martes, julio 04, 2023
Revuelta en Francia contra el gatillo fácil de la policía
Poca info sobre Francia, pero algo encontré en Viento Sur.
De ahí tomo este texto, para entender la realidad de la brutalidad policial en dicho país, fortalecida por una Ley de mierda de 2017, muy similar a la Ley Naín-Retamal en Chile.
Detrás de la muerte de Nahel, la institución policial
Paul Rocher
Un nuevo caso de violencia policial mortal ha sacudido el
país. En tales situaciones, las autoridades suelen preferir rebatir la
veracidad de los hechos. Esta vez, un vídeo que mostraba las circunstancias de
la muerte de Nahel y el revuelo que causó no pudieron ser ignorados. Se erigió
una nueva barrera para proteger a la policía de las críticas: el acto violento
en cuestión podía explicarse por una falta individual del policía que efectuó
el disparo y de su colega.
Voces más críticas apuntan como causas fundamentales a un
cambio en la ley que regula el uso de las armas de fuego y a la falta de
formación de la policía. Como explica aquí Paul Rocher, autor del libro Que
fait la police? (publicado por La Fabrique), el debate actual no capta
las causas subyacentes de la violencia policial y del racismo que se encuentran
en el corazón mismo del cuerpo de policía [Contretemps]
***
Cuando la ley pone en peligro a la población
La muerte de Nahel
reabre trágicamente el debate sobre las personas asesinadas por agentes de
policía en el contexto de lo que la narrativa policial presenta como una
negativa a respetar la orden de la policía. Recopilando datos del Ministerio
del Interior, un equipo de periodistas de Bastamag pudo demostrar que "los agentes de
policía han matado cuatro veces más personas por negarse a obedecer órdenes en
cinco años que en los veinte anteriores".
Por tanto, parece oportuno preguntarse por qué se ha
producido este impresionante y relativamente reciente aumento de los tiroteos.
Hace aproximadamente 5 años, en marzo de 2017, una nueva ley sobre seguridad
interior flexibilizó el uso de las armas por parte de los agentes de policía.
El texto autoriza a los agentes de policía y a los gendarmes a utilizar sus
armas si no consiguen inmovilizar un vehículo "cuyos conductores no acaten
la orden de detenerse y cuyos ocupantes puedan perpetrar, en su huida, un
atentado contra su vida o su integridad física o la de otras personas".
La redacción de esta ley es notoriamente vaga: ¿cómo puede un
agente de policía conocer razonablemente las intenciones de un conductor? Y es
en esta vaguedad donde radica el problema. Un equipo de investigadores ha
estudiado los efectos de esta ley de contornos difusos. Como resume uno de los
coautores del estudio, "la ley que autoriza a los policías a disparar más
a menudo da lugar a que... disparen más a menudo, y el número de homicidios
policiales (media mensual) aumenta masivamente". Una ley de seguridad
interior que reduce la seguridad pública sería casi cómica si no tuviera
consecuencias dramáticas.
El elefante en la habitación: el racismo institucional
Al centrarse en el
aumento de los tiroteos policiales tras un cambio en la ley, se corre el riesgo
de pasar discretamente por alto un aspecto crucial de la muerte de Nahel y de
tantas otras. Centrarse en los tiroteos -por importante que sea- tiende a
situar el debate en un terreno a priori ciego ante la dimensión racial de la
violencia policial. Sin embargo, las víctimas de los tiroteos no suelen ser
blancas. Ante este hecho, el debate sobre la negativa a obedecer las órdenes de
la policía es necesariamente un debate sobre el racismo policial, cuya
existencia ha quedado sólidamente demostrada. En 2009, un estudio puso de
relieve y cuantificó lo que los habitantes de los suburbios sabían desde hacía
mucho tiempo:
"Dependiendo quien lo observaba, los negros tenían entre
3,3 y 11,5 veces más probabilidades que los blancos de ser controlados por la
policía" y los árabes "tenían entre 1,8 y 14,8 veces más
probabilidades que los blancos”.
