martes, noviembre 19, 2019
31 días ¿de qué?
Nos ha llegado el DÉCIMO COMUNICADO de EVADE Chile:
Compañerxs,
Los sátrapas que nos dominan se reagrupan, asocian y
coordinan para arremeter con más fuerza. Quieren sacarnos de la calle y
obligarnos a volver a su miserable normalidad, donde agachados decimos
"amén" a sus sermones genocidas. Pero no daremos paso atrás:
¡NEWEN PEÑI KA LAMNGEN!
EVADE CHILE 2019 #
Sabemos que el cambio no está en La Moneda...
Quizá ninguna otra expresión concentra tan bien el sentido más profundo de la política como aquella que circula por todo Chile desde el último viernes: #picoenelojo.
Con esta última jugada del Cartel Piñera, los políticos están dando una señal de estar recuperando su viejo entusiasmo: dramáticas jornadas de trabajo acompañadas de discursos y abrazos nunca antes vistos. Los mequetrefes que hace unos pocos años profitaban como “dirigentes” del movimiento estudiantil contra el lucro, hoy le soban el lomo a los mismos que hicieron posible el saqueo de la educación. Son las vueltas de la vida política: quienes un día son las víctimas, otro son los victimarios y al siguiente todos hermanxs.
Pero conocemos bien el show de la democracia. La famosa “clase política” es el teatro más elaborado, perverso y destructivo de la historia humana. La crisis que denuncian sus dirigentes, y que no se trata más que del hecho de que ya nadie les cree ni compra su drama, es para nosotrxs una oportunidad. Hemos aprendido a distinguir entre lo que nos impone una sociedad de depredadores y el deseo de un mundo nuevo que late en nuestros corazones.
Por eso no nos sorprenden los golpes físicos y mediáticos que la politiquería está dando hoy. Están desesperados intentando contener la masa de millones y millones de humanxs que se les viene encima buscando tomar de una vez por todas la vida que les robaron. Los carceleros se defienden con todas las armas que tienen a su alcance: el monopolio de la violencia también incluye todo un casting de actores que hacen lo que sea por garantizar la vigencia de su inmaculada normalidad. Pero hoy parecen estar sobrepasados, y cada semana que pasa sus artimañas son tanto más elaboradas y grotescas.
¡La política agoniza frente a nosotrxs y quiere arrastrarnos en su caída! “Por la razón o la fuerza”, señaló ayer el máximo representante de la dictadura burocrático-militar en su discurso pacificador. Querían matarnos, pero prefirieron elaborar un nuevo pacto: no es rentable exterminar a todas las bestias de carga.
Sus acuerdos y agendas, ¡ejercidos en nuestro nombre y en contra de nosotrxs!, no podrán sofocar nunca nuestro deseo de vida. Este descontento no se satisface con nada, exige algo mucho más grande: la nueva constitución, el plebiscito, la oferta de un aumento en la repartición de las miserias, se han vuelto totalmente superficiales. La llama de nuestra insatisfacción se ha convertido en una gran pasión. Esa pasión es inteligencia. La hemos visto desplegarse en las calles. Produce en la mente una cualidad de profundo e instantáneo discernimiento en las cosas, y la acción proviene de ese discernimiento.
¡Abajo la dictadura de los muertos-vivos que creen gobernarnos! A pesar del cansancio, prevalece el desarrollo de la conciencia humana contra las mentiras de la normalidad que intentan imponernos. Nos corresponde a nosotrxs acabar con sus limitaciones burocráticas, legales y policiales rompiendo su control sobre el territorio, ahí donde estamos, ahí donde nos asfixia. Somos lxs que se rebelaron contra la arrogancia de su saqueo. Ya no nos darán órdenes, no nos ladrarán más. Nuestro proyecto es construir la comunidad humana que rompe la dictadura del lucro que devasta nuestra existencia y la del planeta.
¡La vida no renuncia a nada!
Quizá ninguna otra expresión concentra tan bien el sentido más profundo de la política como aquella que circula por todo Chile desde el último viernes: #picoenelojo.
Con esta última jugada del Cartel Piñera, los políticos están dando una señal de estar recuperando su viejo entusiasmo: dramáticas jornadas de trabajo acompañadas de discursos y abrazos nunca antes vistos. Los mequetrefes que hace unos pocos años profitaban como “dirigentes” del movimiento estudiantil contra el lucro, hoy le soban el lomo a los mismos que hicieron posible el saqueo de la educación. Son las vueltas de la vida política: quienes un día son las víctimas, otro son los victimarios y al siguiente todos hermanxs.
