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miércoles, noviembre 07, 2018

Fascismo y antifascismo/Crímenes de Estado en las cárceles-empresa 




Ganó Bolsonaro en Brasil y una vez más los demócratas del mundo y de Chile se asustan, porque encuentran perfectamente tolerable el capitalismo cuando el Gobierno queda a cargo de la socialdemocracia, pero creen que es el fin del mundo cuando gana la ultra derecha. Incluso viejxs amigxs que rara vez se han asomado a una urna, ya empezaron con la cantinela de que por culpa de nosotros los que nunca hemos votado, es posible que gane Kast en las próximas elecciones del….¿cuándo son? No tengo idea.

Como si cambiara mucho las cosas en un orden global totalmente sometido al sistema capitalista el que un país sea dirigido por tal o cual representante electo. Como si en Chile las leyes más represivas del último tiempo no hubieran sido dictadas por obra de la Concertación/Nueva Mayoría. Como si la policía pegara más suave cuando la intendenta es la Tohá en vez de Monga. Como si a Mauricio Hernández no lo hubiera torturado todo este tiempo en la cárcel brasileira el PT, antes que Bolsonaro….En fin, se vienen tiempos duros en cuanto a cretinismo democrático-electorero, y por supuesto que Barrot tenía razón: el peor producto del fascismo, es el antifascismo!

(Otro paralelo: como se ha revelado en estos días a raíz de un documental, la dictadura prohibió la visita de Queen a Chile, porque las viejas de mierda que oficiaban de primeras damas en la Junta Militar de Gobierno encontraron que “promovía la homosexualidad en la juventud”. Lo chistoso es que poco después, en la democracia de Aylwin, prohibieron la entrada de Iron Maiden, a sugerencia del asesor canuto de ese gobierno, el sociólogo “experto en sectas” Humberto Lagos, que estimó que promovían a Satanás!!! ¿Qué es más absurdo? Juzgue Ud.).

Sobre este supuesto “ascenso” del fascismo se han hecho varios artículos en la web, entre ellos los de Felipe Ramírez y Rodrigo Karmy en El Desconcierto. Pero lo único realmente lúcido que he leído es este breve y contundente texto firmado por Atopos Blaidd, que obviamente sacó ronchas entre todos los demócratas izquierdistas.

La ultraderecha nunca ha accedido al poder político para derrotar a la clase trabajadora e impedir que haga la revolución. Cada vez que la ultraderecha ha llegado al poder, es porque la clase trabajadora ya había sido derrotada. ¿Por quién? Por la democracia. Por el progresismo. Por la izquierda.

Si Bolsonaro ganó las elecciones, es porque antes de su llegada tres gobiernos sucesivos del Partido de los Trabajadores se encargaron de aplastar cualquier rastro de fuerza propia y combatividad que pudiera quedarle a la clase trabajadora de Brasil. Al igual que en 1970 Allende inició su mandato garantizándole a la burguesía chilena que sus intereses no serían amenazados, asimismo Lula da Silva empezó a gobernar en 2003 prometiéndole a los grandes empresarios y banqueros internacionales que ninguno de sus intereses en Brasil correría riesgo alguno. 

En efecto, Lula gobernó para garantizar el pago de la deuda pública, asegurando al capital un piso mínimo de estabilidad fiscal que le permitiese invertir con seguridad. Ninguno de los gobiernos del PT alteró en nada las condiciones de la explotación social y la acumulación capitalista en Brasil. Muy por el contrario, tales gobiernos fueron el soporte de una “amplia negociación nacional” destinada a garantizar que la explotación capitalista pudiese proseguir sin contratiempos. 

Para cumplir su cometido, a lo largo de sus tres períodos de gobierno el PT cooptó y puso bajo su control a la mayoría de las dirigencias sindicales y sociales, transformando a los líderes populares en ministros, asesores de mercado, administradores de fondos de pensión e inversionistas. Simultáneamente, con tal de preservar las bases de su poder, el PT se puso a sí mismo bajo control de las fuerzas más reaccionarias representadas por el capital agrario, el empresariado de la industria nacional e internacional, el sistema financiero y la teocracia evangélica. 

Mientras gobernaba para los propietarios de Brasil, el PT se las arregló para anestesiar el descontento social con una calculada combinación de programas sociales y terror represivo. Cuando Lula aceptó dirigir la Misión de ocupación de Haití en 2004, no sólo le demostró a EEUU que era un aliado confiable para aplastar democráticamente la protesta social en el continente. Al llevar al ejército brasileño a los barrios pobres de Haití, le proporcionó a las tropas un laboratorio para intervenir en las favelas de Río de Janeiro, tal como ocurrió durante las masivas agitaciones populares en contra del Mundial de Fútbol del 2014.

Durante los gobiernos del PT la producción de alimentos en Brasil disminuyó en más de 35%, con el consiguiente aumento de los precios cobrados a la clase trabajadora, debido a las facilidades dadas a las multinacionales agrarias para introducir monocultivos. 200 mil campesinos fueron desplazados mientras que 4 millones perdieron sus tierras a manos de las grandes empresas agropecuarias. Fue bajo los gobiernos del PT, y no bajo gobiernos fascistas, que la deforestación de la Amazonía alcanzó el "punto de no retorno". 

Fue el gobierno de Dilma Rousseff, y no uno fascista, el que recalificó los cortes de carreteras y las tomas de tierras como delitos terroristas. Fue bajo esos gobiernos progres, y no bajo el fascismo, que los comandos de la muerte sembraron el terror entre los más desposeídos de los desposeídos en las grandes urbes del Brasil. Fue bajo gobiernos socialdemócratas, y no de derecha, que las cárceles de Brasil batieron los récords mundiales de hacinamiento y degradación de las condiciones de "vida" de los reclusos. Fue bajo esos gobiernos de izquierda que la clase trabajadora y los oprimidos de Brasil conocieron el umbral más bajo de la humillación y la vergüenza. Al proletariado de Brasil lo derrotó la democracia, no la dictadura.

