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sábado, junio 26, 2010

Sobre el marxismo olvidado, por C.L. 



Tomado de El Ciudadano

SOBRE EL MARXISMO OLVIDADO


El prejuicio común establece que con el mercado y la democracia capitalista, la sociedad humana ha alcanzado su forma definitiva e insuperable. De un modo paradójico, se asume que este sistema social se puede perfeccionar indefinidamente sin cambiar sus fundamentos, pero que aún así es el mejor sistema posible. En fin, cuando se afirma que el comunismo es un sistema ya probado y fallido, o un sueño utópico obsoleto, no se busca tanto desprestigiar al comunismo sino reafirmar la idea de que más allá de este presente capitalista, no hay ni puede haber nada.

Sin embargo, por todos lados se hace sentir la necesidad de desmentir esa pretensión totalitaria. Casi siempre a través de iniciativas modestas e irregulares -aunque a veces de forma estruendosa como en Oaxaca o en Grecia– los explotados del mundo tratamos de reafirmar nuestra condición humana, nuestra necesidad de vivir una vida realmente humanizada, de tener un futuro y de dejar atrás esta pesadilla que es la sociedad capitalista.

Siguiendo esta tendencia, hace poco más de un año un amigo y yo iniciamos la publicación del sitio web Comunización, a fin de dar a conocer en castellano un conjunto de textos de teoría radical que no habían sido traducidos hasta ahora. Tal como se afirma en el sitio, con estos textos se quierre aportar a una concepción integral del movimiento comunista, movimiento que persigue el fin de la opresión y la instauración de una sociedad sin clases. Esta aspiración, que en estos tiempos tan críticos se hace sentir como una necesidad urgente y concreta, entronca no sólo con lo que habitualmente se conoce como “marxismo-leninismo” y “anarquismo”, sino que se ha expresado también en unas corrientes teórico/prácticas ya centenarias que hasta ahora han sido casi totalmente pasadas por alto en América Latina y en Chile.

Se trata del comunismo de consejos llamado también “germano-holandés”, de la izquierda comunista “italiana”, y de una serie de grupos y publicaciones que han recogido su legado hasta hoy. Tales corrientes, nacidas hace casi un siglo, desarrollaron cada cual a su manera un tipo de marxismo tan heterodoxo como el de Rosa Luxemburgo o de Carlos Mariátegui, por ejemplo, perspectiva que les llevó a defender con ardor los principios que veían encarnados en la Revolución rusa: fin de la propiedad privada, auto-gobierno de la clase trabajadora, internacionalismo. Este empeño por volver a las bases de la teoría marxiana, sumado a su tenaz oposición al estalinismo y al fascismo, les obligó a enfrentar duras persecuciones, represión y silenciamiento.

Ese velo de silencio que pesaba sobre el marxismo libertario duró hasta los años 70 en Europa, y recién hoy empieza a levantarse en América Latina. En Chile, en particular, estas corrientes han sido casi por completo ignoradas, ya que históricamente en el movimiento social de este país siempre predominaron las organizaciones de inspiración leninista (como el Partido Socialista hasta 1975, el MIR, los diversos grupos trotskistas y maoístas) e incluso estaliniana (como el PC), organizaciones reacias a la divulgacion de un marxismo que se saliera de la “línea oficial”.

Sólo a principios de los años 60, durante los debates que precedieron a la fundación del MIR, algunos sectores intentaron reanimar elementos del comunismo de consejos, enfatizando aspectos como la independencia politica de la clase trabajadora y la necesidad de que ésta se dotara de sus propios órganos de poder. Estos contenidos reflejaban un marxismo quizás demasiado heterodoxo para una época en que los militantes de izquierda tendían a leer los textos leninistas como si fuesen “escrituras sagradas”, y creían ciegamente en todo lo que hubiera dicho Lenin, incluyendo su intento por denigrar a la izquierda comunista acusándola de ser una “enfermedad infantil”.

Todo esto quizás pueda ayudarnos a entender por qué en Chile se impuso finalmente un marxismo mucho más centrado en la construcción del Partido que en la del poder directo de la clase trabajadora, y más aficionado a las aventuras guerrilleras que al crecimiento teórico-practico de los oprimidos.

Uno podría pensar que debido al colapso de los “socialismos reales” y al bullado fin de las ideologías, el comunismo libertario volvería a ser valorado en sus justos méritos, motivando reediciones de sus textos clásicos e investigaciones históricas sobre sus ramificaciones en Latinoamérica. Esto ha sido así sólo hasta un cierto punto, y mucho más en Europa que en esta parte del mundo. Por un lado, resulta muy difícil hacer entender a la gente que el comunismo no es un sistema político (como el de Cuba o China) sino que es una tendencia arraigada en la evolución misma del homo sapiens, y que el marxismo es una herramienta teórica útil para comprender esta tendencia y profundizarla en la práctica. Y por otro, sucede casi siempre que las únicas actualizaciones del marxismo reconocidas como “válidas” son aquellas que se realizan al amparo de alguna universidad, bajo la tutela de algún partido y con un buen apoyo editorial; mientras que los esfuerzos de actualización teórica hechos por fuera de esos circuitos suelen encontrar dificultades materiales que hacen muy improbable su difusión a un público más amplio.

