lunes, marzo 07, 2022
Insurrecciones del siglo XXI
-Insurrection, Bourbonese Qualk.
-Insurrection, Hiatus feat. Linton Kwesi Johnson.
INSURRECCIONES DEL SIGLO XXI
Prólogo al libro Ciudades en insurrección, de Katerina Nasioka, publicado en Chile por Ediciones Pensamiento y Batalla, 2022.
“Hay rebelión en imaginar que uno podría rebelarse”
Corría
el año 2009 cuando durante una actividad en el Taller Sol, ubicado entonces en
plena Plaza Brasil, me topé con una edición artesanal y por partes del libro
“La insurrección que viene”.
Hasta
ese momento no sabía casi nada acerca de sus autores (el Comité Invisible, que
publicó el libro en francés en el 2007), pero el título me impactó fuertemente porque
con otrxs compañerxs habíamos estado especulando con que, tal como había
señalado cierto politólogo democristiano cuyo nombre he olvidado, si es verdad que
en Chile las insurrecciones y revueltas -respondidas a veces con golpes de
Estado o “rupturas institucionales”-
ocurrían cada cuarenta años, estaríamos en ese momento bastante cerca de
presenciar otra. La idea nos obsesionaba no poco, y tratábamos de imaginar cómo
podría llegar a desencadenarse algo así, de qué forma se expresaría el
movimiento y qué límites objetivos y subjetivos encontraría.
El
terremoto de febrero de 2010 y los efectos que generó en Concepción (con
saqueos masivos, militares y declaración estado de excepción constitucional)
nos hizo vislumbrar y ponderar algunos de esos factores. Además sumamos a esas
conversaciones el estudio de la insurrección más poderosa y espontánea de que
tuviéramos noticia en esta región: la del 2 de abril de 1957, comenzada unos
días antes en Valparaíso, y extendida como reguero de pólvora negra primero a
Concepción y luego a Santiago, donde la policía fue derrotada en los combates
callejeros y Carlos Ibañez del Campo -dictador filofascista entre 1927-1932 y
luego Presidente de la República entre 1952-1958, gracias al voto socialista- decidió
sacar a los militares a la calle para aplastar definitivamente el movimiento,
asesinando a cerca de cuarenta rebeldes.
Las
insurrecciones, “finalmente vinieron”, como constató el Comité ya referido
siete años después; tanto en Chile como en varias partes del mundo, inaugurando
una larga fase de conflictividad permanente que está muy lejos de haberse
acabado.
De
paso, estas insurrecciones del siglo XXI cambiaron radicalmente nuestra forma
de ver el mundo y las posibilidades de su transformación efectiva mediante una
revolución social.
Esa
novedad no es una cuestión menor para quienes habíamos vivido el gran pantano
de la contra-revolución impuesta en los sucesivos avances que tuvo de 1973 a
1977, 1984 a 1989, y luego de eso el dominio absoluto del Capital en todos los
planos, promocionado en los 90 como “el fin de la historia”, mientras la
ideología hacía un exitoso trabajo de naturalización de ese estado de cosas
empantanando la teoría crítica en el mercado de las identidades
posmodernas.
El
2011 el movimiento estudiantil tomó las calles de Chile, generando una gran
revuelta en agosto, y una agitación que no se calmó del todo en los años
posteriores. Después de eso hubo levantamientos locales en Aysén, Freirina,
Magallanes y Chiloé. La “explosión feminista” tomó calles y campus
universitarios durante el 2018, y desde octubre del 2019 vivimos una de las
insurrecciones más potentes de que se tenga recuerdo, iniciada por estudiantes
de liceos que saltaron los torniquetes del metro y encendieron una chispa que
en pocos días se extendió a todo Chile, partiendo el calendario y la historia en
dos.
