domingo, marzo 29, 2015
Contra el arte. Comentario de Cristóbal Cornejo.
Nuestro hermoso hermanito Cristóbal nos hizo llegar este comentario del libro "Contra el arte y el artista" hace unos pocos meses. Acá va.
Colectivo DesFasce, Contra el arte y el artista. Autoedición, 2012
“Se trata de liberar a
las obras de arte de su carácter de mercancía. Ya no basta con llevar un
inodoro al museo, es necesario tirar el museo al inodoro, y con él a todas las
instituciones que rigen y reglamentan este campo de la sociedad, incluidas sus
autoridades (sean públicas o privadas)”.
Octava Hipótesis de
Lucha
Desde un punto de vista anti-capitalista, el
arte es una más de las expresiones del mundo separado, una particular forma de
trabajo enajenada, porque parece ser el último bastión donde reside el puro
placer, el trabajo como auto-actividad humana constituyente.
Las ideas contenidas en “Contra el arte y el
artista” apuntan a la praxis: el decir es hacer (o des-hacer), y no sólo a una
crítica que se conforme con denunciar, dejando las cosas tal como están.
“Contra el arte y el artista”, con erudición y
profundidad heredadas de la sociología y la filosofía de enfoque
revolucionario, está dirigido contra la institucionalidad del arte, contra “el
campo” del arte y “el artista”, intentando reunificar aspectos claves de la
vida, como son el trabajo -que sigue siendo esclavo- y el arte, que pudiendo
ser una actividad trasgresora y
gratificante, hoy es otra mercancía y fuente de enajenación.
Este texto –necesario todavía, incluso tras un
siglo bastante nutrido en torno a estas reflexiones- apunta a rescatar lo
subversivo del arte, su politización efectiva al abandonar el campo que hoy lo
delimita, a recuperar la experiencia erótica que comparten el trabajo y el
arte; y no a ir en busca de la “realización de la belleza”, término
subjetivísimo y que identifica belleza con placer desde un enfoque ideal, no
material, limitándose sólo a divagar sobre las formas, no sobre el contexto
social de producción y circulación; sobre la economía política del arte.
En su repaso histórico, se remonta a mediados
del siglo XIX, en el marco de la consolidación de la modernidad capitalista, la
sociedad de masas, y el imperio de la mercancía sobre seres humanos y el
entorno natural. Pero en relación al productor de arte va hasta el
Renacimiento, cuando surge la figura del artista (o autor) y del “genio”, expresión
de la división del trabajo y culmine de la especialización. En ese sentido,
esta lectura se relaciona con la constatación de la Internacional Situacionista
(y del libro de Debord “La Sociedad del Espectáculo”) y su crítica radical de
la separación, desarrollada más adelante en uno de los capítulos del libro.
En su construcción de un programa de acción, el
texto también describe las características de la Industria Cultural en términos
de la Escuela de Frankfurt (o de Adorno), y dedica un capítulo al fetichismo de
la mercancía –sostén mágico del capitalismo y del “aura” de la obra de arte
burguesa.
Por otro lado, valora el aporte de las
vanguardias históricas del siglo XX, especialmente del surrealismo, cuyo
programa de abolición de la cultura afirmativa y de reconciliación arte-vida (y
arte y política) se mantiene vigente en cuanto las contradicciones que denuncia
aún se mantienen.
El texto, además, desmenuza descarnadamente la
posición del artista en la actualidad, batido entre el arte espectacular y la
burocracia de los fondos concursables, expresión de la alienación y
mercantilización del trabajo creativo, lo que permite, a la vez, relacionarlo
con lo que los situacionistas llamaban “recuperación”: “Nada se puede decir
sobre un escenario auspiciado por una empresa o por el Estado que no se
convierta en alimento de esas mismas máquinas”, develando, de paso, las lógicas
del arte-denuncia, asiduo a criticar desde galerías y museos o a circular por
los canales transnacionales (lo que hemos llamado el síndrome Rage Against The
Machine).
Hacia el final se dedica a analizar los
contenidos de las obras en un contexto de posmodernidad cultural o capitalismo
avanzado, añadiendo más adelante algunas salidas a la lógica mercantil:
gratuidad del gesto artístico e incorporación a circuitos de circulación que
nada tengan que ver con el poder ni el mercado, los circuitos del don.
Una de las virtudes del texto es que, a medida
que avanza, va haciéndose autocríticas en relación a sus propias tesis. “¿Por
qué el arte debiese ser subversivo?, se pregunta, por ejemplo. Además los
capítulos van concluyendo con distintas hipótesis de lucha o reflexiones
esenciales para un programa y estrategia de desmantelamiento del campo del
arte. Además, se agradece, la voluntad de ir más allá de ideologías y falsas
dicotomías entre marxismo y anarquismo.
Walter Benjamin, en las primeras décadas del
siglo XX, relacionó la producción de arte con las relaciones sociales dentro de
un modo de producción, depositando su entusiasmo en el progreso técnico como
herramienta revolucionaria; sin embargo este libro plantea la necesaria
integración del contexto social de la obra, no sólo de la forma, contenido y
técnica. Es decir, una obra como unidad:
Contenido=Forma=Circulación=Producción, lo que nos alerta respecto de los
falsos críticos, a la vez que nos permite imaginar otras vías de creación y
comunicación de las expresiones humanas artísticas. “Contra el arte y el
artista” es una necesaria contextualización histórica en medio de la
estetización de la miseria (o de la política) y una sólida plataforma desde
donde actuar en tiempos de descomposición como los que atravesamos.
El libro se encuentra
para descarga googleando su nombre y ha sido re-editado en otras latitudes.
Etiquetas: comunismo, Cristóbal
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