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sábado, octubre 16, 2021

La historia no se repite pero rima (parte 1): El debate sobre la revolución (x Engels, 1848) 

 


EL DEBATE DE BERLÍN SOBRE LA REVOLUCIÓN

[F. Engels ]

COLONIA, 13 DE JUNIO. 

Por fin, la Asamblea del Pacto se ha manifestado sin ambages. Ha desautorizado la revolución y se ha manifestado en favor de la teoría del pacto (1).

La situación de hecho acerca de la cual debía pronunciarse era la siguiente:

El 18 de marzo, el rey prometió una Constitución, introdujo la libertad de prensa con fianzas y, en una serie de propuestas, se manifestó en el sentido de que la unidad de Alemania debía llevarse a cabo mediante la absorción de Alemania por Prusia.

Tales fueron las concesiones del 18 de marzo, reducidas a su verdadero contenido. El hecho de que los berlineses se declararan contentos con estas concesiones y se congregasen ante el Palacio para dar las gracias al rey, demuestra con palpable claridad la necesidad de la revolución del 18 de marzo. Era necesario revolucionar no sólo al Estado, sino también a sus ciudadanos. Sólo en una sangrienta lucha de liberación podían éstos despojarse de su condición de súbditos.

Fue el consabido “malentendido” el que provocó la revolución. Y no cabe duda de que hubo un malentendido. El ataque de los soldados, la prolongación de la lucha por espacio de dieciséis horas y la necesidad en que se vio el pueblo de obligar a las tropas a replegarse, demuestran sobradamente que el pueblo estaba completamente equivocado con respecto a las concesiones del 18 de marzo.

Los resultados de la revolución fueron: de una parte, el armamento del pueblo, el derecho de asociación, la soberanía del pueblo, arrancada de hecho; de otra parte, el mantenimiento de la monarquía y el ministerio Camphausen-Hansemann, es decir, el gobierno de los representantes de la alta burguesía.

Así pues, la revolución llegaba a dos resultados necesariamente contradictorios. El pueblo había vencido, había conquistado libertades de carácter claramente democráticas; pero el poder inmediato no estaba en sus manos, sino en las de la gran burguesía.

En una palabra, la revolución no había terminado. El pueblo había consentido la formación de un gobierno de grandes burgueses, y los grandes burgueses revelaron inmediatamente sus tendencias ofreciendo una alianza a la vieja nobleza prusiana y a la burocracia. Entraron en el ministerio Arnim, Kanitz y Schwerin.

Por miedo al pueblo, es decir, a los obreros y al sector democrático de la población, la alta burguesía, siempre antirrevolucionaria, selló una alianza ofensiva y defensiva con la reacción.

Los partidos reaccionarios coaligados comenzaron su lucha contra la democracia al poner en tela de juicio la revolución. Se negó la victoria del pueblo; se fabricó la famosa lista de los “diecisiete militares muertos” (2) y se hizo todo lo posible por desacreditar a los combatientes de las barricadas. Pero las cosas no pararon ahí. El gobierno reunió realmente a la Dieta que había sido convocada antes de la revolución y construyó a posteriori el paso legal del absolutismo a la Constitución. Con ello, negaba en redondo la revolución. Inventó, además, la teoría del pacto, con la que volvía a negar la revolución, negando al mismo tiempo la soberanía del pueblo.

Se ponía, pues, realmente en tela de juicio la existencia de la revolución, cosa que podía hacerse porque ésta no era más que una revolución a medias, el comienzo de un largo movimiento revolucionario.

No podemos entrar aquí a examinar por qué y hasta qué punto la dominación momentánea de la alta burguesía constituye en Prusia una fase necesaria de transición hacia la democracia y por qué la alta burguesía se inclinó hacia la reacción inmediatamente después de entronizarse en el poder. Nos limitamos, por el momento, a registrar el hecho.

Ahora, la Asamblea del Pacto tenía que manifestar si reconocía o no la revolución.

Pero, en estas condiciones, reconocer la revolución equivalía a reconocer el lado democrático de la revolución, frente a la alta burguesía, que trataba de confiscarla.

Reconocer la revolución significaba cabalmente, en este momento, admitir que la revolución se había llevado a cabo a medias, reconociendo por tanto el movimiento democrático, dirigido contra una parte de los resultados de la revolución. Significaba reconocer que Alemania se halla impulsada por un movimiento revolucionario, en el que el ministerio Camphausen, la teoría del pacto, las elecciones indirectas, el poder de los grandes capitalistas y los productos emanados de la Asamblea misma, aun pudiendo ser puntos inevitables de transición, no son en modo alguno, los resultados finales.

Ambas partes llevaron el debate abierto en la Cámara en torno al reconocimiento de la revolución con gran amplitud y gran interés, pero manifiestamente con poco ingenio. Resultaría imposible leer algo más aburrido que estos difusos debates, interrumpidos a cada paso por rumores o por sutilezas reglamentarias. En vez de las grandes pasiones de la lucha de partidos, una fría tranquilidad de espíritu, que amenaza con caer a cada paso en el tono de la plática; en vez del tajante filo de la argumentación, una prolija y confusa cháchara sobre minucias; en vez de una respuesta categórica, aburridas prédicas éticas sobre la naturaleza y la esencia de la moral.

Tampoco la izquierda se ha distinguido gran cosa en este debate. (3) La mayoría de sus oradores se repiten unos a otros; ninguno se atreve a ir directamente al problema y a manifestarse abiertamente en un sentido revolucionario. Todos temen escandalizar, herir, espantar. Mal estarían las cosas en Alemania si los combatientes del 18 de marzo no hubiesen dado pruebas de mayor energía y pasión en la lucha que los señores de la izquierda en su debate.

[Neue Rheinische Zeitung, núm. 14,14 de junio de 1848]



NOTAS (del traductor Wenceslao Roces):

1.- Teoría del Pacto: la burguesía, representada por Camphausen y Hansemann, trataba, mediante un pacto con la Corona, de justificar su traición a la revolución. Este pacto consistía en que la Asamblea Nacional prusiana, “manteniéndose en el terreno de la legalidad”, se limitara en lo posible a la instauración de un orden constitucional. (Notas del traductor Wenceslao Roces).

2.- Además de la cifra oficial de quince soldados y dos suboficiales muertos, se sabía de bastantes más soldados caídos en lucha, sepultados en secreto, tratando así de negar importancia a los enfrentamientos del 18 de marzo.

3.- Formaban parte de la izquierda en la Asamblea Nacional prusiana, entre otros, Waldeck, Jacoby, Georg Jung y J. Berends. La Nueva Gaceta Renana criticaba con frecuencia su actitud vacilante, animándola a proceder con mayor energía y a recurrir a la lucha extraparlamentaria.

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