miércoles, diciembre 22, 2021
19 DE DICIEMBRE: ¿EL TRIUNFO DE QUÉ?
Antes de la primera vuelta
presidencial el destacado filósofo de derechas Hugo Herrera anunciaba como lo
más probable el triunfo de Kast, siguiendo un argumento seudo-dialéctico tipo ying y yang, en que el “cambio” expresado en la Convención Constitucional
necesitaba del contrapeso de un gobierno neoconservador:
“La disyuntiva es entre cambio
fundamental (constituyente) acompañado de orden (=Kast), o cambio fundamental
(constituyente) acompañado de todavía más cambios, conducidos, además, por la
pandilla de jóvenes hermosos pero desarraigados, la aglomeración de juventudes
que, allí donde gobierna, introduce, para bien o para mal, todavía más e
insólitas alteraciones”(1).
El meditado análisis telúrico
remataba con esta larga y oscura predicción:
“Todo esto, ciertamente, no importa desconocer -lo digo de nuevo- que la
política es imprevisible, que allí se hace lo que se puede y lo que se puede a
veces es más que aquello que los propios actores imaginaron. Boric podría
dar, por ejemplo, un giro radical al centro, acudiendo a cuadros de la
Concertación, traicionando al Partido Comunista y transformarse en la candidatura
de reformas aparentemente sensatas, claramente empáticas con los grupos
pobres que anhelan crecimiento y especialmente con las masivas y precarias
clases medias emergentes, angustiadas ante el riesgo de devenir pobres: con
todo el arco que incluye "pequeño-burgueses", consumidores de baja
alcurnia, ciudadanos alienados en el mercantil mundo de ahora, "fachos
pobres", etc. Hay que recordar, por lo demás, que ya ha dado antes esos
giros, al sumarse al acuerdo del 15 de noviembre. Kast, de su lado, podría un
día perder la compostura y acentuar sus pretensiones más toscas de Estado
policial. El conflicto mapuche podría escalar, con enfrentamientos masivos
y entonces nadie sabe qué podría ocurrir. O el Norte verse sobrepasado de
inmigrantes y protestas masivas. También cabe que la derecha de “Chile Podemos
+” sufra un colapso en las elecciones parlamentarias y que el ánimo de derrota
termine contaminando la candidatura de marras. Puede ser que aparezca a
último momento algún hecho luctuoso ignorado de alguno de los candidatos o de
alguien muy cercano a ellos. En fin, puede ser, puede ser: que lo inimaginado
acontezca y altere fundamentalmente la situación. Pero, así como van las cosas,
Kast lleva las de ganar” (2).
Lo que finalmente ocurrió tras el
triunfo de Kast en primera vuelta (y el “empate” que se produjo a nivel del
Congreso) incorpora otro aspecto más o menos “inimaginado”, que a mi juicio
terminó siendo el factor clave en el triunfo de Boric en segunda vuelta: el
“octubrismo” casi en pleno se puso en campaña, en las calles y haciendo memes (3),
mientras el “noviembrismo” se extendía dando poderosas señales de moderación
hacia el centro y la ex Concertación, y dejaba en segundo plano las pataletas
de Jadue y el PC y las torpezas ya endémicas del entorno del FA (con la
anticampaña involuntaria realizada primero por Depolo y Oliva, luego por
Lorenzini y Aguilera).
Como resultado, la versión chilena
de PODEMOS que se impuso el 19D es como una especie de Concertación 3.0 que
incluye al PC y al Frente Amplio, y también a “antifas”, feministas e inclusive
sectores de los anarquismos locales que, o vienen votando con entusiasmo hace
años (4),
o se incorporaron a esta actividad
recién ahora y por primera vez en sus vidas.
El octubrismo
salvando al noviembrismo (una vez
más)
Para atraer al octubrismo y su
sector más duro -el bloque negro, así como a la llamada “ultraizquierda” y la izquierda
revolucionaria “tradicional” a lo Chanfreau-, se esgrimió una vez más la
consigna del “antifascismo”.
