sábado, abril 14, 2018
Barricadas a-go-go: intro y capítulo 4.
“Esta perspectiva no es exclusiva de Francia, sino que es
internacional. Es el sentido total del movimiento de las ocupaciones lo que
habrá que comprender en todas partes, cómo el ejemplo de 1968 desencadenó o
elevó la gravedad de los problemas a través de Europa, América y Japón”
(“El comienzo de una época”, Internacional Situacionista N° 12, septiembre de
1969).
JAPOS CAN´T?
El japonés más famoso de la
historia de la música y cultura del “rock” no se hizo conocido en Japón sino
que en Alemania Occidental: Damo Suzuki,
con CAN, banda formada en la ciudad
de Colonia en 1968, cuya nombre en sigla a veces se ha dicho que correspondía a
Comunismo Anarquía Nihilismo ¿será verdad? Lo que sí es verdad es que en los
inicios de sus andanzas el público alemán se reía de ellos porque no sonaban
como el modelo de banda anglosajona de rock and roll, y les decían los “Can´t”
–o sea, los “no les sale”, o algo así- (1).
Algo similar podemos decir de la
japonesa más famosa: Yoko Ono, que
se empezó a hacer conocida en Nueva York por su asociación con John Cage y el movimiento Fluxus de George Maciunas en la primera mitad de los 60, antes de hacerse
archifamosa (y hasta odiada) por su relación con su tercer esposo: John Lennon de los Beatles, olvidando en general que Ono venía trabajando en el mundo
del arte de vanguardia desde hace unos cuantos años.
Por supuesto que todos amamos a
CAN con o sin Damo, y los camaradas de The
Fall hasta cantaron sobre “ser Damo Suzuki” en un simpático álbum de los 80
(“I am Damo Suzuki”, en el álbum This
nation´s saving grace, de 1985), y reconocemos la importancia de ciertos
artefactos de Ono/Lennon como el álbum Fly
(de 1971).
Pero ahora no queremos hablar de
eso, sino que trasladarnos a la siguiente escena: el Japón de los 70, la década
que a nivel global combustionó lento y sin parar desde el impresionante trienio
1967/8/9 hasta su explosión final hacia 1977, seguido de una derrota total que
tal vez nunca se expresó más claro que en el orwelliano 1984, y después, 1989
(¡según algunos el 89 fue el 68 al revés!). En esta mitología destacan también
los años 1971 (“estamos celebrando los 100 años de la Comuna de París” decían
los de la Angry Brigade en algunos
comunicados reivindicando atentados explosivos), 1973 (fracaso de la “vía
pacífica al socialismo” en Chile, de la cual se sacaron lecciones tanto en el
campo reformista como en el revolucionario), y cabe señalar que el 77 tenía un
significado especial tanto para los punks como para los rastafaris (que creían
que el Armagedón se iba a desatar el 7 del 07 del 77), como también para los
comunistas radicales influenciados por Amadeo
Bordiga, que según cuenta Francesco
Santini en Apocalipsis y
sobrevivencia profetizaban la revolución proletaria para ese año(2).
Poco es lo que se sabe de esa
historia. Ni en su versión “artística” ni en si versión “política”. Menos aún, en la perspectiva combinada, o
sea, mirándola desde “el punto de vista de la totalidad”. O, como decían otros
camaradas, desde una “crítica unitaria del mundo”, es decir, “una crítica
pronunciada globalmente contra todas las zonas geográficas donde se haya
instalado algún poder socioeconómico separado y contra todos los aspectos de la
vida”(3).
Este texto intenta aportar a una
reconstrucción del ambiente revolucionario de esos tiempos, centrándose en
Japón, con sus tormentas de feed-back y barricadas a-go-go, empleando un
concepto de “escena” que integra y supera la distinción entre arte y política.
(…)
INFLUENCIAS OCCIDENTALES EN JAPÓN E INFLUENCIAS JAPONESAS EN OCCIDENTE.
DISOLUCIÓN DE VARIAS BARRERAS GEOGRÁFICAS Y SOCIO-MUSICALES
“Soy más japonés que los japoneses” (Karlheinz Stockhausen).