La elaboración de perfiles raciales es una realidad. Diez
años después, las conclusiones son las mismas. En 2019, el Defensor del Pueblo
francés puso de manifiesto la existencia de "una discriminación sistémica
que se traduce en la sobrerrepresentación de determinadas poblaciones
inmigrantes y en prácticas despectivas en la realización de controles de
identidad por parte de la policía". Estas prácticas sistémicas están tan
arraigadas en el funcionamiento cotidiano de la institución que los agentes de
policía no son necesariamente conscientes de ello.
Para comprender con claridad el alcance del racismo
institucional, resulta instructivo el trabajo que el gran sociólogo británico
Stuart Hall escribió específicamente para entender las revueltas en los barrios
obreros británicos tras la intervención policial:
"En primer lugar, el racismo institucional no necesita
individuos abiertamente racistas: el racismo se considera el resultado de un
proceso social. [En segundo lugar, las normas de comportamiento racista] se
llevan dentro de la cultura profesional de una organización y se transmiten de
manera informal e implícita a través de su rutina, de sus prácticas cotidianas
como parte indestructible del habitus institucional. El
racismo de este tipo se convierte en rutina, en un hábito que se da por
sentado. Es mucho más eficaz en las prácticas de socialización de los agentes
de policía que la formación y los reglamentos formales. (...) Impide la
existencia de una reflexividad profesional. Lejos de considerarse excepcional,
este tipo de racismo involuntario se está convirtiendo en
parte integrante de la definición misma del trabajo policial normal".
En otras palabras, la definición de una buena labor policial
comúnmente aceptada por la institución implica actuar partiendo del supuesto de
que una persona no blanca es sospechosa.
La existencia de esta actitud se ve confirmada por una serie
de estudios sobre el caso francés que abarcan varias décadas. En 2017, el
trabajo del sociólogo Christian Mouhanna llegó a una conclusión muy similar a
la de su colega René Lévy en 1987, quien afirmaba que las categorizaciones
raciales "constituyen, por así decirlo, las herramientas del oficio y
forman parte de ese conjunto de conocimientos prácticos que constituyen el
trasfondo, el punto de referencia del trabajo policial". Esta literatura
también muestra que "la sospecha policial actúa como una profecía
autocumplida, es decir, ayuda a producir lo que se espera y, por tanto,
confirma a los agentes de policía en su creencia en la relevancia de estas
categorías".
El poder de categorizar a la población, que la investigación
pone de relieve, configura a su vez el uso de la fuerza. La policía es el único
cuerpo al que se le reconoce la capacidad de determinar lo que se entiende por
orden público y su opuesto, el desorden, justificando el uso de métodos
coercitivos: el uso de un arma letal o no letal, o
la movilización de otras prácticas de inmovilización. El sociólogo
Ralph Jessen señala que el criterio primordial para la intervención de un
agente de policía es su evaluación de una situación; por tanto, las leyes y las
normas sólo tienen una importancia secundaria, y las fuerzas del orden a menudo
sólo tienen un conocimiento parcial de ellas.
A estas alturas, el alcance de la ley de 2017 está cada vez
más claro. Al ampliar el ámbito del uso de las armas en función del juicio
individual del agente de policía, inmerso él mismo en un entorno profesional
impregnado de prejuicios racistas, esta ley expone especialmente a la parte no
blanca de la población. Pero también está claro que el debate no puede
centrarse únicamente en el uso de las armas de fuego, ya que la violencia
policial no se limita a ellas.
Otra serie de estadísticas recopiladas por los periodistas
de Bastamag muestra que de las 676 personas muertas como consecuencia
de la acción policial entre 1977 y 2019, sólo el 60% fueron tiroteadas. Es más,
la magnitud de la violencia policial va mucho más allá del caso más extremo de
violencia mortal.
Una institución que transforma a los agentes
Aunque el racismo
institucional es un hecho bien establecido en la investigación científica, si
queremos comprender plenamente la violencia policial, debemos tener en cuenta
otro rasgo específico de la policía, a saber, que se caracteriza por un
extraordinario grado de aislamiento del mundo exterior y un formidable grado de
cohesión interna. Desentrañemos este argumento en dos etapas.
