Umberto Eco y el ur-fascismo (o “fascismo eterno”)
Con la intención positiva de estar
alertas frente a un posible resurgimiento del fascismo, algunos intelectuales
como Umberto Eco han llegado a hablar de un ur-fascismo
o “fascismo eterno” (1), que siempre “puede volver de nuevo bajo las
vestiduras más inocentes” y por eso “nuestro deber es desenmascararlo y señalar
con el dedo cada una de sus nuevas formas –cada día, en cada rincón del
mundo-”.
Emilio Gentile ha reaccionado con
fuerza en contra de esta interpretación, que para él tendría el notorio y muy adverso
efecto de otorgarle al fascismo el don de la inmortalidad, a diferencia de
cualquier otra posición o ideología política. En efecto, a nadie se le
ocurriría hablar de un liberalismo, un trotskismo, socialcristianismo o
anarcosindicalismo eternos, pero gracias a la afirmación de Eco cualquier
neofascista podría sentirse orgulloso de unirse a la única expresión política
que existiría desde siempre, trascendiendo a todos los acontecimientos, modas
sociopolíticas y demás vaivenes de la historia. El “fascismo eterno” sería no
sólo un “enemigo poderoso” sino que más bien absolutamente invencible, que
existe desde y para siempre, profundamente enraizado en la naturaleza humana.
De todos modos, a pesar de las
críticas a la “eternidad” del fascismo, cabe destacar que incluso Enzo
Traverso, partidario en general de un uso acotado del concepto, afirmó en el
2019 que “el posfascismo está creciendo en todas partes y no sabemos el
desenlace de su proliferación”, y que “podría mantenerse en el marco de la
democracia liberal, pero también podría experimentar una nueva radicalización,
especialmente en el caso de un colapso de la Unión Europea, que es uno de sus
objetivos”. Las premisas de ambos desarrollos ya existen, así que de producirse
la segunda opción “nos veríamos compelidos a reconocer que el fascismo no fue
un paréntesis del siglo XX”, pasando así a ser un “concepto transhistórico”
(2).
Por de pronto, Traverso reitera a
propósito del actual ascenso de las “derechas radicales” en varios países que
“el concepto de fascismo parece a la vez inapropiado e indispensable para
comprender esta nueva realidad”, y esa es la razón por la que “el concepto de
posfascismo se corresponde con este paso transicional” (3).
Leyendo el texto de Eco -que
contiene recoge su intervención en la Universidad Columbia en abril de 1995, conmemorando
el cincuentenario de la “liberación” de Europa-, tengo la impresión de que la
crítica de Gentile es algo excesiva, pues más que sostener la “eternidad” del
fenómeno fascista lo que el autor intenta hacer es identificar algunos
“arquetipos” que nos sirvan como indicadores o señales de la presencia de
alguna forma de fascismo. Dentro de ellos señala el vínculo entre culto a la tradición
y sincretismo ideológico, e identifica en su rechazo de la modernidad (aunque
no necesariamente de la técnica) el elemento que le permite al fascismo
camuflarse de anticapitalista, en base a una supuesta crítica radical del modo
de vida capitalista, que constituye en realidad una reacción anti-ilustrada e
irracionalista, en contra del espíritu de 1789, descalificado como el origen
del “liberalismo”.
Otro rasgo que activaría la alerta
de Eco -y que se encuentran muy presente en la alt-right norteamericana y otras formas de nueva extrema derecha en
Chile y el mundo, incluyendo al Partido Republicano de Kast y toda la
autodenominada “fachósfera” que pulula a su alrededor-, es la obsesión por el
complot, sobre todo si este alcanza una dimensión internacional.
A esto debemos agregar algo que Eco
en 1995 no podía aún imaginar: la difusión de diversas “teorías conspirativas”
a través de las redes sociales, logrando intoxicarlas de fake news, creando trending
topics, y dando desde internet la “batalla cultural” contra el globalismo
marxista y/o liberal. Las versiones más conocidas de estas teorías del complot
han sido QAnon en Estados Unidos, y la de la “revolución molecular
disipada” dada a conocer desde Chile por Alexis López Tapia (4) y
divulgándola incluso entre las fuerzas armadas de Colombia justo antes del
estallido social ocurrido en ese país desde abril del 2021.
López Tapia tuvo un enorme minuto de
fama luego de la insurrección colombiana, puesto que no sólo suministró
argumentos a los represores para no dudar en aplastarla implacablemente, sino
que su teoría fue referida en un polémico tuit por el ex presidente Álvaro
Uribe. En brevísimos cinco puntos el derechista Uribe resumía la situación y terminaba
señalando: “Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y
copa”, y pedía fortalecer a las Fuerzas Armadas cuando ya habían asesinado a
más de 24 manifestantes. Gracias a la visibilidad así adquirida muchos
analistas dentro y fuera de Chile se volcaron a analizar la particular lectura
del concepto de “revolución molecular” de Félix Guattari, y la adaptación con
el agregado “disipada” que realiza López.