Dada la hegemonía clara de formas
de “música occidental”, nos guste o no, todas sus formas se mezclan y reciben
diversas formas de uso, tergiversación y readaptación tanto en otros centros
imperialistas como en todas las periferias a la larga …Los izquierdistas más
reaccionarios chillaban de rabia al ver a los jóvenes distraídos con guitarras
eléctricas y dejándose el pelo largo. Pero en Japón aquí y en la quebrá del ají
se desarrollaron en estrecha competencia dos fenómenos inevitables: expansión
de la contracultura como una variedad de crítica radical de la vida
cotidiana/mercantilización y a la vez intentos permanentes y sistemáticos de neutralización
de dicho potencial crítico de la cultura juvenil, como maniobra ya
especializada de la industria cultural (el último y más claro caso: véase como
manejó al PUNK, pero así y todo, los resultados son ambiguos y ambivalentes…)(4).
A grosso modo uno podría señalar
que en retrospectiva la mayor influencia sónica que dejó la producción de
artefactos musicales a inicios de los 70 puede sintetizarse en los ejemplos de Black Sabbath y John Coltrane. En ambos casos, trato de dejar de lado mis gustos
personales: me concentro en lo que creo sintetiza mejor el nivel de desarrollo
de las “fuerzas productivas estéticas” de esa época, y que yendo mucho más allá
que su envase meramente comercial, eran dos tipos de materiales que
emblemáticamente llamaban a mucha gente a atreverse a explorar el sonido, sea
con un “cuernófono” (no me refiero bajo esta denominación al teléfono de los
Picapiedras, sino que a cualquier tubo o material natural o sintético que sirva
como base de un instrumento de viento, artefacto que tiene a su favor el hecho
de poder hacer harta bulla sin necesidad de enchufarlo a la corriente
eléctrica, a diferencia de la instrumentación usual del rock), o con el formato
clásico del combo de hard rock:
guitarra, bajo, batería y micrófono de voz (5).
Si Ud. discrepa de mi elección se puede acudir a alguna otra dupla de combo
rock e instrumentista de jazz: Ornette
Coleman y Stooges, Velvet Underground y Miles Davis, MC5 y Eric Dolphy, The Who y Cecil Taylor, etc. Aunque no: Cecil Taylor toca piano, no vientos.
En fin. La idea es la misma.
Para el caso de la (contra)
cultura japonesa de esos tiempos, por alguna razón, y tal como lo ha destacado
en entrevistas el señor Keiji Haino,
por alguna razón insisto la dupla más influyente y mítica fue la de Blue Cheer y Albert Ayler. A medio camino entre ambas vías se citaba también la influencia de los
alemanes de Guru Guru (un
caleidoscopio de rock ultradenso pero humorístico y fragmentado a morir, nunca
superado en los niveles de expresión que alcanzan sobre todo en el álbum UFO de 1970 (6),
y en menor medida en Hinten de 1971).
Y no me cabe duda de que por ahí van las influencias expresadas notoriamente en
agrupaciones de Haino como Lost Aaraaff
y Fushitsuha (proyecto que mantiene
hasta el día de hoy).
De todas formas, si no todos los
japos de que hablaremos eran seguidores entusiastas de Ayler, es fácil imaginar
el impacto de la gira que hizo Coltrane en 1966, que está documentada en una
caja de 4CDs, con una formación propia de su última y más furiosa época (en vez
del cuarteto clásico: Pharoah Sanders
en saxos tenor y alto; Alice Coltrane
en piano; Jimmy Garrison
–sobreviviente del cuarteto- en contrabajo; Rashied Ali en batería). En este set la famosa y adorada “My
favorite things” (versión de Rodgers-Hammerstein) dura 57 minutos y ocupa el
cuarto CD entero. En los 44 minutos de
“Leo” en el disco tercero Trane y Pharoah se dan tiempo hasta para retarse a
duelo con los saxos altos que les acababa de regalar Yamaha…
El power trio Blue Cheer es algo
más antiguo que Black Sabbath, y fueron los auténticos pioneros del sonido del
heavy metal, pero por la influencia avasalladora de los chicos de Ozzy (junto a
otros megavendedores de hits como Led Zeppelin y Deep
Purple), terminaron siendo injustamente relegados a un lugar casi de culto
(junto a otras dos grandes B del género Heavy Metal: Budgie, y Blue Oyster Cult).
Lester Bangs alababa el efecto
sonoro de la ineptitud de la guitarra, y por esa vía los ubicaba entre el
panteón de los pioneros del Ruido Horrible. En A reasonable guide to horrible noise (1981) Lester decía que:
“Estos tipos pueden haber sido la primera verdadera banda de heavy metal, pero
lo que importa acá no es si Leigh Stephens dio nacimiento a ese gruñido de
macho antes que Mark Farner –de Grand
Funk- (ambos se lo robaron a Hendrix) sino que sus overdubs de guitarra
sub-sub-sub-sub Hendrix se encuentran unos con otros tan ineptamente que
convergían en una atonalidad realmente vivificante”. Sus dos primeros y más
relevantes albums, Vincebus Eruptum y
Outsideinside eran de 1968, justo el
inicio del período que estamos analizando aquí, y tienen toda su marca
registrada de uso/abuso del feed back y agujeros negros de puro ruido
eléctrico.