Ese recurso es el más fuerte con
que se cuenta en estos ambientes. Artillería pesada. Casi el equivalente a
cuando a nivel de política de Estado se declara un estado de sitio o la “guerra
contra un enemigo poderoso que no respeta a nada ni a nadie”.
Fue ultra eficaz. Aunque estos
sectores son pequeños numéricamente, son muy activos, y me atrevo a afirmar que
de ahí salió gran parte del caudal de votos necesarios para apoyar a quien
hasta hace poquito era visto como el peor traidor de nuestra historia reciente,
el “amarillo” que merecía funas, desprecios, ser tratado de “guatón” y hasta ofrecimientos
de “sangre por sangre” (como expresó en su momento un vocero de la ya extinta Lista del Pueblo).
De todos modos, y yendo más allá de
estas subculturas que no por pequeñas han sido poco influyentes a nivel
micropolítico o molecular, todo indica que el mismo pueblo que hizo la
insurrección de octubre no tuvo mayores dudas y asumió que para frenar el
retorno del pinochetismo a La Moneda era necesario ir y votar por Boric. Está
por verse si en el proceso se fue enamorando efectivamente del candidato y lo
que representa, en una especie de versión siglo XXI de “la alegría ya viene”, o
si se entendió el voto sólo como un paso táctico para no retroceder y seguir
luchando.
Por de pronto, el mapa electoral de la Región Metropolitana demostraría que el voto anti-Kast fue un triunfo popular. El voto de derecha quedó arrinconado en sus comunas usuales, de manera más dramática aún que la representación que hicieron en la curiosa “acción de arte” en que “hermosearon” y pusieron pasto a un sector de lo que aún llaman Plaza Baquedano, más pequeño que el resto y apuntando por supuesto hacia el Oriente.
1989: Espero que esto no sea un deja vu
Espero equivocarme pero soy
pesimista: el peso de la memoria de los acontecimientos vividos entre 1988 y 1990
me lleva a eso. En esos tiempos, tanto la abierta claudicación que implicaba
aceptar el itinerario constitucional de Guzmán/Pinochet como votar por el
golpista Aylwin se justificaban en un supuesto “antifascismo”, para poder sacar
a los militares de La Moneda. La campaña
de Aylwin decía “sin miedo, sin odio, sin violencia”. La izquierda agregaba
“sin asco” y mayoritariamente acudió a las urnas a marcar la rayita. Mientras,
el “bloque socialista” caía y el neoliberalismo reinaba sin contrapesos desde
ese simbólico 1989: un 68 pero al revés.
“Hay que optar por mal menor” nos
decían; votar por Aylwin para derrotar a Buchi, “el candidato del continuismo”.
A partir del 11 de marzo de 1990 eso se transformó en “no nos movilicemos mucho
por ahora porque eso le hace olitas al gobierno y los militares podrían volver”.
No se criticó mayormente a Aylwin ni por la Masacre del faro de Apoquindo ni
por crear la Oficina de Seguridad Pública. “Los milicos eran mucho peor, ¿o no?”.
Del “avanzar sin transar” pasamos al avanzar “en la medida de lo posible”, y
así se nos fueron 30 años de vida entre una transacción tras otra, “democracia
de los acuerdos” y una eterna “postdictadura” que aún no se acaba.
Las protestas contra este orden
recién se empezaron a asomar con fuerza el 2001, en un ciclo que con hitos
posteriores como la rebelión pingüina del 2006, los movimientos del 2011,
rebeliones locales (Aysén, Freirina, Chiloé, Magallanes) y explosión feminista
nos llevó a la gran insurrección de octubre de 2019, y después de un Acuerdo
por la paz y la pandemia hemos llegado al complejo momento actual.
