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miércoles, mayo 05, 2010

Los Estados y cómo eliminarlos/El comunismo, movimiento social actual (por Gilles Dauvé) 


(Fragmentos de "Capitalismo y comunismo")

LOS ESTADOS Y CÓMO ELIMINARLOS

El Estado nació como resultado de la incapacidad de los seres humanos para gestionar sus vidas. Es la unidad – simbólica y material – de lo desunido. En el momento en que el proletariado se apropia de sus medios de existencia, este instrumento de mediación empieza a carecer de función, pero su destrucción no constituye un proceso automático. No irá desapareciendo poco a poco a medida que la esfera no mercantil se vaya engrandeciendo. Lo cierto es que esa esfera sería frágil si permitiera que la maquinaria estatal continuara existiendo, como ocurrió en España entre los años 1936-1937.

No hay estructura estatal que desaparezca por sí misma. La comunización es, por tanto, algo más que una suma de acciones directas realizadas fragmentariamente. El capital será derribado por medio de la subversión general, mediante la cual las personas pasarán a controlar sus relaciones con el mundo. Pero no se conseguirá nada decisivo mientras el Estado conserve un mínimo poder. La sociedad no es un conjunto de vasos capilares: las relaciones están centralizadas en una fuerza que concentra la capacidad de conservar esta sociedad. El capitalismo estaría encantado viéndonos cambiar nuestras vidas a escala local si él continúa existiendo a escala mundial. En tanto que fuerza central, el Estado debe ser destruido por una acción central y su poder debe ser liquidado sin dejar resquicio alguno. El movimiento comunista no es apolítico, sino antipolítico.

EL COMUNISMO, MOVIMIENTO SOCIAL ACTUAL

El comunismo no es sólo un sistema social, un modo de producción que nacerá en el futuro a partir de la revolución comunista. Esta revolución es, de hecho, un enfrentamiento entre dos mundos:

-por un lado, el conjunto de todos aquellos que se encuentran rechazados, excluidos de todo goce profundo e incluso, a veces, amenazados en su existencia física, unidos todos, sin embargo, por la obligación de entrar en relación los unos con los otros;
-por otro, el conjunto de una economía socializada mundialmente, unificada técnicamente, pero dividida en unidades constreñidas a oponerse para respetar la lógica del valor que las une, y que no retrocede ante ninguna destrucción para subsistir en cuanto tal. El mundo de las empresas, marco actual de las fuerzas productivas, está dotado de una vida propia; se ha constituido en fuerza autónoma y somete a sus leyes el mundo de las necesidades reales. La revolución comunista es destrucción de esta sumisión. El comunismo es lucha contra esta sumisión y, en este sentido, se ha opuesto a ella desde los orígenes del capitalismo, e incluso antes, sin posibilidad de éxito.

De igual manera que la humanidad, al principio, ha atribuido a sus ideas, a su visión del mundo, un origen exterior a ella, creyendo que lo propio del hombre residía no en su relación social sino en su vínculo con un elemento exterior al mundo real (dios), del cual el hombre no es más que un producto; de igual modo la humanidad, en su esfuerzo de apropiación, de adaptación al mundo que la rodea, habrá debido crear previamente un mundo material, un complejo de fuerzas productivas, una economía, un mundo de objetos que la aplasta y la domina, antes de poder apropiárselo y transformarlo, adaptarlo a sus necesidades.

La revolución comunista no es más que la prolongación, la superación también, de los movimientos sociales actuales. Las discusiones sobre el comunismo generalmente se plantean en un terreno falso: se preguntan qué se hará después de la revolución. Jamás ligan el comunismo con lo que sucede en el momento en que se habla. Hay ruptura: se hace la revolución, después se hace el comunismo. En realidad, el comunismo es la prolongación de necesidades reales que se manifiestan desde hoy pero que no llegan a buen término ni encuentran su verdadera satisfacción porque la situación actual lo impide. Hay ya desde ahora todo un conjunto de prácticas, de gestos, de actitudes mismas, comunistas: no sólo expresan un rechazo global del mundo actual, sino sobre todo un esfuerzo para, a partir de él, construir otro.

En la medida en que esto fracasa, no se ve más que los límites, la tendencia, y no su prolongación posible (los izquierdistas sirven precisamente para teorizar estos límites como el fin del movimiento, y así los refuerzan). En la negación del trabajo en cadena, en la lucha de los desahuciados que ocupan un piso o un local vacío, aparece la perspectiva comunista, el esfuerzo por crear otra cosa, no a partir de un rechazo puro y simple del mundo actual (hippie), sino utilizando y transformando lo que ha producido y lo que despilfarra. Esta otra cosa está inscrita en estas luchas, independientemente de lo que piensen y quieran los que participan en ellas y de lo que afirmen los izquierdistas que se mezclan en ellas o las teorizan. Tales movimientos serán inducidos posteriormente a adquirir la conciencia de sus actos, a comprender lo que hacen para hacerlo mejor.

Para los que desde ahora se plantean la cuestión del comunismo, no se trata de intervenir en todas estas luchas para aportarles el mensaje comunista, proponiendo que estas acciones limitadas se giren hacia la “verdadera” actividad comunista. No se trata ahora de aportar consignas, sino en primer lugar mostrar la razón y el mecanismo de estas luchas, lo que se verán obligadas a hacer. Esta acción sólo tiene sentido si se participa realmente en tales movimientos, sin activismo, pero siempre que sea posible. Esto no significa el abandono, por parte de los que se entregan a ello, de la actividad propiamente teórica, de investigación y de exposición. No está dicho todo y este texto y otros, por ejemplo, no son sino aproximaciones al problema. Dicho esto, hay cierto modo de hacer teoría que conduce a no entrar nunca en contacto con el movimiento social real; de todos modos, eso no es un “problema”, y la actividad comunista hará por sí misma el reparto entre las dos maneras de ser.

Negativamente, todo lo que sirve para desmontar las diversas mistificaciones del capital, provengan del Estado, del P.C. o de los izquierdistas, es igualmente una práctica comunista, tanto si esta propaganda se hace por la palabra, como por el texto o por el gesto. La actividad teórica es práctica. Por un lado, no hay que hacer ninguna concesión teórica. Pero por otro, la única manera de sentar el programa y permitir que el comunismo teórico juegue su papel práctico, consiste en participar en la agitación y en la unificación que los movimientos sociales emprenden desde distintos puntos. A su manera, el comunismo ha pasado ya al ataque.

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Sólo atino a una cuestión de enfoque : por ahí se dice que el comunismo es la prolongación de necesidades reales, pero que no llegan a buen término porque la situación actual lo impide ¿ Cuándo se ha permitido? En ninguna experiencia se ha permitido llegar a buen término; la larga historia de intervenciones sobre cualquier intención de construir una sociedad independiente ( y no sólo socialista, comunista o libertaria ) lo ha demostrado. Además, actualmente el capitalismo es capaz de borrar las diferencias, en un proceso de cambios, entre destrucción y producción, entre guerra y paz, entre cuerpos y objetos, etc.
Los artículos son extremadamente teóricos y deliberativos; tanto, que se parecen a la fábula de Los tres hermanos, de Silvio Rodriguez...


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