Ayler podría ser visto como hijo
de Coltrane, pero en realidad lo que más bien ocurrió fue un proceso de influenciamiento
recíproco en el más alto nivel de la expresividad y creatividad individuales.
Sin el sonido de Ayler, no podríamos ni imaginar el nivel de intensidad y
expresión humana pura a que llegó Coltrane en su tramo final, justo antes de
morir. Además, creo que es evidente que es la escuela ayleriana del free jazz
la que mayor efecto de inspiración y contagio hacia otras formas musicales ha
tenido…lo cual resulta evidente si escuchamos al Capitán Beefheart y su Banda
Mágica de fines de los 60, a los Stooges, MC5 y otras bandas que se atreven
a incorporar el “chantofón” (7) a
su sonido.
Pero en el año de nuestro señor
de 1966 no fue sólo Coltrane quien visitó Japón, sino que ese mismísimo año fue
la gira japonesa de los Beatles -con enorme despliegue policial
dadas las amenazas de odiosos estudiantes reaccionarios y nacionalistas-, que
hicieron 5 conciertos en que tocaron siempre el mismo set de 11 canciones (8), y
la visita por un espacio más largo de tiempo del compositor alemán Karlheinz
Stockhausen. No es posible exagerar
el diferente pero de todas maneras profundo impacto de cada una de esas visitas
ilustres en el desarrollo de la escena que estamos analizando aquí. Por si
fuera poco, en 1962 había visitado la isla el compositor norteamericano John
Cage, en el memorable evento titulado JOHN CAGE SHOCK, que entre
otras cosas marcaron el debut de las performances de Yoko Ono. En esa ocasión,
decidió poner micrófonos en los WC del baño del teatro en que Cage se iba a
presentar, amplificando los sonidos en la sala. Las influencias van en todas
direcciones: ya antes la música de guitarras de los Shadows y los Ventures
había causado gran entusiasmo en Japón, de la mano de la fabricación de miles
de guitarras eléctricas y el surgimiento del sonido eleki. La gira de los Beatles inspirará el surgimiento de decenas
sino centenares de bandas juveniles que, por no poder pronunciar bien “rock and
roll” (lock and loll) prefieren
denominarse como “Group Sounds”. Mientras, tanto Cage como Stockhausen
aprovechan de entrevistarse con el filósofo zen
D.T. Suzuki. En esos años John Lennon telefoneaba constantemente a
Stockhausen, que acababa de tener una estadía en Gringolandia donde pudo ver en
vivo a Jefferson Airplane y declarar que le habían “volado la cabeza”, y
dos de cuyos discípulos en Alemania eran los miembros fundadores de CAN (9),
y en el Album Blanco de los Beatles
se incluye la magnífica pieza de musique
concréte llamada Revolution N° 9…
Todas las barreras del mundo separado se empezaban a derretir, lo cual parece
un signo claro de épocas revolucionarias.
En todo caso, no sería una visión
completa fijarse tan sólo en la influencia que va desde el Oeste al Este, sino
que hay que tener en cuenta el largo proceso, muy bien descrito por Julian Cope
en su libro, que va también en un sentido opuesto, que comienza ya a inicios de
los 60, y que deriva en una especie de obsesión occidental por todo lo
orientaloide en general (estética, filosofía, música) y lo japonés en
particular. En ese proceso juegan un rol importante no sólo los artistas
sonoros y/o visuales como Yoko Ono y su primer esposo, Toshi Ichinayagi (un pianista de formación académica rigurosa y
discípulo de John Cage, que fue el primer artista en interpretar las obras de
Cage en territorio japonés, y que como veremos luego de su proceso de
psicodelización terminó colaborando con bandas como los Flowers), además de formaciones tan singulares como el Group Ongaku y después los Taj Mahal Travellers, sino que también colectivos
de arte subversivo como los Hi-Red
Center, uno de cuyos miembros, Genpei
Akasegawa, fue perseguido, juzgado y condenado por “falsificar” moneda
japonesa como parte del sobre en que se enviaban invitaciones a una de sus exhibiciones
en Tokyo.
