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jueves, abril 09, 2020

"Todo el poder a los soviets" (x el otro Gonzalo Rojas) 



“Mi abuelo era un viejo, bastante…”, bueno, en verdad, mi abuelo materno era un excelente amigo y un comunista recalcitrante de tomo y lomo, que me decía siempre que era bueno acometer la tarea de estudiar seriamente lo que está diciendo la prensa burguesa.

Menos mal que murió a inicios de milenio y no tuvo que conocer la terrible experiencia de leer a los comentaristas de El Mercurio online, que yo acometo a diario por una mezcla de masoquismo y curiosidad etnográfica.

Como sea, honrando su tradición de conocimiento proletario, hagamos el esfuerzo de leer completa esta exótica pero bastante lúcida aparición en El Mercurio de ayer. [Por cierto, y tal como señalan la RAE y Disturbio Menor, lúcido no significa abstemio sino que “claro en el razonamiento, las expresiones, el estilo, etc.”. El autor es un facho de aquellos: profesor de Derecho de la PUC, como el infame Alvaro Paul, discípulo de Jaime Guzmán, aunque más cercano ahora a KKKast que al partido de la Riselverga]:

“Que se está preparando otra epidemia, por supuesto que sí.

Y así como el Gobierno está mostrando su mejor cara al haberse anticipado a la llegada del coronavirus, también tiene que destinar recursos —mucho cacumen y mucha energía— para anticiparse al rebrote de violencia insurreccional que se producirá en cuanto lo decidan los tipos contaminados con este otro bichito criminal.

Marzo, sí, la dimensión verdaderamente artera de marzo, esa programación de actos que hasta el día 8 iba cumpliéndose con exacta regularidad, quedó simplemente diferida para mejor oportunidad. ¿Para recomenzar el 4 de septiembre, por los 50 años de la elección de Allende; o para aprovechar el 4 de noviembre, por los 50 años de su asunción al poder? Quizás. O, simplemente, para un día cualquiera, para el que les parezca más oportuno.

Porque la frustración de marzo fue muy grande para esas huestes, ya que —lo decían y les creemos— iban a finish. Por eso no tiene nada de alarmista que pensemos que, dentro de unos meses, esa energía acumulada, esa infección purulenta, volverá a derramarse sobre nuestra sociedad.

Hoy, el clima nacional impide casi toda manifestación de revuelta (por allá por febrero, la palabreja ya había ido reemplazando a la expresión “demandas sociales”), pero los expertos en aprovechar los males sabrán sacarle partido a la terrible confluencia de enfermedad, más cesantía, más sequía, coordenadas en las que nos encontraremos muy pronto. (Y si llueve con ganas, les importará poco.)

Y entonces, convencidos de que para salir del pantano hay que moverse mucho, los de siempre volverán a dirigir y practicar la violencia, para que ojalá terminemos por hundirnos en el fango. Es su estrategia más que centenaria: agudizar las contradicciones.

Por ahora, tantean el terreno la Confech, con su petitorio; las Juventudes Comunistas, con los insultos a Mañalich; los de a pie, violando el toque de queda; una que otra directiva, intentando desacreditar al Gobierno. Escaramuzas, veamos si pican, veamos cómo reaccionan…

Pero en su momento la agresión se presentará de nuevo muy en serio y mejor planificada aún que en octubre. En la salud, los equipos que llevarán meses enfrentando la agotadora tarea en la que desde hace pocas semanas comenzaron a implicarse, sí, los mismos que hoy veneramos, van a ser tentados por los activistas de siempre, para lanzarse a las calles, radicalmente, contra el sistema; y en la educación, los estudiantes de todos los niveles, junto a los profesores de Aguilar, serán de nuevo grito y pataleta contra el cosmos; y aparecerán los comités de cesantes por ramas de la producción, sí, muchos comités, algunos verdaderos, otros de fachada, para arremeter contra el modelo; y se organizarán las tomas de terrenos, movilizando pobladores. En paralelo, por supuesto, media docenita de proyectos de ley socializantes —ya los hemos comenzado a ver— pondrán en jaque al Gobierno y a Chile Vamos, presentándolos como insensibles ante la terrible crisis.

Para los ciudadanos normales, la cuarentena termina siendo latera, aunque se la acepte; por el contrario, para las primeras líneas y los altos mandos es una dichosa clandestinidad, que les permite prepararse mucho más a fondo para la segunda oleada insurreccional. La desplegarán frente a un Cuerpo de Carabineros aún más cansado y frente a unas Fuerzas Armadas llenas de otras responsabilidades. Por eso es tan importante trabajar ahora, ¡ya!, en mucho mejor inteligencia predictiva y de gestión.

“Yo, Lenin, miraría con mucha detención el escenario para ponderar el momento exacto y, entonces, sin vacilar, lanzaría la consigna: ¡Todo el poder para los sóviets!”.”





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