En primer lugar, resulta que la mayoría de las personas que
deciden convertirse en policías se caracterizan por una concepción puramente
represiva de la profesión[8]. Así pues, la policía no atrae a una
muestra representativa de la sociedad, sino a personas que destacan por su
gusto por los medios autoritarios. Tras esta etapa inicial de autoselección,
los policías son aislados aún más de la sociedad por la propia institución.
Para comprenderlo, resulta útil estudiar la socialización profesional. Se trata
de un doble proceso durante el cual el candidato adquiere las competencias
técnicas y los conocimientos de la profesión, por un lado, y absorbe la visión
de la sociedad que prevalece en el seno de la institución a la que se
compromete, por otro.
Para aclarar la visión que prevalece en el seno de la
institución policial, podemos utilizar los términos de un artículo científico
según el cual los policías se ven a sí mismos como si vivieran en una
"ciudadela sitiada", que une al grupo. En otras palabras, los
policías se sienten asediados por el resto de la sociedad. La formación de un
espíritu de cuerpo se consigue por tanto mediante la construcción de un
enemigo, y este proceso fomenta a su vez "un comportamiento excesivamente
violento que sobrepasa los límites de la violencia legítima". Aunque el
cuerpo de policía atrae a perfiles muy específicos, es sobre todo la
institución policial, durante la socialización profesional, la que genera
agentes muy unidos internamente y desconfiados, o incluso hostiles, hacia la
sociedad.
Una vez sacado a la luz el funcionamiento interno de la
institución policial, el argumento de que la violencia policial puede
explicarse por una formación inadecuada, un periodo de formación demasiado
corto y la reducción del umbral de elegibilidad de los aspirantes a la
profesión policial pierde casi toda su fuerza. Aunque estos factores puedan
desempeñar un papel marginal, el problema no reside principalmente en quienes
acceden a la institución, sino en una institución que transforma a los agentes
que trabajan en ella; un efecto que, como señala Hall, priva a la institución
de toda capacidad autorreflexiva.
Pensar en la institución policial también permite, sin diluir
la especificidad del racismo policial, comprender que el aumento de la violencia
contra el movimiento obrero y el movimiento ecologista en la primavera de 2023
no procedió exclusivamente de quienes daban las órdenes al gobierno, sino del
propio aparato policial. Más aún si se tiene en cuenta la expansión sin
precedentes de las fuerzas policiales en los últimos 30 años.
En Que fait la police? demostramos que, en
contra del mito generalizado de que la policía, como el resto de la función
pública, ha sufrido la austeridad, de hecho, ha experimentado un aumento de
recursos sin precedentes durante este periodo: +35% (muy superior al aumento de
los recursos asignados a la educación durante el mismo periodo: 18%). El número
de policías ha aumentado en proporciones similares. La última ley de
programación del Ministerio del Interior, aprobada a finales de 2022, prevé ir
aún más lejos, asignando casi 15.000 millones suplementarios en los próximos
cinco años.
Esta evolución indica que la policía está materialmente en
condiciones de ejercer un control sin precedentes sobre la sociedad. Entre
otras cosas, esto se refleja en un contacto más regular con la población, lo
que supone una oportunidad para que queden al descubierto los prejuicios que
caracterizan a la institución.
Esto ayuda a explicar por qué los levantamientos que
siguieron a la muerte de Nahel no se limitaron a Nanterre. También explica por
qué una investigación sobre el autor de los disparos y su cómplice no podrá
erradicar la rabia por la discriminación que se vive a diario en la región
desde hace muchos, muchos años, y el dolor de tantas personas, casi
exclusivamente negras o árabes, que han sufrido la violencia o incluso han
perdido a un ser querido.
Paul Rocher es economista y autor de Que fait la police? et
comment s'en faire sans (La Fabrique, 2022) y Gazer, mutiler,
soumettre - Politique de l'arme non létale (La Fabrique, 2020).
30/06/2023
https://www.contretemps.eu/mort-nahel-nanterre-police-racisme-quartiers-repression/
Traducción: viento sur
Etiquetas: bellezas de la mierda de estado burgues policiaco, Francia, revuelta permanente