Los Hi-Red Center a su vez
influyeron al movimiento Fluxus de Nueva York, donde fueron invitados por
Maciunas en el año 1966, ocasión en que difundieron un interesante poster/mapa
de Tokyo con las acciones directas urbanas que habían realizado desde 1963,
además de ejecutar las propias en Nueva York, incluyendo su detallada operación
de limpieza de la calle en Grand Army Plaza, dejando su sello: pintar una parte
de la plaza con su color rojo característico.
1.- El mito dice que Jaki Liebezeit y Holger Czukay (respectivamente baterista
y bajista de Can) encontraron a un raro personaje japonés cantándole al sol a
guata pelada en una plaza en Munich, justo el día que tenían que dar un
concierto en dicha ciudad, y a ambos les pareció adecuado invitarlo a cantar,
sin ningún ensayo previo. Damo reemplazó así al vocalista afroamericano Malcolm
Mooney, que había acompañado a la banda en los primeros tiempos dejando su
registro en excelentes albums como Monster
Movie y Delay 1968 y que tras severos
problemas de salud mental se devolvió a EE.UU. En la cumbre del sorpresivo
éxito que empezó a tener la banda, entre 1970 y 1973, Damo se casó con una
testigo de Jehová alemana y abandonó el rock and roll por un buen tiempo. Para
la posteridad quedó su participación en albums como el doble LP Tago Mago (1971), Ege Bamyasi (1972) y Future
Days (1973). En el álbum Soundtracks
(1970) hay temas con Malcolm y temas con Damo. Para una historia de la banda es
recomendable el capítulo “Can: No Führers” en el libro Future Days. El krautrock y la construcción de la Alemania moderna,
de David Stubbs, publicado en inglés el 2014 y en versión española en Argentina
por Caja Negra, 2015.
2.- “Siguiendo la periodización
mencionada más arriba, en 1971 se cerraba el ciclo abierto en el 64 por las
revueltas de los negros y el movimiento de los derechos civiles en los Estados
Unidos. Se abría una nueva fase de espera, que sin embargo según la percepción
de los revolucionarios, debía ser breve: el 68 había reabierto la era de las
revoluciones. Sobre todo Detroit (1967) demostraba que los Estados Unidos eran
el nuevo epicentro de la revolución mundial (contra las previsiones de
Bordiga), aunque Danzig y Stettin (1970) confirmaban por otro lado la
importancia de “la zona alemana” (con Bordiga). Es cierto que la teoría es
previsión o no tiene razón de ser; pero la profecía basada en cálculos exactos
de los ciclos de crisis, tal como fuera formulada por Bordiga en los años
cincuenta, se convirtió para nosotros en un “artículo de fe” tomado medio en
serio, por cuanto venía a resolver todas las dudas teóricas: una profecía mencionaba el año 1975; otra,
más precisa y específica, indicaba el 77 como la fecha de una crisis y de una
violenta convulsión del capitalismo: para nosotros ésta era, sin más, la fecha
de la revolución”. Francesco Santini, Apocalipsis y sobrevivencia.
Consideraciones sobre el libro Critica
dell’utopia capitale de Giorgio Cesarano y la experiencia de la corriente
comunista radical en Italia, Comunización ediciones, 2016, pág. 61.
3.- “Definición mínima de la organización revolucionaria”, en Internacional Situacionista N° 11, octubre de 1967.
4.- Para el caso de los hippies y la contracultura de los 60, en relación a la cual
el punk funciona en parte como negación/realización superadora (“aufheben”),
valga conectar este texto con una interesante nota hecha por el traductor del
libro de Santini ya referido: “El
movimiento de rebelión que se desarrolló en norteamérica desde fines de los 40
hasta la segunda mitad de los 60 estaba fuertemente arraigado en las
tradiciones sociales oprimidas del continente: la cultura negra, las
cosmovisiones aborígenes y el movimiento obrero de los wooblies, lo que quedó
de manifiesto en su literatura, su música y el modo de vida que inspiró a los
jóvenes. Naturalmente, tales expresiones “culturales” fueron convergiendo cada
vez más con la insubordinación social expresada sobretodo en el movimiento
contra la guerra de Vietnam. La recuperación política y publicitaria de este
movimiento, bajo la forma del “underground” (sumada a la sangrienta
represión de algunos de sus componentes más radicales),tuvo algunos momentos
reveladores: la veloz decadencia del distrito contracultural de Ashbury Heights
en San Francisco; el autista festival de Woodstock y el incidente de Altamont,
donde el “poder de las flores” derivó en una violentísima batalla campal entre
hippies dopados; la alocada historia de intrigas que implicó a Andy Warhol,
Valerie Solanas y el «Manifiesto SCUM»; etc. Estos episodios ocurrieron
mientras estaban en funcionamiento las operaciones MHCHAOS y COINTELPRO de la
CIA, ambas diseñadas para neutralizar al movimiento contestatario. Se sabe, por
ejemplo, que la CIA mantuvo estrechas relaciones con personajes underground
como Timothy Leary y Gloria Steinem (apóstoles de la liberación sicotrópica y
del feminismo, respectivamente) y que tuvo mucho que ver en la proliferación de
drogas desestructurantes y contenidos culturales reaccionarios encubiertos bajo
una apariencia emancipadora”. F. Santini, Apocalipsis y sobrevivencia,
Comunización ediciones, 2016, nota 14, págs. 94-95.
