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martes, septiembre 11, 2018

1973/2018: Heridas Abiertas 




Una década horrible, o el año 89 como un 68 al revés

(fragmento de un texto sobre Disturbio Menor)

Los 90 fueron una década horrible. No es que los 80 hayan sido hermosos en ningún caso, pero por lo menos a partir de 1983 había una fuerte resistencia en contra de la dictadura, y una generación completa de quinceañeros y veinteañeros se entregaba a la lucha como mejor podía. En medio de esa oscura y larga noche, a pesar de los efectos del Terror, lo menos se podría decir que nadie se sentía solo (como rezaba esa consigna radial, creo que desde radio Moscú, y que Esplendor Geométrico usa en su impresionantemente alienante e industrial tema “Chile al día”: ‘chileno, no estás solo’).

Quienes teníamos 2 años para el golpe militar, 12 años para su décimo aniversario -con Constitución del 80 “aprobada” y crisis económica, que es cuando empezaron las protestas-, y 19 cuando Pinochet le entregó la cinta tricolor a Aylwin, cumplimos la mayoría de edad de una vida vivida casi completamente en dictadura, en medio de una contradicción fundamental: por un lado teníamos el recuerdo directo y hasta eufórico de los años combativos, pero vivíamos un presente en que el grueso de los ciudadanos, casi el 100% de los antiguos opositores cacerola en mano pocos años antes, se habían ido para la casa, a seguir trabajando y pagando las deudas, dejando la añorada “Democracia” -o lo que de ella se había alcanzado a “recuperar”- en manos de los profesionales.

La cruel ironía de que el “Pato” Aylwin, uno de los golpistas más destacados del 73 haya sido el primer presidente democráticamente elegido después de una larga pausa de 17 años era para llorar. Por lo demás, Pinochet nunca se fue del todo, siguió al mando del Ejército, para posteriormente y antes de su malogrado viaje a Londres en 1998, transformarse en Senador vitalicio. Los demócratas más entusiastas canturreaban alegremente el 6 de octubre en 1988, cuando el peligro parecía conjurado: “Lo cagamos con un lápiz”. Millones celebraban y abrazaban pacos, pero unos cuantos miles no teníamos nada que celebrar. Varios de nuestros compañeros estaban presos. Mientras la continuidad de la dominación capitalista recobraba su fachada institucional democrática, la sangre aún no paraba de correr. (Quienes celebran ahora los 30 años del “No” diciendo que el “triunfo” fue de quienes creían en los métodos democráticos y no de los que apostaban a la rebelión, pisotean la memoria de toda una generación que se sacrificó en esa lucha, y practican el peor de los negacionismos. Además ocultan algo que a estas alturas es claro: a la dictadura no se le “derrotó” en el plebiscito, sino que sus opositores se unieron a ella transformándola en la democracia policial que tenemos hoy).

En los 90 ya no teníamos a Reagan, Thatcher y Pinochet a la cabeza de la dominación, pero acá abajo en el continente teníamos a Frei II, Fujimori y Menem. Sólo en Chiapas parecía haber una rebelión, prontamente recuperada y neutralizada en una simpática “moda zapatista”.

En el país, los socialistas (aka “socios-listos”) se unificaron…algo impensable pocos años antes, cuando había una veintena de facciones de PS para todos los gustos incluyendo pro-rusos, pro-cubanos, “comanches”, “unitarios”, “allendistas”, y hasta el indisimuladamente pinochetista “PS chileno”, crearon un aparato instrumental (el Partido Por la Democracia, supuestamente provisorio pero como todo buen negocio sigue ahí vivito y coleando en el charco de la política profesional), se aliaron con los Demócrata-Cristianos, y junto con RN y la UDI (¿alguien se acuerda de Avanzada Nacional? Era la derecha más fascista y sanguinolenta, y llevaron a Alvaro Corbalán de candidato en las primeras elecciones que hubo. Es la tendencia que hoy en día reflota con KKKast y sectas social-patriotas) se dedicaron a adoptar todo tipo de acuerdos para seguir transitando juntos de ahí adelante los senderos del progreso, acuerdos que como la reforma constitucional de 1989 salvaron en lo esencial el modelo neoliberal, con leves ajustes, con su Constitución y Ley Antiterrorista incluida, y para qué hablar de la legislación laboral. 

