Luego, recordando que no era sólo un Dios de venganza y de cólera, sino un Dios
de amor, después de haber atormentado la existencia de algunos millares de
pobres seres humanos y de haberlos condenado a un infierno eterno, tuvo piedad
del resto y para salvarlo, para reconciliar su amor eterno y divino con su
cólera eterna y divina siempre ávida de víctimas y de sangre, envió al mundo,
como una víctima expiatoria, a su hijo único a fin de que fuese muerto por los
hombres. Eso se llama el misterio de la redención, base de todas las religiones
cristianas. ¡Y si el divino salvador hubiese salvado siquiera al mundo humano!
Pero no; en el paraíso prometido por Cristo, se sabe, puesto que es anunciado
solemnemente, que o habrá más que muy pocos elegidos. El resto, la inmensa
mayoría de las generaciones presentes y del porvenir, arderá eternamente en el
infierno. En tanto, para consolarnos, Dios, siempre justo, siempre bueno,
entrega la tierra al gobierno de los Napoleón III, de los Guillermo I, de los
Femando de Austria y de los Alejandro de todas las Rusias.
Tales son los cuentos absurdos
que se divulgan y tales son las doctrinas monstruosas que se enseñan en pleno
siglo XIX, en todas las escuelas populares de Europa, por orden expresa de los
gobiernos. ¡A eso se llama civilizar a los pueblos! ¿No es evidente que todos
esos gobiernos son los envenenadores sistemáticos, los embrutecedores
interesados de las masas populares?
Me he dejado arrastrar lejos de
mi asunto, por la cólera que se apodera de mí siempre que pienso en los
innobles y criminales medios que se emplean para conservar las naciones en una
esclavitud eterna, a fin de poder esquilmarlas mejor, sin duda alguna. ¿Qué
significan los crímenes de todos los Tropmann del mundo en presencia de ese
crimen de lesa humanidad que se comete diariamente, en pleno día, en toda la
superficie del mundo civilizado, por aquellos mismos que se atreven a llamarse
tutores y padres de pueblos? Vuelvo al mito del pecado original.
Dios dio la razón a Satanás y
reconoció que el diablo o había engañado a Adán y a Eva prometiéndoles la
ciencia y la libertad, como recompensa del acto de desobediencia que les había
inducido a cometer; porque tan pronto como hubieron comido del fruto prohibido,
Dios se dijo a sí mismo (véase la Biblia): “He aquí que el hombre se ha
convertido en uno de nosotros, sabe del bien y del mal; impidámosle, pues,
comer del fruto de la vida eterna, a fin de que no se haga inmortal como
nosotros.”
Dejemos ahora a un lado la parte
fabulesca de este mito y consideremos su sentido verdadero. El sentido es muy
claro. El hombre se ha emancipado, se ha separado de la animalidad y se ha
constituido como hombre; ha comenzado su historia y su desenvolvimiento
propiamente humano por un acto de desobediencia y de ciencia, es decir, por la
rebeldía y por el pensamiento.
Tres elementos o, si queréis,
tres principios fundamentales, constituyen las condiciones esenciales de todo
desenvolvimiento humano, tanto colectivo como individual, en la historia: 1ºla
animalidad humana; 2º el pensamiento, y 3º la rebeldía. A
la primera corresponde propiamente la economía social y privada; la
segunda, la ciencia, y a la tercera, la libertad".
The Residents, Fingerprince. El cuarto álbum de los misteriosos y anónimos Residentes se iba a llamar "Torniquete de rosas" y era tan largo que ocupaba 3 lados de LP. Reducido a una duración normal de dos lados, fue rebautizado y editado como "Fingerprince", en 1976, o sea, cuando yo tenía 5 añitos y estaba recién estudiando el Silabario Hispanoamericano en la Escuela Santa Julia de la población la Pampa en la ciudad de La Serena. Norte chico. Los sobrantes que no entraron al LP: la delirante miniopera "Walter Westinghouse" y la larga y divertida pieza -bastante a-lo-Harry Partch- de "Six things to a cycle" fueron usadas en compilados de distinta naturaleza. Hoy en dia gracias al formato CD la obra tal cual fue concebida puede experimentarse de corrido.
Los dejo con el argumento central de "6 cosas":
"El hombre, representado como un humanoide primitivo, es consumido por el ambiente que él mismo creó sólo para ser reemplazado por una nueva criatura, todavía primitiva, todavía defectuosa, pero destinada a gobernar el mundo así de pobremente".
"El hombre, representado como un humanoide primitivo, es consumido por el ambiente que él mismo creó sólo para ser reemplazado por una nueva criatura, todavía primitiva, todavía defectuosa, pero destinada a gobernar el mundo así de pobremente".
Etiquetas: ¿quien educará a los educadores?, a desalienar, Biblia, Marx y Bakunin, residents
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