5.- En rigor esa es la
instrumentación básica del “rock pesado” en sus diversos formatos. Debo la
aclaración sobre este punto a mi hijo, que cuando tenía como dos años de edad
una vez me dijo: “para tocar ´Iron man´ se necesita una guitarra, un bajo,
batería y xilófono”. Yo lo refutaba diciendo “no hay xilófono en Black
Sabbath!”, hasta que me di cuenta que por “xilófono” él quería decir “micrófono”…Y
tenía toda la razón: el instrumento o artefacto que usa el vocalista es el
micrófono, y todo el rock (a pesar de la moda relativamente reciente de los unplugged) se basa en las posibilidades
de la voz amplificada.
6.- Es difícil describir la música en palabras, pero acudiré a David Stubbs que ya
refirió este álbum de manera bastante adecuada: “Hay fragmentos de wah-wah que
se pierden, ruidos no identificables ahogados en montículos de grava. Llegado
cierto punto, uno se encuentra vadeando en un agua oxidada sumergido hasta la
cintura. Es un ruido de rock crudo
apenas modificado, sometido al mismo tipo de aniquilación por abstracción que
se había abatido sobre el jazz en su fase histórica terminal ‘free’. Crescendos
ensordecedores escalan a una confrontación brutal con los escombros recién
dinamitados de todos los preconceptos sobre la forma, la dirección y el origen
del rock (…)”. En cuanto a comparaciones, Stubbs dice que “partes del disco
hacen que Throbbing Gristle suene
como Depeche Mode”, y que “solo en
años recientes, en su fase tardía y de madurez –y aún así solo en sus márgenes
exteriores, a decir verdad, el metal se ha acercado a una forma similar de
tocar, a algo de esta intensidad y densidad viciosas” (Krautrock, págs. 311 y
312. Al igual que Can, Faust y Amön Düül, Guru Guru era una
banda-comuna.
7.- Chantofón: 1.- Un saxofón tocado chantamente. 2.- Un instrumento de viento con lengüeta relativamente precario al que no
le da para ser considerado en propiedad un saxofón.
8.- Partiendo todas las veces con su versión de “Rock and roll music”, de su majestad Chuck Berry. Debo señalar que cuando redacté esta parte de mi
escrito el 17 de marzo de 2017 estaba convencido de que Berry había muerto hace
poco, así que había agregado “Que En Rock and Roll Descanse” y cuando buscaba en internet los años de
nacimiento y muerte para poder referirlos a continuación me di cuenta de que no
había muerto. Más grande fue mi sorpresa cuando un par de días después vi en la
televisión que acababa de morir, el 18 de marzo. Así que ahora sí que sí: Chuck
Berry, QER´n’RD, 1926/2017.
9.- Holger Czukay y Jaki Liebezit (Q.E.R’n’R.D, 1938/2017).
--
Ya no me acuerdo bien de cuales capítulos se habían subido a medida que el texto estaba quedando listo. Creo que estos faltaban, además de la despedida y postscriptum (ya vienen, ya vienen). Hasta el Presidente-Delincuente anda hablando huevadas sobre 1968, así que se hace urgente difundir contra-verdades básicas, como una especie de Banalidades de base.
Hay un Ciclo de cine sobre el 68, todos los lunes en Proyección, que a diferencia de la Falsificación afrancesada que gustan celebrar casi todos, de entrada define ese período desde una dimensión global.. Veamos qué pasa.
Etiquetas: 1968, 2&3 DORM, a desalienar, anti-arte, Japo, la nostalgia ya no es lo que era antes
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