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martes, septiembre 29, 2015

Septiembre negro/rojo, por Cristóbal Cornejo 

Se acaba este mes de mierda, y recuerdo un texto de Cristóbal sobre el tema, que de hecho debió ser la última colaboración publicada en la prensa comunista/anarquista local.

Por un septiembre negro/rojo: Internacionalismo (Publicado en Anarquía & Comunismo N°2, primavera 2014).

Septiembre para quienes nacimos y vivimos en la región chilena es un mes especial. Porque, por un lado se conmemora el 11 de septiembre, fecha en que el bloque amenazado por la Unidad Popular aprovechó las fisuras y medias tintas del gobierno de Allende, masacrando a miles de proletarias/os desarmados, que se habían entregado a la esperanza revolucionaria desde el aparato estatal. Esa fecha inicia la edificación del actual estado del capitalismo en Chile: neoliberal, del que este país es alumno aventajado. Por otro, una semana después se celebran las fiestas de la Patria, que festejan curiosamente una supuesta independencia que en realidad respaldó a la Corona española en un Cabildo compuesto de representantes de la oligarquía de la época. Además, el impulso de la fecha da para homenajear a las Fuerzas Armadas y sus “glorias”, que siempre han defendido los intereses burgueses, ya fuesen locales o foráneos.

Para el ciudadano común, estos días son espacios de recreación y consumo, conciencia más, conciencia menos de la historia. Para los que queremos amargar los dulces terremotos, son el espacio que el Poder otorga para descomprimir a las y los explotados, reproducir la fuerza de trabajo, y de paso potenciar el orgullo nacional. O sea, una operación ideológica de lo más reaccionaria.

En el caso del 11, el bloque dominante se mostró en concordancia internacional. La burguesía estadounidense apoyó materialmente a la burguesía local, en pos de cuidar los mismos intereses en una época de guerra política declarada. En el caso del 18, el Estado utiliza la ideología de la Unidad Nacional (en un contexto de confusión y manipulación producto de una bomba que ha dañado personas, cuya autoría nadie ha reconocido) para celebrar la encomiable gallardía de aristócratas criollos y militares cuya carne de cañón es “el roto”, sangre proletaria siempre dispuesta a ser derramada porque así lo dicta la lógica de los generales y gobernantes. Porque no vale nada.

Mientras miles de explotadxs comen kilos de sufrimiento, se embriagan con licores vendidos por la familia Luksic, y bailan la patriarcal danza nazional, las y los proletarios rabiosos, las y los explotados que, hartos de los espejismos y espectáculos, hemos pasado al ataque, propagando la crítica de raíz contra todo lo existente, construyendo el comunismo y la anarquía desde la propia cotidianeidad, saludamos las banderas del internacionalismo. En septiembre y siempre.

Porque la clase dominante no reconoce fronteras a la hora de cuidar sus intereses, debemos ser más astutos y asumir que nuestra autodefensa y ataque debe ser a escala internacional. Partiendo desde nuestra realidad más cercana, pero con el horizonte en la comunidad humana mundial.

Nuestros problemas son similares, la raíz es la misma. Tenemos más en común con los explotados fuera de nuestras fronteras que con la burguesía local, por mucho que tengamos impresa a fuego una misma bandera, un himno, un puñado de héroes. Debemos estar claros: La revolución sólo tendrá un porvenir si es a escala internacional. No queremos países “liberados”, “zonas autónomas” o “experimentos”. Somos tercos, porque estamos convencidos: La revolución es global, la hace el proletariado (conjunto de trabajadorxs que no tienen más que su fuerza de trabajo para sobrevivir, más allá si se desempeña como maestro albañil o burócrata de la administración) y se hace hasta el fin.


Frente al espectáculo nacional, internacionalismo proletario y combativo.

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