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lunes, noviembre 30, 2009

Algunas cuestiones sobre el concepto de espectáculo y su utilidad para una crítica practica efectiva en el presente 


por hommodolars/comunismo difuso

En la presente etapa histórica donde el capital ha roto sus límites antes regidos por el Estado, absorbiendo la totalidad de las actividades humanas para su utilidad, urge conceptualizar estas transformaciones de un modo adecuado a razón de comprender sus mecanismos de explotación, los dominios que arrastra y la ideología que expande. Pero con esto no nos referimos a "inventar" formas de comprender el presente momento, sino más bien prestar atención a conceptos que no son mas que el desarrollo de categorías básicas del capitalismo expuestas por teóricos desde su comienzo, y que corresponden a categorías que expresan los componentes que hacen posible la sociedad de la mercancía.

En este contexto es que el concepto de "espectáculo" resulta sumamente útil para adoptar una posición realmente crítica ante lo existente. También nos llama a la urgencia de romper con las organizaciones y seudo comprensiones "anticapitalistas" que siguen viendo hoy el capital en su estado de hace 30 años, produciendo ideas que mas que ayudar simplemente ocultan (quizás conciente o inconcientemente) elementos vitales que hacen posible hoy la existencia del sistema actual. Ya sea por querer ganar adeptos o "simplificar" el trabajo de "concientizacion" que muchos llevan a cabo, se ignora teorizaciones que dan cuenta de la autonomización del capital en su grado máximo y vuelto comunidad. No nos interesa aquí seducir con una linda ideología, simple de entender pero inútil en la practica en pos de la abolición de la sociedad de clases, sino fomentar a involucrarse en la comprensión del actual momento. La idea no es hacer más "entendible" lo que el proletariado hace o puede hacer, sino más difícil: crear el campo que haga comprensible aquello que queremos comunicar. Para ello no podemos usar el lenguaje del mismo capital, sino mantener una posición clara en torno a lo que decimos y ofrecer la mayor cantidad de reflexiones-de-la-practica que generen el quiebre entre la experiencia real y la comprensión que se nos da de ella. No hablamos de "ofrecer otra mirada", sino de que esta otra perspectiva es a su vez práctica: no conlleva un mirar distinto, sino que en tanto comprendemos el capitalismo en su fase actual de una manera crítica, la práctica en pos de su destrucción es inherente a esa comprensión. De ahí que ofrecemos un espacio donde poder ir creando este campo que es de conciencia practica, donde nos valemos de autores clásicos, otros escondidos por la izquierda tradicional y la clase capitalista, además de colaboraciones anónimas que nos han hecho llegar y también dan cuenta de como existe efectivamente en nuestra clase, sectores que reflexionan mas allá de los limites conceptuales en los cuales nos disciplinan; poniendo especial énfasis por nuestra parte en su aplicación a la información cotidiana, una de las maneras mas sutiles de mantenernos pasivos y alienados. Retomar categorías que muchos consideran añejas es un primer paso, especialmente si sabemos desarrollarlas a la par que vemos la evolución del capitalismo. Es ahí donde el concepto de espectáculo resulta sumamente útil.

EL CONCEPTO DE ESPECTÁCULO
comunismo difuso

"El espectáculo no es una definición “sociológica” de un aspecto particular de la sociedad (los media y el público), sino que define la subordinación de todo lo real al capital” (Mauricio Lazzarato).

En la segunda mitad del siglo XX, Guy Debord -fundador y principal impulsor de la Internacional Situacionista- acuñó el concepto de “espectáculo”, elemento central de su actividad teórica y práctica, que constituye probablemente uno de los legados imprescindibles para posibilitar la comprensión actual del Modo de Producción capitalista. A la frase anterior pensaba agregar, “y para reemprender colectivamente sus intentos de superación”, pero no es así necesariamente: El concepto también ha servido para ser banalizado, sembrar confusión, y/o facilitar repeticiones estériles. Suele ser utilizado como fetiche por los numerosos entusiastas del “situacionismo” al punto de perder cualquier utilidad crítica revolucionaria. Sin embargo, en este breve texto vamos a entender este concepto en el sentido que él quiso darle y no en otro . (1)

Una lamentable conjunción de factores ha determinado que el concepto de Espectáculo se haya difundido de una manera que no sólo no da cuenta de la amplitud –y especificidad- de su contenido en Debord, sino que, a la vez que lo reduce a las manifestaciones más obvias, le resta potencial crítico para pasar a ser un lugar común como crítica de la preponderancia del consumo de imágenes publicitarias y de los medios de comunicación masivos.

Pero el concepto es mucho más profundo. Para comprenderlo, es bueno recordar que el “marxismo” de Debord era, además de hegeliano, bastante influido por el “joven” Lukacs, el que decía que “no es en modo alguno casual que las dos grandes obras maduras de Marx dedicadas a exponer la totalidad de la sociedad capitalista y su carácter básico empiecen con el análisis de la mercancía. Pues no hay ningún problema de ese estadio evolutivo de la humanidad que no remita en última instancia a dicha cuestión, y cuya solución no haya de buscarse en la del enigma de la estructura de la mercancía.” (“La Cosificación y la Consciencia del proletariado”, en Historia y Consciencia de clase).