Hay que señalar que en Chile el ex
Ministro Mañalich ya había revelado a mediados del 2020 que estaba leyendo a
Guattari para entender el estallido social y el control de la pandemia (5).
Desde Europa Franco Berardi, que conoció bien a Guattari y su obra, destruyó de
manera fulminante la versión de Uribe y de López (a quien trata de “pobre
diablo”):
“La revolución molecular no tiene
absolutamente nada que ver con una táctica de combate. Esto no quiere decir que
Félix Guattari estuviera desinteresado del combate y la táctica, pero el
concepto de revolución molecular se refiere justamente a lo contrario de la
táctica. Cuando se habla de revolución molecular, se habla, de hecho, de un
proceso que no puede estar dirigido ni programado, ya que no es un efecto de la
voluntad racional, sino justamente una expresión del Inconsciente, del deseo
que no tiene nada que ver con las formas políticas establecidas ni con la
astucia de algún marxista oculto en algún sitio en el bosque” (6).
Posteriormente se supo que la teoría
de López gozó también de mucha popularidad en la Inteligencia de Carabineros.
Un reportaje de Victor Herrero en Interferencia señala que a fines del 2019
Luigi Lopresti, jefe de la DIPOLCAR, “insistía en que la explicación de todo lo
que estaba ocurriendo en las calles y plazas del país encontraba una respuesta
coherente en una teoría del neonazi chileno Alexis López Tapia”, y que “durante
varias semanas de fines de 2019 e inicios de 2020, Lopresti ordenó poner las
cerca de 15 láminas del PPT que resumía la teoría de López en una pared de las
oficinas de la Dipolcar” (7). El documento en cuestión, titulado “Crónica del
octubre rojo” vino a conocerse recién a fines de septiembre de 2022, cuando los
hacktivistas de Guacamaya liberaron miles de documentos y correos electrónicos
del Estado Mayor Conjunto de la Defensa de Chile. Adjunto a un correo cuyo
mensaje decía “Perro imprime esto para el teniente porfa” (sic) se encuentra un
texto de 36 páginas firmado por López el 8 de noviembre de 2019, anunciando una
segunda parte en desarrollo. Lo más llamativo es que además de una cronología
de los hechos que llevaron “de la evasión a la insurrección” se interpolan
análisis que atribuyen la responsabilidad de estos hechos al filósofo francés
Gilles Deleuze (fallecido en 1995), el grupo Tiqqun/Comité Invisible, algunos
chavistas venezolanos, el anarquismo insurreccionalista y los ecoextremistas.
La Revolución Molecular Disipada sería un “modelo insurreccional” que avanza a
través de las fases de Escalamiento, Copamiento y Saturación. Los grafitis en
las paredes son en realidad “órdenes de combate” para una “acción
revolucionaria horizontal”, y para estos estrategas “es imprescindible que
ocurran violaciones a los DDHH”, las que deben ser alegadas para debilitar la
“autoridad moral del Estado para imponer el orden” e inhibir el “pleno uso de
sus capacidades materiales” por parte de las fuerzas de orden y seguridad” (8).
Esta “teoría” es bastante práctica y revela una vez más la profunda simbiosis
entre fascistas y aparatos represivos: en Colombia estos últimos no se
“inhibieron”, resultando más de 42 civiles muertos (9).
NOTAS al
pie:
1.- Aunque la expresión “ur” designa, más que
la eternidad, el estado original o primitivo de un fenómeno u objeto.
2.- Enzo Traverso, “Postfascismo. Fascismo como
concepto transhistórico”. Viento Sur, 3 de diciembre de 2019.
3.- Ibid.
4.- Que ya
no se define como nacional-socialista sino que como socialista-nacional,
lo cual es equivalente de a que uno diga que no es anarcocomunista sino
que comunista anárquico. Cabe destacar que hacia 1993 Hans Magnus
Enzensberger había hablado de la “guerra civil molecular” como un nuevo tipo de
conflicto que empezaría a darse en las metrópolis.
5.- Así,
fuera de los papers científicos, por estos días el doctor busca respuestas en
el libro La revolución molecular, del fallecido filósofo y psicoanalista
francés Félix Guattari. Allí, en los 70, por primera vez se plantea que las
revoluciones venideras no serán con líderes a la cabeza, o en dos bandos como
se planteó la Guerra Fría, sino que, desde las bases, distintos colectivos, y a
raíz del malestar cotidiano. Quizás, allí -sostiene Mañalich- pudiera estar una
de las claves para el éxito del manejo de la pandemia”. En: https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/manalich-sus-dias-mas-grises-en-la-pandemia/2CWTM4K2BBDRRHJDUG2NLI7DSU/
6.- Franco
Berardi, ¡VIVA LA REVUELTA ANTI-FINA(N)ZISTA DE LXS COLOMBIANXS! Pero
esto no tiene mucho que ver con la revolución molecular. Lobo Suelto, 16 de
mayo de 2021.
8.- Alexis
López Tapia, Crónica del octubre rojo, 2019.
9.-https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Fallecidos_durante_las_protestas_en_Colombia_de_2021
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