Pero conocemos bien el show de la democracia. La famosa “clase política” es el teatro más elaborado, perverso y destructivo de la historia humana. La crisis que denuncian sus dirigentes, y que no se trata más que del hecho de que ya nadie les cree ni compra su drama, es para nosotrxs una oportunidad. Hemos aprendido a distinguir entre lo que nos impone una sociedad de depredadores y el deseo de un mundo nuevo que late en nuestros corazones.
Por eso no nos sorprenden los golpes físicos y mediáticos que la politiquería está dando hoy. Están desesperados intentando contener la masa de millones y millones de humanxs que se les viene encima buscando tomar de una vez por todas la vida que les robaron. Los carceleros se defienden con todas las armas que tienen a su alcance: el monopolio de la violencia también incluye todo un casting de actores que hacen lo que sea por garantizar la vigencia de su inmaculada normalidad. Pero hoy parecen estar sobrepasados, y cada semana que pasa sus artimañas son tanto más elaboradas y grotescas.
¡La política agoniza frente a nosotrxs y quiere arrastrarnos en su caída! “Por la razón o la fuerza”, señaló ayer el máximo representante de la dictadura burocrático-militar en su discurso pacificador. Querían matarnos, pero prefirieron elaborar un nuevo pacto: no es rentable exterminar a todas las bestias de carga.
Sus acuerdos y agendas, ¡ejercidos en nuestro nombre y en contra de nosotrxs!, no podrán sofocar nunca nuestro deseo de vida. Este descontento no se satisface con nada, exige algo mucho más grande: la nueva constitución, el plebiscito, la oferta de un aumento en la repartición de las miserias, se han vuelto totalmente superficiales. La llama de nuestra insatisfacción se ha convertido en una gran pasión. Esa pasión es inteligencia. La hemos visto desplegarse en las calles. Produce en la mente una cualidad de profundo e instantáneo discernimiento en las cosas, y la acción proviene de ese discernimiento.
¡Abajo la dictadura de los muertos-vivos que creen gobernarnos! A pesar del cansancio, prevalece el desarrollo de la conciencia humana contra las mentiras de la normalidad que intentan imponernos. Nos corresponde a nosotrxs acabar con sus limitaciones burocráticas, legales y policiales rompiendo su control sobre el territorio, ahí donde estamos, ahí donde nos asfixia. Somos lxs que se rebelaron contra la arrogancia de su saqueo. Ya no nos darán órdenes, no nos ladrarán más. Nuestro proyecto es construir la comunidad humana que rompe la dictadura del lucro que devasta nuestra existencia y la del planeta.
¡La vida no renuncia a nada!
Una de las pocas columnas realmente interesantes que me topé en los primeros
días de la rebelión fue “Momento destituyente” de Rodrigo Karmy. Poco después
circuló un panfleto proveniente del Norte semiárido llamando a crear “Asambleas destituyentes por la abolición del capital, el estado y el trabajo asalariado”.
Reproduzco acá la columna de Karmy, pues creo que puede aportar en la
fase actual para tener claridad y no dejarse atrapar en la gran operación de
re-legitimación del Estado/Capital en que está incurriendo la casi totalidad de
la casta política. Además recomiendo leer su columna “El asalto concertacionista”, que nos deja en claro que nuestro enemigo no sólo es Piraña
y la derecha:
MOMENTO DESTITUYENTE
El asalto al capital que comenzó
con una revuelta popular desde los subterráneos de la ciudad catalizada por
estudiantes secundarios ha devenido un “momento destituyente”. En él, la
imaginación popular inunda las calles, rebalsa los cuerpos, lazos inéditos
nutren de erotismo y se inventan nuevas prácticas que abren nuevos caminos. El
momento destituyente no se cristaliza en un “poder”, sino que se mantiene
irreductible en el registro de la “potencia”, creando los contornos de un
pueblo que no existe de suyo, sino que sólo adviene en el instante de su
irrupción. El momento destituyente tampoco tiene una estrategia
política clara que le permita interlocutar con los representantes del Ancien
Règime para instaurar uno nuevo (pues no se define por instaurar o conservar
un orden), pero si goza de la potencia imaginal que ha sido legada por la
ráfaga de revueltas que ha terminado por horadar a la maquinaria estatal.