Construyendo sobre esa perspectiva, la noción debordiana de espectáculo constata que la característica central del modo de producción capitalista - el predominio del valor de cambio por sobre el valor de uso- ya se ha extendido sobre todos las esferas de la vida.

El libro La sociedad del espectáculo es el que desarrolla en profundidad esta noción. A lo largo del texto, sobre todo en los dos primeros capítulos (“La separación consumada” y “La mercancía como espectáculo” (2) ), se pueden encontrar varias definiciones:

-El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. En tanto que parte de la sociedad, es expresamente el sector que concentra todas las miradas y toda la conciencia. Precisamente porque este sector está separado es el lugar de la mirada engañada y de la falsa conciencia; y la unificación que lleva a cabo no es sino un lenguaje oficial de la separación generalizada (Tesis 3).

-El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes (Tesis 4).

-El espectáculo es el discurso ininterrumpido que el orden presente mantiene consigo mismo, su monólogo elogioso. Es el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia (Fragmento de la Tesis 24).

-El espectáculo señala el momento en que la mercancía ha alcanzado la ocupación total de la vida social. La relación con la mercancía no sólo es visible, sino que es lo único visible: el mundo que se ve es su mundo (Fragmento de la tesis 42).

-El espectáculo es la otra cara del dinero: el equivalente general abstracto de todas las mercancías. Pero si el dinero ha dominado la sociedad como representación de la equivalencia central, es decir, del carácter intercambiable de bienes múltiples cuyo uso seguía siendo incomparable, el espectáculo es su complemento moderno desarrollado donde la totalidad del mundo mercantil aparece en bloque, como una equivalencia general a cuanto el conjunto de la sociedad pueda ser o hacer (Fragmento de la tesis 49).

A efectos de síntesis, resulta interesante ver como Debord se refiere al concepto 21 años después, en los Comentarios a la sociedad del espectáculo: “En 1967, con el libro La sociedad del espectáculo puse de relieve lo que el espectáculo moderno era ya en esencia: el reinado autocrático de la economía mercantil, que ha conseguido un estatuto de soberanía irresponsable, y el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que corresponden a ese reinado”.

En 1967 Debord distinguía dos formas “sucesivas y rivales” de sociedad espectacular: lo espectacular difuso y lo espectacular concentrado. Mientras la versión concentrada surgía sobretodo en el totalitarismo contrarrevolucionario nazi y estalinista y se basaba en una ideología centrada en la figura de un dictador, la variedad difusa se encarnaba prototípicamente en Estados Unidos, e “incitaba a los asalariados a escoger libremente entre una gran variedad de nuevas mercancías”. La principal corrección que en 1988 introduce a esta diferenciación, es la comprobación de que luego de 1968 había surgido una versión nueva a la que se refiere como lo “espectacular integrado” (3) , que utiliza ambas formas previas a la vez, ampliándolas y modificándolas en gran medida.

“Por lo que respecta al aspecto concentrado, el centro director se ha convertido en oculto: ya nunca se coloca en él a un jefe conocido o una ideología clara. En cuanto al lado difuso, la influencia espectacular no había marcado jamás hasta ese punto la práctica totalidad de las conductas y de los objetos que se producen socialmente, ya que el sentido final de lo espectacular integrado es que se ha incorporado a la realidad a la vez que hablaba de ella; y que la reconstruye como la habla. Así pues, esa realidad no se mantiene ahora enfrente suyo como algo ajeno. Cuando lo espectacular era concentrado se le escapaba la mayor parte de la sociedad periférica; cuando era difuso se le escapaba una mínima parte; hoy no se le escapa nada”, así, “la experiencia práctica de la realización sin freno de la voluntad de la razón mercantil, habrá demostrado de forma rápida y sin excepciones, que el devenir-mundo de la falsificación era también el devenir-falsificación del mundo”.

Debord señala cinco rasgos principales de la sociedad dominada por lo espectacular integrado, que ahora se han hecho totalmente evidentes y visibles:

-la incesante renovación tecnológica
-la fusión económico-estatal
-el secreto generalizado
-la falsedad sin réplica
-un perpetuo presente


Nos interesa destacar que, en el fondo, la dominación espectacular en la forma que se presenta hoy implica la aniquilación del sentido histórico. La manera generalizada en que nadie recuerda el pasado es garantía del presente perpetuo de la sociedad mercantil, al punto que los aspectos más destructivos del recorrido catastrófico del Modo de Producción no sólo no se recuerdan, sino que en su manifestación actual, extremadamente nociva para la humanidad y para el globo terráqueo, no son casi percibidas. En este sentido, frente a la dominación total por parte de la mercancía, sólo cabe una contestación total que destruya tal separación de la actividad humana de su producto. Desde esta perspectiva, el contenido anticapitalista de la revolución proletaria es la reivindicación del tiempo histórico y de la inteligencia colectiva de la humanidad: “la práctica del proletariado como clase revolucionaria no puede ser menos que la consciencia histórica operando sobre la totalidad del mundo”.