El “hecho luctuoso”: la muerte de Lucia Hiriart y los llamados
a no celebrarla tanto
Donde sí le achuntó el oráculo de
Hugo Herrera fue en la parte más extraña de todas, cuando dentro de los
factores que podrían evitar el pronosticado triunfo de Kast señala la
posibilidad de que “aparezca a último
momento algún hecho luctuoso ignorado de alguno de los candidatos o de alguien
muy cercano a ellos”. Cuando leí esto el 6 de noviembre, un escalofrío recorrió
mi espalda pero aunque lo consulté con algunos expertos finalmente no logré
descifrarlo ni concluir nada claro.
La duda se me resolvió inmediatamente durante la tarde del jueves 16 de diciembre cuando leí los anuncios -primero en las “redes sociales” y luego en la mal llamada “prensa”-: “¡Se murió la Vieja!”, todo un omnipresente símbolo del Mal durante toda mi infancia en dictadura, y a la cual tuve el horror de presenciar cara a cara hacia 1981, durante una visita de Pinochet a Punta Arenas. Ella recorría los pasillos de la Zona Franca con luces, cámaras y agentes de la CNI, saludando efusivamente a cuanto niño se le cruzaba. Avanzó hacia donde estábamos mi primo Ernesto y yo, mirándola con espanto, pues a nuestra corta edad de 10 años sabíamos exactamente quién era. Huimos apenas a tiempo para evitar el espantoso apretón de mejillas que daba a los niños y niñas que saludaba.
¡Se
murió la Vieja! La Tirana. Y se murió en plena impunidad, claro que sí. Ya
se sabe que en Chile la responsabilidad por violaciones de derechos humanos es sólo del “perraje” y jamás nunca de los “altos mandos”.
No obstante eso, es claro que con
su muerte finalmente una larga y terrible época la llegado a su fin.
La muerte de tan siniestra figura
de la “dictadura cívico-militar” (y agregaría: empresarial, policial, mediática,
eclesiástica, etc.) no podía sino hacer recordar a todxs qué es exactamente el
pinochetismo, lo que hizo con el país, y la impunidad casi absoluta que han
gozado hasta ahora por sus crímenes y corrupción sistémica.
Sin duda que este “hecho luctuoso”
afectó la carrera presidencial de Kast. No sólo por haber impulsado en la recta
final una ya notoria participación del electorado de izquierdas y progresista
habitual, sino que de la juventud en general y las disidencias, movilizadas no
tanto a favor de Boric sino que “en contra del fascismo”. Además, Kast se vio obligado a desconocer a
la Lucía y con ella a la dictadura de cuyo legado era el más férreo defensor, lo
que lo distinguía de los desganados esfuerzos por “desfascistizarse” que desde
la derecha UDI/RN (creadas en los 80 como sostén del régimen pinochetista) se
habían realizado al rebautizarse como “centro derecha” y ostentar un supuesto
sector liberal (EVOPOLI, Ciudadanos y otros intentos frustrados).
El pinochetista republicano tuvo
que decirle a su ex primera dama: “si te he visto no me acuerdo”. Es algo muy
fuerte. Pero son sacrificios que se hacen como si nada en el mundo de la llamada
realpolitik (ámbito de actuación que
yo prefiero denominar como “política burguesa”), y en esta segunda vuelta vimos
sacrificios y renuncias por lado y lado. Dentro de las versiones de izquierda
quedará en la memoria cómo algunxs demócratas “antifascistas” llamaban desesperadamente
a no celebrar tanto y difundían la ya habitual advertencia de que si sales a la
calle te arriesgas a que la policía te quite el carnet para así evitar que
vayas a votar en defensa de la democracia (5).
La nueva ultraderecha como enemigo interno de Kast
Así que finalmente Boric logró lo
que parecía imposible: acercarse muy al centro, creciendo al mismo tiempo hacia
la extrema izquierda a costa de memes y
mucho chantaje anti-abstencionista. No
hay una encuesta MORI para esto pero, diría que entre el 70 y el 80% de quienes
nunca votan por convicción se arrió la bandera negra por esta vez y se
acercaron a la urna asignada para votar. Algunxs hasta se entusiasmaron en el
proceso. No los culpo. También son cosas de la realpolitik.