En
otras partes del planeta también estallaron y nunca se acabaron las revueltas y
protestas masivas: desde la Primavera árabe del 2010 al 2012, el movimiento de
los indignados en España a Ocuppy Wall Street el 2011, y de ahí a las protestas
más recientes de los “chalecos amarillos” en Francia y las revueltas callejeras
en Hong Kong, Ecuador y Colombia. Son los nombres que me vienen a la mente
ahora, y estamos seguros de que en el mapa de la contestación hay cientos y
miles de luchas que nos recuerdan que la humanidad no se resigna nunca del todo
al programa de aniquilación que el Capital viene implementando desde hace
siglos, sin parar.
El
libro que tienes en las manos se ocupa de dos grandes insurrecciones ocurridas
a fines de la primera década de este siglo. Tanto en Oaxaca (México) desde
diciembre del 2006, como en Atenas (Grecia) durante todo el año 2008, se
vivieron momentos claves de la lucha de clases del siglo XXI.
Pese
a las grandes diferencias entre ambos acontecimientos, situados en una urbe del
“Viejo” continente europeo y el otro en el corazón de Mesoamérica, el “Nuevo”
continente, la significación y profundidad de cada una de estas rupturas
revolucionarias se explicaba dentro de unas mismas condiciones globales,
impuestas desde hace siglos por las necesidades de la acumulación capitalista,
y anticiparon un conjunto de cuestiones prácticas y problemas teóricos que han
sido parte de nuestra actividad antagonista desde entonces.
La
autora, Katerina Nasioka, recorre estos acontecimientos históricos tratando de
desentrañar cómo el “espacio-tiempo de la revuelta” rompe el “contrato
espacial” impuesto a las ciudades, generando su propio contra-espacio
destotalizante, una verdadera topología de la negación.
Estamos
convencidos junto a ella de que debemos
pensar “desde el acontecimiento”, pero sin aislarlo, sin convertirlo en
fetiche.
De
ahí la importancia fundamental que tiene estudiar y señalar la conexión o
confluencia de las distintas luchas en el tiempo y el espacio, pues si por una
parte cada una se sitúa en su propio contexto histórico, es la experiencia y la
síntesis de todas ellas juntas lo que permite apreciar en concreto la
“cambiabilidad” de este mundo, para que la revolución al fin se plantee y se
abra como posibilidad.
Una
interrogante que recorre todo el libro es la de cómo se plantea la noción del sujeto
y de la clase (proletariado) a partir de la práctica que se despliega en estos “estallidos
sociales” actuales, cuya “ira social” se descarga de formas muy deferentes a
las imaginadas y propugnadas por la izquierda obrerista del siglo XX.
También
se refiere a una sensación que en Chile acabamos de conocer muy bien: el
momento en que nos alejamos del espacio-tiempo de la revuelta y la realidad se
vuelve a normalizar, “el horizonte se cierra poco a poco” y “el presente se
vuelve, de nuevo, totalizante”. Sabíamos que las insurrecciones nacen y mueren,
y ahora nos estamos enfrentando a lo que queda después del estallido, y las
dudas y temas que nos deja instalados tanto en los momentos reflexivos como en
las instancias organizativas.
Furio
Jesi en “Spartakus” decía que sólo en el instante de la revuelta sentimos verdaderamente
a la ciudad como propia: “propia, por
ser del yo y al mismo tiempo de lxs “otrxs”; propia, por ser el campo de una
batalla elegida y que la comunidad ha elegido; propia, por ser el espacio
circunscripto en el cual el tiempo histórico está suspendido y en el cual cada
acto vale por sí solo, en sus consecuencias absolutamente inmediatas”.
Por
eso, aprender colectivamente sobre las distintas revueltas y revoluciones de la
historia nos enseña acerca de la manera en que en otros lugares y tiempos,
otrxs humanxs como nosotrxs pudieron romper con la pesadilla de la realidad
impuesta, apropiándose de sus vidas, suspendiendo el tiempo lineal, homogéneo y
vacío, e interrumpiendo en las calles los flujos de circulación de mercancías y
el continuo eterno de la dominación, buscando en definitiva “otras ciudades para otras vidas”.
Etiquetas: calles para la insurrección, revolución social, tercer asalto proletario contra la sociedad de clases