El “momento destituyente” sin
duda define a un proceso imaginal en curso irreductible a un “poder” preciso
(un “poder constituyente”, por ejemplo) y, por tanto sustraído de la figura del
Estado. Heredero de las diferentes luchas populares que atravesaron al
Chile después del derrocamiento de la Unidad Popular, el “momento destituyente”
desajusta los cuerpos respecto del control capilar que mantenía la
gubernamentalidad neoliberal pues su potencia sobrevive como un resto a la
implosión total de su sistema político. Basado en la violencia pinochetista
desencadenada en 1973, consolidada en la violencia “legal” de su Constitución
aprobada fraudulentamente en 1980 y consumada en la violencia “transicional” de
la democracia neoliberal, el Estado subsidiario instaurado por la violencia
guzmaniana ha terminado de golpe. Comenzó igual a como
terminó: con militares en las calles: 1973 se condensa en 2019, cuando Piñera
declara el Estado de Excepción Constitucional y los militares dan curso a la
cacería más veloz y eficaz después de la dictadura.
En su estructura subsidiaria, el
Estado chileno no es nada más que “trabajo muerto”: un cadáver habitado por
muertos que prometen discursos muertos. Porque el “momento destituyente” yace
pletórico de una vida común. No necesita de los “políticos” porque sabe que la
política la hacen siempre los cualquiera; tampoco del congreso
porque se llena de asambleas y conversaciones cotidianas; el profesionalismo
político característico de un régimen representacional enteramente restringido
como el chileno jamás fue “político” porque, sea con la dictadura o con la
mentada democracia, siempre fue dominado por burócratas preocupados de
gestionar de la mejor manera la máquina guzmaniana antes que poner en juego la
potencia de la invención: política designa la invención de otras formas de
vida, no administrar la cárcel legada por Pinochet. Y, justamente, en
Chile, esas formas de vida han tenido lugar a espaldas de la dimensión estatal.
Esta última no inventa nada, no pudo jamás inventar nada más que técnicas de
gobierno sobre los cuerpos. La imaginación fue confiscada a favor de la
violencia militar primero, y luego la violencia gubernamental. Esta última
violencia se condensó en esta semana cuando Piñera gestiona un Estado en
quiebra y, al declarar el Estado de Excepción, termina por profundizar la
quiebra del Estado.
Sin repertorio político, y donde
el enorme capital financiero no puede traducirse ya en capital político. Si esa
fue precisamente la “gracia” del artefacto guzmaniano (esa extraña combinación
de catolicismo y neoliberalismo, entre ejercicio soberano y economía
financiera), la historia de las luchas populares de los últimos 30 años terminó
por abrir una grieta imposible de suturar, al punto de llevar a la máquina
guzmaniana trenzada entre la alianza conservadora (Chile Vamos) y la
progresista neoliberal (ex –Nueva Mayoría), a su completa implosión, al desgaje
de escombros que firman su ruina.
En términos políticos no
existe más el Estado subsidiario porque la política está en la calle, en su
“momento destituyente”. Se pudrió el Estado, pero sobrevivió el pueblo. Porque
si el Estado no es más que un conjunto de mecanismos gubernamentales que sólo
pueden funcionar si penetran y confiscan la superficie de los cuerpos, el
momento destituyente en que vivimos expresa exactamente lo contrario: los
cuerpos han sido liberados de los dispositivos que los docilizaban, la potencia
ha sido emancipada del poder y no pretende restituirlo: un encapuchado sube un
poste sobre la multitud y con su pie aplasta una cámara de seguridad: la
multitud le aclama. El capucha ha destituido la mirada del poder.
Los viejos pastores que nos
enseñaban las buenas costumbres devinieron desesperados cazadores que pretenden
ametrallarnos con milicos salvaguardando el último estertor del Pacto
Oligárquico de 1973, completado en 1980 y consumado entre 1988 y 2005. Si ese Pacto
se cristalizó en la máquina guzmaniana, hoy día sufre un impasse irreversible
que puede formularse bajo este término: momento destituyente o, si se quiere,
democracia radical.
Habrá que aferrar el presente y
sostener la multiplicidad de luchas en este momento extático en el que los
cuerpos ven restituida su imaginación. Hemos dejado el momento de “gobernar” y
hemos dado paso al momento de “inventar”. El “momento destituyente” no es
más que el estallido de imaginación popular que ocupa las diferentes calles,
pero que no calza jamás con su espacio ni con su tiempo: no tiene lugar en los
mapas vigentes (el pueblo como potencia no aparece consignado por la
Constitución), ni tampoco habita la época en la que acontece, porque promete
una enteramente nueva. En este sentido, no puede más que arremeter enteramente
intempestivo.
Ráfaga imaginal que desata los
cuerpos del miedo que les había sido incrustado y posibilita una danza
insospechada de nuevos ritmos que comienzan a colmar las plazas. Destitución
del miedo, de los militares, de los policías, de las AFPs, de los toques de
queda: todo el régimen ha saltado por los aires.