Pero un factor que sin duda
contribuyó de manera decisiva a esta derrota electoral de Kast provino de sus
propias filas: los youtubers “patriotas” del rechazo: especie de símil de los
“encapuchados” de ultraizquierda –siempre muy estigmatizados antes de ser
admirados incluso por los progres y la socialdemocracia cuando aparecieron como
“Primera Línea”-, pero en el otro lado del espejo: los ultras de la nueva
derecha.
Johannes Kaiser y Sebastián
Izquierdo hicieron más daño que varios “antifas por el mal menor” juntos. Alguien
decía que los conceptos “machista” y “misógino” no alcanzan para dar cuenta de
los grotescos dichos de estos personajes, uno de los cuales es ahora diputado
de la República. Y eso que de toda la cantidad de barbaridades que han dicho
por años a un ritmo de varias horas por semana, lo que salió a flote era apenas
un par de muestritas de un universo de estupidez y violencia verbal mucho
mayor. Algunos antifascistas se han dedicado a monitorear estas emisiones: es
una labor ingrata pero muy importante de realizar en serio si en verdad nos
preocupara desactivar la reacción y no sólo usar la coartada del “antifascismo”
como imagen movilizadora para hacer que la gente vaya a votar.
El Partido de la Gente: el lema “ni izquierda ni derecha”
como alerta de fascismo old style
El fascismo clásico que se expresó
durante el siglo pasado en el período de entreguerras no apareció como un
fenómeno “de derechas” sino que desconcertando y desafiando la oposición ya
asentada de izquierda y derecha. Por
lo demás, esta distinción que surgió en la Asamblea nacional francesa de 1789
ha permanecido en el tiempo hasta hoy pero ha ido mutando constantemente.
Así, Mussolini elogiaba la anarquía
hacia 1919, y Hitler luego se proclamaba como “anticapitalista”. En ambos casos
esta fachada de no ser “ni de izquierda ni de derecha” se complementaba con un
discurso aparentemente revolucionario, que diferencia al fascismo de lo que es la
derecha tradicional, meramente reaccionaria o conservadora. En este sentido el
fascismo es a la vez arcaico pero modernista. Por eso es que suele confundir
bastante cuando irrumpe, y así es que logra
cumplir una función que la derecha asumida y presentada como tal no puede
hacer: reponer autoritariamente el orden mediante la violencia de un movimiento
de masas, o como dijera alguna vez el fascista español Ramiro Ledezma,
“derrotar revolucionariamente al marxismo”.
No todos los fascismos que han
seguido apareciendo se remiten fielmente a ese modelo, pero una característica
muy reconocible siempre es una jerga “anti-política” y la proclamación de ser
una “tercera posición”. Todo eso lo cumple a cabalidad el Partido de la Gente, y queda por estudiar más en profundidad sus
distintos grupos internos, ideología y composición de clase. Tampoco resulta un
dato irrelevante el que cuenten en sus filas con Gaspar Rivas, diputado electo
que sigue siendo su vínculo con el Movimiento Social Patriota, grupo
neofascista bastante bien organizado que no se declara de derecha, saludó el
estallido del 18-O (6) y no apoyó la opción Rechazo, pero es fuertemente antimigración, antifeminista,
antiliberal y enemigo absoluto de la autonomía mapuche.
Un hecho positivo es que el
supuesto “tercerposicionismo” del PDG se rompió el día antes de las elecciones
cuando su líder apostó ruidosamente por Kast, y perdió. Hay que estar atentos a
como siguen evolucionando sus pugnas internas.
¿"Al fascismo sabremos vencer”?
Tenemos claro que Boric no era
“comunista”, y en verdad ya ni siquiera el Partido Comunista de Chile lo es, pues
hace mucho tiempo que paso a ser un partido socialdemócrata de izquierdas,
parte esencial del Partido del Orden. La
lucha armada contra la dictadura en los 80
a través del FPMR no cambia esta caracterización, de la cual han
renegado tanto el partido como el presidente electo.
