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martes, mayo 12, 2015

36+68: 1000. Comentario en "Revolución hasta el fin N° 0". 

36+68=1000. Revolución hasta el fin y otros textos del MIL. Ediciones Pukayana. 2013.



(Comentario en RHF N° 0:http://hommodolars.org/web/IMG/pdf/Revolucion-hasta-el-fin-01_.pdf )

Dentro de la historia de la lucha de clases existen bastantes opacidades. Desde la instalación de dos bloques que administraban el mundo, donde la diferencia esencial se encontraba en el color de las banderas y no precisamente en el contenido de las relaciones sociales que las constituían, se estableció un silencio respecto a las voces criticas con lo que se suponía era la realización de la critica critica: la URSS y todo el bloque del este.

Quizás a estas alturas patear en el suelo a ese capitalismo de estado que se hizo llamar “socialismo real” pueda resultar poco decoroso, casi como patear la cabeza de un perro muerto en la calle. En este lado del mundo nos enteramos bastante tarde que durante esos años en que la humanidad se preocupaba por el “dedo que apretara el botón”, existían voces que se levantaban para combatir en la practica esa falsa concepción que hasta el día de hoy se enquista en las cabezas de muchos proletarios:que el llamado bloque del Este era lo que Marx había pensado. La izquierda alemana, italiana, holandesa, el consejismo, los situacionistas, socialismo o barbarie, etc. Toda una corriente de pensamiento que los dos bloques capitalistas intentaron liquidar. Un conjuro sobre aquello que venia a desarrollar la critica al “mundo libre” y los “estados obreros”.

La riqueza de ese pensamiento no la expondremos aquí. Solo pondremos el acento en como existió un sector del proletariado que no petrificó la crítica para convertirla en ideología, sino que la siguió desarrollando. ¿Para que hablar de ellos tantas décadas después? Bueno, no nos interesa realizar un comentario sobre alguna obra de museo. La mera existencia del capitalismo en su periodo espectacular y el parto de ese engendro llamado “Socialismo del siglo XXI” hacen que este pensamiento, por su propia esencia, no pueda aquietarse para ser observado. Para eso resulta importante recuperar una memoria que lejos de ser representación de un pasado, ha de ser crítica viva de un presente que en sus formas ha cambiado pero no en lo que lo hace ser lo que es: el capitalismo como dictadura del valor. De ahí que la publicación sobre el MIL sea un potente alimento para el anti capitalismo comunista-anárquico.

Pero hay que tener cuidado. Si algo sabe hacer el capital es recuperar lo subversivo para volverlo una mera imagen inofensiva, carente de contenido y validando una forma estética que transgrede los limites precisamente establecidos para transgredir. Esta advertencia tiene que ver precisamente con el libro sobre el MIL. Existe una película llamada “Salvador”, en relación a uno de sus integrantes, en donde se los presenta como luchadores antifranquistas y todo se centra en la condena a muerte de Salvador. Muy lindo. Pero la cuestión es distinta, con sus contradicciones y aspectos lúdicos.

Quitada esa romántica visión no les vamos a dar un resumen del libro. Tampoco les diremos “léalo y guárdelo en su pieza”. No. Evite considerar lo que leerá como un “saber”, una representación externa. Piénselo, vívalo. Y planteémonos una de las grandes problemáticas que podríamos instalar: la dicotomía entre teoría y práctica. Y es que el MIL era un grupo armado, realizaba expropiaciones y con ello buscaba financiar las luchas obreras como realizar una biblioteca socialista. Pero por otro lado desarrollaba el pensar del proletariado. Es ahí donde llama la atención para la visión común que se tiene sobre los grupos armados. Análisis sobre las huelgas, la situación en Europa y demases se coronan con el texto “Revolución hasta el fin”, donde nos encontramos con una bella lucidez en el análisis del capitalismo: el desarrollo sin dogma de cuestiones tales como la “mercancía” o “el proletariado”, la publicidad y el mercado mundial; resultan cuestiones vitales para nuestra propia practica, para nuestro propio pensamiento.

Con esto no estamos afirmando que la problemática que consideramos nos invita el libro se encuentre solucionada al mencionar este aspecto de desarrollo “teórico”. Al revés. El MIL, dicho groseramente, se componía de algo así “los teóricos” y “los expropiadores”. Nuevamente aparece la separación, esta vez dentro del mismo grupo. Lo valioso claro esta, es que conformaban una unidad. Pero dentro se volvía a reproducir esta dinámica dicotómica. Entonces por una parte nos encontramos con una expresión del proletariado en la que se reunía la necesidad de la violencia política como la necesidad del desarrollo de todo un corpus categorial (para comprender y actuar sobre las relaciones capitalistas) que esta en constante movimiento. Ambas necesidades parecen petrificarse en ideología cada vez que algún sector agrupado del proletariado intenta subvertir el orden capitalista. Y es que cuando hablamos de un “desarrollo necesario” nos referimos a un devenir del ser proletariado hacia su negación.

Pero cuando anteponemos voluntades individuales que buscan “organizarse” en términos cuantitativos, esta necesidad queda abolida. Es aquí donde encontramos otro aspecto importante de la lucha del MIL: liberar la necesidad del proletariado en su negación para afirmar su libertad. Lo que en otras palabras es desarrollar una crítica practica unitaria. Pero retomemos lo anterior. El MIL como unidad es la expresión del proletariado negándose, si consideramos las necesidades ya expuestas como básicas para aquello. (Y lógicamente admitiendo la simplicidad del argumento). Pero en su interior reproducía cierta división de tareas. ¿Qué podemos pensar frente a esto? ¿Acaso todos debemos tener la capacidad de desarrollar la critica como empuñar un arma? ¿Es posible? ¿O el proletariado como clase se separa en tareas pero se mantiene unificado en su lucha, sin que esto lleve a una petrificación del todo?

No somos quienes para responder aquello, quizás si asumir una posición. Esta problemática no debe dejarnos pasar por alto un aspecto que puede derivarse de lo anterior: su auto-disolución. El grupo decide disolverse cuando se considera alejado de las luchas reales. ¿La misma “división” de tareas puede llevar a un aspecto inorgánico dentro de la agrupación que termine en esto? La auto-disolución de todas maneras resulta valiosa: cuando actuamos ya por la simple rutina del actuar y sin un compromiso con las luchas reales, terminamos justificando nuestra propia existen cia en lo que hacemos. Es ahí donde hay que dotarse de nuevas formas de lucha. EL MIL es una dislocación, como muchas otras, en la marcha triunfal del capitalismo. Pero como tal, es evidencia que las contradicciones en las que se sustenta el capital son a su vez el germen de la expresión de fuerzas que tienden a su abolición. Esta dislocación es entonces un momento de la lucha de clases, y la lucha de clases corroe toda la historia. Esta anomalía para el capital es la molesta negación en la cual se basa para mantenerse con vida pero que al mismo tiempo es la condición de su destrucción.

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