Un ejemplo de esta realidad lo encontramos en la re-edición de la revista Babel, hecha por LOM en el 2008, especialmente en su volumen tercero dedicado a la “heterodoxia” marxista. El compilador, Patricio Gutiérrez, hizo sin duda un trabajo muy valioso al recopilar varios ejemplos de un enfoque teórico que buscaba “mantener el sentimiento de libertad estimando que el hombre debe ser la medida de todo”. Pero es curioso que, siendo precisamente eso lo interesante del comunismo de consejos, no se haya incluido en esta compilación ninguna referencia a Laín Diez, comunista-consejista chileno que en el marco de una intensa labor teórica, escribió a lo menos una quincena de artículos para Babel. Éstos incluyen análisis de economía política, esbozos filosóficos, correspondencia con libertarios de otras latitudes, comentarios sobre episodios de la historia social de Chile y traducciones de consejistas europeos como Paul Mattick. Con todo, y aun siendo de gran interés, estos artículos representan apenas una parte de la obra de Laín Diez, quien además de fundar un “Centro de Estudios Materialistas”, llevó a cabo, en 1948, la única traducción al castellano existente hasta hoy del libro “Lenin filósofo”, donde el comunista holandés Anton Pannekoek mostró cuán erróneas eran las concepciones filosóficas del líder bolchevique. Diez ofreció también interesantes interpretaciones de la Primera Internacional y de la Comuna de París, apuntando siempre a superación de lo que él consideraba una separación abusiva e injustificada entre marxismo y anarquismo. El hecho de que un autor de la importancia de Laín Diez no haya sido incluido en una re-edición de Babel dedicada al “marxismo creativo”, da bastante que pensar acerca de los prejuicios que aún hoy siguen obstaculizando una comprensión amplia y desmitificada del movimiento social y del marxismo en Chile y en América Latina.

Más allá del personaje, la obra de Laín Diez es importante porque revela un aspecto crucial de nuestra historia social: el hecho de que el predominio en la izquierda chilena del leninismo -y su aparente declive actual- no agota las posibilidades emancipatorias de la teoría comunista y del marxismo en particular. Si tenemos en cuenta el comunismo de consejos y tendencias posteriores que se inspiraron en él -como el grupo Socialismo o Barbarie, la Internacional Situacionista y la actual “corriente comunizadora”- nos queda claro que lo que llamamos “izquierda chilena” se forjó al abrigo de una visión muy limitada de lo que es el movimiento de emancipación social. El resurgimiento de un movimiento social que cuestione las bases de este sistema requiere, en cambio, que se asimile el legado de estas corrientes ignoradas hasta ahora, partiendo por la obra del único consejista chileno del que tenemos noticia. Esta tendencia nos muestra que de Marx se puede aprender mucho más que lo que pretendía el leninismo, y que no todo lo que está a la izquierda de Trotski es anarquismo, como se suele pensar.

Por otra parte, y quizás esto sea lo más importante, la historia de estas corrientes nos enseña que el estudio de la teoría comunista –especialmente de la obra marxiana– se condena a la esterilidad cuando queda restringida a los circulos académicos, donde se convierte en un asunto de especialistas. Al contrario, ha sido fuera de las universidades donde la perspectiva comunista se ha enriquecido más, asimilando los datos producidos por distintas ramas del conocimiento como la filosofia, las ciencias sociales y la biología. La izquierda comunista (o bordiguista) fue especialmente fructifera en este sentido, pues en sus teorizaciones hizo hincapié en que el comunismo debe ser entendido no como un sistema político o económico, sino como una dimensión profunda de la evolución de nuestra especie. Hoy, de hecho, sería absurdo tratar de comprender el movimiento comunista sin referirnos, por ejemplo, a las investigaciones biológicas que cuestionan la idea darwinista de selección natural; o a los estudios que muestran que la obra de Marx hunde sus raíces en la filosofía hermética más que en el pensamiento ilustrado burgués. De esta manera, queda claro que la perspectiva comunista, que plantea una evolución de la sociedad más allá del capitalismo, es no sólo una cuestión que interesa directamente a todos los oprimidos, sino una cuestión que pone en juego a todas las ramas del conocimiento humano.

Es por todo esto que, a fin de contribuir al desarrollo de un movimiento social con un horizonte revolucionario, llevamos un año traduciendo textos escritos originalmente en inglés, francés e italiano, rescatando del olvido materiales teóricos viejos y no tan viejos, compartiendo intuiciones y descubrimientos, e intentando desarrollar líneas de investigación histórica que ayuden a darle mayor presencia y realidad a estas tendencias del movimiento social en América Latina.

Por Carlos Lagos

Fotografía: Manifestación obrera (Guadalajara, 1918)/laalcarriaobrera.blogspot.com

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