Lo que resulta algo más difícil es
caracterizar qué son Kast y el Partido Republicano. Muchos especialistas
debaten sobre si se trataría de extrema derecha, derecha populista radical, o
una forma de neo o protofascismo (7).
En primer lugar, tal como ha
destacado Sergio Grez, más que una “marea reaccionaria” hay que destacar que lo
que hemos visto durante el 2021 es el reordenamiento de la derecha tradicional
sobre su eje pinochetista, liderado por Kast y su partido.
El pinochetismo es sin duda
autoritario y reaccionario, además de moralmente conservador, pero a pesar de
haber sido apoyado por fascistas no resulta tan claro que además del
“terrorismo de Estado” (que comparte con otros regímenes
autoritarios/reaccionarios no necesariamente fascistas) sea posible definir
como fascismo a esto que Hayek calificó alguna vez de “dictadura liberal”. En
su momento el MIR prefería hablar de “dictaduras gorilas” para designar las
juntas militares latinoamericanas. La fraseología “antifascista” fue levantada
por el PC para así justificar la necesidad de una nueva alianza
“frentepopulista”, incluyendo a la DC y los “militares democráticos”, tal cual
explicó claramente su secretario general Luis Corvalán a fines de los 70.
Porque tal como no existe uno sino
que varios fascismos, existen también diversas formas de antifascismo. Para
empezar, el más usual es el que sostienen los demócratas liberales, que han abusado
del concepto “fascismo” desde hace décadas, para estigmatizar a enemigos tan
diversos como el Islam y cualquier forma de oposición crítica a la democracia
capitalista, incluyendo a todas las posiciones revolucionarias. Si durante la
segunda mitad del siglo XX se metió todo eso dentro del saco del
“totalitarismo”, a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001 los
analistas y políticos gringos rescataron el concepto “fascista” para aplicarlo
contra todos sus enemigos.
La segunda gran variedad de
antifascismo histórico es la de los Frentes Populares: colaboración de clases
entre partidos obreros y burgueses “democráticos”, postergando toda
transformación radical con el pretexto de combatir al fascismo primero. La
fórmula fue probada en Francia, Chile y España, con distintos y desconcertantes
resultados. En España en particular, el Frente Popular se encargó a partir de
julio de 1936 de sepultar primero todas las conquistas revolucionarias,
liquidar a la vanguardia mediante la acción conjunta del estalinismo y el
estado burgués, disolver las milicias y reconstituir el Ejército, para perder definitivamente
la guerra en 1939.
El caso del Frente Popular chileno
desde 1938 es particularmente interesante, pues con la excusa del antifascismo
la izquierda apoyó a Pedro Aguirre Cerda (del Partido Radical) haciendo la
vista gorda respecto del hecho de que había sido Ministro del Interior del
gobierno de Arturo Alessandri durante la Masacre de San Gregorio, ocurrida el
3 y 4 de febrero de 1921 en dicha
oficina salitrera cerca de Antofagasta.
Más sorprendente resulta tener en
cuenta que el fascismo que se pretendía combatir en Chile estaba representado
por el Movimiento Nacional Socialista,
que tras la Matanza del Seguro Obrero, ocurrida justo antes de esas elecciones,
al verse frustrado su intento de golpe de Estado para poner de nuevo al
dictador Ibañez al mando del país, termina dando una voltereta tan grande que
logra con sus votos dar la victoria a Aguirre Cerda. Tras eso los
nacional-socialistas chilenos liderados por Jorge González Von Marées se
incorporaron de facto al Frente Popular, tras cambiarse el nombre a Vanguardia Popular Socialista.
Así y todo, ¡para la historia y
mitología izquierdista tradicional el único traidor de este período fue Gabriel
González Videla!
