miércoles, octubre 13, 2021
Niú Musick
Aún recuerdo cómo a pesar de su desprecio general por el punk rock J. Chandía
y A Recart, los dueños de Zëbëhn discos, me mostraron entusiasmados el entonces
recién aparecido álbum de Tom Cora con The Ex: “esto es música nueva”, me
dijeron mientras le ponían play al “Scrabbling at the lock”. (1991).
Cora provenía de la escena de vanguardia europea, y había formado parte del curioso y hermoso
duo ochentero Skeleton Crew, junto a Fred Frith, tocando montones de instrumentos cada
uno, al mismo tiempo. Luego del álbum “Aprende a hablar” se incorporó a la arpista
norteamericana Zeena Parkins, y como trío grabaron “El país de los ciegos”.
Pero, ¿qué es nuevo en el 2021? Me resulta difícil responder
a eso, pero cada cierto tiempo me topo con artefactos que parecen ser la cresta
de la ola de un nuevo tipo de música que surge por los rincones del mundo
inmundo.
En algunos incluso participan viejos veteranos que a la vez
que siguen siendo fieles a sus raíces, no paran de imaginar y practicar nuevas
formas de interacción sonora, entrando y saliendo de lo que John Cage llamaba “la
anarquía del silencio”.
Un proyecto así de renovador y potente es el trío que
encarnan el japonés Keiji Haino junto al norteamericano Jim O´Rourke, y el australiano
Oren Ambarchi. En cierta forma vienen a llenar el vacío que dejaron Last Exit y
Fushitsuha.
No es nada extraño que recuerdan a estos últimos si está
Keiji Haino, aunque así y todo el parecido me ha dejado pegado en el cielo por
varios minutos cuando irrumpen en su formato más “free rock”, dejándote al igual
que Fushitshusha al borde del vacío en un agujero negro de distorsión y
electricidad, sonido puro.
A Last Exit se parecen más bien en cuanto se trata de un “supergrupo”
internacional. Acá no hay saxo: KH toca guitarra y canta
mientras JO toca un bajo de seis cuerdas y OA la batería. La “banda” toca al
menos una vez al año desde hace una década y entiendo que ya va por su disco
número 10. En cada encuentro exploran formatos algo diferentes, acompañándose
instrumentos adicionales como una armónica contrabajo, viejos instrumentos de
cuerda o diversos efectos electrónicos.
Siempre he sido un fan de KH. No así de JO, a quien conozco
poco y solía odiar cuando veía a mis amigos del “post- rock” tan ocupados en
venerarlo. Ya se sabe: soy un reaccionario.
Siempre me pareció pretencioso que un piño de pretenciosos postpunks derivados
en artistas serios a fines del siglo XX proclamaran estar “superando el rock”
si nunca llegaron más lejos de lo que -sin tanta proclamación ni pretensiones-
habían hecho décadas antes las buenas viejas bandas del avant rock como Faust o
la Magic Band. Sí, esas mismas formaciones que en esos tiempos nadie pescaba y
ahora todos, todas y todes adoran. Como
profetizó Ayler: “no les gusta, por ahora….”. [Curiosamente, recordaba a OA por haber tocado en el famoso disco negro de Sunno)))) Pero me confundía acerca de si es un guitarrista o baterista. ¡Es ambos dos!]
En fin, da lo mismo rabiar por esas minucias cuando por los
parlantes está atronando el disco “En el pasado sólo los genios manejaban el crimen perfecto conocido como revolución…”.
Tampoco se pierde el tiempo de vida escuchando “Me pregunto si notaste que decir “Lo siento” es una amorosa forma de evitar que las cosas se pongan peor”. No sé si
hay muchos más discos con alguien explorando una armónica contrabajo. Yo no
conozco.
Y para dosificar e ir con paciencia, recomendaría en tercer
lugar por ahora su “Imikuzushi”, el titulo más breve que han usado hasta ahora
en su imponente discografía que está lejos de terminar.
De ahí me cuentan qué les pareció.
Y para terminar por ahora, dado que hablamos de Zeena, hay
que decir que Zina en su adolescencia era una bailarina a la que se le daba muy
bien tocar el piano, razón por la cual entró a una Escuela Pública de Arte. En la escuela estaban convencidos de que un
buen pianista joven tenía talento suficiente como para estudiar un segundo instrumento,
y así fue como a Zeena le asignaron un número y fue a dar a una sala donde
tenía que escoger entre 8 ejemplares de arpas de orquesta, con pedales y todo. Se
enamoró para siempre. Y electrificó su
instrumento. Lo desarrolló en un sentido muy personal, de manera similar a lo
que su amiga Ikue Mori ha hecho en el mundo de las percusiones.
Mi heroína, ZINA, a quien amo desde que la escuché en la escasa
e impresionante obra de la banda News from Babel (junto a Dagmar Krause de Slapp
Happy y Chris Cutler de Henry Cow, con Robert Wyatt de Soft Machine en algunos
temas), acaba de lanzar el disco “Triángulo de vidrio”, junto a Ryan Sawyer -un
percusionista que no conocía- y a la gran heroína del saxo libre escandinavo, Mette
Rasmussen, una fuerza con la cual identificarse.
No hay desperdicios en estos encuentros humanos.
Música nueva. Nueva música. Niú Musick-SICK.
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