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lunes, noviembre 29, 2010

Jaime Semprún (RIP. 1947-2010) 


1

Nos aferramos a nuestra época como el ahorcado a la soga.

2

Durante el desastre, la venta continúa.

3

Ya no hay progreso, es la cita de los cazadores.

4

En todas las esquinas hay reservas de futuro listas para saltarnos a la cara: epidemias de futuro, achaques de futuro, radioactividad plena de futuro.

5

El individuo aislado nunca ha sido tan libre como hoy de no medir las consecuencias de sus actos. Extraña libertad la de actuar sin conciencia.

6

Lo que más aflora, más que la conciencia, es el conocimiento inútil del desastre que se impone. Como todo el mundo está al corriente, nadie tiene nada que decir al respecto y, bajo el manto del silencio, las cosas pueden seguir su curso.

7

El simple hecho de recordar la miseria y el terror de la vida real pasa ya por ser indicador de un resentimiento que aburre y, en cuanto se argumenta con mayor precisión un juicio crítico, enseguida se toma por un inadmisible ataque ad hominem.

8

Antaño estaba prohibido pensar libremente; hoy tenemos el derecho de hacerlo, pero no la facultad.

9

Los llamados grandes hombres tal vez sean sólo individuos que desarrollan su pensamiento a partir de su propio comportamiento, y no llevan aquél más allá de los límites que fijan sus actos.

10

El papel de la imaginación no es tanto establecer cosas extrañas como hacer que parezcan extrañas las cosas establecidas.

11

El pensamiento es una carga inútil cuando uno no puede actuar sobre su destino.

12

Nunca nos estancamos dos veces en la misma opresión.

13

Rehabilitación: extraña palabra. Dice mucho de las relaciones que mantienen la arquitectura y la policía.

14

Todo tipo de gente intenta tranquilizarse encontrando raíces, como si fueran puerros o aristócratas bajados de su árbol genealógico.

15

La cultura de hoy: hacer acceder a cualquiera a una reconstitución trucada de algo cuya versión original ha desaparecido.

16

Si el corazón de la verdad late al ritmo del tiempo, ¿cómo late en una época de aceleración de la falsificación?

17

Hasta la verdad puede adquirir un aire de superstición cuando es creída sin pruebas y repetida sin reflexión.

18

Fueron mejores porque supieron no ser de su tiempo.

19

¡Estoy tan lleno de optimismo que no me cabe ni una pizca más!

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"La catástrofe histórica más profunda y más real, la que determina en última instancia la importancia de todas las demás, reside en la persistente ceguera de la inmensa mayoría, en la dimisión de toda voluntad de actuar sobre las causas de tantos sufrimientos, en la incapacidad de considerarlos siquiera lúcidamente.

Esta apatía va a resquebrajarse en el transcurso de los años venideros cada vez con más violencia por el hundimiento de cualquier forma de supervivencia garantizada. Y quienes la representan y la nutren, cultivando un precario statu quo de ilusiones tranquilizantes, se verán barridos. La emergencia se le impondrá a todo el mundo, y la dominación tendrá que hablar al menos tan alto y claro como los propios hechos. Adoptará tanto más fácilmente el tono terrorista que le conviene cuanto que contará con la justificación de realidades efectivamente aterradoras. Un hombre aquejado de gangrena no está dispuesto a discutir las causas del mal, ni a oponerse al autoritarismo de la amputación."

(Encyclopédie des Nuisances, nº 13, julio de 1988)

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Y un Anti-Semprún (no podía faltar *):

Jaime Semprun, hijo de un ex ministro del PSOE en la etapa de Felipe González, carece y ha carecido durante toda su vida de profesión o trabajo remunerado del que poder vivir. Este dato, que no pretende ser un insulto, sino la constatación de un hecho, que además para los situacionistas suele ser un elogio, puede ayudarnos a comprender que quien en su vida no ha trabajado nunca crea realmente que el proletariado ya ha desaparecido y el trabajo está llegando a su fin. No deja de ser la constatación propia, bufonesca y paranoica de un señorito [3] revolucionario de la Rive Gauche, convencido de que su ombligo es el centro del universo, y muy capaz de confundir su gripe, una enfermedad, o su mala digestión de hoy, con el fin del mundo.

Esa frase de Semprun, que tan buena acogida parece haber tenido, por su novedad y extravagancia, entre ciertos pedagogos: "cuando el ciudadano-ecologista pretende plantear la cuestión más molesta preguntando: "¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos?", evita plantear esta otra pregunta, realmente inquietante: "¿A qué hijos vamos a dejar el mundo?", tendría una lectura más escéptica y menos bobalicona si constatáramos que Jaime Semprun no ha tenido hijos, ni ha ejercido la enseñanza, ni posee dotes o conocimientos pedagógicos. Quizás debiéramos saber que su experiencia con la juventud se reduce a los grupos de adolescentes alborotadores, los bárbaros criados en la basura y la pobreza del gueto, que ha visto a distancia en el metro de París, escandalizado por sus gamberradas. Acusar a los jóvenes marginales, maltratados por la precarización del trabajo y la vida miserable en los suburbios, por el mero hecho de ser jóvenes, de ser el fruto y/o los culpables de los problemas irresolubles del salvaje capitalismo actual, no deja de ser, además de cruel e injusto, un gol ideológico a favor del pensamiento reaccionario de la derecha más cerril.

Algo de soberbia intelectual, mucho de narcisismo, unas gotitas del estéril liderazgo de un grupúsculo, y un zarandeo brutal de la ideología heredada del situacionismo con la realidad social e histórica del mundo en que vivimos han producido un cóctel asombroso por la confusión ideológica que demuestran, el sectarismo grupuscular del que hacen gala, esas cretinas, retorcidas y alucinantes argumentaciones favorables a un pensamiento reaccionario, y un profetismo apocalíptico más propio de Testigos de Jehová que de grupos izquierdistas. Cuando el masoquista lector de las ediciones de la EdN pretende plantear la cuestión más molesta preguntando: “¿Qué revolución harán nuestros enciclopedistas?”, evita plantear esta otra pregunta, realmente inquietante: “¿Qué hará de los enciclopedistas la revolución?”

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*: ...de hecho, a estas alturas ya tenemos incluso textos Anti-AMORÓS:

"El profesor Amorós «da clase»: La primavera francesa explicada por ideologías otoñales".

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