Free your mind and your ass will follow, editado el 1 de julio de 1970.
“La leyenda dice que George Clinton quería ver qué pasaría si
Funkadelic grababa rápidamente un álbum completo bajo la influencia del LSD. La
historia puede o no ser apócrifa, pero los resultados, editados inmediatamente
después de su debut, de seguro le prestaron crédito al cuento. Free your mind
va lejos, muy muy muy lejos. Lleva al auditor a un viaje salvaje que es al
mismo tiempo muy exploratorio e intensamente funky. Eddie Hazel, recogiendo la
antorcha de su héroe Jimi Hendrix, despliega el más abrasador rock de guitarras
de la historia entrelazándolo con el funk psicodélico siempre en evolución del
grupo. La historia nos dice que la gente encontró estos resultados algo
confusos -pero es claro que no estaban preparados. Atiende al llamado del tema
que le da el título al disco e inicia tu viaje”.
LA INSURRECCIÓN KAZAJA
(El texto original fue publicado de manera anónima en el sitio
web de Ill Will el
23 de febrero de 2022. Publicado en español por Artillería Inmanente).
En presencia de trabajadores armados,
los obstáculos, las resistencias y las imposibilidades desaparecerán.
Blanqui
En el pasado, las insurrecciones han conseguido derrotar al
Estado, y no sólo a un gobierno en particular. La insurrección es algo más que
una oleada de disturbios, protestas militantes, bloqueos, ocupaciones, etc. Es
la apertura de una ruptura, la búsqueda de ese punto tras el cual no es posible
volver atrás. Si las revoluciones de nuestro tiempo no han derrotado al Estado,
argumentamos que esto se debe a que no ha habido insurrecciones: ha habido
levantamientos no violentos, disturbios, luchas armadas y guerras civiles, pero
todavía no insurrecciones.
En los próximos años, es probable que veamos experimentos en
el arte de la insurrección a medida que una nueva generación de revolucionarios
intente superar los obstáculos e impasses a los que se enfrentaron los
levantamientos de 2011 y 2019. Kazajistán, un país con el que muchos
estadounidenses sólo están familiarizados debido a la franquicia
cinematográfica de Borat, puede ofrecer un primer vistazo a este futuro. Los
recientes acontecimientos en Kazajistán son lo más cerca que ha estado un
levantamiento de una insurrección a gran escala, desde el comienzo de una
oleada global de luchas a finales del 2018. Esto nos permite imaginar cómo
podrían haber sido los movimientos recientes, como la revuelta de George Floyd,
si hubieran llegado más lejos. El curso de los acontecimientos en Kazajistán
sugiere una posible ruta para navegar por las trampas que hasta ahora han hecho
naufragar las revoluciones contemporáneas. Al proporcionar la visión más clara
de la forma de la insurrección que viene, el levantamiento nos permite
cuestionar los límites que un proceso insurreccional en la actualidad podría
enfrentar.
La vacuna antidisturbios
El día de año nuevo de 2022, el gobierno de Kazajistán puso
fin a los topes de precios del combustible, lo que provocó que el coste se
duplicara prácticamente de la noche a la mañana. Las protestas estallaron al
día siguiente en el oeste de Kazajistán, la región productora de combustible.
Significativamente, las primeras manifestaciones se produjeron en Janaozén, una
ciudad cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de la violenta represión a una
huelga de trabajadores del petróleo en 2011, que dio lugar a una oleada de
disturbios que se extendieron por toda la región.
Este año, a medida que el levantamiento se extendía por todo
el país, adoptó un carácter más general, recogiendo nuevas demandas por el
camino. Cuando las manifestaciones llegaron a Almatý, la antigua capital y la
ciudad más grande, habían empezado a reflejar un descontento social más
general, aprovechando la frustración generalizada por la desigualdad, la
pobreza y la corrupción. Los manifestantes pedían ahora la destitución del ex
presidente Nursultán Nazarbáyev como jefe del Consejo de Seguridad. Nazarbáyev
había sido presidente durante casi treinta años y se creía que seguía
gobernando el país entre bambalinas.
Hasta ahora, estos acontecimientos siguen un patrón familiar.
Los levantamientos que sacudieron Francia y Sudán a finales de 2018 comenzaron
cada uno en regiones provinciales como protestas contra el aumento del coste de
la vida. Lo mismo ocurrió con la revolución en Túnez que comenzó a finales de
2010, dando inicio a la Primavera Árabe. Las protestas francesas fueron
inicialmente una respuesta a un impuesto sobre la gasolina. En Sudán, fueron
catalizadas por el fin de los subsidios gubernamentales a los productos
básicos, como el combustible y el trigo. Las protestas en Sudán también
comenzaron en una ciudad industrial famosa por su historia de organización de
la clase trabajadora y su represión. En cada país, las protestas fueron
adquiriendo más demandas a medida que se extendían. A medida que la fuerza del
movimiento crece, su imaginación de lo que es posible tiende a crecer también.
La capital se convirtió cada vez en el centro de gravedad del movimiento, que
ahora tenía poco que ver con la demanda original.
En Almatý, las cosas empezaron a acelerarse rápidamente. Las
protestas comenzaron el 4 de enero. El 5 de enero se intensificaron hasta
convertirse en un levantamiento armado, con el objetivo no sólo de reformar la
política, sino de derrocar al gobierno. Se asaltaron las sedes de la policía,
las comisarías y los canales de televisión. El ayuntamiento y otros edificios
gubernamentales fueron quemados hasta los cimientos. También se incendiaron la
antigua residencia presidencial y la sede regional del partido gobernante Nur
Otan. A continuación, las multitudes asaltaron el aeropuerto y lo cerraron. La
policía y las fuerzas de seguridad se rindieron ante la multitud y fueron
desarmadas. Los coches patrulla fueron incendiados. Los saqueos se extendieron
por toda la ciudad. Empezaron a circular vídeos de insurrectos distribuyendo rifles
saqueados de las tiendas de armas entre la multitud. Según todos los indicios,
esa noche el poder estaba en manos de los insurrectos.
Algunos observadores casuales se sorprendieron por la rápida
destrucción de Almatý. Pero, como nos recuerda Vaneigem, «la barbarie de los
disturbios, de los incendios provocados, el salvajismo del pueblo, todos los
excesos… son exactamente la vacuna de los disturbios contra la fría atrocidad
de las fuerzas de la ley, el orden y la opresión jerárquica».
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