viernes, abril 01, 2022

Funkadelic: Libera tu mente/La insurrección kazaja (anónimo)

 


Free your mind and your ass will follow, editado el 1 de julio de 1970.


“La leyenda dice que George Clinton quería ver qué pasaría si Funkadelic grababa rápidamente un álbum completo bajo la influencia del LSD. La historia puede o no ser apócrifa, pero los resultados, editados inmediatamente después de su debut, de seguro le prestaron crédito al cuento. Free your mind va lejos, muy muy muy lejos. Lleva al auditor a un viaje salvaje que es al mismo tiempo muy exploratorio e intensamente funky. Eddie Hazel, recogiendo la antorcha de su héroe Jimi Hendrix, despliega el más abrasador rock de guitarras de la historia entrelazándolo con el funk psicodélico siempre en evolución del grupo. La historia nos dice que la gente encontró estos resultados algo confusos -pero es claro que no estaban preparados. Atiende al llamado del tema que le da el título al disco e inicia tu viaje”.



 

LA INSURRECCIÓN KAZAJA

(El texto original fue publicado de manera anónima en el sitio web de Ill Will el 23 de febrero de 2022. Publicado en español por Artillería Inmanente).

 

En presencia de trabajadores armados, los obstáculos, las resistencias y las imposibilidades desaparecerán.

Blanqui

 La teoría del Estado es el arrecife en el que han naufragado las revoluciones de nuestro siglo. Durante las revoluciones de la Primavera Árabe, el pueblo provocó la caída del régimen, pero las instituciones del Estado permanecieron intactas. En otros lugares, las revoluciones se agotaron en prolongadas guerras civiles. En todos los lugares en los que el antiguo régimen ha parecido ser derribado, ha encontrado nuevas fuentes de fuerza y se ha levantado de nuevo. ¿Cómo sería romper finalmente con este ciclo?

En el pasado, las insurrecciones han conseguido derrotar al Estado, y no sólo a un gobierno en particular. La insurrección es algo más que una oleada de disturbios, protestas militantes, bloqueos, ocupaciones, etc. Es la apertura de una ruptura, la búsqueda de ese punto tras el cual no es posible volver atrás. Si las revoluciones de nuestro tiempo no han derrotado al Estado, argumentamos que esto se debe a que no ha habido insurrecciones: ha habido levantamientos no violentos, disturbios, luchas armadas y guerras civiles, pero todavía no insurrecciones.

En los próximos años, es probable que veamos experimentos en el arte de la insurrección a medida que una nueva generación de revolucionarios intente superar los obstáculos e impasses a los que se enfrentaron los levantamientos de 2011 y 2019. Kazajistán, un país con el que muchos estadounidenses sólo están familiarizados debido a la franquicia cinematográfica de Borat, puede ofrecer un primer vistazo a este futuro. Los recientes acontecimientos en Kazajistán son lo más cerca que ha estado un levantamiento de una insurrección a gran escala, desde el comienzo de una oleada global de luchas a finales del 2018. Esto nos permite imaginar cómo podrían haber sido los movimientos recientes, como la revuelta de George Floyd, si hubieran llegado más lejos. El curso de los acontecimientos en Kazajistán sugiere una posible ruta para navegar por las trampas que hasta ahora han hecho naufragar las revoluciones contemporáneas. Al proporcionar la visión más clara de la forma de la insurrección que viene, el levantamiento nos permite cuestionar los límites que un proceso insurreccional en la actualidad podría enfrentar.

La vacuna antidisturbios

El día de año nuevo de 2022, el gobierno de Kazajistán puso fin a los topes de precios del combustible, lo que provocó que el coste se duplicara prácticamente de la noche a la mañana. Las protestas estallaron al día siguiente en el oeste de Kazajistán, la región productora de combustible. Significativamente, las primeras manifestaciones se produjeron en Janaozén, una ciudad cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de la violenta represión a una huelga de trabajadores del petróleo en 2011, que dio lugar a una oleada de disturbios que se extendieron por toda la región.

Este año, a medida que el levantamiento se extendía por todo el país, adoptó un carácter más general, recogiendo nuevas demandas por el camino. Cuando las manifestaciones llegaron a Almatý, la antigua capital y la ciudad más grande, habían empezado a reflejar un descontento social más general, aprovechando la frustración generalizada por la desigualdad, la pobreza y la corrupción. Los manifestantes pedían ahora la destitución del ex presidente Nursultán Nazarbáyev como jefe del Consejo de Seguridad. Nazarbáyev había sido presidente durante casi treinta años y se creía que seguía gobernando el país entre bambalinas.

Hasta ahora, estos acontecimientos siguen un patrón familiar. Los levantamientos que sacudieron Francia y Sudán a finales de 2018 comenzaron cada uno en regiones provinciales como protestas contra el aumento del coste de la vida. Lo mismo ocurrió con la revolución en Túnez que comenzó a finales de 2010, dando inicio a la Primavera Árabe. Las protestas francesas fueron inicialmente una respuesta a un impuesto sobre la gasolina. En Sudán, fueron catalizadas por el fin de los subsidios gubernamentales a los productos básicos, como el combustible y el trigo. Las protestas en Sudán también comenzaron en una ciudad industrial famosa por su historia de organización de la clase trabajadora y su represión. En cada país, las protestas fueron adquiriendo más demandas a medida que se extendían. A medida que la fuerza del movimiento crece, su imaginación de lo que es posible tiende a crecer también. La capital se convirtió cada vez en el centro de gravedad del movimiento, que ahora tenía poco que ver con la demanda original.

En Almatý, las cosas empezaron a acelerarse rápidamente. Las protestas comenzaron el 4 de enero. El 5 de enero se intensificaron hasta convertirse en un levantamiento armado, con el objetivo no sólo de reformar la política, sino de derrocar al gobierno. Se asaltaron las sedes de la policía, las comisarías y los canales de televisión. El ayuntamiento y otros edificios gubernamentales fueron quemados hasta los cimientos. También se incendiaron la antigua residencia presidencial y la sede regional del partido gobernante Nur Otan. A continuación, las multitudes asaltaron el aeropuerto y lo cerraron. La policía y las fuerzas de seguridad se rindieron ante la multitud y fueron desarmadas. Los coches patrulla fueron incendiados. Los saqueos se extendieron por toda la ciudad. Empezaron a circular vídeos de insurrectos distribuyendo rifles saqueados de las tiendas de armas entre la multitud. Según todos los indicios, esa noche el poder estaba en manos de los insurrectos.

Algunos observadores casuales se sorprendieron por la rápida destrucción de Almatý. Pero, como nos recuerda Vaneigem, «la barbarie de los disturbios, de los incendios provocados, el salvajismo del pueblo, todos los excesos… son exactamente la vacuna de los disturbios contra la fría atrocidad de las fuerzas de la ley, el orden y la opresión jerárquica».

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