Porque si bien un pueblo jamás
existe de antemano como sustancia, no es cierto que esta revuelta carezca de
discurso, pero ellos son múltiples o moleculares: feminismos, mapuches,
ecologistas, comunistas, anarquistas, toda la indiada converge
en la misma intensidad: el momento destituyente que ha dado a luz a un
pueblo. “Chile despertó” de una larga pesadilla que comenzó en 1973. Pero
que haya despertado significa que antes tuvo otro momento de vigilia y que, por
tanto, el Chile presente se enlaza íntimamente con el del pasado. “Chile
despertó” indica la abertura de un lugar de enunciación que había estado
ausente, donde una voz diferente interrumpe la elegante comida de los
poderosos.
Sin embargo, el “despertar” de
Chile, lejos de ser un final feliz, ha de ser pensado como un “comienzo”
radical que resta del final de un modelo de Estado (el subsidiario) y donde la
fuerza transformativa de la imaginación está dispuesta a luchar, cuerpo a
cuerpo, contra los ejércitos de los dueños de Chile.
Rodrigo Karmy Bolton
Nunca he sido muy cercano al Comité Invisible, pero en estos días
recordaba que al final de “La insurrección que viene” hablaban de un panorama
post-insurreccional que en parte podía servir para describir el momento en que
estamos. No tengo el libro, pero un camarada buscó u y encontró esa parte:
“En
el
metro, ya
no
se
encuentran
huellas
de
las
molestas
pantallas
que
dificultan
habitualmente
los
movimientos
de
los
pasajeros.
Los desconocidos
se
hablan,
ya
no
se
abordan.
Una
banda en
conciliábulo
en
la
esquina
de
una
calle.
Aglomeraciones mayores por los bulevares que discuten gravemente. Los ataques se responden de una a otra ciudad, de un día para otro. Un nuevo cuartel ha sido saqueado y quemado después. Los habitantes de una casa desahuciada han desistido de tratar con el ayuntamiento: la habitan. En un acceso de lucidez, un directivo acaba de liquidar, en plena reunión, a un puñado de colegas. Ficheros que contienen la dirección personal de todos los policías y gendarmes así como el de los empleados de la administración penitenciaria acaban de filtrarse, provocando una ola de mudanzas precipitadas sin precedentes. A la vieja cantina del pueblo, se trae el excedente de lo producido y nos procuramos lo que nos falta. También nos reunimos aquí para discutir sobre la situación general y sobre el material necesario para el taller mecánico.
La radio informa a los insurgentes de la retirada de las fuerzas gubernamentales. Un proyectil acaba de destripar la muralla de la prisión de Clairvaux. Es imposible decir si pasó un mes o varios años desde que comenzaron los ‘acontecimientos’. El Primer Ministro parece muy solo en sus llamadas a la calma”.
Aglomeraciones mayores por los bulevares que discuten gravemente. Los ataques se responden de una a otra ciudad, de un día para otro. Un nuevo cuartel ha sido saqueado y quemado después. Los habitantes de una casa desahuciada han desistido de tratar con el ayuntamiento: la habitan. En un acceso de lucidez, un directivo acaba de liquidar, en plena reunión, a un puñado de colegas. Ficheros que contienen la dirección personal de todos los policías y gendarmes así como el de los empleados de la administración penitenciaria acaban de filtrarse, provocando una ola de mudanzas precipitadas sin precedentes. A la vieja cantina del pueblo, se trae el excedente de lo producido y nos procuramos lo que nos falta. También nos reunimos aquí para discutir sobre la situación general y sobre el material necesario para el taller mecánico.
La radio informa a los insurgentes de la retirada de las fuerzas gubernamentales. Un proyectil acaba de destripar la muralla de la prisión de Clairvaux. Es imposible decir si pasó un mes o varios años desde que comenzaron los ‘acontecimientos’. El Primer Ministro parece muy solo en sus llamadas a la calma”.
El domingo hubo una tocata para
recaudar insumos de autodefensa. Hoy a las 19 en Alameda con Portugal se repartirán
antiparras. Vaya por la suya. Sapos y curiosos, abstenerse.
Acá se puede ver la presentación de Disturbio Menor en Villa Portales, también por insumos médicos y de autodefensa, el 9 de noviembre.
Resumen del mes de rebelión y los acontecimientos de la
última semana, incluyendo el asesinato de Abel en Plaza de la Dignidad: blog
Hacia la Vida.
Etiquetas: 2019 fin del mundo tal cual lo conocemos, a desalambrar, autoliberación integral, solidaridad, tercer asalto proletario contra la sociedad de clases
Comments:
Publicar un comentario