Los “comunistas” de partido, adaptándose a duras penas al fracaso de su “rebelión popular” y la caída del Capitalismo oriental de Estado, llamaban a su vez a no hacer olitas, y en contra todos los “ultrones” descontentos con la salida electoral -que aún abundaban pero iban en caída libre-, se invocaba el cuco del posible retorno de los milicos, para justificar no hacer una oposición de izquierda a un Gobierno concertacionista aún con pánico escénico frente a maniobras tales como los “ejercicios de enlace”, la versión chilensis de los “carapintadas”, que amenazaban con vulnerar a la joven y miedosa democracia.

Al FPMR (Autónomo), MIR y MAPU Lautaro se les persiguió, encarceló y asesinó. El aparato represivo seguía siendo el mismo (tal como no hubo que cambiar ninguna ley ni muchos mandos medios para maximizar la represión en 1973, que ya había ensayado en 1971 con la masacre de la Vanguardia Organizada del Pueblo, operación de exterminio encargada a Pinochet en coordinación con destacados cuadros de la UP), y cuando la joven y temerosa mierdocracia acudió de nuevo al crimen de Estado… todo el Estado se cuadró con ella y hasta la felicitó.

Basta con considerar entre esos eventos de la guerra sucia conducida por la Concertación y su siniestra “Oficina” la Masacre del Faro de Apoquindo, cuando persiguiendo a lautaristas la policía uniformada acribilló una micro entera, suceso al que según entiendo se refieren los Fiskales Ad Hok (un nombre bastante ochentero) en su canción “Eugenia”; el asesinato de Ariel Antonioletti, impulsado por un importante cuadro del PS; la ejecución televisada de los frentistas Alex Muñoz y Fabián López, en las cercanías de Diagonal Oriente, a la que se refieren los Políticos Muertos (excelente concepto pues no distingue si se trata de políticos de derecha o de izquierda) en “Tarde de perros”. Esos crímenes de Estado no eran muy diferentes a ejecuciones como la de Marcelo Barrios -el más carismático de los líderes juveniles socialistas de mi Liceo en Punta Arenas, acribillado con a lo menos 140 balazos en los cerros de Valparaíso poco después de cumplir 21 años-, y la de Jécar Neghme con 21 tiros en la cabeza en pleno centro de Santiago, ambas ocurridas en los últimos meses de la dictadura el año 89: el 68 al revés. A diferencia de los 70 y 80, en que los crímenes de estado generaban al menos la indignación pasiva de la izquierda y gran parte de la población, ahora la reacción oficial era una sola, uniendo a las antiguas derecha e izquierda en su aprobación y en medio de la indiferencia social general.

Esas canciones que acabo de referir son referentes importantes, pues revelan que en esos años los trovadores del Canto Nuevo ya eran una mera curiosidad, un mero folclorismo de una era previa, y fueron bandas de rock/punk quienes empezaron a plasmar la nueva realidad en canciones. La policía también se dio cuenta del cambio, y a partir de las protestas masivas con alta presencia punk rocker con motivo del Quinto Centenario, en 1992, ya se concentraban en golpear y detener a quienes expresaban esta nueva estética, dejando en paz a los chascones con morrales e indumentaria propia de los artesas de la década anterior. En 1993 fue aún más simple para la policía: siguiendo a un contundente grupo de alrededor de 50 jóvenes con estética punk, que frente al Círculo español practicó el vandalismo comparado con gran energía y poder de destrucción, logró rápidamente detener a más de la mitad de ello, incluyendo a la mitad de lo que luego pasaría a ser Disturbio Menor.

Una pequeña aldea poblada por irreductibles adolescentes no se sumó jamás a esa comparsa democrática, y siguió reivindicando lo mejor de la generación de los 80, pero ya sin ninguna ilusión en los partidos de izquierda, en ninguna “toma del poder”, y tampoco en el modelo de los llamados “socialismos reales” (en realidad, capitalismos estatales con bandera roja) que por esos años se fueron a la mierda junto con el Muro de Berlín (¿alguien se acuerda? Roger Waters celebró el hecho junto a Scorpions, Cindy Lauper, Bryan Adams y varios millonarios más).

Y cuando esa franja juvenil creía que no tenía nada, de repente se dio cuenta de que tenía lo que en verdad importaba: su independencia mental, su resistencia consciente a un cada vez más amplio y complejo sistema de dominación, y que  entre la actividad de todos se iba armando un ingrediente social y cultural nuevo que pasaba a definir y unificar ese estado mental. A ese algo lo conocimos a partir de cierto momento como PUNK. (Y creo que en tanto ideario práctico está muy bien representado en el texto de la canción “No soy cómplice”, que era toda una declaración de principios en la línea de que lo personal es político y viceversa).


(DM 2018).

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