El “antifascismo” que acabamos de
ver en acción entre la primera y segunda vueltas logró también resultados
sorprendentes: cuando el pueblo votó por Gabriel González Videla en 1946 no
sabía que poco después lo iba a traicionar dictando la “Ley Maldita”. A Gabriel
Boric en cambio se le apoyó sin mayor problema dos años después de haber
traicionado la rebelión popular firmando el Acuerdo del 15N y de haber
impulsado la “ley antibarricadas”. Todo eso parece haber sido perdonado y hasta
resulta de mal gusto y propio de aguafiestas recordarlo ahora, tal como en 1989
a casi nadie la hacía gracia la memoriosa consigna de “no olvidar, Aylwin fue
quien llamó a Pinochet”.
Hay que destacar que a diferencia
de sus votantes, Boric nunca habló de Kast como un fascista. Pero lo más
notable es que pocas horas después de “derrotar al fascismo” el Presidente
electo en su discurso llamó a todos a aportar y colaborar, “también a José
Antonio Kast”. La verdad, no me imagino a los partisanos que derrotaron al
nazi-fascismo hace 70 años con gran costo humano –y no a puros memes- invitando
a fascistas y nazis a colaborar en la reconstrucción de sus países. “No
cuelguen a Mussolini y olvídense de los Juicios de Nuremberg: ellos también tienen
que colaborar porque este nuevo gobierno es de todes”.
Colofón
Hay que oponerse a todas las formas
de reacción. Eso está claro. Pero hay que tener cuidado con activar alertas
antifascistas antes de tiempo, so pena de incurrir finalmente en el cuento de
Pedrito y el lobo.
El antifascismo que nos interesa es
el que es consciente de que el fascismo no se opone a la democracia liberal,
sino que la complementa. Como ha dicho Gilles Dauvé, no existe una alternativa
entre “fascismo y democracia”, pues la dominación capitalista recurre
permanentemente a una mezcla de ambas opciones, enfatizando una u otra según
las necesidades de acumulación y
valorización del capital. Este antifascismo actual, cuyo antecedente de mediano
plazo serían las luchas autónomas de los 80, tiene la potencialidad de ser
diferente a las dos formas previas que he referido. De hecho, quiero creer que
su símbolo -una bandera negra al lado de una bandera roja- expresa su contenido
a la vez anticapitalista y antiautoritario.
Si no asumimos este vínculo y al
fascismo como uno de los subproductos del capitalismo en tiempos de crisis, la
izquierda revolucionaria y el anarquismo estarán condenados a seguir siendo el
vagón de cola de la burguesía progresista y del proyecto de remozamiento
neoliberal que expresa claramente Apruebo Dignidad y sus aliados
neoconcertacionistas.
2.- Ibid. Los destacados son nuestros.
3.- Para un análisis empático del fenómeno ver: https://ficciondelarazon.org/2021/12/10/aldo-bombardiere-castro-memes-por-boric-la-esperanza-transformadora/
4.- Justificando su democratismo en la supuesta flexibilidad de los “principios
anarquistas”. Flexibilidad tan amorfa justificaría hasta la aparición de los
llamados “anarcocapitalistas”, ¿o no?
5.- Consejo: en un control de identidad no es necesario entregar la cédula de
identidad. Basta con cualquier documento oficial.
6.- Esto señalaba la Juventud Social patriota el 19 de octubre de 2019: “Chile
murió con la dictadura pero hoy, renace. Nosotros, el pueblo, somos Chile.
Joven Chileno, toma tu bandera y sal a la calle a reconquistar tu patria, este
es sólo el comienzo de una lucha por todo”. Poco después agregaban llamados a
proteger los negocios de barrio contra “vándalos y anarquistas” (https://twitter.com/jsocialpatriota).
7.- Discrepando de su definición como “extrema derecha”, ver: https://www.pauta.cl/politica/cristobal-rovira-partido-republicano-chile-kast-no-extrema-derecha
Etiquetas: carácter cíclico del capitalismo, democracia/dictadura, reflexión, tercer asalto proletario contra la sociedad de clases