Si bien en Debord el concepto de espectáculo aparece frecuentemente ligado al rol pasivo de contemplación de imágenes y a aquel entramado que Adorno y Horkheimer llamaron “industria cultural” (4) , para él “el problema, sin embargo, no es la ´imagen` ni la ´representación` en cuanto tal, como afirman tantas filosofías del siglo XX, sino la sociedad que tiene necesidad de esas imágenes. Es cierto que el espectáculo se apoya particularmente en la vista....pero el problema reside en la independencia que han conquistado esas representaciones que se sustraen del control de los hombres y les hablan de forma monológica, desterrando de la vida todo diálogo. Esas representaciones nacen de la práctica social colectiva, pero se comportan como seres independientes” (Anselm Jappe, 1998, p. 22).

Gran parte del “pensamiento” postmoderno ha utilizado lecturas parciales del concepto de “espectáculo”, así como de otros temas y conceptos situacionistas, aislados del contexto de origen, sin una perspectiva unitaria ni finalidades subversivas, y en la mayoría de los casos sin siquiera aludir a sus orígenes (mostrando que es cierto lo que en su momento dijo el pintor Asger Jorn: “A Debord no es que se le conozca mal: se le conoce como el mal”). Baudrillard y su noción de “simulacro” podría ser uno de los ejemplos más notorios de este tipo de “recuperación”.

Entre las críticas que se han hecho al concepto, desde una perspectiva revolucionaria, podemos citar a Gilles Dauvé (comunista de izquierda francés que escribió mucho tiempo con el seudónimo Jean Barrot) en “Critique of the Situationist International” (1979).

Para él, es claro que la noción de espectáculo se enlaza con lo que Marx y Engels entendían por “ideología”. Mientras Socialisme ou Barbarie “analizaba el problema de la revolución mediante la sociología industrial, la IS lo hacía a través de un análisis de la superficie de la sociedad”. De ahí que exista, para Dauvé, una gran contradicción, que llega a ser “un camino sin salida teórico y práctico”, y que se expresa en el hecho de que “se hace un estudio de lo profundo a través de -y mediante la- apariencia superficial”. No hay en realidad un análisis adecuado del capital, al que “se le comprende, pero a través de sus efectos”. Se critica al capital a través de la mercancía, pero “no como un sistema de valorización que incluye la producción tanto como el intercambio”, pues el libro de Debord se restringe al momento de la circulación, dejando fuera “el necesario momento de producción, de trabajo productivo”.

De esta forma, si bien en esta crítica se le reconoce a la IS, entre otras cosas, el haber dado nuevo vigor a ciertos temas marxianos que estaban olvidados en ese momento, su “sobreestimación del espectáculo es el signo de que se teoriza desde la base de una visión social nacida desde la periferia de la sociedad, pero creyendo que está en el centro de la misma”.

Notas:

(1) “Cuando uso una palabra,” dijo Humpty Dumpty con un tono bastante soberbio, “esa palabra significa exactamente lo que yo quiero que signifique... ni más ni menos.” “El tema es,” dijo Alicia, “si puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.” “Es tema es,” dijo Humpty Dumpty, “quién es el que maneja las palabras... nada más.” (Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas).

(2) Que se inicia con una cita de Historia y consciencia de clase: “La mercancía no puede ser comprendida en su esencia auténtica sino como categoría universal del ser social total. Solo en este contexto la reificación surgida de la relación mercantil adquiere una significación decisiva, tanto para la evolución objetiva de la sociedad como para la actitud de los hombres hacia ella, para la sumisión de su conciencia a las formas en que esa reificación se expresa...Esta sumisión se acrecienta aún por el hecho de que cuanto más aumentan la racionalización y mecanización del proceso de trabajo, más pierde la actividad del trabajador su carácter de actividad, para convertirse en actitud contemplativa”.

(3) Pioneras de esta forma serían Francia e Italia, caracterizadas por una débil tradición democrática, largos años de un partido en el poder, un fuerte rol sindical, político y cultural del estalinismo, y por haber tenido que enfrentar contestaciones revolucionarias surgidas de manera sorpresiva.

(4) Según cuenta Adorno, con Horkheimer hablaron en un primer momento de “cultura de masas”, pero decidieron finalmente usar la expresión “industria cultural”, para evitar la impresión de que se trataría de “una cultura que brota espontáneamente de las masas”. Muy por el contrario, “en todos sus sectores son fabricados de modo más o menos planificado productos tallados para el consumo de masas y ese consumo está en gran medida determinado por estos mismos productos”. La industria cultural estaría integrada por distintos sectores, pero que constituyen un sistema “casi sin lagunas”, lo cual les resulta posible tanto por “los modernos instrumentos de la técnica, como por la concentración económica y administrativa”. La industria cultural “es la integración deliberada, por arriba, de sus consumidores”. Su efecto es “anti-iluminista”, puesto que “impide la formación de individuos autónomos, independientes, capaces de juzgar y decidir conscientemente” (Adorno, Résumé sobre indústria cultural, 1963. Traducción propia desde el portugués).


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