Lo cual, por cierto, no es ninguna novedad. Mussolini accedió al poder cuando el proletariado italiano ya había sido derrotado por los compromisos electorales de los "partidos obreros y populares". Hitler fue designado como canciller por el presidente Hindenburg, quien había recibido el apoyo de los socialistas que veían en él un baluarte de la democracia contra el nazismo. En 1973 Allende, en vez de poner en los ministerios clave a representantes de los trabajadores, puso a los militares, mientras los partidos de la UP votaban una Ley de Control de Armas para desarmar a la clase trabajadora y entregársela en bandeja a las tropas pinochetistas. Quince años después, fue la Junta Militar la que organizó la transición democrática, cumpliendo al pie de la letra la doctrina formulada por Jaime Guzmán, quien fue al mismo tiempo el más democrático de los fascistas y el más fascista de los demócratas.

Como todos los fascistas, Bolsonaro ha llegado simplemente a ordenar los negocios después que la democracia progre sacó del juego al proletariado de Brasil, reduciéndolo a nada.

Tengan esto en cuenta cuando se pongan de nuevo a lloriquear por "la llegada del fascismo". Estos lamentos llegan demasiado tarde. Tendrían que haberse lamentado así, tendrían que haber entrado en pánico y haberse indignado cuando la izquierda socialdemócrata desarmó al proletariado, lo maniató y le hizo adicto a las comodidades, a la anestesia y a las mentiras. El lloriqueo asustado que se deja oír por todas partes hoy, es patético. Sólo demuestra que quienes gimen habían estado durmiendo, viviendo en una fantasía, rehusándose a ver la sangre que brotaba frente a sus narices y la mierda en la que se hundían poco a poco, al son de elecciones y batucadas.

En realidad, la llegada del fascismo nunca es tan mala como parece a primera vista. Al menos, ofrece la oportunidad de desengañarse, madurar y hacerlo un poco mejor de aquí en adelante.


Hablando de las leyes represivas de la socialdemocracia chilensis, la agenda corta del año 2008 generó el más alto incremento en la población penal que se conociera hasta ese momento, llegando a casi 50 mil presos. No olvidemos que previo a ello el socialista Lagos inventó el negocio de las cárceles concesionadas, que son el mayor matadero de carne proletaria que exista en Chile hasta el día de hoy. Sea en manos de gendarmes, o de otros presos, se trata por supuesto de verdaderos Crímenes de Estado, que demuestran que la fase terrorista de la dominación no se acabó con la acumulación originaria ni los genocidios de pueblos originarios, sino que sigue día tras día hasta hoy.

Consideremos además las modificaciones a la Ley de Control de Armas que hicieron hace pocos años no los fascistas de Kast, sino que la democracia socialista de Bachelet, y veremos que en comparación a meras amenazas como la “ley Hinzpeter” en el primer gobierno de Piraña los hijos de la II Internacional continúan siendo enemigos claros de cualquier emancipación humana.

¡Pero los progres e izquierdistas se movilizaron contra la Ley Hinzpeter, y dejaron pasar sin rechistar las agendas cortas y demases paquetes represivos de Lagos/Bachelet! Y mientras más se acerquen las elecciones más van a seguir hinchando para que vayamos y votemos por el "mal menor"....

Un ejemplo muy evidente de la cobardía represiva del Estado conducido por el partido que sea es el reciente asesinato de Kevin Garrido en la cárcel-empresa Santiago 1. Pero veamos bien este hecho: a Kevin se la encarceló por poner dos bombas de noche, sin víctimas, contra emblemas del sistema represivo. 

Al momento de cometer tales delitos, tenía 18 años de edad, y lo condenaron a nada menos que 17 años de cárcel, sin necesidad de invocar el fantasma del terrorismo ni las complejidades de la Ley 18.314, sino que usando exclusivamente la Ley de Control de Armas, la misma ley que la UP usó para desarmar a los Cordones Industriales, reformada ahora por enésima vez, por la Nueva Mayoría. Si hubiera tenido 17 y no 18, ni siquiera se hubiera ido a una cárcel como esa, sino que a las del SENAME.

Recordemos que a Manuel Contreras por la colocación de una bomba en Washington que mató a dos personas (Letelier y Moffit), se le condenó a …..¡6 años de cárcel!

A Kevin lo enviaron a una muerte segura en estas cárceles de mierda, a manos de otro preso, pero con la complicidad evidente de los custodios. La responsabilidad del Estado es evidente.

Hoy salen a la calle desde sus jaulas educativas estudiantes desde 7° básico, conmovidos y enrabiados por este asesinato de Estado, y el Estado aprovecha la ocasión para disimular el “estancamiento del crecimiento económico” arremetiendo en una guerra declarada contra la juventud antisistémica, urgiendo al resto del Estado para aprobar ya su ley de “Aula Segura”.

No podría ser de otro modo.

“Para la sociedad, en su favor, no quiero inventar algún dispositivo nuevo con el objeto de que ella se proteja. Confío en ella: ella sabrá bien, sola, cuidarse del gracioso peligro que son los niños criminales. Es a ellos a los que hablo. Les pido que no se avergüencen jamás de lo que hicieron, que conserven intacta en ellos la rebeldía que los ha hecho tan bellos” (Jean Genet, El niño criminal).


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