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miércoles, noviembre 25, 2015

ZEUHL MUSIC Parte 2: Offering. Coltrane Chandía. 



Uno de los mayores entusiastas de Magma y la zeuhl music que he conocido fue el famoso Chandía, que junto con un inseparable amigo y también melómano, Andrés, recorrían las tiendas de discos y calles de Santiago grabando como podían todo lo que se podía y apreciándolo lo mejor que se podía (alcohol y drogas siempre ayudaban). A veces hasta hacían excursiones al cerro, en un auto que Andrés conseguía, y se dedicaban a profundas audiciones musicales en contexto sicodélico.

Nadie tenía mucha plata en esos tiempos. Por lo mismo, el que conseguía algo, sea en CD o LP o caset, le avisaba al resto, y nos juntábamos generalmente en mi casa a piratear. En mi casa había un buen equipo pequeño para reproducir CDs y copiarlos en caset, un regalo de mi padre mientras vivía y trabajaba en Bolivia. Funcionó maravillosamente por años, y satisfizo a tantos amigos melómanos, pero luego murió. Aún está en mi bodega, me da pena botarlo por todo lo que vivimos (oímos) juntos.

Ambos, Chandía y su inseparable amigo Andrés, que una vez casi se mataron al chocar con una micro yendo a mi casa, y yo ni me enteré hasta unas semanas después, pusieron una disquería en un caracol doble de Providencia, creo que ya a inicios de los 90. Nunca les fue muy bien vendiendo, en parte gracias a sus técnicas de hostilización de clientes. Por ejemplo, entra un pendejo con polera de Nine Inch Nails preguntando por Naked City, y le dicen: “no, tu todavía no podís escuchar esto”. Nunca ganaron plata, pero al principio se encargaron de contar con un catálogo impecable, del cual se sentían orgullosos. A la larga tuvieron que transar un poco con el mercado (por ejemplo, vendiendo hasta cosas de Peter Gabriel), pero al final quebraron, tras unos cuantos años de “resistencia” (durante la cual incluso fueron visitados por los sumos pontífices del Rock In Opposition, Fred Frith y Chris Cutler, que según se contaba, tras revisar el lugar les dijeron: “efectivamente, ustedes están locos”).

Una vez que Chandía estaba de cumpleaños, con otro amigo partimos a visitarlo en su disquería, que en homenaje a todo esto se llamaba Zebehn Discos (un nombre obviamente magmiano), y le llevamos una botella de mescal. Una vez que los caracoles ya habían cerrado, permanecimos ahí bebiendo y escuchando música a niveles que en ninguna casa se podrían haber conseguido, lo que valió un par de visitas del guardia del edificio.

Además del Torture Garden de NAKED CITY, lo que más sonó fue una especie de disco doble (creo) de OFFERING, proyecto más suave y espiritual de C. Vander, que nunca más he vuelto a escuchar, pero recuerdo que en la volá del mescal y todo nuestro entusiasmo juvenil, encontramos grandioso.

Chandía (Andrés no estaba en esa ocasión) se dedicó entre otras cosas a contar anécdotas de cuando era más pendejo y era según él un maestro en el arte de hacerle perro muerto a los taxistas.

A mi amigo esas historias le llamaron mucho la atención. Otro estudiante de Derecho de esos años, bien atípico para el ambiente de la escuela, era el chico Alfredo Peña, destacado bajista de heavy metal, conocido por su aporte en la legendaria banda Pentagram, y que tenía un oído curioso para otras formas de música (recuerdo haberle prestado el Camembert Electrique de Gong, y lo disfrutó harto). Chico Alfredo una vez llegó todo moreteado a la escuela de Derecho, por hacer perro muerto en taxi y ser perseguido y golpeado por una tropa de taxistas furiosos que tras ser contactados por radio acudieron a apoyar a su defraudado colega.

Me dio pena hablar de Alfredo, porque me caía muy bien, pero no llegamos a ser tan amigos, y repentinamente supimos de su suicidio, y nunca me quedó claro que le pasó. Pero en fin…razones para querer irse de este circo antes de tiempo no faltan. De hecho, siempre sobran. Y uno sigue acá porque sabe que después inexorablemente volverá a la hermosa y vacía NADA de la cual provenimos.

En fin…cuando nos fuimos de la tienda Zebehn discos ya eran como las 2 AM. No pasaba ninguna micro, y en eso mi amigo le dice a Chandía: “¿Y si eras tan buen para hacer perro muerto, por qué no lo hacemos ahora y nos vas a dejar a nosotros y luego te vas a tu casa?”. Sin dudarlo Chandía aceptó el desafío: “¡Ya!”, e hizo parar inmediatamente un taxi.

En esa época casi todos mis amigos vivían en mi casa, dado que mis padres vivían en Bolivia. Nos dirigimos hacia allá primero, y nos bajamos como dos cuadras antes. En el camino Chandía procedió a mostrarnos la selección musical que había hecho para lo que quedaba de noche (todos sufríamos de insomnio en esos años): la caja cuádruple de Coltrane en vivo en Japón, el preciado objeto que era el único CD que en mi vida he visto de Offering, y como 3 o 4 cosas más que no recuerdo.

Al otro día fui con otro amigo a visitar la tienda de discos, y nos encontramos a Chandía muy deprimido y echado sobre su escritorio. Nos contó en breve que el desarrollo urbano había arruinado su perro muerto: al llegar la esquina donde siempre hacía el truco, le dijo “chao” al chofer, y se bajó corriendo, para dar la vuelta a un edificio donde siempre había logrado despistar a los taxistas y luego escabullirse hacia el otro lado. El problema es que habían construido un muro que no estaba en sus años mozos. Tuvo que meterse dentro de un arbusto y esperar. El taxista notó que por ahí estaba, y se quedó alumbrando el matorral con las luces del auto. Chandía decidió esperar lo que fuera necesario, pero cuando ya la espera se le hacía eterna no pudo evitar salir corriendo. El taxista lo persiguió a pata. Chandía se escondió entre unos autos, y de repente vio al taxista al lado suyo, blandiendo un fierro con el cual amenazaba golpearlo en la cabeza. 

Chandía le dijo: “no, si te pensaba pagar igual, pero tengo la plata en la casa”. Y empezaron a avanzar. Él creía que hacia su casa. El taxista tomó el bolso, y Chandía pensó que era razonable que lo hiciera, como garantía de que él no saldría corriendo de nuevo. Pero el que empezó a avanzar más rápido, casi al trote, fue el taxista, con bolso y todo, hacia su auto, que tenía el motor prendido.

El taxista se fue, con Offering, Coltrane, variadas formas de Rock In Opposition, free jazz y zeuhl music.

Nunca más he vuelto a escuchar a Offering. Ni a saber de Chandía, que creo desde hace muchos vive en Europa. Pero sí conseguí el cuádruple disco de Coltrane en Japón, en una tienda de Montevideo. En homenaje a esos tiempos le cambié la etiqueta y me costó algo menos que 5 lucas. 

Coltrane Sundia. Coltrane Chandía.

FIN (de la parte 2)

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